Crimen perfecto, negocio redondo
La primera edici¨®n de la Semana Negra de Gij¨®n se celebr¨® en 1988. Al muro de Berl¨ªn le quedaba un a?o, pero el festival asturiano dedic¨® varias sesiones a los autores de la perestroika. Dos d¨¦cadas despu¨¦s, el g¨¦nero criminal ha dejado de ser subg¨¦nero. ?C¨®mo? A base de realismo. Aunque atada a la vieja cadena de la intriga -su raz¨®n de ser-, la novela negra ha conseguido sacudirse los clich¨¦s de importaci¨®n que hac¨ªan hablar a los prosaicos detectives espa?oles como californianos con jet lag. No es casualidad que el festival policiaco de Madrid tenga lugar en Getafe ni que su director, Lorenzo Silva, se consagrara usando como protagonistas a una pareja (mixta adem¨¢s) de la muy hisp¨¢nica Guardia Civil. El fin de la historia (y la extensi¨®n de la tarjeta de cr¨¦dito) cambi¨® la novela social por su hermana negra como espejo cr¨ªtico de una sociedad sin ¨¦pica y casi sin pol¨ªtica. La eterna pregunta por la identidad del culpable, unida no ya a delincuentes de cart¨®n piedra sino a redes de narcotr¨¢fico o de prostituci¨®n, sac¨® del gueto al g¨¦nero. Los festivales se multiplicaron -Barcelona Negra cumpli¨® un lustro este a?o- y las editoriales empezaron a buscar con qu¨¦ saciar a unos lectores que ya han le¨ªdo todo lo disponible de Mankell, Camilleri o Fred Vargas, ya fueran pioneros desconocidos como Maj Sj?vall y Per Wahl?? o incombustibles como Agatha Christie. Es lo que hizo RBA, que adem¨¢s lanz¨® un premio de campanillas. Por otro lado, y siguiendo la apuesta por la doble vida de V¨¢zquez Montalb¨¢n, autores como John Banville -carne de Booker- o Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu -nombre se?ero de la novela experimental- jugaron tambi¨¦n su baza negra. Por si faltaba combustible, los latinoamericanos -Padura, ?lmer Mendoza- llegaron al rescate. Lo que representaron los dictadores para los novelistas del boom lo representan para sus hijos los narcotraficantes. La violencia sigue ah¨ª, pero ahora los lectores parecen no saber qui¨¦n es el asesino.
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