Una familia en coma: d¨ªa 508
As¨ª es la vida de los padres que piden "justicia" en la calle con su hijo inerte
"Su estado es de coma vigil. Las funciones respiratorias est¨¢n conservadas sin soporte externo. Emite sonidos cuando llora o en situaciones de ¨ªndole emotiva. Presenta una atrofia muscular generalizada. La micci¨®n y la defecaci¨®n son funciones que realiza de forma autom¨¢tica. Los estratos intelectivos est¨¢n abolidos. La desconexi¨®n con el mundo circundante es total". Informe m¨¦dico legal sobre el estado de Antonio Me?o Ortega del 1 de diciembre de 1989.
"Hoy est¨¢s a gusto Anto?ito, acompa?ado por tu madre. Claro que s¨ª". Es la una de la tarde del viernes 5 de noviembre de 2010. Una se?ora mayor le habla al borde de la cama a Me?o (42 a?os) como si la pudiese entender. ?l est¨¢ tendido. La cabeza sobre la almohada, los ojos abiertos. No reacciona.
En un ataque epil¨¦ptico se rompi¨® los dientes al apretarlos
Una amiga piensa traerles flores pero al final les lleva "algo de comer calentito"
Esa se?ora se marcha y Juana Ortega le dice a su hijo que lo va a asear cuando llegue su t¨ªa. Antonio, casualmente o no, reacciona. Le caen l¨¢grimas. Su cara, que casi nunca dice nada, se convierte en un signo insondable de sufrimiento. "Solo quiere que lo limpiemos su padre o yo", interpreta la madre. "Entiende m¨¢s de lo que pensamos".
El cerebro de Me?o est¨¢ profundamente lesionado desde la ma?ana del 3 de julio de 1989. Quiso retocarse la nariz. Su familia le dijo que era un complejo tonto, que no le hac¨ªa falta. Ten¨ªa 21 a?os. Una novia. Estudiaba Derecho en la Universidad Complutense. Entr¨® en el quir¨®fano.
- El pelo blanco. Son las nueve de la ma?ana en la plaza de Jacinto Benavente, a 300 metros de la Puerta del Sol. Antonio Me?o padre, frutero jubilado de 66 a?os, se despierta. Hay un fot¨®grafo en su habitaci¨®n; su habitaci¨®n tambi¨¦n es su cocina y es su sal¨®n. Y su trinchera. Se mira a un espejo para peinarse: "Me han te?ido el pelo de blanco...".
Construy¨® con sus manos este espacio donde vive con su esposa y su hijo en coma desde hace un a?o y cinco meses; es una chabola ensamblada con planchas de madera, estrechas vigas de metal y lonas de pl¨¢stico azul, cuya ¨²nica entrada de luz es la puerta que da a la acera.
La familia Me?o expone su drama. Hace dos a?os el Tribunal Supremo les conden¨® a pagar 400.000 euros a la cl¨ªnica Nuestra Se?ora de Am¨¦rica (Madrid), en la que su hijo se qued¨® como est¨¢. Ellos la acusaron de haber cometido una negligencia en la operaci¨®n, pero pasaron dos d¨¦cadas de pleitos y triunf¨® la versi¨®n del hospital: que despu¨¦s de la intervenci¨®n, de manera fortuita, el paciente se ahog¨® en su propio v¨®mito, bloqueando el paso de ox¨ªgeno al cerebro. La justicia les oblig¨® a pagar los gastos judiciales del contrario.
Antonio Me?o hijo sigue durmiendo, con el cuerpo retorcido bajo las s¨¢banas. Juana, 65 a?os, ama de casa, ex frutera, ex panadera y comandante de la caseta, recoge el guante de su marido: "Estamos desconocidos, Antonio; aqu¨ª dentro se envejece mucho". Se r¨ªe. Tiene el pelo blanco.
- Zumo reci¨¦n exprimido. Antonio se ha despertado. Ya ha pasado el barrendero y su madre se ha tomado un ibuprofeno para el dolor de cabeza. Le va a hacer un zumo a su hijo. "Me gusta darle un poquito de sabor lo primero". El exprimidor est¨¢ estropeado. Con la mano y un tenedor, estruja tres naranjas.
10.16. "No me llores, por favor". Antonio grita por primera vez en el d¨ªa, su madre lo apacigua y contin¨²a arregl¨¢ndolo. Lo asea un poco y le seca el sudor de la cara. Ahora su hijo est¨¢ tranquilo. Tiene la mirada fija en el techo de lona. Parpadea mec¨¢nicamente. Juana le pone espuma en la cara y lo afeita.
Luego le da un medicamento contra los ataques epil¨¦pticos que empez¨® a sufrir despu¨¦s de quedarse en coma. En uno de ellos se parti¨® los dientes frontales al apretarlos sin control. Por el momento, este problema ha cesado.
- Un espejo p¨²blico. Hay una c¨¢mara de televisi¨®n en el umbral de la puerta. La madre le acababa de dar a Antonio un cuenco de cola-cao con sobaos espachurrados. La televisi¨®n quiere hacer unas tomas para un magac¨ªn de tarde.
Todos los focos miran a esta familia desde el mi¨¦rcoles. ?ltimamente estaban muy presentes en los medios, incluso el New York Times public¨® una noticia pocos d¨ªas antes, pero el mi¨¦rcoles pasaron a la poderosa e inc¨®moda dimensi¨®n de la fama al sacar a su hijo de cama, tenderlo en una camilla y llev¨¢rselo con ellos al Tribunal Supremo.
Es mediod¨ªa. Unos 20 alumnos de 12 a?os de un colegio de las afueras rodean la chabola con un morbo ruboroso. Han visto la noticia en el telediario.
En la sala del Supremo pasaron dos cosas que atrajeron a los medios. Una, que el tribunal, a petici¨®n de la familia, acept¨® o¨ªr a un supuesto testigo oculto de la operaci¨®n, un m¨¦dico que afirma que estaba en el quir¨®fano y vio que Me?o entr¨® en coma al desconectarse el tubo por el que respiraba durante la anestesia, se?alando una negligencia que podr¨ªa poner patas arriba un caso de hace 21 a?os. Otra, que el afectado asisti¨® en coma a su propio juicio.
- Las flores son rid¨ªculas. Hace un rato pas¨® por la caseta Silvia, una chica que trabaj¨® en la panader¨ªa de uno de los cuatro hijos de Juana y Antonio. La madre de Me?o, que se ha vuelto a quedar dormido, come un pollo asado con su hermana.
Son las tres de la tarde. Silvia vuelve a aparecer. Trae una bolsa con comida del restaurante de su marido. "Cuando sal¨ª antes dije: 'Les voy a llevar unas flores', pero me pareci¨® rid¨ªculo... '?Y unos bombones?' M¨¢s rid¨ªculo", dice la chica. "Pens¨¦: 'mejor les llevo algo calentito".
Desde la ma?ana, a Juana le han dado varios regalos. Unas mandarinas, un chicle, un d¨¦cimo de loter¨ªa. Le han ofrecido limosnas y las ha rechazado.
- Diplomacia en la calle. Antonio padre ha vuelto de hacer recados en M¨®stoles y pica un trozo de pollo, de pie, en una mesita que hace de cocina. Juana est¨¢ fuera. Queda poco para que se haga de noche. Entra una voz desde la calle: "?Esto lo ha hecho el rey Juan Carlos!". Alguna gente alimenta sus demonios con el drama de Me?o. Juana aguanta: "Aqu¨ª a veces r¨ªes y a veces lloras".
Su trato con quienes se acercan a la caseta suele ser f¨¢cil, escucha unas palabras de ¨¢nimo, da las gracias y pasa a otra cosa. Con los dem¨¢s vecinos de la calle tiene una relaci¨®n soportable.
En un momento de la jornada, la hermana de Juana lleg¨® con un tel¨¦fono m¨®vil. Una de las prostitutas que hacen la calle en la plaza quer¨ªa que le cargase la bater¨ªa. Juana se lo carg¨®. Su marido, Antonio, lleva peor el contexto, especialmente los orines de los borrachos junto a su trinchera.
- Las Sagradas Escrituras. Un hombre y una mujer han entrado en la caseta. Son miembros de la Iglesia evang¨¦lica. Ella se arrodilla junto a la cama de Antonio Me?o, que est¨¢ en su estado normal, tranquilo y con la vista muerta en un punto fijo. Son las seis de la tarde. Fuera suenan las sirenas de la polic¨ªa. La mujer abre una Biblia.
Lee durante 10 minutos. Cuando se van a ir, toma el protagonismo su compa?ero. Antonio y su hija mayor, Angelines, que acaba de llegar, lo escuchan hablar: "Muchas gracias por dejarnos estar aqu¨ª. Rezaremos por ¨¦l. Y un d¨ªa, ver¨¢n, se levantar¨¢ con los cinco sentidos y volver¨¢ a andar".
Ya es de noche. Juana se echa en el sill¨®n a charlar con su nieto. A unos metros de la caseta, un grupo de hombres bebe litronas de cerveza. La calle empieza a bullir. Por la ma?ana han puesto las luces de Navidad. Faltan dos meses. En pocos d¨ªas se sabr¨¢ la decisi¨®n del Tribunal Supremo sobre el caso Me?o. El padre de Antonio dice que las lonas de la caseta aguantan bien la nieve.
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