Mubarak lanza un brutal contraataque
Matones del presidente se enfrentan a los manifestantes en el centro de El Cairo - La prensa extranjera sufre toda clase de agresiones, desde robos hasta palizas
Hosni Mubarak contraatac¨® ayer de una forma brutal. El presidente egipcio decidi¨® que solo un ba?o de sangre pod¨ªa salvar su r¨¦gimen y lanz¨® a miles de sus matones, camuflados como manifestantes, sobre la plaza de Tahrir, el centro simb¨®lico de la revuelta. Fue una jornada tan violenta como grotesca. La represi¨®n se disfraz¨® de enfrentamiento civil, mientras los militares asist¨ªan a la venganza de Mubarak tan impasibles como en d¨ªas anteriores. Seg¨²n el Gobierno, murieron tres personas -uno de ellos un militar- y m¨¢s de 600 sufrieron heridas graves. Tres cosas quedaron claras en la confusi¨®n de la batalla: que el dictador no pensaba rendirse, que estaba dispuesto a infundir un terror profundo en la poblaci¨®n y que no era ya posible una transici¨®n negociada.
Polic¨ªas, partidarios fieles y funcionarios integraban la fuerza de choque oficial
Los opositores formaron un cord¨®n para proteger a las mujeres y ni?os
En una semana de extraordinarias convulsiones, el d¨ªa de ayer qued¨® marcado para la historia. Resultaba dif¨ªcil predecir si el violento coletazo de Mubarak y los suyos marcaba el triunfo de la contrarrevoluci¨®n o si, m¨¢s posiblemente, condenaba a Egipto a adentrarse en una era de inestabilidad y radicalizaci¨®n.
El discurso de Mubarak el martes por la noche fue la se?al de que el r¨¦gimen y su jefe a¨²n se sent¨ªan fuertes. No import¨® que centenares de miles de personas acabaran de pedir en las calles de El Cairo y otras ciudades la dimisi¨®n del presidente y una transici¨®n a la democracia. Mubarak anunci¨® que no se presentar¨ªa a la reelecci¨®n en septiembre (un gran sacrificio por parte de un hombre de casi 83 a?os con c¨¢ncer), prometi¨® que morir¨ªa en Egipto y dirigi¨® un h¨¢bil mensaje a sus ciudadanos en el que apel¨® a las emociones, al pasado y a la patria. Busc¨® que vibrara el nacionalismo egipcio, el m¨¢s antiguo del mundo. Y reiter¨® que solo ¨¦l separaba a Egipto del caos. No avis¨®, sin embargo, de que precisamente ¨¦l pensaba desatar el caos solo unas horas despu¨¦s.
El d¨ªa comenz¨® tenso, con una crispaci¨®n especial en el ambiente. En casi todos los barrios de El Cairo se ve¨ªan discusiones y peleas. Los partidarios de Mubarak, el grupo que hab¨ªa permanecido silencioso desde el inicio de la crisis, se hac¨ªan o¨ªr. Por canales ensayados en ocasiones anteriores, como en las elecciones ama?adas o los actos de apoyo al r¨¦gimen, el palacio presidencial hizo saber a los suyos (polic¨ªas, funcionarios, partidarios sinceros) que hab¨ªa llegado el momento.
Varias manifestaciones de apoyo a Mubarak se formaron en distintas zonas. La marcha m¨¢s numerosa confluy¨® en la plaza de Tahrir, donde segu¨ªan concentrados miles de opositores al r¨¦gimen. En un primer momento, ambas multitudes se aproximaron con relativa tranquilidad. Los opositores trataron de bloquear el paso a los reci¨¦n llegados con una cadena humana. Los fieles a Mubarak expresaron su intenci¨®n de "tomar la plaza para demostrar qui¨¦n es la aut¨¦ntica mayor¨ªa".
"No queremos revoluci¨®n, sino paz; estos d¨ªas hemos respetado a la oposici¨®n, ahora exigimos respeto nosotros porque el momento es cr¨ªtico", declar¨® Ahmad Osman, un farmac¨¦utico de 36 a?os que parec¨ªa, en efecto, un farmac¨¦utico. Otros jalearon sus palabras.
Poco despu¨¦s de mediod¨ªa se desat¨® el infierno. Miles de personas surgieron de las filas de la manifestaci¨®n favorable a Mubarak y cargaron contra los opositores, en maniobras organizadas. En ese mismo momento, el servicio de Internet reaparec¨ªa en el pa¨ªs. Una extra?a coreograf¨ªa se desarroll¨® en la plaza: abrazos que simulaban la reconciliaci¨®n entre los bandos y gritos de "paz, paz" lanzados por gente que portaba retratos del presidente, posiblemente para ser captados por la televisi¨®n local (que durante la jornada entera emiti¨® im¨¢genes de manifestantes euf¨®ricos que lanzaban loas a Mubarak), se mezclaban con agresiones brutales.
Los opositores reaccionaron y se lanzaron tambi¨¦n al choque, en una escena que evocaba las batallas medievales. Para reforzar esa impresi¨®n, decenas de fieles a Mubarak iniciaron una carga a lomos de caballos y camellos. Los jinetes utilizaron porras, l¨¢tigos y cadenas, hasta que dos o tres de ellos fueron descabalgados y apaleados; los otros se retiraron con rapidez. Volaban las piedras desde ambos lados.
Entre el polvo, el ruido, los golpes, los gritos y la sangre, algo se hizo evidente: la polic¨ªa no se hab¨ªa esfumado, se hab¨ªa limitado a preparar ese momento. Unos hombres fornidos que se presentaron como farmac¨¦uticos, con unas frases en ingl¨¦s reci¨¦n aprendidas, increparon a este corresponsal porque, dec¨ªan, la prensa extranjera hab¨ªa mentido en los ¨²ltimos d¨ªas. Cuando se les pidi¨® que mostraran alg¨²n documento que les acreditara como "farmac¨¦uticos", respondieron con golpes. La persecuci¨®n a periodistas extranjeros fue una constante. Decenas de ellos sufrieron heridas y robos de c¨¢maras y ordenadores.
La violencia no amain¨® en las horas siguientes y prosegu¨ªa por la noche. Los opositores al r¨¦gimen crearon un cord¨®n humano para proteger a mujeres y ni?os e intentaron taponar las entradas a la plaza. "Luchamos por nuestra vida, luchamos por nuestra vida", gritaban. La gente del r¨¦gimen lanzaba abundantes c¨®cteles molotov y se escuchaban disparos de arma autom¨¢tica. Hab¨ªa gente ensangrentada por todas partes. Varios opositores lloraban sentados en el suelo. "No puede ser, hemos perdido otra vez, hemos perdido otra vez", dec¨ªa uno de ellos.
Bien entrada la noche, segu¨ªan lanz¨¢ndose c¨®cteles molotov en la plaza y cercan¨ªas. Varios de ellos cayeron junto al Museo Egipcio, un ¨¢rea dominada por los partidarios del r¨¦gimen. Un cami¨®n de la polic¨ªa lanz¨® agua a presi¨®n para evitar un incendio en el edificio, cargado de tesoros arqueol¨®gicos. Fuera de la plaza de Tahrir las calles estaban relativamente tranquilas. No se conoc¨ªan incidentes tan violentos como los de El Cairo en Alejandr¨ªa y en el resto de las ciudades egipcias.
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