Adi¨®s a la comida barata
El empuje chino e indio, las malas cosechas y el p¨¢nico comprador de varios Gobiernos provocan la segunda crisis alimentaria en tres a?os y las algaradas en pa¨ªses pobres
Adnan Nevic (Sarajevo, 1999) est¨¢ a punto de entrar en una edad complicada. Naciones Unidas le escogi¨® en su d¨ªa como el habitante n¨²mero 6.000 millones del planeta. En apenas 12 a?os, ese ni?o bosnio ha sido testigo de una especie de monta?a rusa econ¨®mica; una fenomenal expansi¨®n al inicio, coronada con la mayor crisis desde la Gran Depresi¨®n. A punto de cumplirse el cuarto aniversario de la crisis, cuando ya parec¨ªa que ese relato se aproximaba al final, empieza a escribirse un nuevo cap¨ªtulo: explota la segunda crisis alimentaria de los tres ¨²ltimos a?os, combinada con las primeras algaradas sociales en el Norte de ?frica. Hay m¨²ltiples causas que explican esa coda de la Gran Recesi¨®n. Los precios dan siempre se?ales de que algo sucede, y los m¨¢ximos que han alcanzado los precios alimentarios hablan de sequ¨ªas e inundaciones, de especulaci¨®n, de barreras comerciales, de subsidios en el mundo rico, de biocombustibles, de encarecimiento del petr¨®leo; de montones de cosas importantes.
La crisis alimentaria ha entrado en la agenda del G-20
Todo eso est¨¢ detr¨¢s de los espectaculares picos en la cotizaci¨®n de los alimentos, pero la tendencia de fondo se explica por dos causas fundamentales, de largo aliento: China, India y en general los emergentes asi¨¢ticos crecen a toda velocidad y eso, a la hora de cenar, significa que chinos e indios comen m¨¢s (y mejor) que nunca. La segunda raz¨®n es la que le va a quitar protagonismo a nuestro Adnan Nevic: Naciones Unidas elegir¨¢ al habitante n¨²mero 7.000 millones del planeta antes de que acabe 2011. Su ef¨ªmera fama habr¨¢ durado apenas 12 a?os. La econom¨ªa gestiona recursos escasos; a esa velocidad, cada vez m¨¢s escasos.
Los precios de los alimentos llevaban varias d¨¦cadas en un suave declive, hasta principios del siglo XXI. A partir de entonces empezaron a subir de forma persistente, alcanzando niveles m¨¢ximos a mediados de 2008. Ya en ese momento hubo convulsiones sociales en una veintena de pa¨ªses, pero la Gran Recesi¨®n enmascar¨® esos problemas por un tiempo. Los precios cayeron r¨¢pidamente por el descenso de la demanda en todo el mundo, pero todo gran terremoto tiene su r¨¦plica: apenas dos a?os despu¨¦s los alimentos vuelven a estar muy caros y son una de las razones de las protestas que desencadenaron la crisis en T¨²nez y el efecto contagio en las calles de Yemen, Argelia, Jordania y Egipto.
Hay numerosas variables que explican ese fen¨®meno desde un punto de vista coyuntural: "Se trata de una serie de acontecimientos dispares que se han reforzado mutuamente y han alcanzado el punto cr¨ªtico al mismo tiempo", resume Federico Steinberg, del Instituto Elcano. En condiciones normales, los mercados se acercar¨ªan al l¨ªmite actual para luego tranquilizarse. Pero estas no son condiciones normales, y el mercado alimentario tiene caracter¨ªsticas muy peculiares como para no prestar atenci¨®n a lo que est¨¢ sucediendo, a todo ese ramillete de causas que vienen a unirse a la tendencia de fondo: la emergencia de China e India, la imparable pujanza de la poblaci¨®n mundial, las dificultades para dar de comer m¨¢s y mejor a cada vez m¨¢s gente sin que la productividad de la agricultura mejore sustancialmente desde hace tiempo. "Todo eso lleva a los expertos a considerar que la era de los alimentos baratos (y de otras materias primas) toca a su fin", resume Gonzalo Fanjul, de Interm¨®n Oxfam.
En la crisis actual se repite la secuencia de 2008: una pieza en dos actos. Durante un tiempo, incrementos de precios por el tradicional juego de oferta y demanda: malas cosechas por sequ¨ªas o inundaciones cada vez m¨¢s frecuentes a causa del cambio clim¨¢tico; reducci¨®n del nivel de existencias; cultivos que dejan de dedicarse a la alimentaci¨®n para producir biocombustibles, ese tipo de cosas. Y a partir de ah¨ª un segundo acto marcado por decisiones pol¨ªticas cuestionables como las restricciones a la exportaci¨®n, esta vez en Rusia y Ucrania, pa¨ªses productores en los que ha habido malas cosechas y que quieren controlar los precios. Y ante las primeras algaradas sociales en los pa¨ªses m¨¢s vulnerables, los Gobiernos reaccionan con algo parecido al p¨¢nico comprador: Argelia, Arabia Saud¨ª, Bangladesh, Indonesia, Afganist¨¢n e India han anunciado que llenar¨¢n sus graneros de ma¨ªz, arroz o trigo para evitar que se repitan protestas. Parad¨®jicamente, esa pol¨ªtica contribuye decisivamente a las alzas de precios. "Eso es lo verdaderamente preocupante. Y ese tipo de anuncios atraen adem¨¢s a los especuladores", explica Vicente Pallard¨®, de la Universidad de Valencia.
Los costes de algunos alimentos se acercan o sobrepasan ya los picos de 2008. Hace unos d¨ªas, la FAO (el organismo de Naciones Unidas encargado de la agricultura) anunci¨® que el ¨ªndice de precios que agrupa a los principales productos b¨¢sicos super¨® todos los r¨¦cords en diciembre, y bati¨® de nuevo esas marcas en enero. El encarecimiento fue de un 30% en 2010, y el Banco Mundial prev¨¦ que los precios elevados -unidos a una gran volatilidad- se mantengan al menos hasta 2015. Los egipcios gastan casi la mitad de su renta en alimentos: en los pa¨ªses m¨¢s pobres ese gasto se lleva hasta dos tercios de los ingresos de una familia media. En esos lugares, las alzas de precios "son una amenaza para el crecimiento y para la estabilidad social", seg¨²n Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, que ha reclamado al G-20 que d¨¦ prioridad a la crisis alimentaria. Razones no faltan: hay casi mil millones de personas que sufren hambre en todo el mundo; m¨¢s del 60% son mujeres. Y un tercio de la mortalidad infantil en todo el mundo se atribuye a la malnutrici¨®n.
El alud de informaciones para entender la magnitud del problema es sensacional. El precio del trigo en los mercados de Reino Unido alcanz¨® en enero un m¨¢ximo hist¨®rico. En Argelia ha habido disturbios por la escasez de alimentos. La inflaci¨®n en India se encarama hasta rozar el 20% a causa de los alimentos, lo que ha llevado a su Gobierno a amasar existencias. China busca en el extranjero grandes cantidades de trigo y ma¨ªz, y M¨¦xico empieza a hacer lo mismo para evitar una reedici¨®n de la crisis de las tortillas. "En general, los accidentes clim¨¢ticos explicaban buena parte de los picos en los precios hace unos a?os. En 2008 fueron los fondos especulativos los culpables de las subidas. La buena noticia es que ahora la principal raz¨®n es que el mundo emergente ha salido de la crisis a toda velocidad y eso explica ese encarecimiento repentino, por la mayor demanda. Se trata de algo positivo: las gentes comen ahora m¨¢s y mejor en esos pa¨ªses. Desde luego eso provoca dificultades en otros pa¨ªses de bajos ingresos, pero la otra cara de la moneda son los productores de alimentos: en Argentina o Brasil no puede hablarse de malas noticias", afirma Rolf Campos, profesor de la escuela de negocios IESE en Madrid. Aunque buena parte de los m¨¢rgenes no se lo lleven los peque?os productores, sino las grandes multinacionales del sector agroalimentario.
"Los altos precios probablemente persistan durante meses. La agricultura no es como otras industrias: transcurre tiempo para que las inversiones permitan que la oferta crezca", explica Abdolreza Abbassian, economista de la FAO, que en las ¨²ltimas semanas ha puesto el acento en las dificultades que a?ade la volatilidad extrema de las cotizaciones. No va a ser f¨¢cil reducir esos vaivenes. Hace unos d¨ªas, en Davos, el presidente franc¨¦s Nicolas Sarkozy se preguntaba si es de recibo que un solo especulador pueda adquirir de una tacada un 15% de la producci¨®n mundial de cacao en una operaci¨®n "sin pagar un solo c¨¦ntimo" para despu¨¦s revenderla. "?Eso es lo que hace el mercado? ?Eso es lo normal?", dec¨ªa.
"La seguridad alimentaria ha entrado en la agenda del G-20 y eso es positivo", afirma M¨¢ximo Torero, del think tank estadounidense IFPRI, que apunta posibles soluciones: "Hay que crear una unidad de inteligencia alimentaria para conseguir m¨¢s transparencia sobre las reservas y evitar situaciones de p¨¢nico, con un mecanismo de alerta para no llegar a situaciones l¨ªmite, y hay que regular el mercado de futuros para limitar la especulaci¨®n". "Hay que hacer todo eso y sin embargo los tres ¨²ltimos a?os demuestran que el desgobierno es completo en el mercado alimentario: ni siquiera con la banca se hacen menos cosas", a?ade Fanjul.
La lucha contra ese problema nunca ha sido f¨¢cil. A mediados del siglo pasado, el hambre asolaba India tras una grave sequ¨ªa: un tipo llamado Norman Borlaug consigui¨® nuevas variedades de semillas de trigo y obr¨® el milagro, la productividad mejor¨® y millones de personas dejaron de pasar hambre. Borlaug gan¨® el Nobel en 1970 y lo que hizo se conoce como revoluci¨®n verde (aunque el uso de plaguicidas ha contaminado los acu¨ªferos de las regiones en las que se aplic¨® su idea, seg¨²n algunas fuentes). "Necesitamos una segunda revoluci¨®n verde, y r¨¢pido", reivindica Pallard¨®, "porque la productividad agr¨ªcola se ha estancado y en cambio la poblaci¨®n alcanzar¨¢ los 9.000 millones en 2050". Para entonces, probablemente el mundo habr¨¢ olvidado a Adnan Nevic, el ciudadano 6.000 millones. Aunque nunca se sabe. Un tal Thomas Malthus, un apacible cl¨¦rigo y matem¨¢tico que vivi¨® a caballo del siglo XVIII y el XIX, dej¨® escrito hace m¨¢s de 200 a?os lo que se conoce como maldici¨®n malthusiana: "La capacidad de crecimiento de la poblaci¨®n es infinitamente mayor que la de la tierra para producir alimento para la humanidad". El capitalismo industrial tendi¨® un puente por encima del abismo demogr¨¢fico malthusiano: ese peligro se ha evitado durante dos siglos y Malthus ha sido perfectamente olvidado durante a?os. En el tiempo que usted emplea en leer este art¨ªculo nacer¨¢n unas 900 bocas que alimentar: es posible que los genetistas y la tecnolog¨ªa consigan esa segunda revoluci¨®n verde, pero de momento Malthus est¨¢ siendo reivindicado. El economista John Keynes, tambi¨¦n semiolvidado durante a?os, atribu¨ªa a Malthus "una profunda intuici¨®n econ¨®mica". Y conviene fiarse de Keynes.
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