Acuario con medusas
Cuenta la leyenda, fomentada por el propio John Lennon, que en Norwegian wood se halla, cifrada, la historia de un affaire extramarital del artista. Con su enga?o trascendido en belleza perdurable, la canci¨®n de los Beatles alent¨® en el escritor Haruki Murakami la voluntad de capturar una verdad fr¨¢gil y esquiva: la vulnerabilidad de ese estado de tr¨¢nsito a la madurez que las sensibilidades extremas viven como limbo melanc¨®lico, que desemboca en el ingreso en la responsabilidad adulta, la inmadurez patol¨®gica o, en el peor de los casos, el suicidio prematuro. Norwegian wood, quinta novela del autor japon¨¦s, traducida al castellano por Lourdes Porta como Tokio blues, es un extra?o islote en su carrera: tambi¨¦n es la obra que le convirti¨® en un fen¨®meno de masas y es f¨¢cil comprender por qu¨¦.
TOKIO BLUES
Direcci¨®n: Tran Ahn Hung.
Int¨¦rpretes: Kenichi Matsumaya, Rinko Kikuchi, Kiko Mizuhara, Tetsuji Tamayama, Reika Kirishima.
G¨¦nero: drama. Jap¨®n, 2010.
Duraci¨®n: 133 minutos.
En su excepcional Bright future (2003), Kiyoshi Kurosawa usaba las medusas como met¨¢fora de la juventud: una belleza delicada, casi fantasmag¨®rica, con una feroz carga el¨¦ctrica en su interior. En Tokio blues, Murakami logra encerrar esa medusa en un acuario transparente, dejando que despliegue sus movimientos m¨¢s sutiles, y desvelando los peligros de esa electricidad latente. Tokio blues renuncia a las caracter¨ªsticas derivas on¨ªricas de Murakami para afirmarse como pariente lejana de esas lecturas inici¨¢ticas por excelencia que son El guardi¨¢n entre el centeno o las novelas de Herman Hesse.
La sensibilidad que captura Tokio blues posee una modulaci¨®n inequ¨ªvocamente japonesa, pero su esencia es universal y ha encontrado en el franc¨¦s de origen vietnamita Tran Anh Hung un lector perfecto. Su adaptaci¨®n pod¨ªa haber ca¨ªdo en la afectaci¨®n, en la pose -y, en ocasiones, parece que lo haga-, pero la manera en que su c¨¢mara acaricia, con el dorso de una mano invisible, la melancol¨ªa sentimental de sus personajes, con las tensiones estudiantiles de los sesenta como mero tel¨®n de fondo, demuestra que este preciosista, fiel y ambicioso Tokio blues en pantalla grande es tanto una prolongaci¨®n del genio ejercitado en la incombustible Cyclo (1995) como una de las mejores lecturas posibles de una novela destinada a perdurar.
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