Anatom¨ªa de una imagen
El gran secreto de Obama desemboc¨® en esta escena de tensi¨®n en la Casa Blanca, mientras una unidad de ¨¦lite asaltaba la casa de Bin Laden y terminaba con el terrorista m¨¢s temible de la Historia
Era el secreto mejor guardado de Barack Obama. Nada de cuanto el presidente de Estados Unidos hab¨ªa hecho en los d¨ªas previos hac¨ªa sospechar la inminente operaci¨®n de una unidad de ¨¦lite en Pakist¨¢n, con semejante objetivo. Y solo un reducido grupo de personas, reunidas en la Sala de Situaci¨®n de la Casa Blanca, escucharon esta frase el primer domingo de mayo:
-Tenemos contacto visual con Ger¨®nimo.
La voz era la del director de la CIA, Leon Panetta, que llegaba desde el cuartel general de la CIA al otro lado del Potomac, en Langley, Virginia. El presidente y sus m¨¢s cercanos colaboradores segu¨ªan a trav¨¦s de una pantalla lo que suced¨ªa a miles de kil¨®metros de distancia en Pakist¨¢n. Panetta explicaba a los all¨ª reunidos el asalto a la casa del l¨ªder de Al Qaeda, gui¨¢ndoles sobre el curso de una operaci¨®n que iba a suponer la consagraci¨®n o el hundimiento pol¨ªtico del presidente de Estados Unidos.
Los fracasos de otras operaciones anteriores planearon en todas las reuniones previas de Obama con su equipo
Langley recibi¨® desde la casa una foto del cad¨¢ver. Hab¨ªa un 99,9% de posibilidades de que fuera Bin Laden
La foto de un instante, dentro de los 40 minutos que dur¨® el asalto que llev¨® a la muerte de Osama Bin Laden y de otras personas que habitaban la casa, forma ya parte de la historia y puede ser la obra magna del fot¨®grafo de la Casa Blanca, Pete Souza. La gravedad de los gestos de los presentes en aquella sala hace suponer que el momento recogido por la instant¨¢nea fue el determinante en la caza del enemigo p¨²blico n¨²mero 1 de Estados Unidos. Quiz¨¢ se tratara del momento de su muerte a manos de las fuerzas especiales de los Navy Seals, uno de los puntos sobre los que no hay informaci¨®n oficial.
El silencio, que dominaba la sala, solo fue roto por otra intervenci¨®n de Panetta:
-Ger¨®nimo EKIA.
EKIA son las siglas de enemy killed in action, enemigo muerto en combate. Ger¨®nimo fue el nombre en clave que la CIA decidi¨® utilizar para la operaci¨®n que ten¨ªa como objetivo acabar con Bin Laden -y cuya elecci¨®n ha levantado cierta pol¨¦mica entre las asociaciones de indios americanos que lo consideran un insulto y un error-. De acuerdo con la ¨²ltima informaci¨®n ofrecida por la Casa Blanca -otras anteriores aportaban distintos datos-, el l¨ªder de Al Qaeda estaba desarmado, aunque pod¨ªa ofrecer resistencia porque cerca de ¨¦l hab¨ªa un fusil AK-47 y una pistola Makarov.
En medio del caos, y en un ambiente de m¨¢xima tensi¨®n -el cad¨¢ver de Bin Laden yac¨ªa en el suelo, con al menos un tiro en el ojo izquierdo, que le vol¨® parte de la cabeza, y otro en el pecho- un soldado le hizo una fotograf¨ªa que fue enviada inmediatamente a Langley para ser sometida a un reconocimiento facial por ordenador. La respuesta lleg¨® enseguida en forma de porcentaje: hab¨ªa un 99,99% de posibilidades de que el cad¨¢ver de la foto fuera el de Bin Laden. Posteriores pruebas de ADN arrojaron el mismo resultado: un concluyente 99,99% de coincidencia.
-?Lo tenemos!, exclam¨® el presidente Obama, la primera persona en romper el silencio en la Situation Room tras el anuncio del director de la CIA. Si todo segu¨ªa como estaba previsto, la misi¨®n estaba llamada a ser un ¨¦xito. Atr¨¢s qued¨® el temor de Obama a sufrir un desastre como los vividos por algunos de sus predecesores en el cargo y que terminaron definiendo sus presidencias. La reelecci¨®n de un presidente anterior, Jimmy Carter, fracas¨® en parte por el desastroso intento de rescatar a los rehenes norteamericanos retenidos durante 444 d¨ªas en la Embajada de EE UU en Teher¨¢n, en 1980. Cuando la misi¨®n se replegaba, un avi¨®n de operaciones especiales choc¨® en el aire con un helic¨®ptero de la Marina, con el resultado final de ocho militares muertos. Tras aquel fiasco se cre¨® el hoy famoso Equipo 6 de los Navy Seals, el que ha dado muerte al terrorista m¨¢s buscado de todos los tiempos, causante solo en Estados Unidos de cerca de 3.000 v¨ªctimas.
Fuentes cercanas a la Administraci¨®n cuentan que en todas las reuniones que el presidente Obama mantuvo con sus colaboradores entre los d¨ªas 14 de marzo y 28 de abril surgieron tres palabras malditas que nadie quer¨ªa o¨ªr: Black Hawk down. Una referencia dolorosa, s¨ªmbolo del fracaso de operaciones estadounidenses en el extranjero, tr¨¢gicamente relacionada con la batalla de Mogadiscio, en 1993, cuando dos helic¨®pteros Black Hawk -como los utilizados en la misi¨®n Ger¨®nimo- fueron derribados y 18 soldados americanos fueron asesinados durante el intento de secuestrar a un se?or de la guerra. Las im¨¢genes de los cuerpos de los militares de EE UU arrastrados por las polvorientas calles de la capital de Somalia se convirtieron en un poderoso s¨ªmbolo en manos de los que se opon¨ªan a la participaci¨®n de Washington en conflictos fuera de sus fronteras. Bill Clinton, entonces al mando en Washington, orden¨® la retirada de las tropas en Somalia y prometi¨® no volver a desplegar fuerzas en el extranjero, a menos que se tratase de un caso claro de inter¨¦s nacional.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces. En la noche del domingo pasado, poco m¨¢s de una veintena de miembros de la ¨¦lite de los Navy Seals aterrizaron en la guarida de Bin Laden. El equipo hab¨ªa partido horas antes a bordo de helic¨®pteros de la base militar de Bagram en Kabul (Afganist¨¢n) y, tras una breve parada en Jalalabad, volaron a Pakist¨¢n en ruta hacia el lugar donde se encontraba su objetivo. El primer riesgo de la misi¨®n era ser detectados y tal vez detenidos por las autoridades paquistan¨ªes, que desconoc¨ªan la existencia de la operaci¨®n. Pero la fuerte presencia militar en Abbottabad, una ciudad guarnici¨®n que alberga una academia militar, muy cerca de la casa utilizada como escondite por Bin Laden, sirvi¨® de perfecta tapadera para los prop¨®sitos de la unidad militar norteamericana, cuyos helic¨®pteros pasaron inadvertidos.
No hubo incidentes cuando los soldados se descolgaron hasta el interior del refugio de Bin Laden. Una vez en el suelo sonaron los primeros disparos y, frente a las versiones iniciales ofrecidas por la Casa Blanca, fueron los Seals los que en todo momento tuvieron la situaci¨®n bajo control. En ning¨²n momento existi¨® fuego cruzado en el edificio principal del complejo, donde estaba Osama Bin Laden.
El primero en caer fue Abu Ahmed, el mensajero y hombre de confianza del terrorista, cuya pista hab¨ªa llevado hasta Bin Laden. El nombre del kuwait¨ª Abu Ahmed se obtuvo, a principios de la guerra contra el terrorismo, gracias a las confesiones de prisioneros de Guant¨¢namo a los que se aplic¨® la tortura que eufem¨ªsticamente se conoce como waterboarding, ahogamiento simulado. A?os m¨¢s tarde, con el rastro de Bin Laden perdido y otro inquilino de la Casa Blanca en el poder, agentes paquistan¨ªes al servicio de la CIA identificaron al correo del l¨ªder de Al Qaeda en una ruidosa -?no lo son todas?- calle de Peshawar. Los agentes tomaron nota de la matr¨ªcula del Suzuki de color blanco que conduc¨ªa. En aquel momento, julio del a?o pasado, se comenz¨® a escribir el principio del fin de Osama Bin Laden.
El domingo pasado, Abu Ahmed dispar¨® contra los Seals cuando se supo descubierto. Pero fue abatido. Tambi¨¦n cay¨® bajo las balas una mujer que se encontraba junto a ¨¦l. Los hombres de las fuerzas especiales iniciaron entonces su acercamiento a la casa principal -estaban en la de invitados- y se toparon con el hermano de Abu Ahmed, a quien tambi¨¦n hirieron de muerte cuando creyeron que preparaba un arma para disparar. En el ascenso al piso superior, el segundo, los Seals mataron a Jaled, uno de los hijos de Bin Laden, que se encontraba en la casa.
Desde el cuartel general de la CIA en Virginia, Panetta segu¨ªa los acontecimientos en directo. Sin embargo, el director de la agencia de espionaje ha reconocido que hubo un periodo de entre 20 y 25 minutos en el que no supieron exactamente qu¨¦ estaba pasando. Seg¨²n las autoridades norteamericanas, en el recinto de la casa se encontraban m¨¢s de 20 personas, incluidas mujeres y ni?os. Los asaltantes tuvieron que determinar en mil¨¦simas de segundo qui¨¦nes representaban una amenaza letal y qui¨¦nes no. Hab¨ªan sido advertidos de que cualquiera pod¨ªa portar chalecos cargados de explosivos.
M¨¢s arriba, en otro piso, estaba la presa que buscaban. Al entrar en una habitaci¨®n, los soldados oyeron gritar a una mujer el nombre de Bin Laden. Frente a sus ojos se encontraba el hombre m¨¢s odiado por los estadounidenses. Los Seals dispararon a matar.
La Operaci¨®n Ger¨®nimo se concibi¨® desde el principio como una misi¨®n para matar, por mucho que las autoridades de EE UU insistan en declarar que Bin Laden hubiera sido capturado con vida si se hubiese rendido.
Los rostros y las actitudes de los personajes fotografiados por Pete Souza en la Situation Room, de la Casa Blanca, merecen un an¨¢lisis. La cara del presidente Obama expresa tensi¨®n, preocupaci¨®n, incertidumbre. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, se lleva la mano a la boca, ahogando un grito, reprimiendo una emoci¨®n. Dicen que el vicepresidente, Joe Biden, estuvo contando las cuentas de su rosario durante el tiempo que dur¨® la operaci¨®n.
De las 13 personas que aparecen en la instant¨¢nea -se ve el codo y parte de la corbata de alguien cuyo rostro no forma parte de la historia por haber quedado fuera del encuadre- solo una ocupa un sitio que no le estaba reservado en exclusiva. Se trata del general Marshall B. Webb, n¨²mero dos del Comando Conjunto de Operaciones Especiales, el hombre cargado de medallas que ocupa la silla destinada al presidente.
La decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil de Obama, esa que tom¨® a sabiendas de que como mucho hab¨ªa un 60% de posibilidades de que Bin Laden se encontrara en la casa -pudo no haber estado nunca, ya que jam¨¢s se le vio-, estaba a punto de traducirse en un ¨¦xito que marcar¨¢ su presidencia y que ya le ha catapultado en las encuestas de popularidad entre sus compatriotas.
Sobre el terreno quedaban los supervivientes de la casa, con las manos atadas con bridas de pl¨¢stico, a disposici¨®n de las autoridades paquistan¨ªes, que se hicieron cargo de ellos. Antes de partir, el comando hizo estallar el helic¨®ptero averiado en los momentos del descenso sobre la casa de Bin Laden. Entonces, sin duda, muchos vecinos debieron despertarse, recordaba Panetta estos d¨ªas.
Uno de los dos helic¨®pteros Chinooks, que esperaban como refuerzo en caso de que algo saliera mal, acudi¨® como apoyo para la salida del Equipo 6. Todos los integrantes del grupo encargado de la incursi¨®n iban a bordo. No hubo ninguna baja norteamericana. Sal¨ªan de Pakist¨¢n los 24 soldados especiales que hab¨ªan ejecutado la operaci¨®n secreta, m¨¢s el grupo de apoyo. Llevaban tambi¨¦n el cad¨¢ver de Osama Bin Laden, que horas despu¨¦s ser¨ªa lanzado al mar desde el portaaviones USS Carl Vinson, situado en el mar Ar¨¢bigo.
El equipo de la Sala de Situaci¨®n
Aunque en un primer momento se dijo que Obama y su equipo segu¨ªan las evoluciones de la operaci¨®n en directo, en realidad atend¨ªan las explicaciones que iba facilit¨¢ndoles el director de la CIA, Leon Panetta. Estas son las personas que siguieron los acontecimientos en la llamada Situation Room (Sala de Situaci¨®n):
1. Joe Biden, vicepresidente de EEUU.
2. Barack Obama, presidente de EE UU.
3. Marshall B. 'Brad' Webb, Adjunto al Comandante en Jefe del Joint Special Operations Command (JSOC), la unidad de la que dependen los SEAL, el cuerpo de ¨¦lite que efectu¨® el asalto.
4. Mike Mullen, Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor.
5. Tom Donilon, asesor de Obama sobre Seguridad Nacional.
6. Bill Daley, jefe de gabinete de Obama.
7. Tony Blinken, asesor de Seguridad Nacional de Biden.
8. Audrey Tomason. Directora en la Casa Blanca de la lucha antiterrorista.
9. John Brennan. Asesor de Interior de Obama.
10. James Clapper, director de la Agencia Nacional de Inteligencia.
11. Denis McDonough, adjunto al asesor de Seguridad Nacional.
12. Hillary Clinton, Secretaria de Estado.
13. Robert Gates, Secretario de Defensa.
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