Revuelta en Londres: muchos conflictos en uno solo
No es la primera vez ni ser¨¢ la ¨²ltima que Inglaterra padece un conflicto como el que se vive estos d¨ªas. En muchos sentidos tiene puntos comunes con hist¨®ricas batallas del pasado, evocadas a menudo en las ¨²ltimas horas. Desde los disturbios de Brixton en 1981 a los de Tottenham en 1985, y muchos otros.
Como en aquellos casos, la mecha que ha prendido el fuego ha sido un incidente entre la polic¨ªa y un joven de una minor¨ªa ¨¦tnica. Esta vez ha sido la muerte a manos de la polic¨ªa de un joven negro en Tottenham. Esa muerte y, al menos en esta ocasi¨®n, el torpe comportamiento de la polic¨ªa tras el suceso del jueves, es lo que hizo que Tottenham estallara el s¨¢bado por la tarde, provocando unos incidentes que rememoraban los de los a?os ochenta.
Los niveles de violencia son ahora inferiores a los de hace 25 o 30 a?os
Esta protesta parece menos ideol¨®gica, menos pol¨ªtica
Es dif¨ªcil que los recortes hayan tenido ya impacto en los j¨®venes
Pero, a partir de ah¨ª, lo que ha ocurrido ahora parece muy distinto a lo que sol¨ªa ocurrir entonces. Los incidentes de los a?os ochenta eran sobre todo el reflejo de la marginaci¨®n y de la pobreza de determinadas zonas del pa¨ªs o de determinadas comunidades o grupos ¨¦tnicos. Era, de alguna manera, una lucha pol¨ªtica provocada por razones sociales.
Las cosas ahora parecen diferentes. Los niveles de violencia son inferiores a los de hace 25 o 30 a?os. Aunque ayer muri¨® un joven de 26 a?os que hab¨ªa sido herido de un disparo durante los disturbios de la v¨ªspera en Croydon, parece un milagro que no haya habido m¨¢s v¨ªctimas mortales dada la facilidad con la que los revoltosos hacen arder negocios y casas particulares. La protesta tiene ahora m¨¢s tintes de espontaneidad que en el pasado, a pesar de que se canalice en parte a trav¨¦s de los nuevos sistemas de comunicaci¨®n. Y no tiene fronteras: ni geogr¨¢ficas, ni comunitarias, ni raciales. Afro-caribe?os, paquistan¨ªes y blancos ingleses de toda la vida comparten indignaci¨®n, bastones y c¨®cteles molotov.
La protesta de ahora parece menos ideol¨®gica, menos pol¨ªtica, que las del pasado. Las turbas se dedican sobre todo a asaltar comercios para llevarse lo que pueden. No asaltan supermercados para llevarse comida: el principal objetivo han sido las tiendas de tel¨¦fonos m¨®viles, las de electrodom¨¦sticos, las de ropa y zapatillas deportivas. Eso denota quiz¨¢ que es el ansia de consumismo, la frustraci¨®n por no tener dinero para comprar lo que otros ya tienen, el principal motor de la protesta. O al menos uno de los motores. No siempre ha sido as¨ª: la violenta protesta del lunes por la tarde en Hackney tuvo sobre todo tintes pol¨ªticos, con m¨¢s ansias de enfrentarse a la polic¨ªa que puro pillaje consumista o para revender el bot¨ªn.
La crisis econ¨®mica puede haber sido un factor a tener en cuenta en la revuelta, pero eso es algo que no est¨¢ muy claro. A diferencia de lo que ha ocurrido en los ¨²ltimos meses en Grecia o en Espa?a, donde son las clases medias las que se han echado a la calle, aqu¨ª han sido los j¨®venes de los barrios marginales. Sus problemas no vienen de cuatro a?os de crisis. Su desencanto tiene ra¨ªces m¨¢s profundas.
Tambi¨¦n se dice que los recortes del gasto p¨²blico han alimentado la revuelta. Parece dif¨ªcil creer que esos recortes, que en este pa¨ªs se est¨¢n aplicando desde hace poco m¨¢s de un a?o, hayan tenido ya un impacto directo en la vida de esos j¨®venes.
Otra cosa es su papel como factor psicol¨®gico o mental que alimenta la furia juvenil: la convicci¨®n de que las cosas no solo est¨¢n mal, sino que todo estar¨¢ peor porque la biblioteca de la esquina va a cerrar, el centro social va a ofrecer menos servicios, las ayudas a la vivienda se van a ver reducidas. Y con la paradoja a?adida de que todo eso se va a perder porque ha habido que ayudar a los bancos.
Sin embargo, no han sido los bancos el principal objetivo de los pillajes. Han sido las tiendas de gadgets. Y los revoltosos no han hecho una elecci¨®n politizada de sus objetivos: lo mismo les ha dado destrozar una tienda dedicada a ayudar a los m¨¢s necesitados o un caf¨¦ macrobi¨®tico que una casa de empe?os, un almac¨¦n de moquetas o una casa de muebles centenaria que hab¨ªa resistido a los bombardeos de dos guerras mundiales, pero no a la revuelta todav¨ªa indescifrable de los j¨®venes de Londres en el verano de 2011.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.