?Los mercados? ?Seguro?
La intervenci¨®n del FMI en Italia, patrocinada por Merkel y Sarkozy, y la medida actuaci¨®n del BCE aceleran la rebeli¨®n interna contra Berlusconi
El principio acci¨®n-reacci¨®n se abr¨ªa paso a grandes trancos esta ma?ana en los mercados. A un lado, la fuerza bruta de los inversores, que huelen sangre, empuja sin desmayo: a primera hora, la Bolsa de Mil¨¢n cae un 2,65% y la prima de riesgo de los bonos italianos se encarama a otro record, los 490 puntos b¨¢sicos -un nivel muy similar al que dispar¨® los recates de Grecia, Irlanda o Portugal- . Al otro lado, el Gobierno del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, medio hundido, con m¨¢s v¨ªas de agua de las que puede tapar.
El desenlace parece escrito de antemano. Y en cuanto hay el m¨ªnimo indicio de que se precipita, las ventas se convierten en compras. Basta con que dos peri¨®dicos italianos afines a Berlusconi Il Foglio y Libero apuesten por la renuncia del primer ministro italiano para que los mercados se den la vuelta: de un minuto a otro, la Bolsa milanesa sube, el diferencial con el bono alem¨¢n se enfr¨ªa. Un portavoz de Berlusconi niega la dimisi¨®n, el prestigioso La Republicca insiste, la Bolsa aguanta. Los mercados est¨¢n a punto de cobrarse otra pieza... ?Los mercados?, ?seguro?
La cr¨ªtica m¨¢s recurrente a los pol¨ªticos europeos durante esta crisis es que siempre han ido por detr¨¢s de los mercados. Y es obvio que ha sido la desconfianza creciente de los inversores en la viabilidad de las cuentas p¨²blicas italianas, y en las reformas anunciadas, lo que ha convertido al Gobierno de Berlusconi en el ¨²ltimo frente de la crisis. Pero algo cambi¨® la semana pasada. Cuando el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, envid¨® con un refer¨¦ndum sobre el nuevo plan de rescate a su pa¨ªs, contaba con que la respuesta de Alemania y Francia, por dura que fuera, no pondr¨ªa en riesgo la integridad de la zona euro. Y en cualquier otro momento, las dilaciones de Berlusconi para poner en marcha las medidas que se le exigen, se habr¨ªa saldado con otro tir¨®n de orejas.
Pero la semana pasada era distinta, con el G-20 y los mercados escudri?ando la respuesta al desaf¨ªo griego. Y la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy, decidieron ponerse al frente de la procesi¨®n. A Papandreu, tras cortarle un cr¨¦dito ya aprobado, le espetaron que la zona euro seguir¨ªa adelante, con o sin Grecia. Por primera vez aceptaron que ese riesgo era real y asumieron su coste. A Berlusconi, le pusieron bajo la vigiliancia del Fondo Monetario Internacional, en una decisi¨®n igual de heterodoxa: en una suerte de rescate preventivo, el FMI supervisar¨¢ el plan de reformas de Italia, pese a no haberle otorgado (a¨²n) cr¨¦dito alguno, que es la condici¨®n habitual para este tipo de intervenciones.
Lo que hicieron Merkel y Sarkozy fue mandar una se?al clara: ahora no son los mercados, sino los l¨ªderes de la zona euro los que dudan del Gobierno italiano, de Berlusconi. Los mercados, esta vez, solo hacen bueno el refr¨¢n -a buen entendedor, con pocas palabras basta-, y siguen el gui¨®n. La se?al no fue solo para los mercados: en Grecia, en Italia, fue tambi¨¦n un acicate para la rebeli¨®n interna. Y dos personas tan distintas como Giulio Tremonti, un tecn¨®crata, y Evangelos Venizelos, un hombre de partido, pero que ocupan el puesto m¨¢s sensible a las quejas y argumentos de los socios del euro -el ministro de Econom¨ªa en Italia y Grecia, respectivamente-, son los catalizadores de la disensi¨®n.
Ahora, algunos pol¨ªticos van por delante. Los mercados, a rebufo. Y al Banco Central Europeo se le entiende lo que dice entre dientes. Su programa de compra de bonos, el salvavidas que ha mantenido a flote a Espa?a e Italia durante los ¨²ltimos meses, es, de hecho, una intervenci¨®n pol¨ªtica en toda regla. A cambio de una operaci¨®n, que acepta a rega?adientes, el BCE exige el r¨¢pido desarrollo de reformas que, en su opini¨®n, permitir¨¢n reactivar el crecimiento y mantener a raya el d¨¦ficit. Es ese programa electoral de urgencia el que Berlusconi no acaba de cumplir.
En octubre, las compras semanales del BCE no pasaron de los 5.000 millones, pese a la escalada de la prima de riesgo italiana y pese a la inminencia de otro colapso financiero, aireada a los cuatro vientos. La semana pasada, la primera con el italiano Mario Draghi al frente, se elev¨® a 9.000 millones, todav¨ªa muy lejos de los 22.000 que se gast¨® el programa en agosto, cuando los inversores de deuda p¨²blica empezaron a huir de los bonos italianos. Por si quedaba alg¨²n sordo en los mercados, Yves Mersh, representante luxemburgu¨¦s en el Consejo del BCE, lo deletre¨® el domingo en una entrevista con el diario italiano La Stampa.
Tras revelar que la cuesti¨®n de si seguir comprando bonos italianos o no era un tema de debate frecuente entre los consejeros del banco central -el secreto que blinda esos debates suele ser infranqueable-, Mersh advert¨ªa: "Si constatamos que nuestras intervenciones son minadas por la falta de decisi¨®n de los gobiernos nacionales, nos tendremos que volver plantear los motivos del programa".
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