Lituania, una historia de ¨¦xito (seg¨²n las estad¨ªsticas)
El pa¨ªs b¨¢ltico vuelve a crecer y a controlar las cuentas p¨²blicas tras una tremenda cura de austeridad
Vilna, la capital lituana, se ha remozado a conciencia en los ¨²ltimos a?os, con sus iglesias barrocas y esas casas burguesas y coloristas que pueblan las callejuelas del centro hist¨®rico. Esa misma reconstrucci¨®n es aplicable a todo el pa¨ªs: tras una d¨¦cada de excesos y cr¨¦dito f¨¢cil, la econom¨ªa de Lituania ¡ªla primera rep¨²blica sovi¨¦tica que reclam¨® su independencia en 1990, con apenas tres millones de habitantes¡ª revent¨® en 2009, justo despu¨¦s de aquello de Lehman Brothers, con una impresionante ca¨ªda del PIB del 15%.
El Gobierno ha bajado desde entonces los sueldos un 30% y las pensiones otro tanto, ha subido algunos impuestos, ha recortado a lo grande el gasto p¨²blico y ha reducido el salario m¨ªnimo en dos ocasiones, en torno a un 25% en total, hasta reducirlo a unas 850 litas (unos 250 euros al mes): una cura de caballo ¡ªuna especie de experimento social com¨²n al resto de pa¨ªses b¨¢lticos y aplicado con ayuda del inevitable Fondo Monetario Internacional (FMI)¡ª que los economistas denominan eufem¨ªsticamente devaluaci¨®n interna, y que obliga a reconsiderar la definici¨®n de austeridad en el sur del continente.
La tijera, al igual que en la vecina Letonia, ha funcionado, a juzgar por las grandes cifras. Las estad¨ªsticas muestran que el PIB crece al 3%, el paro ha bajado desde cifras espa?olas al 13% y las cuentas p¨²blicas est¨¢n m¨¢s o menos saneadas. Lituania, que ha estrenado este semestre la presidencia rotatoria de la Uni¨®n Europea, luce esos n¨²meros como la prueba de que la terapia de choque, al estilo de Chile unos a?os antes de la revoluci¨®n conservadora de Reagan y Thatcher, tiene premio.
Esas son las cifras del milagro. Y aun as¨ª, la bella Vilna esconde un inopinado Shangh¨¢i. La flamante recuperaci¨®n, en fin, no oculta un reverso menos amable, perfectamente capaz de poner en duda los milagrosos ¨¦xitos estad¨ªsticos.
Lituania ostenta este semestre la presidencia rotatoria de la UE
Para encontrar ese Shangh¨¢i y el reverso de las cifras oficiales tampoco hay que buscar demasiado. Junto al Palacio de Congresos, en el que la presidencia lituana cita a la prensa internacional (invitada con motivo del estreno de la presidencia europea), hay varios alt¨ªsimos edificios de nuevo cu?o, de acero y cristal, que confirman arquitect¨®nicamente el renacer de la econom¨ªa. Es el t¨ªpico ecosistema de oficinas, sedes de empresas y bancos ¡ªn¨®rdicos casi todos¡ª que ofrece ese perfil familiar del microcentro de negocios de cualquier capital europea. Salvo por un detalle: hay algo extra?o en uno de esos inmuebles. Es un zombi: el acabado del edificio es impecable en la fachada, pero por detr¨¢s se ve el esqueleto de vigas y cemento que hace sospechar que la crisis lleg¨® antes de lo que el constructor de turno deseaba. La parte de atr¨¢s de ese edificio inconcluso depara una sorpresa de gran calibre: justo ah¨ª empieza el prometido Shangh¨¢i, el nombre con el que los lugare?os han rebautizado el barrio de Snipiskes, con centenares de chabolas de madera ¡ªmuchas de ellas, sin luz, lavabos ni agua corriente¡ª, las calles sin asfaltar, viejos cobertizos habilitados como infraviviendas, la basura acumul¨¢ndose en algunos rincones. La otra cara, en fin, del resurgir del afamado tigre b¨¢ltico. En pleno centro de Vilna.
Por una de esas calles aparece Ala, una mujer de 62 a?os que aparenta setenta y muchos, en bata y con una tetera en la mano: va en busca del agua que no tiene en su propia casa. Entiende y chapurrea el ingl¨¦s. Invita a una taza de t¨¦ y a escuchar su historia: gana 350 litas al mes (unos 100 euros), una m¨ªsera pensi¨®n de invalidez que adem¨¢s ha visto recortada. ¡°La pensi¨®n de la vecina es de unas 800 litas, as¨ª est¨¢n las cosas¡±, dice. Ha visto crecer con rapidez los rascacielos que se ven por encima del tejado de su casa, en la calle de Krokwos, ¡°a la misma velocidad que el barrio se iba volviendo m¨¢s pobre, m¨¢s duro y m¨¢s peligroso¡±.
Pr¨¢cticamente a la salida de esa infravivienda, Margarita, de 22 a?os, cuenta que acaba de terminar la carrera, que escribe en una publicaci¨®n especializada a cambio de unas 1.000 litas al mes (300 euros), y que con eso complementa el sueldo de su madre, profesora de historia que tras varios recortes gana unas 2.000 litas mensuales y trabaja ¡°cada vez m¨¢s horas¡±. Su padre est¨¢ en paro. Su hermano tiene tambi¨¦n un bonito t¨ªtulo universitario que le ha proporcionado un subempleo y est¨¢ a punto de emigrar. ¡°Est¨¢ la historia oficial del ¨¦xito y lo bien que han funcionado los sucesivos recortes, muy duros con los de abajo, y est¨¢ la de este barrio, la de mucha gente, la m¨ªa: acabo de terminar arquitectura, pero no hay nada que construir. Quiero formar una familia, pero es imposible irse de casa con estos sueldos. Ahora el Gobierno quiere adoptar el euro, pero tenemos dudas: es posible que eso implique m¨¢s sacrificios, subidas de precios y, por tanto, m¨¢s dificultades¡±. Hay varios barrios m¨¢s as¨ª en el extrarradio, plagados de infraviviendas parecidas. Pero sorprende ese paisaje en pleno centro, al lado del distrito de negocios. Margarita se encoge de hombros: ¡°Esto es Shangh¨¢i¡±, se despide, ¡°aqu¨ª mucha gente le ha prendido fuego a su vivienda para tratar de vender el terreno; aqu¨ª, a pesar del l¨®gico sentimiento antirruso del pa¨ªs, a veces alguna gente siente nostalgia del pasado. De aqu¨ª, de buena parte de Vilna, la mayor¨ªa de los j¨®venes ya solo pensamos en escapar¡±.
El experimento b¨¢ltico dispara la desigualdad y la emigraci¨®n masiva
Pese a que no hay estad¨ªsticas oficiales, en torno a 300.000 personas han dejado el pa¨ªs en lo que va de crisis. ¡°El drama es que se han ido los m¨¢s listos, los mejor preparados¡±, reconoce el ministro de Finanzas, Rimantas Sadzius. Es una vieja historia: cuando Lituania se independiz¨® y se uni¨® a la UE, medio mill¨®n de personas iniciaron una di¨¢spora que la crisis ha agudizado. Van a Reino Unido, a Alemania, a los pa¨ªses n¨®rdicos, pero tambi¨¦n a Irlanda y Espa?a, pa¨ªses rescatados y con altos ¨ªndices de paro, en busca de lo que aqu¨ª no encuentran. ¡°La historia del ¨¦xito que se asocia a la austeridad lituana es muy discutible¡±, asegura, en contra del discurso oficial, uno de los comisarios europeos de visita en Vilna para el arranque de la presidencia europea. ¡°Ese 10% de la poblaci¨®n que se march¨® cuando se iniciaron los dur¨ªsimos recortes, que no est¨¢ en las listas de paro, permite que el ajuste parezca presentable¡±, contin¨²a. ¡°Ni aun as¨ª el PIB ha vuelto a los niveles previos a la crisis, y el impacto social de las pol¨ªticas de austeridad es brutal, enorme¡±, cierra parapetado tras el habitual anonimato que reclaman las fuentes de Bruselas, para no incomodar a nadie.
Lituania no puede de ninguna manera ser exactamente una historia de ¨¦xito. Pero tampoco es, de ning¨²n modo, un fracaso: el pa¨ªs eligi¨® la v¨ªa de la feroz devaluaci¨®n interna, prefiri¨® no tocar el tipo de cambio ¡ªel 70% de los activos del pa¨ªs est¨¢ ligado al euro y el empobrecimiento hubiera sido masivo, asegura el Gobierno¡ª para agradar a Bruselas y Berl¨ªn. Vilna trata de conseguir la admisi¨®n en el club del euro, algo que en teor¨ªa llegar¨¢ en 2015, aunque las encuestas muestran que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n no apoya la entrada en la eurozona. Aun as¨ª, los grandes n¨²meros sugieren que no va por mal camino. El Gobierno, los empresarios y los banqueros que desfilan ante los corresponsales extranjeros cierran filas al respecto. Sin apenas fisuras: ¡°El crecimiento ha vuelto y es l¨®gico que la gente quiera en alg¨²n momento que los sueldos mejoren. Pero no podemos hacer juegos keynesianos. Hay que seguir por esta v¨ªa y ganar competitividad. No hay alternativa¡±, dice Ingrida Simonyte, consejera del banco central y la exministra de Econom¨ªa que empez¨® a decretar tijeretazos en 2009. ¡°El impacto social es evidente en los salarios, en el paro y en la emigraci¨®n, pero cuando tu d¨¦ficit es del 10% y nadie quiere financiarlo, no hay forma de evitar el sufrimiento. Economistas como Paul Krugman nos critican por haber incurrido en un sobrecoste social est¨²pido en lugar de haber devaluado. Muy buena receta para Estados Unidos: se?or Krugman, trate de aplicarla en Lituania¡±, dispara.
Unas 300.000 personas han dejado el pa¨ªs en lo que va de crisis
Simonyte ve la emigraci¨®n ¡°como un proceso natural en un pa¨ªs pobre que se une a un club rico; la tendencia se revertir¨¢ si las condiciones siguen mejorando¡±. Simonyte, en fin, es una buena representante lituana de esa raza de pol¨ªticos-bur¨®cratas que decretan un discutible pragmatismo: invertir hoy en sufrimiento para ahorrar dosis mayores el d¨ªa de ma?ana; convalidar el dolor de los recortes ahora para evitar el dolor futuro.
No todo el mundo lo tiene tan claro. Gitanas Narseda, economista jefe de uno de los grandes bancos que operan en el pa¨ªs, destaca que la pol¨ªtica de recortes se hizo bien y la recesi¨®n dur¨® un solo a?o. ¡°Y aun as¨ª est¨¢ claro que la austeridad tiene sus l¨ªmites y que el impacto de la pol¨ªtica econ¨®mica sobre la vida de la gente es mucho m¨¢s controvertido de lo que se ve a primera vista en las grandes cifras de Lituania¡±.
Nadie aqu¨ª espera protestas, pese a que los salarios reales llevan cuatro a?os cayendo a plomo. Tampoco los lituanos son amigos de dar lecciones: el ministro Sadzius reconoce que en el propio pa¨ªs hay voces esc¨¦pticas con las reformas, ¡°como tambi¨¦n las hubo en Alemania en su d¨ªa¡±, pero asegura que las condiciones en otros pa¨ªses ¡°son muy diferentes y no parece que las recetas que pueden funcionar aqu¨ª deban tener un ¨¦xito seguro en otras partes¡±. El Gobierno conservador que empez¨® a aplicar la austeridad cay¨® a finales del a?o pasado pese a que los resultados ya empezaban a verse. Los socialdem¨®cratas lideran ahora un Ejecutivo de coalici¨®n que no ha cambiado un ¨¢pice la pol¨ªtica econ¨®mica, una historia familiar en otros pa¨ªses europeos. La presidenta Dalia Grybauskaite promete que las alzas salariales ¡°volver¨¢n el a?o pr¨®ximo, o como muy tarde en 2015¡±. El euro llegar¨¢ tambi¨¦n en 2015, al igual que una pol¨ªtica de austeridad algo m¨¢s moderada una vez que se cumplan todas las condiciones para acceder a la moneda ¨²nica. El para¨ªso, en fin, ya tiene fecha. Aunque es probable que para ese 2015 Shangh¨¢i siga exactamente donde est¨¢.
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