El precio de pedir a golpe de clic
La tecnolog¨ªa ha facilitado la irrupci¨®n de servicios que nos hacen la vida m¨¢s f¨¢cil, pero a costa de condiciones laborales cuestionables. ?Qu¨¦ papel desempe?an los usuarios?
Madrid, ocho de la tarde de un domingo. Llueve y hace fr¨ªo. Ha estado nevando por la ma?ana. Las calles est¨¢n mojadas. Es uno de los peores inviernos de los ¨²ltimos a?os. Calentitos en el sof¨¢, no hay nada en la nevera, ?a qui¨¦n no le apetece pedir la cena? Hoy en d¨ªa es posible elegir cualquier restaurante. El transporte es f¨¢cil y barato. En media hora llega a casa un ciclomensajero con el pedido. ?l habr¨¢ estado toda la tarde pendiente del m¨®vil para ver si entran encargos. Cobrar¨¢ por entrega unos seis euros por el mal tiempo, en lugar de los cuatro y pico habituales. No tiene un contrato laboral. Es aut¨®nomo. No le ampara ning¨²n convenio sectorial como a otros mensajeros asalariados de compa?¨ªas tradicionales. Si tiene un accidente, los gastos corren por su cuenta.
Pedir comida a domicilio es una de las comodidades de la vida moderna. Y cada vez el servicio es m¨¢s eficiente. No importa que el restaurante elegido no tenga reparto. Se puede encargar de todo, no solo la t¨ªpica pizza o comida asi¨¢tica, y a un precio asequible, a golpe de clic, a trav¨¦s del m¨®vil. Como dec¨ªa Evan Williams, cofundador de Twitter, si algo ofrece Internet es ¡°conveniencia¡±: ¡°Hace que los deseos humanos sean m¨¢s f¨¢ciles de conseguir, porque las cosas son muy r¨¢pidas y no hay tiempo para pensar demasiado¡±. Es ese ¡°lo quieres, lo tienes¡±, tan sencillo que buscar una alternativa parece una complicaci¨®n innecesaria.
La tecnolog¨ªa ha multiplicado los servicios que nos facilitan la vida. Pero detr¨¢s de esa comodidad se esconden dilemas. El arco de empresas que se dedican a la llamada gig economy (econom¨ªa de los recados) es muy amplio. Amazon es capaz de llevarte casi cualquier producto en unas horas, pero sus cr¨ªticos advierten de que es una amenaza para el comercio tradicional. Airbnb, que permite a turistas alojarse en pisos para sentirse como en casa, es se?alada como una de las causantes del aumento de precios del alquiler. En el transporte y la distribuci¨®n, Deliveroo, Glovo, Uber y Cabify, por citar algunas, han revolucionado el sector a costa de unas condiciones laborales que suscitan problemas. Hasta ahora la resistencia a estas iniciativas procede principalmente de los competidores (taxistas, hoteles, mensajer¨ªas¡), no de los consumidores.
Para entender el problema, analicemos su naturaleza. Tradicionalmente se ha clasificado a la mayor¨ªa de estos nuevos negocios como econom¨ªa colaborativa. Pero no operan todos igual. Las apariencias enga?an. Este t¨¦rmino, que comenz¨® a popularizarse en 2010 con libros como Lo que es m¨ªo es tuyo, de Rachel Botsman, no encaja exactamente con la manera de funcionar de muchas de estas empresas. Adem¨¢s, a veces sucede que, dentro de una misma web, hay transacciones que son m¨¢s o menos colaborativas: no es lo mismo un particular que alquila durante sus vacaciones su casa en Airbnb, que uno que ofrece cinco pisos durante todo el a?o. Nicholas Srnicek, profesor del King¡¯s College de Londres y autor de Platform Capitalism, explica en una entrevista que prefiere llamar a este fen¨®meno ¡°econom¨ªa de plataforma¡±, para no confundir iniciativas que solo buscan rentabilidad con otras verdaderamente colaborativas.
Los expertos prefieren llamar a este fen¨®meno econom¨ªa de plataforma, para diferenciarlo de otras iniciativas verdaderamente colaborativas
La econom¨ªa de plataforma es el modelo de negocio de la era digital y de ¨¦l surgen las nuevas f¨¢bricas del siglo XXI. M¨¢s que producir, sirven de lugar de encuentro. Estas potentes plataformas tecnol¨®gicas ponen en contacto oferta y demanda con la diligencia de un jefe infatigable que, adem¨¢s, sabe en todo momento qu¨¦ opinan los clientes, y qu¨¦ hacen los empleados. Un jefe que tiene m¨¢s informaci¨®n que el resto de los participantes en la transacci¨®n y que fija sus tarifas y condiciones. Srnicek incluye en esta categor¨ªa todo tipo de plataformas tecnol¨®gicas, tambi¨¦n Google y Facebook, porque son espacios de intercambio y utilizan a sus usuarios para conseguir publicidad. Todo pasa por el ritmo eficiente de los algoritmos.
Otro modelo que se incluye en esta larga lista son las webs de crowdworking. ?stas ofrecen peque?os trabajos, normalmente de traducci¨®n, redacci¨®n, soft?ware y dise?o, a los llamados microworkers o clic-workers, ya residan en Valencia, Manila o Bogot¨¢. Algunos ejemplos son MTurk (Amazon), Twago y Guru. ¡°Ser¨ªa ingenuo negar que el capitalismo de plataformas tiene ¨¦xito. El problema es que sus servicios se combinan con la imagen de conductores de Uber durmiendo en el coche para estar disponibles a todas horas y llegar a fin de mes¡ Es dif¨ªcil separar las ventajas de los inconvenientes¡±, opina Srnicek. A esto se une que las multinacionales tecnol¨®gicas pagan pocos impuestos en relaci¨®n a sus ingresos.
El crowdworking ha llevado a un nuevo nivel la deslocalizaci¨®n. Este tipo de negocios est¨¢ creciendo especialmente en los pa¨ªses emergentes, seg¨²n explica Mark Graham, investigador del Instituto de Internet de Oxford. ¡°Tiene un impacto muy positivo para gente que puede as¨ª acceder a empleos que de otra manera no podr¨ªa hacer [traducir desde Filipinas para una empresa en Estocolmo], pero como se trata de lugares muy poco regulados hay un gran riesgo¡±, se?ala.
La econom¨ªa de plataforma tiene un futuro prometedor. Libros como Platform Revolution y Matchmakers se han convertido en referencias para entender la eficiencia econ¨®mica del modelo. PricewaterhouseCoopers prev¨¦ un crecimiento de los ingresos anuales de este tipo de negocios de los 15.000 millones de d¨®lares actuales a los 335.000 millones en 2025.
Uno de los puntos m¨¢s pol¨¦micos son las condiciones laborales. Muchas de estas empresas se nutren principalmente de aut¨®nomos. Las compa?¨ªas hablan de una nueva forma de trabajar revolucionaria, en la que las viejas reglas no sirven, que permite al empleado conseguir unos ingresos sin ataduras, cuando y cuanto se quiera. Otras voces a?aden sombras al paisaje rosado y advierten que se trata de una precarizaci¨®n del trabajo que genera inestabilidad, salarios bajos y que tiene un impacto negativo en las arcas del Estado. ¡°Hay mucha amnesia hist¨®rica en relaci¨®n con la tecnolog¨ªa y la econom¨ªa digital¡±, advierte Srnicek. ¡°El modelo basado en aut¨®nomos tiene una larga historia, particularmente en construcci¨®n, como parte de la tendencia que llev¨® a subcontratar a partir de los setenta para reducir costes¡±, a?ade. Ahora la subcontrataci¨®n llega a m¨¢s tareas y sectores.
?Qu¨¦ tipo de relaci¨®n deber¨ªa haber entre estos trabajadores y las empresas? Mientras la Comisi¨®n Europea prepara un plan para regular las nuevas formas de empleo, las pocas sentencias judiciales que ha habido hasta el momento no son determinantes. En noviembre deb¨ªa celebrarse en Espa?a un primer juicio (de una denuncia interpuesta por tres repartidores de Deliveroo), pero el caso se cerr¨® con un acuerdo econ¨®mico. En Reino Unido, los jueces se han inclinado por definir a los conductores de Uber como trabajadores no aut¨®nomos. Sin embargo, dos pronunciamientos en Reino Unido y en Francia afirman que los riders de Deliveroo son freelancers. Las empresas alegan que esos aut¨®nomos tienen libertad para trabajar con cualquiera y que, en su mayor¨ªa, prefieren este tipo de flexibilidad.
?Cu¨¢l es el papel del consumidor en todo esto? ¡°Al final todos somos Uber. Todos consumimos plataformas. Si recurrimos a productos low cost, de alguna forma contribuimos a que se imponga una pol¨ªtica de reducci¨®n de costes que puede traducirse en que las empresas ofrezcan un trabajo m¨¢s low cost¡±, destaca Luz Rodr¨ªguez, profesora de derecho del trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha. ¡°Habr¨¢ que tender hacia un sistema en el que los derechos sean iguales con independencia del estatus jur¨ªdico, de si uno es fijo, temporal o aut¨®nomo¡±, opina desde Ginebra, donde investiga, en colaboraci¨®n con la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo, el futuro del mercado laboral.
El consumo ¡®low cost¡¯ puede alimentar, de forma indirecta, el trabajo ¡®low cost¡¯, advierte la profesora Luz Rodr¨ªguez
La econom¨ªa de plataforma quiz¨¢ represente a un porcentaje modesto de trabajadores, pero el empleo ¡°bajo demanda¡± crece. McKinsey Global Institute realiz¨® en 2016 una encuesta a 8.000 personas en Estados Unidos y Europa y concluy¨® que entre el 20% y el 30% de la poblaci¨®n activa participa en alg¨²n tipo de trabajo aut¨®nomo.
¡°Tenemos que preguntarnos qu¨¦ tipo de protecci¨®n social queremos¡±, apunta Rodr¨ªguez, que advierte que la brecha entre trabajadores con un empleo fijo y trabajadores temporales se ampl¨ªa.
El cambio en la forma de trabajar est¨¢ siendo enorme y acelerado. El modelo de estudiar hasta los 20 a?os y luego aspirar a un contrato estable a tiempo completo est¨¢ en duda, seg¨²n Albert Ca?igueral, miembro de OuiShare, un think tank colaborativo. ¡°Hay preguntas pertinentes, como el factor ¨¦tico del trabajo, de c¨®mo los cambios afectan a la protecci¨®n social. Esta tendencia va a ir a m¨¢s. No ser¨¢ tanto una cuesti¨®n de asalariados frente a empleados independientes, sino de c¨®mo estabilizar esos cambios, ante el riesgo de precariedad¡±, opina.
El auge de las plataformas coincide con la precarizaci¨®n del mercado laboral, con los salarios estancados y una elevada temporalidad. ¡°La regulaci¨®n se ha quedado anticuada. Lo que hay que pedir es m¨¢s control general en el trabajo del futuro para evitar situaciones de explotaci¨®n¡±, opina la fil¨®sofa Victoria Camps. ¡°Hay que tener en cuenta tambi¨¦n que no se pueden desmontar del todo servicios que son buen¨ªsimos para el consumidor; adem¨¢s, detr¨¢s de algunas iniciativas de econom¨ªa colaborativa hay un objetivo positivo, que es optimizar los recursos, como quien comparte un coche¡±, a?ade. Lo que hay que pedir, en su opini¨®n, son ¡°m¨¢s controles¡±.
Surgen tambi¨¦n iniciativas que pretenden ofrecer alternativas a los grandes actores. Mensajeros de Deliveroo y Glovo se han rebelado y han montado sus propios servicios, en forma de cooperativa, con sus propias condiciones laborales. La cuesti¨®n es si se puede competir con multinacionales que atraen millones de unos fondos de capital riesgo que sienten especial predilecci¨®n por todo lo ¡°disruptivo¡±. ¡°Creo que es m¨¢s positivo construir estructuras alternativas que faciliten unas elecciones ¨¦ticas a culpabilizar al usuario. Porque, en ocasiones, el consumo ¨¦tico solo est¨¢ al alcance de un determinado poder adquisitivo¡±, opina Srnicek.
De vuelta al sof¨¢, en esa tarde fr¨ªa de invierno, al recibir la comida uno podr¨ªa preguntarse por las condiciones laborales del repartidor. Pero por el momento, opta por celebrar la comodidad 4.0, punt¨²a el servicio y comparte en las redes una foto de la cena.
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