Crecimiento verde y sostenible
Contribuir a la supervivencia del planeta para las futuras generaciones es caro, pero rentable
?C¨®mo vamos a progresar si no somos capaces de cuidar el planeta en que vivimos? Esta pregunta, a pesar de su relevancia, no es la que m¨¢s nos solemos hacer los ciudadanos de a pie, a menos que nos veamos directamente afectados por las consecuencias del cambio clim¨¢tico como desastres naturales, o los problemas de salud que ocasionan los altos niveles de emisiones de gases en ciudades donde el aire no siempre es respirable, como asma y otras dolencias pulmonares m¨¢s graves. Estudios econ¨®micos recientes (de la Convenci¨®n Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Clim¨¢tico) indican que adaptarse al cambio clim¨¢tico podr¨ªa tener un coste global de hasta 100.000 millones de d¨®lares al a?o dentro de unas d¨¦cadas. En el caso de la Uni¨®n Europea (UE), los resultados de un proyecto reciente financiado por la Comisi¨®n Europea (Peseta II) indican que incluso si el incremento de temperatura se limita a dos grados, lo que requiere un importante esfuerzo de mitigaci¨®n, el bienestar se reducir¨¢ en 120.000 millones de euros, siendo la regi¨®n m¨¢s afectada el sur de Europa. Otro proyecto europeo, ClimateCost, concluye que los beneficios en cuanto a calidad del aire de mitigar el efecto del cambio clim¨¢tico supondr¨¢n entre 44.000 y 95.000 millones de euros anuales en 2050.
A pesar de que las organizaciones internacionales llevan varias d¨¦cadas tratando de concienciar a los gobiernos y a las instituciones de la importancia de preservar los recursos naturales y contener los niveles de poluci¨®n, las acciones de mitigaci¨®n implementadas hasta hoy parecen ser insuficientes. Los acuerdos internacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como el protocolo de Kioto, con obligaciones de reducciones de gases inicialmente s¨®lo para 37 pa¨ªses desarrollados y cuya segunda fase terminar¨¢ en 2020, o el actual Tratado de Par¨ªs, cuya efectividad es dudosa debido a que el acuerdo no es vinculante y de que Estados Unidos ha retirado su participaci¨®n ¡ªal igual que hizo con Kioto en 2001¡ª no parecen suficientes para frenar el cambio clim¨¢tico y sus consecuencias.
Al igual que otros problemas globales, este requiere una soluci¨®n consensuada por los principales actores pol¨ªticos y econ¨®micos, no solo a nivel internacional sino tambi¨¦n a nivel regional, local e individual. Es importante considerar soluciones que vengan desde abajo hacia arriba, es decir, que sean los individuos, las comunidades y las empresas los que tomen medidas y presionen a los actores pol¨ªticos y a las instituciones para impulsar una verdadera transformaci¨®n que lleve a preservar el medio ambiente. En este sentido, cabe destacar varias iniciativas que van en esta direcci¨®n.
A nivel local, una iniciativa en nuestro pa¨ªs es la Red Espa?ola de Ciudades por el Clima. ?sta surge del reconocimiento de los gobiernos locales de la necesidad de coordinaci¨®n para afrontar de forma eficiente la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Su principal funci¨®n es la gesti¨®n de la energ¨ªa a escala local y la ejecuci¨®n de los objetivos nacionales en materia de pol¨ªtica de cambio clim¨¢tico. M¨¢s en concreto, se ocupa de promover el uso de energ¨ªas renovables, los modos de transporte limpios y la reutilizaci¨®n y reciclado de residuos. M¨¢s del 60% de la poblaci¨®n espa?ola reside en los gobiernos locales que conforman dicha red. Para ser socio hay que cumplir unos requisitos formales, entre ellos aprobar un plan de acci¨®n que determine una serie de actuaciones m¨ªnimas dirigidas a la progresiva reducci¨®n de gases de efecto invernadero en el municipio, pagar una cuota anual y asumir unos requisitos sectoriales. Con las cuotas aportadas, la red desarrolla acciones de informaci¨®n y proporciona apoyo t¨¦cnico a los gobiernos locales para alcanzar sus objetivos, as¨ª como tambi¨¦n promociona y financia actuaciones conjuntas.
Otro ejemplo de iniciativa implica a las empresas y consiste en adherirse a alguno de los foros que conceden certificaciones ambientales y que permiten a los consumidores reconocer los bienes o servicios que han sido producidos con modelos y pr¨¢cticas de producci¨®n que respetan el medioambiente. Por ejemplo, la certificaci¨®n ISO 14001, que otorga la Organizaci¨®n Internacional para la Estandarizaci¨®n?indica que una empresa ha desarrollado un plan de protecci¨®n medioambiental y que est¨¢ cumpliendo con las leyes medioambientales nacionales. Estudios econ¨®micos indican que cuando las empresas invierten para reducir sus emisiones, los beneficios de la inversi¨®n pueden ser mayores que los costes, validando la llamada hip¨®tesis de Porter, que indica que las regulaciones medioambientales pueden incrementar la eficiencia, la innovaci¨®n y la competitividad.
Finalmente, individualmente y como consumidores responsables, cada uno de nosotros podemos implicarnos y subirnos al tren de la econom¨ªa sostenible con algunas modificaciones de nuestra conducta que no requieren coste alguno. Por ejemplo, reduciendo el consumo de carne, reduciendo el uso de pl¨¢sticos, utilizando el transporte p¨²blico o la bicicleta en lugar del coche y reciclando la basura. Los resultados de un estudio publicado en la revista de la Academia Estadounidense de Ciencias en 2016 indican que los beneficios econ¨®micos estimados de reducir o eliminar el consumo de productos animales supondr¨ªan un ahorro en torno entre 700.000 millones y un bill¨®n de d¨®lares anuales en costes de salud, as¨ª como reducci¨®n de emisiones entre 29 y 63 por ciento.
En resumen, todos como ciudadanos y consumidores que somos, o en algunos casos como empresarios o actores pol¨ªticos, podemos contribuir a preservar nuestro planeta y encaminar nuestras acciones hacia un desarrollo limpio y sostenible que permita a nuestros descendientes y a las nuevas generaciones disfrutar de los recursos naturales que nos ofrece el planeta, pero cuya conservaci¨®n peligra si dejamos de aportar nuestro grano de arena.
Inmaculada Martinez-Zarzoso es catedr¨¢tica de Econom¨ªa en las Universidades de Gotinga (Alemania) y en la Universidad Jaume I de Castell¨®n.
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