Terciarizaci¨®n buena y mala
La espa?ola es la ¨²nica de las cinco grandes econom¨ªas de la UE en el que el peso de la tecnolog¨ªa no ha crecido
La p¨¦rdida de peso de las manufacturas en la estructura productiva de las econom¨ªas avanzadas, desde luego en Europa, es una evidencia con m¨¢s de cincuenta a?os a sus espaldas. Esa desindustrializaci¨®n ha sido menos expl¨ªcita y homog¨¦nea en el descenso del valor relativo de la producci¨®n que en el del empleo. Se trata, efectivamente, de ¡°transformaciones estructurales¡± consecuentes con variaciones en la demanda, en la tecnolog¨ªa y en la extensi¨®n de la integraci¨®n comercial y financiera internacional.
En las econom¨ªas consideradas en desarrollo esa tendencia se ha manifestado de forma mas desigual: aunque el empleo manufacturero se ha mantenido m¨¢s estable, en aquellas econom¨ªas de desarrollo r¨¢pido m¨¢s reciente representa una proporci¨®n relativamente reducida del empleo total y tambi¨¦n una participaci¨®n en la renta nacional inferior a las que emergieron antes.
El sector servicios no ha dejado de crecer en casi todo el mundo, en las econom¨ªas avanzadas a costa fundamentalmente de las manufacturas, y en las menos desarrolladas tambi¨¦n de la agricultura. Desde los a?os setenta del siglo pasado la participaci¨®n de los servicios en el empleo global ha aumentado aproximadamente 16 puntos porcentuales. En las econom¨ªas avanzadas ha ca¨ªdo el empleo, pero no el valor de la producci¨®n manufacturera gracias al ascenso de la productividad, a pesar del estancamiento de los ¨²ltimos a?os.
Las consecuencias de una transformaci¨®n tan intensa han sido objeto de discusi¨®n desde hace a?os entre acad¨¦micos, no solo economistas, sino soci¨®logos, urbanistas y, desde luego, pol¨ªticos. Pero en los ¨²ltimos tiempos se ha centrado esencialmente en las implicaciones que pueda tener sobre la productividad y sobre la desigualdad. Esa ha sido la justificaci¨®n que ha llevado al Fondo Monetario Internacional (FMI) a dedicar a ese an¨¢lisis uno de los cap¨ªtulos monogr¨¢ficos de su informe de perspectivas del pasado abril.
La productividad ha de ser, con raz¨®n, el principal centro de atenci¨®n en el comportamiento de cualquier econom¨ªa. Por reiterada que resulte, la afirmaci¨®n de Paul Krugman: ¡°La productividad no es todo, pero a largo plazo es casi todo. La capacidad de un pa¨ªs para mejorar sus condiciones de vida lo largo del tiempo depende casi totalmente de su capacidad para aumentar el valor de la producci¨®n por habitante¡±, sigue siendo pertinente.
El crecimiento sostenido de la productividad en Europa y EE UU desde la revoluci¨®n industrial ha estado basado en la industrializaci¨®n, fundamento a su vez de los procesos de desarrollo econ¨®mico. Tambi¨¦n ha sido la que posibilit¨® la convergencia de algunas econom¨ªas asi¨¢ticas a mediados del siglo pasado. Su impacto se extendi¨® a la creciente urbanizaci¨®n y a la emergencia de nuevos estratos y h¨¢bitos sociales y pol¨ªticos, incluido el debilitamiento de las ¨¦lites agrarias tradicionales. Ahora nos encontramos ante una alteraci¨®n de la propia din¨¢mica hist¨®rica. Esas transformaciones no se est¨¢n replicando en algunas de las econom¨ªas menos avanzadas, como algunas latinoamericanas y las del ?frica subsahariana.
El descenso en el crecimiento de la productividad y de la renta a medida que se desplazan factores desde las manufacturas a los servicios no es algo nuevo: fue hace a?os advertido por diversos autores, el m¨¢s remoto William Baumol a finales de los sesenta del siglo pasado. Lo que ahora inquieta m¨¢s es el impacto sobre aquellas econom¨ªas menos avanzadas, especialmente las que queman la etapa intermedia de la tradicional industrializaci¨®n y hacen una transici¨®n directamente desde la agricultura a los servicios. Ello puede efectivamente limitar la capacidad para estrechar las diferencias de renta frente a las econom¨ªas avanzadas que transitaron por esa fase de industrializaci¨®n.
Dani Rodrik en un trabajo de 2015, Premature Deindustrialization, NBER, W. 20935 ya advert¨ªa de esa tendencia en las econom¨ªas consideradas postindustriales. Destacaba que los pa¨ªses que abandonaban demasiado pronto las oportunidades de industrializaci¨®n dispon¨ªan de niveles de renta inferiores a los que atravesaron esa completa industrializaci¨®n. Los asi¨¢ticos orientados a la exportaci¨®n de manufacturas contrastar¨ªan favorablemente con los latinoamericanos y, desde luego, con los subsaharianos. Las dos razones que este profesor de Harvard aduc¨ªa eran la propia din¨¢mica de globalizaci¨®n y el progreso tecnol¨®gico reductor de factor trabajo en el sector secundario. Las implicaciones de esa prematura desindustrializaci¨®n eran inquietantes, no solo desde el punto de vista estrictamente econ¨®mico, sino tambi¨¦n pol¨ªtico, como pod¨ªa ser el fracaso de los procesos de democratizaci¨®n.
Ahora el FMI cuestiona que esa expansi¨®n del sector servicios reduzca necesariamente la productividad del conjunto de la econom¨ªa, dada la diversidad de subsectores con niveles de productividad y ritmos de crecimiento distintos. En algunos de ellos, especialmente los receptores de avances recientes en las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y de la comunicaci¨®n (TIC) y los comercializables se pueden registrar ganancias de productividad significativas. Por tanto, el impacto sobre la productividad de esos desplazamientos en el empleo depender¨¢ de la mezcla de subsectores que ganan o pierden participaci¨®n.
El temor al aumento de la desigualdad emerge debido a que tradicionalmente los trabajadores con cualificaciones medias o bajas han obtenido mayores salarios en las manufacturas que en los servicios: una mayor movilidad social ha estado asociada con los procesos de industrializaci¨®n. En consecuencia, una reducci¨®n de la participaci¨®n del empleo en las manufacturas agravar¨ªa la ya inquietante desigualdad en la distribuci¨®n de la renta. De la observaci¨®n emp¨ªrica se deduce que en aquellos pa¨ªses en los que ha aumentado la desigualdad en el seno de las rentas del trabajo desde 1980 ha ca¨ªdo la participaci¨®n del empleo en las manufacturas. Lo que ahora sostiene el FMI es que no existe an¨¢lisis suficiente sobre los mecanismos que subyacen en esa correlaci¨®n, dado que esos pa¨ªses que han perdido m¨¢s empleo manufacturero han podido estar m¨¢s expuestos a otros factores impulsores de la desigualdad, como es el cambio tecnol¨®gico o la automatizaci¨®n de tareas en la propia industria. De ello se deducir¨ªa que las pol¨ªticas adecuadas para reducir la desigualdad no ser¨ªan tanto las destinadas a impedir el descenso del empleo en la industria como las orientadas a asegurar una mayor inclusi¨®n en las transformaciones tecnol¨®gicas.
En Espa?a, la p¨¦rdida de importancia relativa de la industria en empleo y valor a?adido ha sido similar a la del conjunto de pa¨ªses desarrollados, aunque a partir del a?o 2000 se intensific¨®. Los profesores Jos¨¦ Carlos Fari?as, Ana Mart¨ªn y F.J. Vel¨¢zquez analizaron en un trabajo La desindustrializaci¨®n de Espa?a en el contexto europeo publicado en Papeles de Econom¨ªa Espa?ola de 2015 tres explicaciones distintas, pero no excluyentes de esta p¨¦rdida de importancia relativa: el cambio estructural asociado con la evoluci¨®n de la productividad y demanda relativas, el comercio y la competencia exterior, y los fen¨®menos de externalizaci¨®n y terciarizaci¨®n de la industria. Sus conclusiones renuevan su significaci¨®n a tenor de las consideraciones del trabajo del FMI.
Con todo, lo que m¨¢s inquieta es la conclusi¨®n relativa a la intensidad tecnol¨®gica de nuestras manufacturas. La espa?ola es la ¨²nica de las cinco grandes econom¨ªas de la UE en la que el peso de los sectores de tecnolog¨ªa y mercados globales, clave en la transmisi¨®n de externalidades vinculadas al conocimiento para el resto de sectores, no ha crecido. Y ya sabemos que, si la productividad es casi todo, en ella el conocimiento, ya sea el creado o el absorbido, es la pieza esencial. Tambi¨¦n para que la imparable terciarizaci¨®n sea buena.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.