Riesgos trenzados en la eurozona
El margen de maniobra que tenemos para el endeudamiento p¨²blico es mucho m¨¢s reducido que otras econom¨ªas
Este a?o y el que viene la Uni¨®n Europea (UE) volver¨¢ a crecer menos que el conjunto de las econom¨ªas avanzadas y el PIB de la eurozona no lo har¨¢ muy por encima del 1%. Lo dice la propia Comisi¨®n en su ¨²ltimo informe de previsiones. Dado el elevado grado de apertura comercial del ¨¢rea monetaria, el principal condicionante de esas previsiones, aunque no el ¨²nico, seguir¨¢ siendo la evoluci¨®n del entorno internacional y en concreto, las renovadas tensiones comerciales y tecnol¨®gicas entre EE UU y China.
A tenor de los ¨²ltimos episodios en la guerra comercial, la previsi¨®n de esa ligera recuperaci¨®n del crecimiento de la eurozona, desde el 1,2% de crecimiento del PIB previsto para este a?o al 1,5% en 2020, est¨¢ ahora m¨¢s cuestionada. No ser¨¢ f¨¢cil que la contribuci¨®n negativa al crecimiento de las exportaciones netas cambie su signo el a?o que viene. Echaremos de menos aquel 2017 cuando el excedente de la balanza por cuenta corriente registr¨® ese m¨¢ximo hist¨®rico del 3,9% del PIB.
El conjunto de riesgos a la baja que hab¨ªa anticipado la Comisi¨®n est¨¢n ahora m¨¢s cercanos. El fracaso de las negociaciones entre EE UU y China, y las correspondientes elevaciones de aranceles a partir del comienzo de junio, deteriora m¨¢s a¨²n las posibilidades de recuperaci¨®n del comercio internacional y el de las exportaciones de manufacturas de la eurozona. A ello se a?ade el todav¨ªa incierto desenlace del Brexit, de notable influencia en las principales econom¨ªas, Espa?a incluida.
Si el comportamiento del ¨¢rea monetaria no es peor es por la compensaci¨®n que hasta ahora ha ejercido la demanda interna, gracias en gran medida a una pol¨ªtica monetaria muy favorable. Pero la inversi¨®n, elemento central en el asentamiento de las posibilidades de crecimiento y de generaci¨®n de ganancias de productividad, seguir¨¢ acusando esas menores expectativas de ventas internacionales y el impacto de esa guerra comercial en la conformaci¨®n de las cadenas de valor trasfronterizas en las que participan empresas de la eurozona.
La renovada escalada de tensiones entre EE UU y China tiene un primer efecto que ya han anticipado las cotizaciones de los mercados de renta variable, en ese deterioro de las expectativas de ingresos de las empresas m¨¢s dependientes del comercio internacional, desde luego de aquellas con una m¨¢s intensa relaci¨®n con China, cuyas expectativas de crecimiento vuelven a sufrir. Pero la erosi¨®n de las posibilidades de crecimiento afecta al conjunto de las empresas. Y esa mayor debilidad se trenza en la eurozona con otros factores de riesgo. Entre ellos, los asociados a la fragilidad de algunos sistemas bancarios del continente y a esa amenaza de conformaci¨®n de aquellos bucles diab¨®licos con la deuda p¨²blica que a duras penas soportaron las econom¨ªas perif¨¦ricas hasta el verano de 2012. La interconexi¨®n de esos riesgos puede, como reconoce la Comisi¨®n, magnificar su impacto y, desde luego, reducir la eficacia de las pol¨ªticas macroecon¨®micas para estabilizar la econom¨ªa.
En este punto referido a la virtualidad de las pol¨ªticas econ¨®micas, la eurozona sigue adoleciendo de limitaciones en su capacidad de maniobra dif¨ªciles de entender. Mientras su crecimiento potencial sigue acusando los errores en la gesti¨®n de la crisis, no acaban de aprovecharse las ventajas que deparan unos mercados de deuda con tipos de inter¨¦s hist¨®ricamente reducidos, negativos en algunas referencias para varios pa¨ªses, que invitan a cubrir las no pocas deficiencias de toda clase de capital. Desde luego aquellas que fundamentan la generaci¨®n de ganancias de productividad y de empleo, adem¨¢s de la satisfacci¨®n de compromisos como los asociados a la lucha contra el cambio clim¨¢tico, demandantes de inversiones estimadas por la propia Comisi¨®n en no menos de 180.000 millones de euros anuales, hasta 2030. Pero no menos importantes son aquellas otras inversiones destinadas a fundamentar la extensi¨®n de proyectos vinculados a la econom¨ªa digital, donde el retraso de Europa respecto a EE UU o China es inquietante.
El aprovechamiento por los gobiernos, pero especialmente por las propias instituciones europeas, de esas inmejorables condiciones financieras, no compite precisamente con la demanda de financiaci¨®n del sector privado, cuyas decisiones de inversi¨®n se mantienen inhibidas por los comentados factores de riesgo. Todo lo contrario, el protagonismo de la inversi¨®n paneuropea contribuir¨ªa a reducir ese panorama sombr¨ªo que informa buena parte de los planes de crecimiento de las empresas.
Esa necesidad de inversi¨®n encuentra justificaci¨®n no menos importante en el clima de distanciamiento de la din¨¢mica de integraci¨®n que domina los estados de ¨¢nimo de muchos ciudadanos de la eurozona, especialmente en aquellos pa¨ªses donde la convergencia real, el avance en los niveles de renta por habitante, han sido menos evidentes. No es precisamente el caso de Espa?a.
Los 20 a?os de pertenencia al ¨¢rea monetaria arrojan un balance favorable, a pesar de los da?os diferenciales ocasionados por la crisis, de la mayor contracci¨®n del crecimiento econ¨®mico y del empleo hasta 2014. A partir de ese a?o el desempe?o de nuestra econom¨ªa es significativamente mejor que el promedio, con ritmos de crecimiento superiores en cada uno de los ¨²ltimos cuatro a?os, en gran medida por la contribuci¨®n de la principal instituci¨®n econ¨®mica europea, el BCE, que, dado el elevado endeudamiento privado y p¨²blico de nuestra econom¨ªa, ha liberado recursos destinados a pagar intereses. Pero tambi¨¦n gracias a factores propios como la mejora de la calidad de la funci¨®n empresarial, de la asunci¨®n de la internacionalizaci¨®n de las empresas medianas espa?olas, que han aumentado su propensi¨®n exportadora de forma notable, al tiempo que han aprovechado esas condiciones financieras benignas para mejorar su estructura financiera.
De esa complicidad favorable al crecimiento y a la modernizaci¨®n econ¨®mica que ha ejercido nuestra pertenencia a la eurozona ha dejado constancia, al menos hasta ahora, el mapa pol¨ªtico. A diferencia de la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la UE, en el nuestro no hay formaci¨®n pol¨ªtica con representaci¨®n parlamentaria que haya mostrado un rechazo expl¨ªcito a la uni¨®n monetaria. Y esa asunci¨®n de las reglas b¨¢sicas de la uni¨®n monetaria ayuda a explicar la contenci¨®n de los indicadores de riesgo, incluida la dichosa prima frente a los bonos p¨²blicos alemanes. El contraste favorable frente a los titulo italianos ilustraba suficientemente ese apoyo diferencial de nuestro pa¨ªs al proyecto europeo.
Pero la continuidad de ese cuadro favorable depender¨¢ de que nuestros socios crezcan y de que en el ¨¢rea domine la estabilidad financiera y pol¨ªtica. El margen de maniobra que nosotros tenemos para el endeudamiento p¨²blico es mucho m¨¢s reducido que el de algunas econom¨ªas centrales, como Alemania, con un super¨¢vit p¨²blico del 1,7% de su PIB el a?o pasado, o como Holanda y Austria. Pero no as¨ª en la realizaci¨®n de algunas reformas que apuntalen las buenas se?ales que han emergido de la recuperaci¨®n. Y en todo caso, el recorrido es mayor para el apoyo a las instituciones comunitarias en aquellas iniciativas que permitan el fortalecimiento de esa din¨¢mica de integraci¨®n, hasta ahora inequ¨ªvocamente rentable para nuestro pa¨ªs. Junto a ese incremento de la inversi¨®n comunitaria, completar la arquitectura institucional del proyecto, completando los pilares de la uni¨®n bancaria, desarrollando la uni¨®n de los mercados de capitales o dotando a la eurozona de un presupuesto suficiente, son exigencias igualmente compatibles con la aspiraci¨®n a un crecimiento suficientemente inclusivo entre las regiones y los ciudadanos de la eurozona.
En Twitter, @ontiverosemilio
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