Hacer el papeleo o supervisar al becario: el trabajo invisible que lastra las carreras femeninas
Las mujeres dedican m¨¢s horas que sus compa?eros a funciones necesarias que no son recompensadas, seg¨²n las autoras del libro ¡®El club del no¡¯. Su publicaci¨®n impulsa el debate sobre si es un problema clave para ascender o un problema superado
En el laboratorio universitario en el que trabaja Carmen, bi¨®loga, hay ocho personas. Tres son hombres. ¡°Ellos se dedican solamente a sus an¨¢lisis, las mujeres, adem¨¢s de la anal¨ªtica, llevamos todo el papeleo¡±. ¡°Somos tan doctoras como ellos¡±, dice, aunque solo ¡°las chicas¡± preparan presupuestos, supervisan temas de calidad, hacen pedidos de material¡ ¡°Cosas rollazo, pero b¨¢sicas, sin las que no se puede hacer todo lo dem¨¢s¡±. Sus compa?eras opinan que no es tanto por ser hombres, como por una cuesti¨®n de car¨¢cter, justifican a sus compa?eros diciendo que son ¡°un poco desastre¡±. ¡°Justo son ellos tres quienes no tienen la personalidad adecuada para organizar el funcionamiento interno del laboratorio. ?Qu¨¦ casualidad!¡±, dice Carmen, convencida de que es ¡°un tema de g¨¦nero¡±. ¡°Tanto hombres como mujeres hemos mamado estereotipos: est¨¢ nuestro ¡®ya lo hago yo, si total lo voy a tener que revisar¡¯, est¨¢n los jefes, en nuestro caso una jefa, que se f¨ªan m¨¢s de nosotras para seg¨²n qu¨¦ cosas y no les cargan a ellos. Y est¨¢ el hecho de que yo no tengo los arrestos para decir que no, es que ni se me ocurre, cuando ellos no tienen ning¨²n problema en negarse a hacer papelitos¡±.
Al ¡°negarse a hacer papelitos¡± de Carmen, Silvia, gestora financiera en un banco, lo llama ¡°encasquetar marrones¡±. Ninguna quiere dar su nombre ni especificar su lugar de trabajo. Est¨¢n hablando de sus compa?eros. Cuando se desentienden de las tareas aburridas pero necesarias, cuando esperan sin levantar la mano a que sea una mujer quien se presente voluntaria para montar cenas del departamento; o cuando le piden a una que se encargue de supervisar al becario o apaciguar a un cliente complicado.
¡°En el sector financiero algo ha cambiado¡±, admite Silvia. ¡°Ahora tenemos juniors que se ocupan de las tareas m¨¢s tediosas que antes siempre nos ca¨ªan a nosotras ¡ªpicar datos, hacer presentaciones¡ª, aunque el vistazo final suele pasar por el prisma de una mujer¡±. ¡°Pero cuando se celebra la fiesta de Navidad, ?qui¨¦n busca el sitio o monta el grupo de WhatsApp?¡±.
¡°En lo que yo conozco, grandes multinacionales, en absoluto se da esta diferenciaci¨®n de roles¡±, dice Pablo Claver, socio director del ¨¢rea de personas y organizaci¨®n de Boston Consulting Group. ¡°Si me estuvieses hablando de hace 10 o 15 a?os¡ pero le hemos dado la vuelta, porque nos hemos empe?ado, las cosas no pasan solas¡±. El consultor opina que hay temas de paridad, como el porcentaje de mujeres en posiciones de liderazgo, que s¨ª son estructurales y llevan tiempo, desde que contratas juniors al 50% y dejas que chicos y chicas se desarrollen y asciendan en igualdad. ¡°Pero estas problem¨¢ticas menores, se solucionan en tres patadas¡±. Da dos ejemplos: en la cena de navidad te aseguras de que la comisi¨®n de voluntarios sea paritaria, fin del problema, y si una mujer es la que cambia siempre el filtro de caf¨¦, que deje de hacerlo y ya lo cambiar¨¢ un hombre. ¡°No hay que sobredimensionar un asunto que tiene una soluci¨®n muy f¨¢cil¡±, explica. ¡°No digo que no suceda, no conozco el sector de las pymes y la administraci¨®n p¨²blica, digo que basta tomar una decisi¨®n y se soluciona el lunes¡±.
Una l¨ªnea muy fina
Sin embargo, los escasos estudios al respecto alimentan una percepci¨®n generalizada por muchas mujeres como Carmen y Silvia: aunque estas tareas recaen tanto en hombres como mujeres, la mayor¨ªa de las veces les tocan a ellas. ¡°Nosotras somos las responsables, las que trabajamos para el grupo, las que cuidamos. Ellos, los listos, los que tienen ideas¡±, apunta Carmen. ¡°El problema es que no es un machismo flagrante, es una l¨ªnea muy fina, algo de lo que no se habla. Lo llevamos tan dentro que incluso muchas mujeres lo ven como algo natural. ?Natural? ?Perdona?¡±.
Para poder hablar de algo lo primero que hace falta son palabras. En ingl¨¦s existen muchos t¨¦rminos que identifican el problema. Se puede googlear con ¨¦xito office chores (labores dom¨¦sticas en la oficina) y office mums (quienes ejercen cuidados y soporte emocional) para dar con art¨ªculos recientes en medios como Forbes, The Wall Street Journal o Financial Times; donde se enfrentan binomios como glamour work y office housework (las tareas de relumbr¨®n y las que consisten en pasar, figurada o literalmente, la mopa, ya sea atusando tablas de Excel o cambiando el filtro de la cafetera comunitaria).
Cuatro acad¨¦micas estadounidenses ¡ªeconomistas y expertas en organizaci¨®n empresarial¡ª etiquetaron esa mezcla de labores emocionales y faenas tediosas como non-promotable work, trabajo que en muchas ocasiones es fundamental para la empresa, pero no sirve para ascender. Llevan desde 2010 investigando el tema, recabando datos y hablando con decenas de mujeres de sus experiencias y todo les ha llevado a la misma conclusi¨®n: ¡°No importa qu¨¦ nivel ocupes en la jerarqu¨ªa: desde las m¨¢s j¨®venes a las m¨¢s veteranas, nos afecta a todas¡±, afirma Laurie Weingart, en una entrevista por videollamada desde Estados Unidos con otras dos compa?eras, Brenda Peyser y Lise Vesterlund. Junto a una cuarta experta, Linda Babcock, han incluido sus hallazgos en un libro, El club del no (se acaba de publicar en ingl¨¦s), inspirado en un grupo con el mismo nombre que fundaron hace una d¨¦cada para animar a otras mujeres a negarse a llevar la carga. Su publicaci¨®n ha reavivado el debate.
200 horas m¨¢s de tareas poco gratificantes
Seg¨²n las acad¨¦micas este tipo de sesgo ocurre tanto en el sector privado, como en el p¨²blico y en la universidad. Uno de sus estudios, basado en datos de tres a?os recogidos por una firma de servicios profesionales norteamericana, indica que las mujeres pasan hasta 200 horas m¨¢s de media al a?o con tareas de este tipo que los hombres. ¡°Es dif¨ªcil encontrar datos m¨¢s amplios, porque no todas las empresas hacen categor¨ªas detalladas de en qu¨¦ labores dedican sus horas los empleados¡±, explica Vesterlund, profesora de Econom¨ªa de la Universidad de Pittsburg. ¡°En muchas empresas, las mujeres son minor¨ªa y acaban haciendo la mayor¨ªa de los trabajos menos agradecidos¡±, declar¨® en referencia a la publicaci¨®n de este libro Richard Thaler, premio Nobel de Econom¨ªa en 2017. ¡°Deber¨ªa ser una llamada de atenci¨®n a las empresas: que les den un cuaderno a los hombres y les digan que aprendan tambi¨¦n a tomar notas, y sobre todo que cambien la forma en la que el trabajo se distribuye y reconoce¡±.
El libro recoge un estudio publicado por la revista Research in Higher Education en 2017 con datos de 140 instituciones universitarias, que afirma que las mujeres dedican m¨¢s tiempo a labores de este tipo, llamadas tambi¨¦n ¡°de servicio¡±, que los hombres. En una de las universidades, el 50% de los miembros de los comit¨¦s del centro eran mujeres, aunque estas solo supon¨ªan un 25% del profesorado. ¡°Las mujeres estamos sobrerrepresentadas en estos grupos, que se dedican a supervisar proyectos por ejemplo, algo que quita tiempo para preparar clases, dar conferencias o publicar trabajos¡±, afirma Weingart, tareas que resultan menos determinantes para un ascenso. Otro estudio de 2019, realizado entre ingenieros por el Centre of Worklife Law, dependiente de la Universidad de California, conclu¨ªa que el 30% de los hombres afirmaban que habitualmente hac¨ªan labores administrativas, tomaban notas en reuniones o planeaban fiestas en la oficina, frente al casi 60% de las mujeres que dec¨ªan hacerlo habitualmente. ¡°Creemos que este patr¨®n es clave para entender por qu¨¦ las mujeres avanzan a menor ritmo que los hombres en su carrera¡±, advierte Vesterlund.
Las causas de este desequilibrio, seg¨²n las expertas, radican en que, en primer lugar, las empresas suelen pedir m¨¢s a las mujeres que a los hombres que realicen estas tareas. Y, en segundo lugar, ellas suelen decir s¨ª m¨¢s a menudo que ellos. ¡°Algunas se sienten culpables si se niegan¡±, afirma la profesora Vesterlund. Otras no tienen m¨¢s remedio que aceptar, o creen que no lo tienen. En otra investigaci¨®n publicada por las autoras del libro en American Economic Review en 2017, concluyeron que en una empresa con un n¨²mero de hombres y mujeres equilibrado, cuando se presenta una tarea poco gratificante, las mujeres se presentan voluntarias el doble de veces que los hombres, pero lo hacen porque asumen que nadie m¨¢s va a hacerlo. En posteriores estudios vieron que, cuando se les pregunta, un 76% de las mujeres aceptan, mientras solo dice s¨ª un 51% de los hombres.
A pesar de las dificultades para identificar este tipo de trabajos, el concepto aparece ya en los grandes estudios sobre la mujer en el mundo corporativo. Las compa?¨ªas reconocen que hay algunas tareas importantes que est¨¢n poco reconocidas. Un estudio de la consultora McKinsey, publicado en 2021, con entrevistas a 423 empresas con 65.000 empleados, se?ala que casi el 70% de las firmas considera fundamental la promoci¨®n de pol¨ªticas de diversidad e inclusi¨®n en el trabajo, pero solo un 25% reconoce esta labor a quien se encarga de ella. Curiosamente, son las mujeres directivas las que se encargan el doble que los hombres de liderar estas pol¨ªticas, seg¨²n la consultora, aunque no forman parte oficialmente de sus responsabilidades. El ¨²ltimo informe de PwC incide en esta idea.
Aprender a decir que no
Animar a decir no es la raz¨®n de ser del club montado por estas acad¨¦micas. ¡°Durante a?os compart¨ª una serie de tareas con un compa?ero y siempre, por una cosa u otra, le surg¨ªa algo y no pod¨ªa ayudarme, ten¨ªa que recordarle las fechas de entrega¡ Al final lo hac¨ªa casi siempre todo yo¡±, rememora Peyser, profesora de la Universidad Carnegie Mellon, que durante tres d¨¦cadas ha ocupado puestos de liderazgo en el mundo empresarial y universitario. ¡°Llegado un punto le dije que no seguir¨ªa haci¨¦ndolo, y las cosas cambiaron¡±, afirma.
Dado que muchas mujeres temen que decir que no pueda pasarles factura, las autoras aconsejan formas de hacerlo como sugerir un reparto de la carga en turnos. Otra posibilidad es explicar que se tiene mucho trabajo m¨¢s importante que hacer, y detallarlo para que quede claro que el no est¨¢ justificado. O sugerir que le puede ser m¨¢s ¨²til a otra persona hacerlo. ¡°Puedes decir: `A m¨ª ahora me viene mal organizar un ciclo de conferencias, pero a un compa?ero m¨¢s junior le puede venir bien si no lo ha hecho nunca para coger experiencia¡±, vienen a decir.
A pesar del t¨ªtulo de su libro, Vesterlund puntualiza que ¡°la mujer puede decir no, pero adem¨¢s el reparto m¨¢s equitativo o que se reconozca y remuneren este tipo de labores poco agradecidas tiene que venir de la empresa, de que haya una estrategia¡±. E insiste: ¡°Este no es un problema que las mujeres puedan solucionar por s¨ª mismas¡±.
¡°Lo que m¨¢s me enerva no es hacer los papelitos¡±, dice Carmen, la bi¨®loga, ¡°sino que no se reconozca ese trabajo: la invisibilizaci¨®n¡±. ¡°Al final yo he hecho 10 muestras y mi compa?ero 20, b¨¢sicamente porque yo adem¨¢s he hecho 85 cosas para que ambos podamos hacer las muestras. Pero en las memorias anuales, ?d¨®nde aparece reflejado el tiempo que he pasado escaneando albaranes?¡±.
En Espa?a, el sindicato CC OO no ha recibido quejas formales de mujeres sobre el tema. Bego?a Marug¨¢n, adjunta a la Secretar¨ªa confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo de la organizaci¨®n, explica que se debe a que, sistem¨¢ticamente, se entiende que determinadas tareas, relacionadas con la cohesi¨®n de grupo, las presentaciones y los cuidados, son m¨¢s propias de las mujeres. ¡°Est¨¢ en la mentalidad predominante de la sociedad, tanto en hombres como en mujeres, hay un consenso no escrito¡±, explica. ¡°Son tareas que no se reconocen, pero que son importantes, como sucede con el trabajo dom¨¦stico, y lo que debe hacer la empresa es valorarlas y remunerarlas¡±, a?ade Marug¨¢n, que es profesora en la Universidad Carlos III de Madrid.
Herramienta salarial
El Gobierno public¨® en abril pasado una nueva herramienta de valoraci¨®n de los puestos de trabajo con perspectiva de g¨¦nero para intentar sacar a la superficie estas labores invisibles y que se tengan en cuenta en los salarios. La herramienta, que puede utilizarse en los planes de igualdad de las empresas, no solo ci?e la remuneraci¨®n a cuestiones como las jer¨¢rquicas o la responsabilidad sobre un n¨²mero de empleados al cargo, sino que adem¨¢s valora elementos como ¡°la polivalencia de los puestos de trabajo, los esfuerzos f¨ªsico, mental y emocional o las habilidades de cuidado y bienestar de las personas, la responsabilidad de organizaci¨®n, coordinaci¨®n y gesti¨®n de conflictos¡±. Un ¡°conjunto de factores¡±, dice el texto, que ¡°se ha seleccionado con el objetivo de visibilizar los requerimientos de los puestos de trabajo que han sido tradicionalmente obviados como resultado de los estereotipos o roles de g¨¦nero¡±.
El sesgo llega tambi¨¦n a las jerarqu¨ªas m¨¢s altas. ¡°Las mujeres directivas tambi¨¦n sufren situaciones de invisibilidad que no les permiten brillar tanto como deber¨ªan¡±, dice Irene Navarro, presidenta de la Asociaci¨®n Multisectorial de Mujeres Directivas y Empresarias. ¡°Por regla general, el hombre se lleva la fama y la mujer carda la lana, por ello es necesario que se visibilice el compromiso, la responsabilidad y el rigor en el trabajo que generalmente caracteriza a las mujeres que llegan a dirigir¡±, zanja.
Curiosamente, en una profesi¨®n muy masculinizada, Gloria, polic¨ªa nacional (donde solo el 12% son mujeres), no siente ninguna carga extra. En lo social cuenta que las despedidas de un agente, las organiza o su compa?ero m¨¢s cercano o su jefe. Tampoco es m¨¢s probable que los polic¨ªas entren en el despacho de una jefa para contar un problema personal: ¡°Las mujeres que mandan tienen mucho trabajo y est¨¢n muy centradas en su carrera, as¨ª que vas con la persona que sientes m¨¢s cercana o comprensiva, que para nada es necesariamente una mujer¡±. En cuanto a cargarse con funciones tediosas que no corresponden, en el cuerpo no hay zonas grises para sutilezas: ¡°Tenemos las tareas superasignadas, te contratan para hacer algo muy espec¨ªfico, y si no te gusta, hay concursos de plazas y te cambias¡±. Gloria a?ade adem¨¢s una ¡°opini¨®n muy personal¡± al respecto: ¡°Las mujeres que nos hacemos polic¨ªas, somos¡ no s¨¦ c¨®mo decirlo¡ aguerridas. No tenemos un car¨¢cter proclive a la sumisi¨®n o a aceptar lo que no nos toca. Al final, fuera de tus funciones, haces solo lo que permites que te encasqueten¡±.
Genoveva tambi¨¦n se considera afortunada. Trabaja en remoto como ingeniera inform¨¢tica en una fundaci¨®n tecnol¨®gica estadounidense sin ¨¢nimo de lucro. ¡°Una organizaci¨®n con gran motivaci¨®n ¨¦tica, progresista, con una agenda de equidad y diversidad muy potente, donde se trabaja para detectar y solucionar los sesgos de g¨¦nero o raza¡±. Pone un ejemplo: su jefa vio que en las reuniones se repet¨ªa un patr¨®n, los primeros en hablar eran siempre los mismos dos hombres. En privado les explic¨® que ser¨ªa conveniente que esperasen a hablar en ¨²ltimo turno. Luego se lo cont¨® al resto del equipo, ¡°por transparencia¡±. ¡°Es un tema de cultura empresarial: las cosas que se permiten y las que no¡±, dice Genoveva. Esta semana, un grupo de mujeres de su empresa, comparti¨® ¡°para profundizar el debate¡± un art¨ªculo titulado Ser pegamento, siendo el pegamento una met¨¢fora sobre c¨®mo en su sector la cohesi¨®n de los equipos suele recaer en las ingenieras, que dejan de escribir c¨®digo y ven lastradas por ello sus carreras, cuando es precisamente su capacidad para liderar, organizar y engrasar, lo que deber¨ªa hacerlas ascender frente a compa?eros que se dedican en exclusiva a programar, por muy bien que lo hagan.
Los cuidados
Aunque en su empresa todas las tareas est¨¢n muy formalizadas con herramientas de seguimiento, Genoveva explica que ¡°es muy dif¨ªcil traquear los cuidados, que siguen recayendo casi al 100% en las mujeres¡±. Cosas como preocuparse del compa?ero que est¨¢ estresado o perdido o ¡°sostener los egos de algunos hombres, agradeciendo, felicitando, pidiendo consejo para que no se sientan mal¡± (¡°eso s¨ª que no est¨¢ pagado¡±, bromea). A ella ya no le cuesta decir que no (¡°es un tema que he trabajado, hasta en terapia¡±, dice). No le preocupa quedar mal, pero a veces le inquietan otras consecuencias. Le cuesta, por ejemplo, negarse a participar en los paneles de entrevistas de contrataci¨®n que en su sector son procesos muy tediosos, con pruebas t¨¦cnicas, validaciones, varios encuentros. ¡°A veces no tengo tiempo¡±, dice, ¡°pero si no hay una mujer en el panel, hay cosas en un candidato, toxicidades heredadas de la cultura masculina, blanca y altamente competitiva de Silicon Valley, que los hombres simplemente no ven¡±.
¡°Por lo general, los hombres no nos damos cuenta de muchas cosas¡±, dice V¨ªctor M. L¨®pez, t¨¦cnico de Igualdad. ¡°En el caso de las tareas invisibles, como nunca nos hemos encargado de ellas, no existen; si partiera de nosotros la reflexi¨®n nunca llegar¨ªamos a entenderlo¡±. ¡°El privilegio¡± contin¨²a, ¡°es una visi¨®n de que las cosas funcionan como funcionan de forma natural: nos contamos cuentos, por ejemplo, que ellas organizan mejor y por eso esperamos a que se presenten voluntarias¡ Pero si hay que montar un debate de f¨²tbol o una excursi¨®n en moto, sabemos que nos organizamos perfectamente¡±. L¨®pez ha hecho talleres con hombres para visibilizar algunos de estos sesgos. En su experiencia, cuando ¡°se ponen sobre la mesa¡± hay varias reacciones. Primero, desconfianza, no basta con presentar una experiencia compartida o cotidiana: ¡°Para que abran los ojos hay que darles informaci¨®n superdetallada, si no hay cifras o estudios, no lo acaban de ver¡±. Algunos a¨²n as¨ª se resisten, explica L¨®pez, argumentan que ellos tambi¨¦n cargan con lo suyo. ¡°Otros le restan importancia¡±. ¡°Cuando llegamos a ver, tenemos empat¨ªa¡±, contin¨²a, ¡°pero otra cosa es llevarlo a la pr¨¢ctica, al final muy poquitos le ponen remedio, como mucho estamos en la fase de ayudar¡±.
En un afterwork del elegante barrio de Salamanca de Madrid, muchos oficinistas se re¨²nen tras el trabajo. En una mesa, seis hombres (todos treinta?eros licenciados y con trabajos en distintos sectores, abogados, expertos en marketing, un arquitecto), aceptan charlar del tema. La mayor¨ªa admite que ¡°nunca se lo han planteado demasiado¡±. Algunos son reticentes (¡°si se ofrecen voluntarias para organizar algo ser¨¢ porque les gusta¡±; ¡°es una cuesti¨®n de personalidad, yo soy muy caos y mi compa?era es m¨¢s minuciosa¡±; ¡°?yo tambi¨¦n me como marrones de t¨ªas que se escaquean!¡±). Otros conceden que ¡°a veces es dif¨ªcil ver lo que no te toca¡±. Como las mujeres preguntadas, unos creen que en sus lugares de trabajo no ocurre, otros dicen que s¨ª. ¡°Yo creo que hemos mejorado¡±, dice un publicista, ¡°veo cosas, sobre todo en mis mayores, que flipo, desde no llevarse a lavar su taza tras una reuni¨®n a pedirle a una compa?era le ponga bonito un mail o una presentaci¨®n¡ Es verdad que a veces lo ves y no dices nada, y ella tampoco, igual porque tiene peleas m¨¢s importantes¡±.
Silvia, la gestora financiera, est¨¢ en parte de acuerdo. ¡°No es que estos temas me parezcan menores¡±, dice refiri¨¦ndose a la carga de trabajo desagradecido o de cuidados que lastra a muchas mujeres. ¡°Pero creo que d¨®nde estamos capadas de verdad es hacia arriba. ?Directores de equipo? Hombres. ?Encargados de nuevos proyectos? Hombres. Con la responsabilidad social corporativa han ascendido a algunas mujeres, pero es puro postureo. Si te pides una reducci¨®n de jornada para conciliar, te crucifican. Al principio mi jefe me llamaba cada semana al despacho para preguntarme cu¨¢ndo iba a acabar con ¡®esta farsa¡±. Lleva a?os cobrando un 30% menos, pero cumpliendo ¡°con los mismos objetivos y con el mismo n¨²mero de clientes¡± que sus compa?eros a jornada completa: ¡°Me exigen lo mismo. As¨ª que yo no ni me presento voluntaria a nada, ni me como los marrones de nadie, y delego los m¨ªos en los juniors sin pesta?ear. Digo muchas veces que no, sencillamente, porque no me da la vida¡±.
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