Dos Espa?as frente a la inflaci¨®n: unos cambian de h¨¢bitos, otros solo ahorran menos
Las subidas de precios impulsan los comercios de bajo coste y las marcas blancas, y desincentivan el uso del coche
El verano de la inflaci¨®n est¨¢ siendo t¨®rrido, con olas de calor que han puesto a sudar a Espa?a, pero en el ambiente flota otro tipo de transpiraci¨®n, esta fr¨ªa y tambi¨¦n causa de insomnio, que nace de un fen¨®meno ajeno al term¨®metro: la subida de precios, del 10,8% en julio, est¨¢ cambiando los h¨¢bitos de consumo de millones de ciudadanos.
Pablo S¨¢nchez Carmenado, responsable de negocio en la agencia de publicidad Alcandora, y Elena Jim¨¦nez, m¨¢nager de la empresa de ventanas Velux, padres de cinco hijos de entre 9 y 19 a?os, son de los que han adaptado sus costumbres. Dejaron de llevar a los ni?os a clase en coche por el precio de la gasolina, y ahora usan el transporte p¨²blico salvo dos d¨ªas a la semana en que se turnan con otros padres para recogerlos; han sustituido el plan mensual de cine y pizzas fuera por el de Netflix y pizzas caseras; calculan un ahorro mensual de casi 50 euros al pasarse a la marca blanca en el queso de untar, los cereales y los yogures, y han comprado dos ventiladores para no encender el aire acondicionado.
A diferencia del verano pasado, cuando no viajaron, esta vez no han perdonado las vacaciones. Tres semanas en la provincia de C¨¢diz donde tampoco tiran la casa por la ventana: se han llevado las bicicletas, y recorren sobre dos ruedas distancias kilom¨¦tricas, incluso de noche, para acercarse al surtidor lo menos posible.
Nadie escapa de la inflaci¨®n, pero cada uno la sufre a su manera. Desde el momento en que alguien enciende el interruptor, compra en el supermercado o saca el coche del garaje, el contador empieza a sumar. El efecto puede parecer el mismo: euros y m¨¢s euros viajando del bolsillo de espa?oles y europeos hacia el¨¦ctricas, productoras de gas y petroleras con solo poner una lavadora o llenar el dep¨®sito del coche, pero la factura es dispar. M¨¢s elevada para quien trabaja lejos de casa y quema combustible para llegar. M¨¢s cuantiosa para las familias numerosas, donde los desembolsos en ropa, alimentaci¨®n o viajes se hacen como m¨ªnimo por triplicado. M¨¢s dif¨ªcil de sobrellevar para j¨®venes sin ahorros, parados y hogares de menos ingresos, a los que devora una parte mayor de su patrimonio.
La inflaci¨®n viaja, por tanto, a varias velocidades: mientras una parte de la poblaci¨®n cambia su comportamiento econ¨®mico limitando el uso del coche, comprobando la hora m¨¢s barata de la electricidad, eliminando gastos superfluos y dedicando m¨¢s a energ¨ªa, alimentaci¨®n y vivienda, hay otra a la que le basta con reducir la cantidad que antes ahorraba, y mantiene intacto su ritmo de vida, o como mucho introduce peque?os cambios en sus patrones de consumo.
El Banco de Espa?a alertaba este mes de esa fractura interna en una publicaci¨®n sobre el impacto de la inflaci¨®n. ¡°Las perspectivas relativas al gasto en vacaciones han mantenido un perfil de recuperaci¨®n incluso tras el estallido de la guerra, excepto en los hogares de menores ingresos, que disponen de un menor margen para absorber los incrementos de inflaci¨®n sin reducir sus niveles de gasto y se han visto m¨¢s afectados por el repunte en los precios de la energ¨ªa¡±, conclu¨ªa el texto. En ¨¦l se constata la existencia de dos Espa?as frente a la inflaci¨®n, una que recorta en calidad de vida y otra que no. ¡°Los hogares con un colch¨®n modesto de liquidez han reducido el gasto en otros bienes, a diferencia del resto de las familias, que habr¨ªan absorbido el incremento de precios mediante una reducci¨®n de sus tasas de ahorro¡±.
La pareja formada por el pamplon¨¦s Imanol Mart¨ªn, de 35 a?os, s¨¦nior m¨¢nager de una consultora, y la barcelonesa Sandra Sabat¨¦, de 32, country manager de una fintech, se cuenta entre las que no ha cambiado su estilo de vida. En julio dorm¨ªan con el aire acondicionado puesto para lidiar con el intenso calor de su ¨¢tico en Azca, el distrito financiero de Madrid; en agosto han cogido el coche para ir primero a C¨¢diz y luego a la Costa Brava, comen fruta y verdura de temporada a diario, y salen a cenar fuera dos veces a la semana. ¡°No derrochamos, pero nos gusta estar c¨®modos. Aunque la factura de la luz nos ha subido 120 euros al mes, entre dos no es tanto. No tenemos hijos, no fumamos ni bebemos, y tratamos de ir caminando al trabajo porque vivimos cerca¡±, cuenta Mart¨ªn al tel¨¦fono.
Tampoco mira el precio de la comida Laura, que sale de un supermercado S¨¢nchez Romero ¡ªel m¨¢s caro de Espa?a, seg¨²n la organizaci¨®n de consumidores OCU¡ª, en el madrile?o barrio de Salamanca. ¡°Prefiero seguir comprando alimentos frescos y cocinados de calidad e ir a otros sitios para gastar menos en productos de limpieza¡±.
Junto a las rentas medias y altas del sector privado, el economista Javier Santacruz incluye a los pensionistas y a los funcionarios entre los que denomina como ¡°colectivos protegidos¡±, porque sus ingresos suelen actualizarse al alza cuando suben los precios, algo que no siempre sucede en la empresa privada, dado que no todas cuentan con cl¨¢usulas de revisi¨®n salarial. Cree que ellos est¨¢n sosteniendo el consumo. ¡°Son siete millones de entre los 47 millones de espa?oles¡±, calcula.
Santacruz identifica tres fases en el proceso de subida de los precios: una primera en que se atisba que la inflaci¨®n no va a ser transitoria y el cambio de expectativas lleva a las familias de renta media baja a suprimir gastos prescindibles (uso del coche particular, viajes, ocio, turismo, hosteler¨ªa, seguros...) para redirigir parte de ese dinero hacia alimentos, energ¨ªa y vivienda. Una segunda etapa en que reducen el consumo total ¡ªconformado en un 70% por productos y servicios b¨¢sicos y en un 30% por otros menos necesarios¡ª. Y una ¨²ltima donde incluso rebajan el desembolso en productos esenciales empeorando su nivel de vida.
El coche retrocede
Si la pandemia aceler¨® cambios como el menor uso del efectivo y el crecimiento del teletrabajo, la inflaci¨®n puede animar otros, como retrasar la edad a la que se empieza a conducir o directamente renunciar a ello. El madrile?o Pablo Rodr¨ªguez, de 26 a?os, no tiene coche. Ni siquiera se ha sacado el carnet. Ingeniero en una empresa de energ¨ªas renovables, acaba de firmar su primer contrato indefinido tras varios meses como becario, y aunque le gustar¨ªa disponer de veh¨ªculo, a¨²n vive con sus padres, por lo que antepone otras prioridades. ¡°Cuando empiezas a trabajar tienes que ser pragm¨¢tico con el dinero. Primero es m¨¢s interesante ahorrar para una vivienda e independizarte, porque en una gran ciudad te puedes mover con bono transporte¡±.
Enrique Lorca, presidente de la Confederaci¨®n Nacional de Autoescuelas, percibe un ligero descenso de alumnos frente al verano anterior, cuando la salida del confinamiento anim¨® a muchos a sac¨¢rselo para evitar el riesgo de contagio en el transporte p¨²blico. Y reconoce que si la inflaci¨®n da?a la recuperaci¨®n, no ser¨¢n inmunes. ¡°Cuando la sociedad es consciente de que puede haber una recesi¨®n, es m¨¢s probable que sean precavidos y limiten su gasto¡±. El responsable patronal asegura que el sector navega la subida de precios con dificultades: no pueden repercutir los incrementos del carburante a los alumnos que se inscribieron hace meses, y se han quedado fuera de las ayudas del Gobierno al transporte.
El modo de concebir la movilidad es diferente incluso entre los que obtienen la licencia. Ganan terreno opciones m¨¢s baratas, como el coche compartido, en el que solo se paga por su uso durante minutos, horas o d¨ªas. Y la competencia tambi¨¦n crece con las bicicletas y los patinetes el¨¦ctricos, cada vez m¨¢s usados entre los j¨®venes. La venta de autom¨®viles no remonta. En el primer semestre se vendieron 407.000 turismos, frente a los m¨¢s de 690.000 de antes de la pandemia, y el sector acaba de vivir el peor julio desde 2012.
La vivienda aguanta
Opuesto es el caso de la vivienda. Pese al golpe inflacionista, la falta de alternativas para sacar rentabilidad al ahorro en un entorno de tipos por los suelos en el que los dep¨®sitos apenas ofrecen incentivos a los inversores, y sobre todo, los bajos intereses de las hipotecas, ha llevado al mercado inmobiliario espa?ol a su mejor semestre de los ¨²ltimos 15 a?os, convirti¨¦ndose en un refugio del que se benefician los propietarios, que pueden trasladar la subida del IPC al alquiler, pero no los inquilinos.
Sin embargo, esa financiaci¨®n barata est¨¢ desapareciendo con las subidas de tipos de los bancos centrales para combatir la inflaci¨®n, que a su vez trae otro efecto indeseado para muchos hogares: hipotecas variables m¨¢s caras que reducen la porci¨®n de ahorro disponible y amenazan con alimentar la morosidad.
Detr¨¢s de ese bum de la vivienda tambi¨¦n est¨¢ el ahorro embalsado. Para Lorenzo Codogno, ex secretario del Tesoro italiano, el est¨ªmulo fiscal introducido durante la pandemia y las restricciones f¨ªsicas para gastar han resultado en un fuerte aumento del ahorro, que se ha mantenido relativamente alto por motivos de precauci¨®n, lo cual puede empujar la actividad. ¡°Si las perspectivas de la econom¨ªa y el empleo mejoran, y los hogares se sienten m¨¢s seguros acerca de las perspectivas de sus ingresos, comenzar¨¢n a reducir el exceso de ahorro y apoyar¨¢n el consumo y el crecimiento econ¨®mico¡±, vaticina.
Menos natalidad, m¨¢s cr¨¦dito
En paralelo, hay otros fen¨®menos menos halag¨¹e?os, en los que se intuye el mazazo de las subidas de precios: el uso de tarjetas revolving, que cobran intereses muy altos a sus due?os, normalmente hogares de bajos ingresos, ha crecido en junio a 11.419 millones, su nivel m¨¢s alto desde el estallido de la pandemia, aunque todav¨ªa no alcanza umbrales alarmantes. Y seg¨²n el ¨²ltimo baremo de Asufin, casi uno de cada tres espa?oles tiene intenci¨®n de pedir un pr¨¦stamo, su m¨¢ximo desde junio de 2020.
Otro estudio, este de Ipsos, se?ala que ante la escalada de los precios seis de cada diez espa?oles ¡°va justo¡± para llegar a fin de mes. ¡°M¨¢s all¨¢ de recortes en el ¨¢mbito del ocio y disfrute, vemos como tambi¨¦n se plantean recortar su gasto en suministros y alimentaci¨®n, y tirar de ahorros¡±, explican sus autores.
Tambi¨¦n aparece como acompa?ante la palabra inflaci¨®n al tratar la baja natalidad espa?ola, que este a?o y el pasado rond¨® niveles de 1941. No como desencadenante principal, porque hay otros factores como el paro juvenil, el acceso de la vivienda o la emancipaci¨®n tard¨ªa ¡ª29,8 a?os en Espa?a frente a los 26,5 a?os de media europea¡ª, pero s¨ª como una circunstancia m¨¢s con potencial de influir en decisiones como reducir el n¨²mero de descendientes.
El auge del bajo coste
En ese contexto turbulento, tambi¨¦n hay ganadores. La cadena murciana Embargos a lo bestia, que vende electr¨®nica, electrodom¨¦sticos y mobiliario para el hogar a bajo precio, y se presenta como una tienda ¡°de gangas y chollos¡±, naci¨® dirigida a los clientes de menos poder adquisitivo, pero asegura que su facturaci¨®n est¨¢ creciendo gracias a consumidores de clase media golpeados por el alto coste de la vida.
Su director general, Pablo Franco, lo expone as¨ª. ¡°Si la lavadora se te rompe la tienes que cambiar, o si han pasado diez a?os y el colch¨®n es inc¨®modo. Por suerte para nosotros, o por desgracia para el pa¨ªs, vemos que el low cost tiene un largo recorrido. Nos estamos dirigiendo a una clase media que est¨¢ descendiendo de escal¨®n, pero acostumbrada a tener una tele de 50 pulgadas o un sof¨¢ c¨®modo que ya no pueden comprar en otros sitios, as¨ª que acuden a nosotros¡±.
La sensaci¨®n es que la guerra y la inflaci¨®n est¨¢n provocando un empobrecimiento. Roland Gillet, profesor de Econom¨ªa Financiera en la Universidad de la Sorbona de Par¨ªs y en la Universidad Libre de Bruselas, opina que la tesitura es peor para Europa que para EE UU, donde el mercado laboral convive con un pleno empleo casi estructural y su econom¨ªa recuper¨® niveles prepandemia antes. ¡°Nuestra inflaci¨®n viene m¨¢s de los precios de la energ¨ªa, y eso es una cat¨¢strofe porque los estadounidenses compran mucha energ¨ªa producida en suelo americano y el dinero se queda all¨ª, pero nosotros la adquirimos a Rusia o pa¨ªses ¨¢rabes, y en lugar de ir hacia el restaurante, esos fondos van fuera, a las reservas saud¨ªes y al tesoro de guerra de Putin¡±.
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