Cuando la finca donde trabajas cada d¨ªa est¨¢ a 240 kil¨®metros de tu casa
Todas las ma?anas salen al campo desde Lorca m¨¢s de 10.000 jornaleros, a veces a localidades que se encuentran a tres horas de viaje. La semana pasada murieron tres de ellos en un accidente
El conductor de la furgoneta percibi¨® con terror que perd¨ªa el control del veh¨ªculo: ¡°Vamos a estrellarnos¡±. Nadia Lahidia, 46 a?os y de origen marroqu¨ª, en el asiento delantero, lo oy¨®. La furgoneta, con nueve ocupantes, todos jornaleros de Lorca (Murcia), bailote¨® un poco, se sali¨® de la carretera, se estamp¨® contra el quitamiedos, volc¨® y cay¨® despu¨¦s por un terrapl¨¦n, arrastr¨¢ndose a lo largo de unos 200 metros. La otra mujer que iba dentro, Chadia Madari, sali¨® despedida no muy lejos de la autopista. Hamis Msimer, que viajaba en el asiento trasero, muri¨® en el acto, lo mismo que otros dos compa?eros. Los dem¨¢s resultaron heridos, algunos graves. Nadia, con un fuerte golpe en la cabeza y otro en el brazo, qued¨® inconsciente. Era el viernes 21 de octubre a las siete de la tarde, comenzaba a anochecer. Un autob¨²s, tambi¨¦n lleno de jornaleros de Lorca, acert¨® a pasar por ah¨ª en ese momento, cuando a¨²n hab¨ªa luz suficiente para ver la furgoneta, y par¨®. Chadia, la mujer que hab¨ªa saltado de su asiento y que se encontraba tendida encima de unos matojos, al o¨ªr a un hombre acudir en su ayuda, le llam¨®, le cogi¨® la mano y le pidi¨®: ¡°No te muevas de mi lado, porque creo que me voy a morir¡±. No muri¨®: el jueves, junto con otros dos compa?eros, Nadia fue dada de alta.
Los ocupantes de la furgoneta volv¨ªan desde Caravaca de la Cruz a Lorca (70 kil¨®metros) despu¨¦s de trabajar m¨¢s de ocho horas recogiendo coliflores. El accidente ocurri¨® a una docena de kil¨®metros del lugar de partida, en el t¨¦rmino municipal de La Almudena, a la salida de la curva. El conductor, que actualmente se encuentra ingresado en el hospital, grave, se puso a las seis y media de la ma?ana al volante en el viaje de ida y se volvi¨® a poner en el de vuelta, despu¨¦s de recolectar coliflores a destajo. La causa del accidente a¨²n no est¨¢ clara. Pero ?ngel Torregrosa, delegado de CC OO en la comarca, y Sabah Yacoubi, presidenta de la delegaci¨®n en Murcia de la Asociaci¨®n de Trabajadores e Inmigrantes Marroqu¨ªes (ATIM), conocedores del terreno que pisan, denuncian una pr¨¢ctica extendida entre los jornaleros de Lorca que consideran peligros¨ªsima: el conductor que lleva la furgoneta, a veces para distancias mucho m¨¢s largas que la de este accidente y que pueden superar los 200 kil¨®metros, trabaja tambi¨¦n en el campo y luego, tan agotado y exhausto como el resto, se ocupa de devolver a todos a casa, muchas veces ya de noche. Juan Bl¨¢zquez, secretario de Salud Laboral de CC OO en Murcia, denuncia que en lo que va de a?o han muerto seis personas (el doble que el a?o pasado) y han resultado heridas 66 en este tipo de accidentes. No es algo nuevo: en 2016 cinco jornaleros murieron y tres resultaron heridos al caerse la furgoneta en la que viajaban por un puente en la autov¨ªa hacia ?guilas. Y en 2011, en el mismo Lorca, fallecieron 12 personas dentro de otra furgoneta al ser arrollada por un tren en un paso a nivel.
En su casa de Lorca, tumbada de lado, tapada por una manta, medio inconsciente, yace Nadia. Describe el accidente sin moverse, en voz muy baja. Recuerda el instante en que el conductor anunci¨® que iban a estrellarse. Lleg¨® a Espa?a hace dos a?os, con su hijo de 29 y su hija de 15, para acompa?ar a su marido, residente en Lorca desde hace m¨¢s de 20. Los tres, el padre y los dos hijos, miran con miedo y tristeza hacia el rinc¨®n donde dormita Nadia. Hay muchas medicinas en la mesa, botellas de pl¨¢stico de agua. El marido trabaj¨® ese viernes en la misma finca que su mujer, recogi¨® coliflores, a las mismas horas, aunque volvi¨® en otro veh¨ªculo. Dice que le pod¨ªa haber pasado lo mismo que a ella, que a los otros que murieron. Rebusca en una estanter¨ªa de su casa y encuentra un cuaderno de espiral en el que en una hoja cuadriculada lleva apuntados con bol¨ªgrafo los euros ganados por ¨¦l d¨ªa a d¨ªa en el campo en el ¨²ltimo mes, trabajando a destajo con las coliflores: 53, 48, 55, 59, 67, 35¡ De media, unos 50-60 euros al d¨ªa. M¨¢s o menos el sueldo de todos. Cuenta que tanto ¨¦l como su mujer tienen contrato legal, que Nadia cobrar¨¢ la baja, pero se queja de la injusticia que supone tener que trabajar en esas condiciones. Despu¨¦s mira hacia su hija, que en pijama, apoyada en la puerta, asegura en ¨¢rabe que no le gusta Espa?a, que no le gusta el instituto, que no tiene amigas, que no sale mucho de casa y que quiere regresar a Marruecos. El padre comenta que tiene que volver pronto, tal vez la semana que viene, a trabajar de jornalero.
Ocurre cada d¨ªa. De lunes a s¨¢bado. A veces los domingos. A partir de las cuatro de la ma?ana los jornaleros de Lorca comienzan a desfilar por las calles vac¨ªas y oscuras de la ciudad en direcci¨®n a los puntos donde los autocares o las furgonetas ir¨¢n a recogerlos. La inmensa mayor¨ªa son marroqu¨ªes, subsaharianos y ecuatorianos. Tambi¨¦n hay espa?oles, pero son los menos. Salen de casa silenciosamente, atontados del madrug¨®n, con una mochila al hombro donde guardan la comida del d¨ªa y las herramientas. Muchos llevan garrafas de agua mineral. Visten forros polares, pantalones de obra, botas, gorras y pa?uelos, porque a pesar del cambio clim¨¢tico, a las cinco de la ma?ana en Lorca hace fr¨ªo. Algunos cargan tambi¨¦n neveras de pl¨¢stico para conservar el agua y la comida porque en seis o siete horas quemar¨¢ el sol en el campo. Muchas mujeres se ponen gorros de paja que parecen sacados de otra ¨¦poca. Hay madres que a esa hora transportan a sus hijos peque?os en el cochecito para dejarlos en otras casas a fin de que ellas puedan irse todo el d¨ªa a trabajar. Hay quien reza postrado en el suelo del aparcamiento antes de montarse en el autocar. Hay tiendas y bazares abiertos a esa hora, a las cinco de la ma?ana, para atender esa riada de clientes que precisan bocadillos, agua, un ¨²ltimo caf¨¦. Los jornaleros se citan con sus autobuses o sus furgonetas la noche anterior. A cada uno les llega un mensaje de su jefe de cuadrilla emplaz¨¢ndoles en un lugar a una hora determinada. Cada d¨ªa salen de Lorca (de unos 100.000 habitantes) entre 10.000 y 15.000 jornaleros, seg¨²n las empresas que los contratan. Parte de una ciudad que se marcha a pu?ados en cientos de autobuses y de furgonetas y que vac¨ªa los barrios de inmigrantes durante toda la jornada. Es otra Lorca, la que no se ve por el d¨ªa, y que regresar¨¢, escalonadamente, agotada, a partir de las cinco de la tarde.
Buena parte de toda esa muchedumbre madrugadora se re¨²ne en el puente de San Diego, por el que discurre una avenida de cuatro carriles por sentido que desde las cuatro de la ma?ana hasta las siete se convierte en una locura de furgonetas y autocares con las luces de posici¨®n puestas. Fahd Oussous, vicepresidente de ATIM en Murcia, reclama que la polic¨ªa vigile la zona cada ma?ana ¡°porque un d¨ªa va a haber un accidente aqu¨ª¡±.
El viernes pasado, hab¨ªa autocares que iban hasta Barrax, en Albacete (240 kil¨®metros) o hasta Guadix, en Granada (156 kil¨®metros) o hasta cerca de la Roda, en Albacete (243 kil¨®metros), entre otros. A estos viajes diarios de ida y vuelta hay que sumar las ocho horas de trabajo en la finca. Un jornalero de origen marroqu¨ª, que el viernes iba hasta Barrax, lo resum¨ªa todo mientras esperaba en el puente: ¡°Aqu¨ª se sufre¡±.
Las empresas ponen los autocares y el conductor, que en este caso descansar¨¢ al llegar al destino. Tambi¨¦n pagar¨¢n una hora de trabajo ¡ª6 euros¡ª por estos desplazamientos de m¨¢s de 100 kil¨®metros a cada jornalero. Pero solo una hora. Y no todas las empresas. Los que van en furgonetas, que seg¨²n ?ngel Torregrosa, de CCOO, cada vez son m¨¢s numerosas, viajan en las mismas condiciones en las que viajaron los nueve trabajadores del accidente de Nadia, con el conductor convertido en un pe¨®n m¨¢s. Torregrosa, viejo sindicalista del campo de Murcia, piensa un rato y asegura: ¡°Hemos retrocedido. Estamos peor que en los a?os ochenta¡å.
A la hora de comer, en uno de esos barrios marroqu¨ªes de Lorca vac¨ªos por el d¨ªa, la viuda de Hamis Msimer, uno de los fallecidos en el accidente, recibe en su casa visitas de amigos y conocidos. Le aconsejan que acuda a un abogado, le recuerdan que tiene derecho a una pensi¨®n y a una indemnizaci¨®n porque su marido trabajaba de forma legal en Espa?a desde hac¨ªa m¨¢s de 20 a?os. ¡°Nunca falt¨® a trabajar en esos 20 a?os¡±, dice un amigo de la familia, que luego se enfada y propone de repente una manifestaci¨®n o una huelga. ¡°Pero los marroqu¨ªes, aunque somos musulmanes, tenemos m¨¢s miedo al jefe que a Al¨¢¡±, se contesta a s¨ª mismo. La viuda tiene tres hijos: una es casi un beb¨¦. Otro, Eyub, de 10 a?os, es inteligente y parece sereno, muy tranquilo. El mayor, Rayan, de 19 a?os, estudiante de mec¨¢nica, no dice nada, no habla. Le han aconsejado que visite a un psic¨®logo porque est¨¢ al borde de la depresi¨®n: no concibe que su padre haya desaparecido de un d¨ªa para otro, que haya muerto al volver de trabajar. En silencio, solo mira, con una mezcla de pena y de rabia, el ¨²ltimo v¨ªdeo que su padre se grab¨® en el m¨®vil, recuperado del dispositivo tras la muerte. La ¨²ltima imagen que Rayan posee de su padre es la de un hombre ocupado cargando pal¨¦s.
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