Ciencia para protegernos de Trump
Muchos trabajadores infectados ser¨¢n reacios a los tratamientos para que no les lleguen facturas gigantescas
Como educador, siempre estoy buscando ¡°momentos ense?ables¡± ¡ªepisodios actuales que ilustren y reafirmen los principios sobre los que he venido ense?ando¡ª. Y no hay nada como una pandemia para centrar la atenci¨®n en lo que realmente importa. La crisis del coronavirus es rica en lecciones, especialmente para Estados Unidos. Una moraleja es que los virus no andan con pasaportes; de hecho, no respetan en absoluto las fronteras nacionales ¡ªo la ret¨®rica nacionalista¡ª. En nuestro mundo estrechamente integrado, una enfermedad contagiosa que se origina en un pa¨ªs puede volverse global, y lo har¨¢.
La propagaci¨®n de las enfermedades es un efecto colateral negativo de la globalizaci¨®n. Cuando surgen crisis transfronterizas como ¨¦sta, exigen una respuesta global y cooperativa, como en el caso del cambio clim¨¢tico. Al igual que los virus, las emisiones de gases de efecto invernadero est¨¢n causando estragos e imponiendo enormes costes a los pa¨ªses en todo el mundo a trav¨¦s del da?o causado por el calentamiento global y los episodios de clima extremo asociados.
Ninguna Administraci¨®n presidencial norteamericana ha hecho m¨¢s para minar la cooperaci¨®n global y el papel del Gobierno que la de Donald Trump. Sin embargo, cuando enfrentamos una crisis como una epidemia o un hurac¨¢n, recurrimos al Gobierno porque sabemos que esos acontecimientos exigen una acci¨®n colectiva. No podemos hacerles frente por cuenta propia; tampoco podemos depender del sector privado. Muy a menudo, las empresas que maximizan las ganancias ver¨¢n en las crisis oportunidades para hacer subir los precios, como ya se evidencia en el alza de los precios de las mascarillas faciales.
Desafortunadamente, desde la Administraci¨®n del presidente norteamericano Ronald Reagan, el mantra en Estados Unidos ha sido que ¡°el Gobierno no es la soluci¨®n a nuestros problemas, el Gobierno es el problema¡±. Tomarse ese mantra en serio es un callej¨®n sin salida, pero Trump ha avanzado por ese camino m¨¢s que cualquier otro l¨ªder pol¨ªtico norte?americano que se recuerde.
En el centro de la respuesta estadounidense a la crisis de la Covid-19 est¨¢ una de las instituciones cient¨ªficas m¨¢s venerables del pa¨ªs, los Centros para el Control y Prevenci¨®n de Enfermedades (CDC), donde tradicionalmente han trabajado profesionales comprometidos, experimentados y altamente entrenados. Para Trump, el pol¨ªtico m¨¢s ignorante de todos, estos expertos plantean un serio problema porque lo contradir¨¢n cada vez que intente inventar hechos para satisfacer sus propios intereses.
La fe puede ayudarnos a lidiar con las muertes causadas por una epidemia, pero no es un sustituto del conocimiento m¨¦dico y cient¨ªfico. La fuerza de voluntad y las oraciones no sirvieron de nada para contener la peste negra en la Edad Media. Afortunadamente, la humanidad ha hecho enormes progresos cient¨ªficos desde entonces. Cuando apareci¨® la cepa de la Covid-19, los cient¨ªficos r¨¢pidamente pudieron analizarla, someterla a pruebas, rastrear sus mutaciones y empezar a trabajar en una vacuna. Si bien todav¨ªa hay mucho que aprender sobre el nuevo coronavirus y sus efectos en los seres humanos, sin la ciencia, estar¨ªamos completamente a su merced, y ya habr¨ªa cundido el p¨¢nico.
La investigaci¨®n cient¨ªfica exige recursos. Pero la mayor¨ªa de los mayores progresos cient¨ªficos en los ¨²ltimos a?os han costado monedas en comparaci¨®n con la generosidad impartida por Trump a nuestras corporaciones m¨¢s ricas y los recortes impositivos de 2017 a los congresistas republicanos. Por cierto, nuestras inversiones en ciencia tambi¨¦n languidecen en comparaci¨®n con los posibles costes de la ¨²ltima epidemia para la econom¨ªa, por no mencionar las p¨¦rdidas de capitalizaci¨®n de las Bolsas.
De todos modos, como se?ala Linda Bilmes, de la Escuela Kennedy de Harvard, la Administraci¨®n de Trump ha propuesto recortes a la financiaci¨®n de los CDC a?o tras a?o (10% en 2018, 19% en 2019). A comienzos de este a?o, Trump, dando muestras del peor sentido de la oportunidad imaginable, exigi¨® un recorte del 20% del gasto en programas para combatir enfermedades infecciosas y zoon¨®ticas (es decir, pat¨®genos como los coronavirus, que se originan en animales y saltan a los seres humanos). Y en 2018, elimin¨® la junta directiva de seguridad sanitaria y biodefensa global del Consejo Nacional de Seguridad.
No sorprende que la Administraci¨®n haya demostrado estar mal preparada para lidiar con el brote. Si bien la Covid-19 alcanz¨® proporciones epid¨¦micas hace unas semanas, Estados Unidos ha dado muestras de una capacidad de diagn¨®stico insuficiente (inclusive comparado con un pa¨ªs mucho m¨¢s pobre como Corea del Sur) y de procedimientos y protocolos inadecuados para tratar a los viajeros potencialmente expuestos que regresaban del exterior.
Esta respuesta mediocre deber¨ªa servir como otro recordatorio de que m¨¢s vale prevenir que curar. Pero la panacea universal de Trump para cualquier amenaza econ¨®mica consiste simplemente en exigir m¨¢s flexibilizaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria y recortes impositivos (normalmente para los ricos), como si recortar los tipos de inter¨¦s fuera todo lo que se necesita para generar otro auge del mercado burs¨¢til.
Hoy es mucho menos probable que este tratamiento de curandero funcione como lo hizo en 2017, cuando los recortes impositivos crearon un est¨ªmulo econ¨®mico de corto plazo que ya se hab¨ªa desvanecido cuando entramos en 2020. Con tantas empresas norteamericanas que enfrentan alteraciones de las cadenas de suministro, es dif¨ªcil imaginar que de pronto decidieran hacer inversiones importantes solo porque los tipos de inter¨¦s fueron recortados 50 puntos b¨¢sicos (suponiendo, para empezar, que los bancos comerciales trasladaran los recortes).
Peor a¨²n, los costes totales de la epidemia para Estados Unidos todav¨ªa se desconocen, particularmente si no se contiene el virus. A falta de una paga por enfermedad, muchos trabajadores infectados a los que ya les cuesta llegar a fin de mes van a presentarse a trabajar de cualquier manera. Y a falta de un seguro de salud adecuado, se mostrar¨¢n reacios a realizarse estudios y solicitar tratamiento, para que no les lleguen facturas m¨¦dicas gigantescas. No deber¨ªa subestimarse la cantidad de norteamericanos vulnerables. En la Administraci¨®n de Trump, las tasas de mortalidad est¨¢n en aumento, y unos 37 millones de personas regularmente padecen hambre.
Todos estos riesgos aumentar¨¢n si cunde el p¨¢nico. Para impedir que esto suceda hace falta confianza, particularmente en quienes tienen la tarea de informar a la poblaci¨®n y responder a la crisis. Pero Trump y el Partido Republicano han venido sembrando desconfianza hacia el Gobierno, la ciencia y los medios durante a?os, mientras que les dieron rienda suelta a gigantes de las redes sociales ¨¢vidos de ganancias como Facebook, que a sabiendas permite que su plataforma sea utilizada para propagar desinformaci¨®n. La iron¨ªa perversa es que la respuesta torpe de la Administraci¨®n de Trump minar¨¢ la confianza en el Gobierno a¨²n m¨¢s.
Estados Unidos deber¨ªa haber empezado a prepararse para los riesgos de la pandemia y del cambio clim¨¢tico hace a?os. Solo una gobernanza basada en ciencia s¨®lida puede protegernos de estas crisis. Ahora que ambas amenazas penden sobre nosotros, es de esperar que en el Gobierno todav¨ªa queden suficientes bur¨®cratas y cient¨ªficos dedicados que nos protejan de Trump y de sus secuaces incompetentes.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia y economista jefe en el Instituto Roosevelt. ? Project Syndicate 1995-2020.
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