Intereses, instituciones y valores
Si no llegamos a consensos b¨¢sicos, a lo que estamos apostando es a empobrecernos y ser m¨¢s provincianos
La guerra de Ucrania ha mostrado la fragilidad del orden internacional. Si bien la contundente respuesta de las democracias liberales a la ileg¨ªtima y cruel invasi¨®n de Rusia de un pa¨ªs soberano ha evidenciado el compromiso de un amplio n¨²mero de pa¨ªses con una visi¨®n del mundo en el que prevalecen la ley y las instituciones internacionales, el rechazo o la indecisi¨®n de una treintena de pa¨ªses ¡ªque conjuntamente representan la mitad del PIB y dos terceras partes de la poblaci¨®n mundiales¡ª han mostrado la inexistencia de una visi¨®n compartida sobre qu¨¦ significa la soberan¨ªa de los pa¨ªses y c¨®mo se protege. Algunos disienten porque consideran que la reacci¨®n ¡°occidental¡± es un episodio m¨¢s de un enfrentamiento geopol¨ªtico entre bloques del que ellos no son protagonistas, otros porque no comparten ni los m¨¦todos ni las razones que se est¨¢n aduciendo, y aun otros porque entienden que la defensa de sus intereses nacionales est¨¢ mejor servida si no se significan. Sea cual sea la raz¨®n, el resultado es que las democracias liberales est¨¢n comprobando lo dif¨ªcil que es ganar apoyos a su visi¨®n del mundo.
Un ¡°orden internacional¡± es una combinaci¨®n de tres ingredientes: intereses, instituciones y valores. Dependiendo de qu¨¦ hay dentro de cada una esas categor¨ªas y de cu¨¢nto cada una de ellas pondera en el resultado final se obtienen distintos modelos de gobernanza global. Para hacer las cosas m¨¢s complicadas, el paso del tiempo y, sobre todo, la emergencia de retos concretos hace que el protagonismo relativo de cada categor¨ªa y la consistencia entre cada una de ellas exhiba una notable volatilidad. A veces los intereses predominan sobre las instituciones o lo valores y generan lo que unos consideran excepciones e hipocres¨ªas que crean resentimientos. En otras, los valores se imponen a los intereses y las instituciones preparando el camino a las guerras culturales, comerciales o las de verdad. El orden internacional no es un algoritmo, sino el resultado de las m¨²ltiples interacciones que se producen entre la econom¨ªa, la pol¨ªtica y la geopol¨ªtica.
Claramente hoy estamos en un equilibrio ¡ªm¨¢s bien, un desequilibrio¡ª inestable. M¨¢s pronto que tarde, nos desplazaremos hacia otra forma de coexistencia en la que intereses, instituciones y valores se definir¨¢n y combinar¨¢n de forma alternativa a lo que hemos conocido desde el fin de la II Guerra Mundial.
Como apunta Pisani Ferry uno de los rasgos m¨¢s notables de nuestros tiempos es que la geopol¨ªtica le est¨¢ haciendo una opa hostil a la econom¨ªa internacional. Aunque se puede argumentar que la arquitectura internacional de las ¨²ltimas siete d¨¦cadas siempre tuvo como objetivo detener la expansi¨®n del sistema sovi¨¦tico y, m¨¢s recientemente, promover la convergencia de China al modelo ¡°occidental¡±, las grandes decisiones econ¨®micas como la liberalizaci¨®n comercial o financiera, o el funcionamiento de las instituciones multilaterales b¨¢sicamente eran aut¨®nomas de los ¡°valores¡±. El fiasco de aquella geopol¨ªtica pilotada por tecn¨®cratas y economistas es una de las escasas certezas con las que contamos. Las guerras comerciales de Donald Trump que el presidente Joe Biden no ha revertido, la apuesta de Ursula Von der Leyen por una Comisi¨®n Europea geopol¨ªtica o los hasta ahora bald¨ªos esfuerzos por obtener una amplia coalici¨®n que pare a Vlad¨ªmir Putin son ejemplos palmarios de ese fracaso.
Sustituir a los economistas por los geoestrategas no es un cambio banal. Desde Adam Smith y David Ricardo los economistas ven las relaciones internacionales como un juego de suma positiva en el que todos pueden ganar. Por el contrario, la geopol¨ªtica es un juego de suma cero: el poder que uno gana es a costa de los dem¨¢s. Y si bien, ser¨ªa necio olvidar que el mundo predecible de las reglas inevitablemente se esfuma cuando topa con las necesidades de la pol¨ªtica dom¨¦stica ¡ªy ah¨ª est¨¢n para proba los aranceles de Trump en respuesta a las demandas de sus airados votantes desplazados y empobrecidos por la globalizaci¨®n¡ª no estar¨ªa de m¨¢s recalcular cu¨¢les pueden llegar a ser para la mayor¨ªa de la humanidad los costes de una fragmentaci¨®n ¡ªa la que eufem¨ªsticamente se denomina decoupling o incluso friend-shoring¡ª de la econom¨ªa mundial. Porque una cosa es domesticar la hiperglobalizaci¨®n de los a?os 90 y otra renunciar a las energ¨ªas, talento y ambiciones de la mitad de la poblaci¨®n mundial. Si no llegamos a consensos b¨¢sicos, aunque sean de m¨ªnimos, sobre valores esenciales y si no creamos instituciones que los hagan efectivos, a lo que estamos apostando es a empobrecernos y hacernos m¨¢s provincianos. Y a lo que todav¨ªa podr¨ªa ser peor: a conformarnos con ser incapaces en ese mundo fragmentado de encontrar la soluci¨®n a problemas globales tan existenciales como el cambio clim¨¢tico o la salud global.
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