Eddy Bellegueule soy yo
La pol¨¦mica del libro que narra el martirio del cambio de sexo de un joven en la atm¨®sfera asfixiante de un pueblo del norte
Esta es la cr¨®nica de una transformaci¨®n literal y literaria, la historia de una novela confesional, En finir avec Eddy Bellegueule, que ha convertido a su autor en estrella y traidor, y que hace que nos preguntemos hasta qu¨¦ punto un escritor est¨¢ obligado a justificarse por lo que publica.
Cuando el 6 de enero sali¨® a la venta, se sab¨ªa que el autor era un estudiante de sociolog¨ªa en la ?cole Normale Sup¨¦rieure, homosexual, de 21 a?os, que narraba su martirio de adolescencia en la atm¨®sfera asfixiante de un pueblo del norte y su cambio de identidad ante la Administraci¨®n, de Eddy Bellegueule a Edouard Louis. El resentimiento gu¨ªa la toma de conciencia del protagonista de su feminidad entre palizas, humillaciones, alcoholismo, machismo y pobreza. En el pasillo del colegio un escupitajo, amarillo y espeso, desciende lentamente por su cara. Es el afeminado. En casa, el padre mete a unos gatos reci¨¦n nacidos en una bolsa y los estampa contra un ribete de hormig¨®n repetidamente mientras se apagan maullidos de socorro y unos hilos de sangre abren el pl¨¢stico.
Entre tanta rabia llegaron la rendici¨®n de la cr¨ªtica y las ventas: 180.000 en dos meses. ?Qui¨¦n ser¨¢ Eddy Bellegueule? Me lo pregunt¨¦ igual que otros 179.999 lectores. Una entrevista nos sac¨® de dudas y desat¨® el pulso entre realidad y ficci¨®n. ¡°Eddy Bellegueule soy yo¡±, respondi¨® Edouard.
En un acto morboso, Le Nouvel Observateur envi¨® a un reportero para verificar los hechos a Hallencourt, pueblo del autor, y el 6 de marzo de 2014 public¨® un reportaje incendiario: ¡°?Qui¨¦n es el verdadero Eddy Bellegueule?¡± El conflicto literario devino en sensacionalismo. La madre, Monique, confesaba al periodista David Caviglioli: ¡°?l ha recibido amor, nunca hemos sido hom¨®fobos¡±. Las hermanas, M¨¦lanie y Candy, el hermano peque?o, Andy, y los vecinos desment¨ªan los hechos. ¡°Eddy se ha hecho de una secta¡±, sostuvo uno. El padre amenaz¨® con denunciar.
En mitad del traj¨ªn llamo a G¨¦raldine Ghislain, jefa de prensa de su editorial, Seuil, para pedir cita con Edouard y preguntarle d¨®nde est¨¢n los l¨ªmites de verosimilitud en una novela. No contesta. Dejo un mensaje de voz con mi n¨²mero. No hay respuesta.
Mientras tanto, el editor advert¨ªa que hab¨ªa publicado un trabajo literario y no un ejercicio testimonial, y el autor respond¨ªa en Les Inrocks: ¡°Todo lo que cuento lo he vivido¡±, y declinaba las invitaciones para presentar el libro en la regi¨®n de la Picardie. ¡°Mejor que no venga¡±, le aconsej¨® el alcalde de Hallencourt.
Termino En finir avec Eddy Bellegueule con la necesidad de preguntarle: ?es consciente de la violencia del libro? Una amiga francesa llama por m¨ª a la editorial, con su acento. Nada. Contacto con alguien influyente que conoce a una editora que nos dice que intentar¨¢ hablar con G¨¦raldine. Ni una palabra. Nadie quiere hablar del libro.
Seg¨²n el Nouvel Obs, la madre irrumpi¨® en un acto en Par¨ªs y se enfrent¨® a su hijo: ?por qu¨¦ nos has ridiculizado as¨ª ante Francia? Cuando el chico defendi¨® que era una novela y que la culpa era de la prensa por tildar el libro de autobiogr¨¢fico, ella le recrimin¨® que hubiera dicho: ¡°Eddy Bellegueule soy yo¡±.
Edouard Louis no es el primero a quien le sobrepasan la ficci¨®n y la fama. Flaubert dijo: ¡°Madame Bovary soy yo¡±, y provoc¨® un esc¨¢ndalo. La madre de Michel Houllebecq dedic¨® exquisitos insultos a su hijo por escribir verdades. Hay que tener cuidado con lo que se inventa, puede parecer real. Por algo le aconsej¨® Philip Roth a un joven Ian McEwan: ¡°Escribe como si tus padres hubieran muerto¡±.
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