Sankt Pauli, f¨²tbol y pol¨ªtica en el barrio
Un equipo de la segunda divisi¨®n alemana se ha convertido en un s¨ªmbolo ideol¨®gico Tres son las principales reivindicaciones del club: antifascismo, antihomofobia y antisexismo
Una bandera arco¨ªris, s¨ªmbolo de la lucha por los derechos de los homosexuales, recibe a los visitantes del estadio Millerntor de Hamburgo. El club de f¨²tbol que juega all¨ª, el FC Sankt Pauli, es un equipo modesto. Sin embargo, gracias a la identificaci¨®n con ideas pol¨ªticas de la izquierda, su escudo y sus estandartes han estado presentes en movilizaciones como Can Vies en Barcelona, Gamonal en Burgos o Gezi en Estambul (Turqu¨ªa). Se ha convertido en un s¨ªmbolo y suma m¨¢s de 500 pe?as repartidas por toda Europa, media docena de ellas en Espa?a. Esta fama contrasta con su escaso ¨¦xito deportivo. Compite en la segunda divisi¨®n alemana y su ¨²nico logro fue ganar al HSV Hamburgo, su rival, hace tres temporadas, cuando jugaba en primera.
Tres son los principales valores que defiende: antifascismo, antisexismo y antihomofobia. Lo confirma orgulloso Tjart Woydt, vicepresidente del club. Este empresario de 71 a?os, de pelo canoso y aspecto bonach¨®n, no cobra por su cargo y, a pesar de la defensa que hace de los valores de la instituci¨®n, se declara af¨ªn al partido democristiano de la CDU, agrupaci¨®n de la canciller Angela Merkel, lo que le ha supuesto ataques de la hinchada m¨¢s ultra. "La pol¨ªtica desempe?a un papel importante para nosotros", afirma en un trabado pero bienintencionado espa?ol en la sala de reuniones del estadio mientras se sirve una taza de caf¨¦. El directivo pone como ejemplo la lucha por la igualdad de derechos de los homosexuales. No solo es una declaraci¨®n de principios, sino la forma de ser del equipo y de la afici¨®n.
La pol¨ªtica desempe?a un papel importante para nosotros Tjart Woydt, vicepresidente del club
Cientos de escudos no oficiales ¡ªla bandera pirata con el nombre del club¡ª se reparten por todo el barrio en el que est¨¢ arraigado y que tiene el mismo nombre. "Compartimos ideas con el distrito", afirma el vicepresidente.
Las calles de esta zona de Hamburgo, que ronda los 23.000 habitantes, huelen a f¨²tbol y pol¨ªtica. Murales, grafitis y pegatinas con consignas ideol¨®gicas adornan cada pared, cada farola y cada portal. Im¨¢genes del Che Guevara aparecen acompa?adas por mensajes antifascistas y hasta por esl¨®ganes de los movimientos independentistas vasco y catal¨¢n. Algunos muros se convierten en im¨¢genes elaboradas y est¨¦ticas. Otros, en cambio, son improvisados garabatos que se mezclan unos con otros. Se suceden mensajes hacia otros clubes hermanados, contra aficiones de extrema derecha o en favor de causas sociales, como la que recuerda, junto al r¨ªo Elba, a los inmigrantes que llegan en pateras a la isla italiana de Lampedusa.
Situaci¨®n del barrio de Sankt Pauli, en Hamburgo.
El barrio se sit¨²a junto al puerto de la ciudad, el segundo m¨¢s importante de Europa. El Kiez, como se le conoce, es el centro de la vida nocturna y de ocio de la ciudad. En sus locales comenzaron a tocar los Beatles antes de ser un fen¨®meno mundial. Las calles repletas de mensajes pol¨ªticos se entrecruzan con aquellas como la Reeperbahn, que junta el juego y el sexo con grandes carteles luminosos.
Apenas a 500 metros de ese lugar se encuentra el estadio Millerntor. Un edificio que va remodelando y ampliando su aforo seg¨²n la econom¨ªa lo permita. En la actualidad alcanza los 30.000 espectadores, al nivel de recintos espa?oles de Primera como Riazor, en A Coru?a, o Anoeta, en San Sebasti¨¢n. A pesar de estar en segunda divisi¨®n, se llena cada vez que el equipo juega en casa y es muy dif¨ªcil conseguir entradas si no se pertenece a alguna pe?a.
El Sankt Pauli no fue siempre tan seguido ni tan conocido. Fundado en 1910, en sus comienzos era un club asociado con las clases altas que por entonces viv¨ªan en la zona. Fue a partir de los a?os ochenta del siglo pasado cuando se le comenz¨® a ligar a la izquierda. Los movimientos okupa y punk empezaron a tomar como referencia a este peque?o conjunto del barrio. Poco a poco, esta uni¨®n se hizo m¨¢s popular.
Hoy calculan que las ventas de productos oficiales del equipo ascienden a m¨¢s de 10 millones de euros. De esta cantidad, el club solo recibe 350.000 euros, el resto se lo lleva la empresa productora, Upsolut Merchandising. Esto ha provocado disputas en los tribunales. "Llevamos cuatro a?os de litigios y al menos nos queda a?o y medio m¨¢s", lamenta Woydt mientras abre la puerta que da paso de las oficinas al campo de f¨²tbol.
Un gran cartel recorre una de las gradas de Millerntor: "A los fascistas no se les da f¨²tbol". Al igual que las paredes del barrio, las del estadio tambi¨¦n est¨¢n llenas de pintadas, aunque de forma m¨¢s organizada. Lennart Forster, un joven en pr¨¢cticas en el club, explica que fue una campa?a de la entidad en 2005 la que invit¨® a los aficionados a elaborar sus dise?os y plasmarlos en los muros. Se leen lemas como: "Ninguna persona es ilegal" o "Solo el amor cuenta", junto al dibujo de dos hombres bes¨¢ndose. Forster lleva desde los cinco a?os acudiendo al estadio y se le dibuja una sonrisa cuando muestra que cada cent¨ªmetro del grader¨ªo hace referencias a la ideolog¨ªa del club. Las campanadas del Hell's Bells, del grupo de rock AC/DC, suenan cada vez que los jugadores entran al c¨¦sped.
Entrada de los jugadores al campo con la m¨²sica del Hell's Bells de AC/DC.
Siguiendo la avenida de Budapester, en la que se encuentra el estadio, hay un bar, el Jolly Roger, que toma el nombre de la bandera pirata. Este peque?o local tiene en la puerta el escudo oficioso del Sankt Pauli. Un lugar que sirve de reuni¨®n para que los seguidores vean partidos y compartan debates pol¨ªticos, que tambi¨¦n tiene una pensi¨®n encima. De una de sus ventanas cuelga una pancarta contra la FIFA, representante del f¨²tbol comercial al que tanto critican.
Sus paredes se llenan con pegatinas de pe?as de todo el mundo del equipo hamburgu¨¦s. Se trata de un garito oscuro, con varias pantallas para ver los partidos. Los clientes beben cerveza y el ambiente se llena del humo de los cigarrillos y los canutos que fuman algunos de ellos mientras suena m¨²sica rock de fondo. Antro es la palabra que viene a la cabeza al entrar.
Pero es mucho m¨¢s que eso. El bar est¨¢ regentado por una pe?a de 100 seguidores, la Ball Kult. Los beneficios que da se destinan a la Braun Weisse Hilfe, la secci¨®n de iniciativas sociales del Sankt Pauli, que organiza, entre otras cosas, campeonatos de f¨²tbol contra el racismo y campa?as de integraci¨®n y de ayuda a los m¨¢s desfavorecidos. Michael Pinz es uno de sus tres directores. Para este vecino del distrito, de aspecto imponente al principio, el f¨²tbol no es solo eso: "Bebemos, festejamos o nos lamentamos, todos juntos, en el estadio que est¨¢ en el coraz¨®n de nuestro barrio".
Pinz explica con orgullo que es un lugar para amantes de este deporte que se identifican con ideas de izquierdas. "Me alegra ver que la gente lleva este escudo en luchas por la libertad", responde cuando se le pregunta por la presencia de estos s¨ªmbolos en manifestaciones antifascistas de toda Europa.
Okupas y seguidores
El distrito es tan conocido por su equipo como por la importancia del movimiento okupa. Los 2,6 kil¨®metros cuadrados que tiene el barrio aglutinan multitud de centros de este tipo. Estos lugares conviven de forma pac¨ªfica con los edificios residenciales o los comercios y cuentan con mucho apoyo popular.
El m¨¢s importante es Rote Flora. Una construcci¨®n de dos plantas que lleva m¨¢s de 25 a?os okupado. Por fuera, aparenta un avanzado estado de abandono. Las paredes lucen desconchadas, llenas de carteles y adhesivos que hacen referencia al Sankt Pauli y su lucha pol¨ªtica. Los restos de un antiguo incendio se aprecian en la parte alta. Unos vagabundos con vestimentas punk duermen y preparan una improvisada barbacoa en la que era la entrada principal de la construcci¨®n.
Thomas abre la puerta ataviado con una camiseta roja y un mensaje reivindicativo. Ejerce de anfitri¨®n en su interior. Se suceden las salas para distintos usos. En la m¨¢s grande se celebran conciertos, que sirven para captar fondos para el mantenimiento de sus actividades. Justo encima, en el primer piso, hay un archivo sobre movimientos sociales en el que Thomas trabaja, tan organizado y restaurado que contrasta con el resto del recinto. Un gran n¨²mero de pintadas y murales llenan las paredes que ya perdieron el color original. El olor a humedad es constante durante todo el recorrido. "No soy seguidor del Sankt Pauli, pero aqu¨ª casi todos lo son", admite ya en la doble puerta que sirve de salida del edificio.
Una pancarta pintada a mano que recorre de punta a punta la fachada reza en catal¨¢n: "Todos somos Can Vies", en relaci¨®n al centro social que fue medio derruido por el Ayuntamiento de Barcelona el pasado 26 de mayo y que despert¨® una gran oposici¨®n vecinal.
El centro okupa alem¨¢n pas¨® en diciembre por la misma situaci¨®n que el catal¨¢n. El intento de desalojo, unido a las protestas contra la subida del precio de la vivienda, desemboc¨® en disturbios que llevaron a la polic¨ªa incluso a decretar un toque de queda durante varios d¨ªas en Sankt Pauli.
En aquellas protestas particip¨® la afici¨®n del FCSP, las siglas del equipo. Las portadas de algunos peri¨®dicos locales como el Hamburger Morgen Post se?alaron al club como el culpable de los enfrentamientos, en los que m¨¢s de un centenar de polic¨ªas resultaron heridos. La directiva sali¨® entonces p¨²blicamente a defender a sus seguidores ante estas acusaciones.
All¨ª estuvo Daniela Wurbs, coordinadora de la AFM, una asociaci¨®n que engloba a cerca de 13.000 socios del club. Esta joven pelirroja y de tez p¨¢lida confirma, mientras posa su taza de caf¨¦ en la mesa, que muchos de los seguidores del FCSP participan activamente en los movimientos okupas del barrio. ¡°Los que dicen que f¨²tbol y pol¨ªtica no tienen nada que ver, es que ocultan algo¡±, asevera Wurbs con seguridad en la oficina de la agrupaci¨®n. Es hincha del Sankt Pauli y se muestra orgullosa de la fama de su equipo. "Si somos una inspiraci¨®n para otros, estaremos haciendo algo bien", sonr¨ªe.
Un equipo asambleario
La ideolog¨ªa del barrio llega incluso al ¨¢rea deportiva. Guida Maym¨® lo conoce bien. Esta risue?a arquitecta catalana de 30 a?os juega en el primer equipo femenino del Sankt Pauli, al que lleg¨® poco despu¨¦s de aterrizar en Hamburgo en 2012. Esta secci¨®n del club es, por el momento, amateur. Milita en una liga regional, aunque el nivel de competitividad ¡°va creciendo a?o a a?o¡±, explica.
Maym¨®, que hab¨ªa jugado antes en equipos como el Espanyol y otros de su comunidad, no conoc¨ªa nada del conjunto cuando dej¨® Barcelona en busca de trabajo en Alemania y lleg¨® por recomendaci¨®n de sus amigos y sus nuevos compa?eros de oficina. Poco a poco se fue haciendo a la vida de la formaci¨®n marr¨®n y blanca, los colores de la camiseta. Se muestra encantada con su decisi¨®n de ir al Sankt Pauli. "Somos como una familia", admite mientras da un trago a su cerveza.
Los aficionados tienen poder de veto en las decisiones m¨¢s importantes del club, como la elecci¨®n de un nuevo patrocinador para la camiseta
La kiezkicker (en castellano, jugador de barrio, como se conoce a los integrantes del FCSP) explica que las decisiones en el equipo se toman en asamblea con el entrenador. Entre los temas que se debaten est¨¢n los proyectos sociales en los que participan, como la ayuda a escuelas de f¨²tbol para mujeres en ?frica.
Este tono de consenso y de debate se extiende al resto de la entidad. Los aficionados tienen dos representantes en la junta ejecutiva. Los directivos no toman las grandes decisiones sin acudir a ellos a trav¨¦s del sprecherat, el ¨®rgano en el que participan todas las pe?as. Es tal la necesidad de aprobaci¨®n que, como relata el vicepresidente, tuvieron que rechazar una gran oferta de patrocinio de la empresa el¨¦ctrica alemana RWE que no gustaba a los hinchas. ¡°Hay que escuchar a los fans¡±, defiende Woydt con seguridad.
La forma de ser del FCSP ha hecho que personas de cualquier punto del mundo utilicen la bandera y el escudo en los movimientos sociales en los que participan. El a?o que viene, seguir¨¢ en la segunda divisi¨®n, pero sus escudos estar¨¢n por toda Europa en primera l¨ªnea de las protestas.
La afici¨®n al St. Pauli en Espa?a
La pe?a m¨¢s numerosa en Espa?a, Fanclub Catalunya, est¨¢ en Barcelona. Judit es una de los 80 miembros que est¨¢n en esta organizaci¨®n, creada en 2010. Junto con sus compa?eros ha acudido activamente a las protestas contra el derribo del centro okupa de Can Vies, as¨ª como en otras movilizaciones. Entiende que el f¨²tbol puede ser "una herramienta muy ¨²til para hacer pol¨ªtica".
Se re¨²nen para ver los partidos en el Casal Octubre de Poble Nou, en Barcelona, un centro social asociado a la izquierda independentista catalana. Judit, que no quiere dar su apellido por temor a grupos de extrema derecha, explica que hay gente que, sin ser amante del f¨²tbol, se hace hincha del Sankt Pauli por compartir las ideas del club.
En esto coincide tambi¨¦n Baptista Silanes, coordinador del segundo grupo de seguidores catalanes, el Catalunya Supporters, que suma unos 20 aficionados. Pone de ejemplo a su mujer, que se aburre yendo a los partidos del Espanyol, del que Silanes es hincha, pero que disfruta cuando van a Millerntor. ?l tambi¨¦n lleg¨® a conocer al Sankt Pauli gracias a las ideas que defiende: "Caes por la ideolog¨ªa".
Otra de estas pe?as estaba en Mallorca, donde Ralf Breede introdujo la afici¨®n del club del barrio en el que vivi¨®, formando la Penya Fora de Joc, hoy apenas activa. Este alem¨¢n de 48 a?os, que lleva 18 en Espa?a, asume que su equipo se ha convertido en un s¨ªmbolo de la lucha de ciertas ideas, aunque siente que a veces se pierde de vista que se trata de un club de f¨²tbol. "Veo gente que viene a mi trabajo [una oficina de turismo] con la camiseta del FCSP y que no sabe contra qui¨¦n juega esa semana", lamenta. Adem¨¢s de estas tres, Asturias, Euskadi y Valladolid cuentan tambi¨¦n con grupos de seguidores.
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