¡®Marginalia¡¯ libresca
Existe desde que los monjes medievales copiaban manuscritos a destajo
En El idioma materno (2014), el escritor Fabio Mor¨¢bito nos regala un pu?ado de espl¨¦ndidas prosas acerca del h¨¢bito de marcar o subrayar los libros. Mor¨¢bito deplora esa costumbre, pero abroch¨® El subrayador con una reflexi¨®n que acaso describa los sentimientos encontrados de aquellos lectores que jam¨¢s se atrevieron a profanar ning¨²n volumen de sus estanter¨ªas: ¡°Ahora, cerca del final de sus vidas, no saben qui¨¦nes son y buscan en vano en los libros le¨ªdos una marca cualquiera hecha de pasada, al descuido, para intuir algo de lo que eran, algo de lo que han sido¡±.
Los subrayados, las dedicatorias, los comentarios y las llamadas de atenci¨®n que muchos lectores estampamos sobre nuestros propios libros (porque garabatear un libro ajeno, m¨¢s que una profanaci¨®n, es una groser¨ªa) constituyen lo que los especialistas denominan marginalia, concepto acu?ado por el poeta Samuel Coleridge, furioso subrayador y anotador en los m¨¢rgenes de las p¨¢ginas de los ejemplares de su biblioteca personal, y sobre todo en los que sus amigos le prestaban precisamente para que se los devolviera ¡°enriquecidos¡±.
En realidad, los marginalia existen desde que los monjes medievales copiaban manuscritos a destajo, desahog¨¢ndose muchas veces sobre los mismos pergaminos con expresiones como ¡°Saint Patrick of Armagh, deliver me from writing¡± (San Patricio de Armagh, lib¨¦rame de escribir) o ¡°Now I have written the whole thing; for Christ¡¯s sake give me a drink¡± (Ya lo he escrito todo; dame una copa por el amor de Dios). Los comentarios an¨®nimos forman parte de los marginalia apocrypha, materia de divertidas exposiciones como la organizada por la New York Society Library ¨CReaders Make their Mark¨C o de homenajes como Marginalia, poema de Billy Collins dedicado a las glosas an¨®nimas en los libros y en especial a una que atribuy¨® a una chica que imagin¨® hermosa porque garrapate¨® as¨ª un ejemplar de El guardi¨¢n entre el centeno, de Salinger: ¡°Pardon the egg salad stains, but I¡¯m in love¡± (Perdonad las manchas de ensalada de huevo, pero estoy enamorada).
Los comentarios que muchos lectores estampamos sobre libros?constituyen lo que se denomina marginalia
Existen genuinos especialistas en marginalia, pues solamente la Universidad de Oxford cuenta con un equipo de 2.503 expertos dedicados a espigar los rastros de lectores singulares por bibliotecas p¨²blicas y privadas. En Argentina, Laura Rosato y Germ¨¢n ?lvarez exhumaron las anotaciones de Borges a trav¨¦s de 500 libros y organizaron en 2010 una exposici¨®n de marginalia borgeana en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Por otro lado, Anna Garner ¨Cresponsable de la Berg Collection de la New York Public Library¨C reuni¨® en una divertida exposici¨®n las notas m¨¢s lapidarias que Mark Twain, Vlad¨ªmir Nabokov, Ted ?Hughes y Jack Kerouac, entre otros, propinaron sobre ejemplares dedicados con ¡°todo cari?o¡± por otros colegas de fatigas literarias. En Espa?a, Francisca Moya ha identificado numerosas apostillas de Quevedo en los m¨¢rgenes de diversos impresos de la biblioteca del convento de los Carmelitas Descalzos de Madrid, y Soledad Gonz¨¢lez R¨®denas ha rescatado ?anotaciones divertid¨ªsimas por los dispersos vol¨²menes que pertenecieron a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez.
Los marginalia se multiplican por la Red, y as¨ª los fetichistas podemos contemplar las austeras notas a l¨¢piz de Herman Melville en el excelente portal Melville¡¯s Marginalia o dejarnos abrumar por la fastuosa exuberancia de los marginalia del malogrado Foster Wallace. En 1844, Edgar Allan Poe estamp¨® esta declaraci¨®n de amor a los marginalia: ¡°Siempre he apreciado un amplio margen; no porque le tenga una especial querencia, aunque me agrade, sino por la facilidad que me brinda de escribir a l¨¢piz pensamientos, acuerdos y diferencias de opini¨®n, o breves comentarios cr¨ªticos en general¡±. Por eso me apresuro a recomendar Marginalia: Readers Writing in Books (2001), de Heather Jackson, porque los enamorados del papel somos los ¨²ltimos degustadores de placeres inconfesables como acariciar lomos, desvirgar vol¨²menes intonsos o escribir desvariantes en los m¨¢rgenes.
elpaissemanal@elpais.es
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