El term¨®metro mortal de las cifras
Los c¨¢lculos sobre el impacto de la contaminaci¨®n y las olas de calor en la salud son muy dispares. Sin explicar en qu¨¦ premisas se basan, pierden credibilidad
Asistimos a la publicaci¨®n creciente de datos sobre el impacto que diversos factores ambientales ¡ª la contaminaci¨®n, el ruido o el calor¡ª tienen en la mortalidad. ?Por qu¨¦? Seg¨²n la organizaci¨®n o grupo de investigaci¨®n que haya realizado el estudio citado en las informaciones de prensa se presentan cifras que muchas veces no coinciden unas con otras. Las aparentes contradicciones no indican en absoluto que los estudios est¨¦n mal hechos, sino que cada investigaci¨®n se basa en premisas distintas. Esto pocas veces se explica en los art¨ªculos.
Tomemos, por ejemplo, el caso de la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica. La Agencia Europea del Medio Ambiente dio a conocer un estudio que atribu¨ªa a esta causa 30.000 muertes al a?o en Espa?a. La noticia fue publicada en EL PA?S el 23 de noviembre de 2016. Sin embargo, otra noticia del 2 de junio de ese mismo a?o indicaba en La Vanguardia que, seg¨²n un estudio de la ONU, la mortalidad asociada a la contaminaci¨®n en Espa?a supon¨ªa 21.000 muertes al a?o.
Estas discrepancias se producen principalmente por la diferente utilizaci¨®n de lo que se denomina ¡°funciones dosis-respuesta¡±. Es decir, cu¨¢nta mortalidad se atribuye a un determinado incremento del contaminante(s) estudiado(s). Normalmente se trabaja con funciones dosis-respuesta que se han calculado de forma global, y que luego se extrapolan a cada pa¨ªs. Este c¨¢lculo no es incorrecto, pero debe resaltarse al difundir los resultados.
Adem¨¢s, existen factores locales que hacen que las extrapolaciones contengan incertidumbres y limitaciones. En el caso de la contaminaci¨®n qu¨ªmica en Espa?a, el efecto de estas limitaciones est¨¢ claro. Si se calcula la citada funci¨®n-dosis respuesta para cada capital de provincia (con su estructura demogr¨¢fica, sus caracter¨ªsticas socioecon¨®micas y con los correspondientes umbrales de falta de impacto en algunos casos), la mortalidad anual para el conjunto del territorio no llega a las 10.000 muertes al a?o, como apuntaba otro art¨ªculo publicado en febrero de 2017. Es decir, esto representa un tercio de lo que se?alaba la Agencia Europea de Medio Ambiente.
Las contradicciones no indican en absoluto que los estudios est¨¦n mal hechos, sino que cada investigaci¨®n parte de premisas distintas
?Solo ocurre este baile de cifras en la estimaci¨®n de la mortalidad provocada por la contaminaci¨®n? No, algo similar sucede con la mortalidad asociada a las olas de calor. Y las limitaciones son a¨²n mayores, porque se incluyen predicciones no s¨®lo de temperatura, sino tambi¨¦n del comportamiento futuro de la mortalidad.
Cuando se dice que las olas de calor van a aumentar y que esto har¨¢ crecer la mortalidad, no se tienen en cuenta dos factores esenciales. El primero es la definici¨®n misma de una ola de calor, que no es universal. Generalmente se considera que hay una ola cuando se supera una determinada temperatura diaria, que se denomina ¡°temperatura umbral¡±. Muchos de los estudios de proyecciones futuras asumen que la temperatura umbral no va a cambiar. Esto no es as¨ª. Diferentes trabajos indican que existe un proceso de adaptaci¨®n al calor por parte de la poblaci¨®n: el umbral por tanto se modifica. Adem¨¢s, el segundo factor son los planes de prevenci¨®n que permiten que el impacto sobre la mortalidad tambi¨¦n var¨ªe. Esto es muy importante para las proyecciones, pero no se tiene muy en cuenta en los estudios.
En Madrid, entre 1986 y 1997 el impacto medio (por cada grado en el grupo de mayores de 65 a?os) era de cerca de un 19%. En el periodo entre 2001 y 2009 fue de un 15%. La reducci¨®n, bastante significativa, se debe a los planes de prevenci¨®n y a las medidas de adaptaci¨®n al calor.
En la capital de Lituania, Vilna, actualmente la ola de calor se sit¨²a en 30 ?C de m¨¢xima diaria. Con un escenario futuro de emisiones de CO2 medio ¡ªni muy conservador ni muy contaminante¡ª, en 2100 habr¨ªa cinco veces m¨¢s olas de calor y la mortalidad atribuible a esta causa se multiplicar¨ªa por 10. Si hubiera un proceso de adaptaci¨®n al calor que permitiera que los fallecimientos atribuibles al calor se produjesen a partir de los 35 ?C y no de los 30 ?C, no aumentar¨ªan ni el n¨²mero de olas de calor ni la mortalidad. En Espa?a las 19.000 muertes anuales por calor que se han vaticinado recientemente en la prensa el pasado agosto quedar¨ªan en entredicho.
El futuro no producir¨¢ ni un escenario ni otro, pero no se puede dar por cierto uno de ellos sin, al menos, considerar parte del otro. Hay que informar sobre las premisas y limitaciones que sustentan los estudios porque si no las cifras carecen de validez. Al comunicar sin m¨¢s n¨²meros tan dispares sobre un mismo fen¨®meno el p¨²blico puede acabar rest¨¢ndoles credibilidad. Entonces, el mensaje que se intenta transmitir no llegar¨¢ y se lograr¨¢ el efecto contrario al perseguido. Es decir, en lugar de sensibilizar a la poblaci¨®n, ¨¦sta se volver¨¢ impermeable a la informaci¨®n.
Julio D¨ªaz Jim¨¦nez y Cristina Linares Gil son investigadores de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III.
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