Caracas: vivir y morir en el r¨ªo Guaire
En una orilla del mayor r¨ªo de la ciudad, mineros empobrecidos intentan hallar oro con escaso ¨¦xito. En la otra, personas sin hogar buscan comida en la basura. Les une la dif¨ªcil situaci¨®n que atraviesa el pa¨ªs
Como cada d¨ªa, Augusto Rengil hunde sus pies descalzos en las ponzo?osas aguas del r¨ªo Guaire, al mismo tiempo que empieza para ¨¦l otra jornada de trabajo. No es pescador, y parece poco probable que aqu¨ª pueda encontrar alg¨²n tipo de vida que no sean bacterias y microbios. El r¨ªo Guaire son las cloacas de Caracas, el lugar a donde van a parar todas las aguas fecales de la ciudad, ti?endo de color marr¨®n su recorrido e inundando el ambiente de un hedor nauseabundo a su paso.
Pero no son peces lo que Augusto ha venido a buscar, sino oro, plata, y cualquier metal que tenga un poco de valor. ¡°Se sorprender¨ªa de la cantidad de joyas que se cuelan por los desag¨¹es de las casas y van a parar a las alcantarillas. Nosotros las recogemos mezcladas con las toneladas de porquer¨ªa que se vierten en el cauce todos los d¨ªas y las traemos en sacos hasta aqu¨ª para cribar con ayuda de la corriente¡±, afirma mientras se afana en esta tarea con el agua cubriendo sus rodillas.
A su lado, Tom¨¢s Melo, de 23 a?os, realiza la misma operaci¨®n. ¡°Hemos escogido esta parte del r¨ªo porque es de f¨¢cil acceso y aqu¨ª no lleva mucho caudal. Solemos trabajar en grupo, nosotros somos cinco, y lo que sacamos lo repartimos entre todos¡±. Fuera, sus compa?eros van haciendo montones con los restos cribados. Ahora, con ayuda de un cuchillo, ir¨¢n separando cuidadosamente los pedazos que quedan en busca del preciado metal.
En un pa¨ªs sumido en una grave situaci¨®n econ¨®mica marcada por el descenso en el precio del barril de petr¨®leo, la inflaci¨®n y la crisis institucional, son muchos los venezolanos que han tenido que buscarse la vida para obtener unos ingresos extra o, simplemente, conseguir algo de dinero para mantener a su familia. De acuerdo la ¨²ltima Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), de 2016, el 81,8% de los hogares venezolanos vive en la pobreza. A sus 21 a?os, Augusto, casado y con un hijo, lleva cuatro trabajando como minero en el r¨ªo Guaire. ¡°El gramo de oro se paga a 180.000 bol¨ªvares (72 euros) y eso es lo que podemos conseguir en una jornada de cinco o seis horas. Lo que m¨¢s se encuentra son pendientes y cadenas¡±, comenta orgulloso, mientras muestra en la palma de su mano las capturas del d¨ªa que, calcula, pesar¨¢n unos 1,2 gramos entre todas.
En poco m¨¢s de 100 metros, al menos tres o cuatro grupos de mineros se reparten el cauce del r¨ªo, aunque este n¨²mero puede variar de un d¨ªa a otro. Rodeados por los restos de basura y bolsas de pl¨¢stico que el agua va arrastrando, aseguran que cualquiera que est¨¦ dispuesto a trabajar es bienvenido, y no hay luchas ni peleas entre ellos por el territorio. No muy lejos de all¨ª se encuentra el Palacio de Miraflores, sede del Gobierno de Venezuela y despacho oficial del presidente de la Rep¨²blica, donde se toman las grandes decisiones.
Recientemente, una vez m¨¢s, el mandatario Nicol¨¢s Maduro aument¨® el salario m¨ªnimo para hacer frente a la inflaci¨®n, situ¨¢ndolo en unos 250.000 bol¨ªvares mensuales, unos 100 euros. Este incremento viene acompa?ado de una situaci¨®n de mucha tensi¨®n y expectativa, con una crisis social desbordada y una devaluaci¨®n de la moneda frente al d¨®lar incontrolable que, unido a las pocas divisas disponibles para importar productos ha acelerado el coste de la vida. Un kilo de carne de res equivale a la tercera parte de un salario m¨ªnimo y una barra de pan puede costar 10.000 bol¨ªvares o cuatro euros.
Antes este pa¨ªs era muy rico, ahora somos muy pobres Hombre sin hogar de Caracas
Con estas cifras no parece mal negocio dedicarse a este oficio aunque no est¨¢ exento de riesgos. Vlad¨ªmir P¨¦rez tiene 25 a?os y lleva siete trabajando en el r¨ªo. ¡°Con el dinero que gano aqu¨ª me da para vivir y mantener a mi familia, pero me gustar¨ªa dedicarme a otra cosa. El olor es insoportable y no te lo quitas nunca de encima. Las enfermedades de la piel son muy frecuentes y tambi¨¦n las gastroenteritis por tragar algo de agua, pero lo m¨¢s peligroso son las crecidas repentinas del cauce debido a las lluvias, que provocan avalanchas que te pueden arrastrar y morir ahogado¡±.
R¨ªo abajo discurre la autopista Francisco Fajardo, columna vertebral de esta urbe que se encuentra encajonada en un valle y que, ideol¨®gicamente, esta divida en dos partes. Por un lado, los seguidores mayoritariamente chavistas que ocupan la parte oeste, donde est¨¢n ubicados todos los ¨®rganos de poder, el centro de la ciudad y tambi¨¦n algunos de los barrios m¨¢s pobres. Por otro lado, al este, sede de entidades bancarias, grandes empresas y urbanizaciones, se encuentran los opositores.
¡°En la basura se encuentra de todo, la basura lo da todo¡±. Quien as¨ª habla es un joven que, como muchos otros caraque?os, se ha visto obligado a buscar en la basura su alimento diario. Se les puede ver al caer la tarde, cuando cierran los supermercados y los centros comerciales tiran las sobras de los restaurantes y los productos en mal estado. ¡°A veces da para vivir, pero de qu¨¦ vale vivir de los deshechos de otro¡±, afirma mientras se lleva a la boca los restos de una tarta de chocolate pegados a su embalaje original. ¡°Antes este pa¨ªs era muy rico, ahora somos muy pobres¡±, concluye.
Para combatir el desabastecimiento y prevenir tanto los saqueos en los centros de distribuci¨®n como el contrabando y el mercado negro, se crearon los CLAP (Comit¨¦s Locales de Abastecimiento y Producci¨®n), un sistema de reparto de productos de primera necesidad. La idea original era que el arroz, harina de ma¨ªz y aceite llegaran casa por casa a todos por igual, priorizando a las personas con m¨¢s bajos recursos econ¨®micos. El problema es que esto excluye a todos aquellos que viven en la calle, al no poder contar con ning¨²n tipo de registro. Otras de las quejas han sido la corrupci¨®n y la arbitrariedad en el reparto, as¨ª como la poca cantidad de alimentos suministrados.
En la esquina de una calle, Adriana revuelve el interior de una bolsa de basura en busca de algo que llevarse a la boca. No muy lejos, una amiga suya sostiene en brazos a su hija de a?o y medio. La piel de la peque?a est¨¢ cubierta de costras, s¨ªntoma de falta de higiene y mala alimentaci¨®n. ¡°Averiguo la calidad de la comida por su olor y el color que tiene¡±, explica mientras va separando trozos de fruta y restos de pollo asado.
Averiguo la calidad de la comida por su olor y el color que tiene Adriana, mujer sin techo
La necesidad no distingue entre chavistas y opositores. Cada vez son m¨¢s los venezolanos que se ven en esta situaci¨®n. ¡°Yo ahora estoy en la calle, pero sigo yendo a ver a mi familia. Me fui porque no quer¨ªa ser una carga m¨¢s para ellos¡±, comenta El Blanquito, un joven de 23 a?os que no quiere dar su nombre real. ¡°Hace tres a?os todo era m¨¢s econ¨®mico, hab¨ªa m¨¢s trabajo, buenos sueldos. Ahora con el salario m¨ªnimo es imposible¡±, suspira con cierto aire de nostalgia. Y contin¨²a: "Aqu¨ª hay mujeres con dos y tres muchachos; no puedo yo conmigo mismo, ?c¨®mo van a poder ellas?"
En el distrito de Bello Monte, la realidad no es tan bonita como su nombre indica. Un grupo de sin techo, m¨¢s enganchados a las drogas que a la vida, cocinan arroz con carne debajo de un puente de la autopista Francisco Fajardo, a orillas del r¨ªo Guaire. ¡°Todo lo que sacamos es de la basura. Aqu¨ª vivimos seis y no dejamos que venga nadie m¨¢s, nos protegemos unos a otros¡±, comenta Germ¨¢n, mientras da vueltas al guiso dispuesto sobre una hoguera improvisada. ¡°Antes viv¨ªa abajo, al lado del r¨ªo, ten¨ªa cocina y una mujer, me pod¨ªa lavar¡ Pero los bichos me com¨ªan y la mujer se fue con otro. Ahora me siento c¨®modo, pero mejor que en una casa no, porque decir eso es mentira¡±.
El ruido de los coches pasando por encima de la cabeza es constante y el ambiente est¨¢ impregnado de olor a chamusquina. No en vano, varios colchones calcinados se esparcen en el fondo de la estancia. Para acceder a esta particular vivienda con vistas al Guaire hay que encaramarse a uno de los pilares que sostienen la autopista, dejando el cuerpo suspendido en el aire por unos momentos a cinco metros del lecho del r¨ªo, un movimiento que sus habitantes realizan con la agilidad propia de quien lo ha repetido muchas veces.
¡°Hoy El Blanquito no ha venido¡±, comenta Germ¨¢n mientras se?ala un reguero de sangre que se pierde en el cauce del r¨ªo. ¡°Parece que ayer acuchill¨® aqu¨ª a un hombre y tal vez lo ande buscando la polic¨ªa¡±, continua diciendo con total normalidad. La violencia en la capital venezolana es un mal end¨¦mico que ning¨²n Gobierno ha podido erradicar. El a?o 2016 se cerr¨® con 5.741 muertes, el peor dato de la ¨²ltima d¨¦cada. Muchas de ellas est¨¢n relacionadas con el hampa y el crimen organizado. Otras son ajustes de cuentas entre malandros que a veces acaban aqu¨ª, en el fondo del r¨ªo Guaire.
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