Los dilemas del feminismo en el mundo del siglo XXI
Las participantes (y alg¨²n hombre) en la Semana Internacional de la Sociedad Civil en Fiyi debaten sobre los problemas que enfrentan los movimientos en defensa de los derechos de las mujeres
?Hay uno o cientos de feminismos? ?C¨®mo se organizan las mujeres para ganar espacio en su lucha por un mundo igualitario? ?C¨®mo se financia este movimiento? Todas estas cuestiones se debatieron en una de las sesiones de la Semana Internacional de la Sociedad Civil 2017 (ICSW, por sus siglas en ingl¨¦s) organizada por la ONG Civicus en Fiyi. En torno a un c¨ªrculo, las congregadas (y alg¨²n hombre) de todos los rincones del mundo y edades dispares compartieron sus preocupaciones comunes y sus contradicciones.
Aleta Miller, representante de ONU Mujeres en Fiyi, recuerda que entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la agenda llamada a guiar la acci¨®n internacional hacia un mundo m¨¢s justo e igualitario en 2030, hay uno que es decisivo para las mujeres. El n¨²mero cinco: lograr la igualdad de g¨¦nero y autonom¨ªa de las mujeres. "Es crucial para lograr espacio para el movimiento feminista y el movimiento feminista es necesario para conseguirlo", sostiene la experta. Pero su lucha todav¨ªa est¨¢ estigmatizada y ganar espacios para hacerse escuchar es una tarea extenuante. A veces, en determinados pa¨ªses, es actividad de riesgo.
"Soy feminista y lo digo aqu¨ª porque en donde vengo no lo puedes expresar libremente", proclama Teldah Mawarire, coordinadora de campa?as de Civicus en Zimbabue. All¨ª, dice, son ridiculizadas como activistas y como mujeres. "En mi pa¨ªs eres la esposa de alguien, incluso cuando vas al m¨¦dico, lo primero que te pregunta es si est¨¢s casada", explica. Cuando se manifiestan es peor. "Nos acosan; hay hombres que vienen a tocarnos dici¨¦ndonos que eso es lo que pedimos, lo que nos gusta. Cuando vamos a denunciarlo, la polic¨ªa nos pregunta si tenemos evidencias. Al final, siempre queda impune", prosigue.
Soy feminista y lo digo aqu¨ª porque en donde vengo no lo puedes expresar libremente ? Teldah Mawarire, Zimbabue.
Con todo, "las mujeres siguen en la primera l¨ªnea peleando por la justicia social", asegura Miller. Una de ellas es Noelene Navoulivou, asesora de pol¨ªticas de Voces Diversas y Acci¨®n para la Igualdad (Diva, por sus siglas en ingl¨¦s) en Fiyi, quien comenz¨® cuestionando el nombre de la charla: La reducci¨®n del espacio para el feminismo. Ella no cree que la represi¨®n sea un problema exclusivo de las feministas. "Muchos activistas sufren esta amenaza. Lo que pasa es que cada vez estamos m¨¢s conectadas y parte de este rechazo es porque estamos llegando a ciertos lugares en los que antes no est¨¢bamos y con otro modo de organizarnos. En realidad, la presi¨®n significa que lo estamos haciendo mejor en muchos aspectos", apunta positiva.
Lejos de la autocompasi¨®n y complacencia, las congregadas se retan a continuaci¨®n a tener conversaciones inc¨®modas en su declarado espacio seguro en una habitaci¨®n de la Universidad del Pac¨ªfico Sur, donde se celebra el encuentro. "Tenemos que tener cuidado, hemos de ser solidarias, pero suficientemente abiertas entre nosotras como para cuestionarnos, siempre dentro de un marco pol¨ªtico para no hacernos da?o", sugiere Navoulivou.
Los apellidos del feminismo
A¨²n con la igualdad y la libertad como objetivos comunes, en cada grupo, pa¨ªs y contexto las prioridades son distintas. La conversaci¨®n se plaga as¨ª de feminismo con apellidos: econ¨®mico, LGTBI, ind¨ªgena, ecol¨®gico, de tal o cual religi¨®n¡ Para Navoulivou, el movimiento es uno, pero con distintos espacios de acci¨®n. ¡°Desde mi punto de vista, va sobre los derechos sociales, econ¨®micos y clim¨¢ticos en todas partes. Eso es el feminismo: luchar por la libertad de todo el mundo", opina. Diva, la organizaci¨®n de lesbianas feministas a la que representa tiene por objetivo ¡°acabar con el patriarcado y otras formas de opresi¨®n para lograr la igualdad de g¨¦nero total¡±. ¡°Pero si alguien no quiere trabajar con nosotras porque defendemos los derechos LGTBI, simplemente tiene que decirlo y buscaremos a otros socios¡±, dice Navoulivou rotunda.
Esta es precisamente una de las conversaciones dif¨ªciles a las que se refiere la activista. "Hay que escarbar en las cuestiones sucias de las que normalmente no queremos hablar. Tenemos que preguntarnos por qu¨¦ no dejamos a determinadas personas involucrarse", comienza. Se refiere as¨ª a la resistencia de algunas a incluir a los colectivos LGTBI, al que ella pertenece, en el movimiento feminista.
En el c¨ªrculo de trabajo creado caben todas las familias feministas, la de las lesbianas como Navoulivou, las que luchan por el derecho a la tierra o contra la violencia de g¨¦nero. Tambi¨¦n los hombres que, como Pepe Onziema, director de Smug en Uganda, organizaci¨®n informal en defensa de los derechos de la comunidad LGTBI en uno de los pa¨ªses m¨¢s hom¨®fobos del mundo, encontr¨® en el feminismo un aliado. "El movimiento en el pa¨ªs nos abri¨® las puertas y, lejos de querer robarles su espacio, trabajamos para construir nuevos juntos", asegura. "Yo tambi¨¦n soy feminista", aclara. Su activismo le podr¨ªa costar la vida, los asesinatos de homosexuales en Uganda son habituales, pero ¨¦l se queda. "Es la ¨²nica manera de cambiar el pa¨ªs. No voy a consentir que me echen", termina.
¡°Es importante que haya mujeres en el poder porque somos pacificadoras y resolvemos los problemas sin violencia Louise Dumas, Filipinas
En busca esa comprensi¨®n que Onziema encontr¨® en las feministas ugandesas, una ronda de caf¨¦s en peque?os grupos (sin caf¨¦, pero en torno a una mesa) facilita al medio centenar de asistentes conocer las realidades ajenas. Mientras que en la regi¨®n del Pac¨ªfico las mujeres han hallado en la lucha contra el cambio clim¨¢tico una bandera compartida, en Am¨¦rica Latina hablan de "guerra contra las mujeres" dado su alto ¨ªndice de feminicidios y violaciones. ¡°No podemos salir de manera segura a las calles¡±, alerta Mariana Belalba, miembro de Civicus en Venezuela.
"El problema del feminismo all¨ª es que, debido a la situaci¨®n humanitaria, las mujeres se centran en traer comida y medicinas para las familias. Y otros problemas con el aborto o la salud sexual y reproductiva han quedado apartados¡±, lamenta? Belalba. El problema, aunque aparcado, sigue ah¨ª; de hecho, Venezuela registra una de las tasas m¨¢s altas de fecundidad adolescente de Am¨¦rica Latina. Cada a?o nacen 93 beb¨¦s por cada 1.000 mujeres de entre 15 y 19 a?os. Dicho de otro modo: el 23% del total de nacimientos son de madres adolescentes, seg¨²n Unicef, la mayor¨ªa en situaci¨®n de pobreza extrema, en zonas rurales y afrodescendientes o ind¨ªgenas.
Siguiente parada: Filipinas. Al otro lado del Pac¨ªfico, aqu¨ª en la mesa de al lado, Louise Dumas, de Misiones Rurales de Mindanao Norte, advierte que, en su pa¨ªs, ¡°el poder est¨¢ tomado por los hombres¡±.? Ellas pelean por lograr acceso al poder en una sociedad muy patriarcal ¡°con un presidente muy sexista¡±, afirma. Y en tiempos de tensiones como las que vive su pa¨ªs, con una guerra contra la droga que est¨¢ causando cientos de muertes y el Estado Isl¨¢mico anidando en el sur, ¡°es importante que haya mujeres porque somos pacificadoras y resolvemos los problemas sin violencia¡±, subraya. El problema, indica, es que la poblaci¨®n femenina est¨¢ poco unida. ¡°Hay mujeres ind¨ªgenas, musulmanas y cristianas y les es muy dif¨ªcil organizarse¡±, apunta.
La sostenibilidad del movimiento y el ejemplo de Frida
A los apellidos, las diferencias, las amenazas externas... se suma otra batalla: la de los fondos. Cada una de las organizaciones se afana por atraer recursos. Los necesitan para sostener sus proyectos y estructuras, pero no quieren tener que aparcar sus agendas en favor de las de sus donantes, que no siempre coinciden, ni entrar en una guerra fratricida.
La organizaci¨®n Frida ha encontrado el modo de resolver ambos problemas y uno m¨¢s, el de la dificultad de la juventud para hacer escuchar su voz y valer su talento. Su modelo es simple: un fondo gestionado por j¨®venes feministas para financiar proyectos transformadores de otras j¨®venes feministas. Sus donantes son, explica Betty Barkha, consejera de Frida en Fiyi, de fundaciones privadas. "La mejor parte de esto es que son las propias mujeres la que deciden lo que necesitan y lo que quieren para resolver sus propios problemas", prosigue.
La mejor parte de Frida es que son las propias mujeres la que deciden lo que necesitan y lo que quieren para resolver sus propios problemas Betty Barkha, consejera de Frida en Fiyi.
Son las propias chicas las que presentan sus candidaturas para recibir ayuda. Los requisitos b¨¢sicos son: que sean emergentes movimientos de base del sur global sin acceso a los grandes donantes y usen estrategias novedosas ¡ªdesde la m¨²sica, la pintura o las redes sociales¡ª para lograr sus objetivos, siempre relacionados con mujeres j¨®venes marginalizadas como prostitutas, refugiadas, con discapacidad, transg¨¦nero, lesbianas, rurales o pobres.? Y por supuesto que la mayor¨ªa de integrantes (70%) sean menores de 30 a?os.
Pasada esta criba, todos los proyectos son sometidos a una votaci¨®n en la que feministas de todo el mundo eligen los que ser¨¢n finalmente financiados con 5.000 d¨®lares. "Y no controlamos en qu¨¦ se gastan el dinero, aunque nos comunican sus avances", se?ala?Barkha. "Son ellas las que deciden en qu¨¦ lo emplean", subraya. Su mecanismo de elecci¨®n y gesti¨®n de los fondos chocan con las maneras de trabajar de algunos donantes y ONG que solicitan participar en el proceso de selecci¨®n y posterior vigilancia de los progresos. "En esos casos, rechazamos el dinero", asegura la representante de la organizaci¨®n. "Podr¨ªan poner a un hombre a realizar esas labores y esta es una organizaci¨®n de mujeres para mujeres", zanja.
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