Salgamos del barro, queridas
Que cada una permita, desee, haga y deshaga lo que quiera. Pero sin ceder terreno, ni retrasar la lucha, que bastante agotadora es ya
A nadie se le ocurre pensar que toda una grada vaya a estar de acuerdo con el ¨¢rbitro en un partido de f¨²tbol, que a todos los asistentes a un festival les guste el mismo concierto y la misma cerveza o que todos los cu?ados se pongan de acuerdo en la cena de Nochebuena. Pasa exactamente lo mismo con las discrepancias entre las feministas, que son como las que existen entre los pol¨ªticos, los taxistas, las familias numerosas o los actores: habituales y necesarias.
La historia est¨¢ llena de ellas. A Catharine MacKinnon nunca le pareci¨® bien el feminismo liberal de Betty Friedan; a Betty Friedan acab¨® pas¨¢ndole factura su relaci¨®n con Gloria Steinem (y la rivalidad entre ambas, a la que despu¨¦s se sum¨® Bella Abzug, es ¨¦pica); a Gloria Steinem le trajo problemas?Germaine Greer por algunas cuestiones relacionadas con el derecho al aborto; y a Germaine Greer se le atragant¨® el liberalismo sexual de Kathy Acker.
Es hasta absurdo (por evidente) tener que apuntar que ser mujer no implica pensar, sentir o creer en algo concreto o de una forma determinada. Y menos mal. La pluralidad, los debates, las corrientes y las contracorrientes, los movimientos, las teor¨ªas y los t¨¦rminos... Todos y entre todos han dado forma a los millones de feminismos que hoy existen, tantos como mujeres que creen en esta lucha por la igualdad; sin uniformes, eso s¨ª, y de forma individual. Cada una con su pasado, sus rutinas, sus trabajos, sus amores y sus fobias, sus series de televisi¨®n preferidas, su gusto u odio por el chocolate, la ciencia ficci¨®n o los canguros, sus ganas y su pereza. Cada una, de su padre y de su madre, s¨ª, porque ser mujer no implica llevar bajo el brazo una gu¨ªa del feminismo perfecto, como no implica saber planchar camisas o hacer puchero.
No se trata de abrir un paraguas gigante bajo el que meter a todas las mujeres ¡ªla alienaci¨®n y el progreso no se llevan del todo bien¡ª, ni se trata de construir un redil con obligaciones, prohibiciones, permisos o dec¨¢logos. Pero despu¨¦s de unos cuantos siglos de lucha feminista, se presupone el conocimiento y la adhesi¨®n a algunos conceptos b¨¢sicos e indiscutibles, entre ellos que las mujeres son propietarias exclusivas de sus cuerpos, sus deseos y sus voluntades, y que los hombres, bajo ning¨²n concepto, pretexto o excusa, tienen derecho a traspasar cualesquiera que sean esos l¨ªmites.
Ha sido eso, en gran parte, lo que ha herido a tantas y tan hondo. El manifiesto que impuls¨® Catherine Millet hace justo una semana y que apoy¨® Catherine Deneuve (con disculpa posterior incluida, lo hizo el pasado domingo en Lib¨¦ration) junto a un centenar de artistas e intelectuales francesas oponi¨¦ndose al movimiento #MeToo, es agarrar las ¨²ltimas d¨¦cadas de lucha y tirarlas a la basura. Se supon¨ªa que eso ya estaba m¨¢s que masticado y digerido, se supon¨ªa que la diferencia (abismal) entre acoso y seducci¨®n estaba clara, y que lo que nos hab¨ªa convertido en ¡°pobres indefensas bajo el control de demonios fal¨®cratas¡±, como apuntaba aquel texto, era precisamente esa falta de discernimiento masculino entre deseo, propiedad y derecho sobre el cuerpo de las mujeres ¡ªalgo que el caso Weinstein ha puesto bajo dos lupas, la nuestra, por supuesto, y lo que es m¨¢s importante, tambi¨¦n la de ellos¡ª.
Sorprende, entristece e inquieta, claro, que todav¨ªa haya ciertas mujeres a las que tambi¨¦n les cueste distinguir, y que adem¨¢s usen la potencia del altavoz p¨²blico que su trabajo y su trayectoria les proporciona. Tenemos, todas, derecho a decidir d¨®nde est¨¢n esos l¨ªmites, y cada una tendr¨¢ los suyos, faltar¨ªa m¨¢s. Si a Deneuve, Millet o Gloria Friedmann no les incomoda el roce de un pene en su muslo o una mano en su culo sin invitaci¨®n previa, est¨¢n, por supuesto, en su derecho, pero es irresponsable afirmar y firmar que eso no es acoso, ni agresi¨®n, ni violencia sexual, que no pasa nada y que se nos est¨¢ yendo de las manos, que corremos el riesgo de pasarnos de la raya con este tema.
Este tema, que es el de decidir qui¨¦n quiero que me toque, qu¨¦, cu¨¢ndo y d¨®nde, es uno de los m¨¢s importantes y viejos del feminismo. No parece muy sensato hablar de ¡°caer en el exceso¡± cuando la cuesti¨®n es la libertad para decidir qu¨¦ hacemos con nuestros cuerpos y qu¨¦ pueden hacer los dem¨¢s. Aclarado eso, tampoco parece muy sensato seguir en este barro: ensucia, confunde y despista, divide. En la libertad inherente al propio feminismo, que cada una permita, desee, haga y deshaga lo que quiera. Pero sin ceder terreno, ni regalar victorias, ni multiplicar batallas, ni retrasar la lucha. Bastante agotadora es ya.
El manifiesto con el que Caroline de Haas contest¨® a Catherine Deneuve
Aquel argumento viejo y confuso sobre la galanter¨ªa, esa especie de borrado de los l¨ªmites, ha indignado durante la ¨²ltima semana a miles de mujeres en todo el mundo: activistas o menos activistas, las redes sociales, los medios de comunicaci¨®n, te¨®ricas, analistas y pol¨ªticas como S¨¦gol¨¨ne Royal, la secretaria de Estado para la Igualdad de G¨¦nero de Francia, Marl¨¨ne Schiappa, o la exministra de los derechos de la mujer y senadora del Oise, Laurence Rossignol. Y fue eso lo que hizo que Caroline de Haas decidiera escribir un manifiesto que diera respuesta a la tribuna contra lo que el centenar de firmantes llam¨® ¡°puritanismo sexual¡±. Para de Haas no hay nada sorprendente en esos argumentos: ¡°Lo triste es que estas personalidades utilizan su visibilidad en los medios para difundir ideas muy antiguas y completamente falsas sobre la igualdad, el feminismo o la violencia. Y env¨ªan el mensaje de que las mujeres son en parte responsables de la violencia que sufren. Esto es lo que los agresores intentan hacer creer. Una mujer nunca es responsable de la violencia que sufre. Nunca¡±.
La pelea contra esos argumentos ya polvorientos tienen m¨¢s que ver con la convicci¨®n que con el sexo y, seg¨²n la feminista francesa, la educaci¨®n temprana solucionar¨ªa parte del problema. ¡°La gran mayor¨ªa de las mujeres y los hombres desconocen cu¨¢n masiva es la violencia en nuestra sociedad. En Francia, m¨¢s de 200 mujeres son violadas diariamente. 200. Mientras no tomemos conciencia de esto, no tendremos ¨¦xito en la lucha¡±. Para de Haas solo hay una forma de dar la pelea: ¡°No dejar pasar ni una¡±. Intervenir, dice, convencer y transformar a las mujeres y hombres que nos rodean y convertirlos en activistas contra la violencia. ¡°Somos millones. Si todos lo hacemos, podemos cambiar el mundo¡±.
Puedes leer, a partir de aqu¨ª, el manifiesto.
Cada vez que los derechos de las mujeres avanzan, que las conciencias se despiertan, aparecen las resistencias. En general, suelen hacerlo con un "es cierto, por supuesto, pero ...". Este 9 de enero, tuvimos un "el #Metoo estuvo bien, pero ...". La verdad es que no hay nada nuevo en cuanto a los argumentos utilizados. Los encontramos en el texto publicado en Le Monde, alrededor de la m¨¢quina de caf¨¦ en el trabajo o en una comida familiar. Esta tribuna es un poco ese colega inc¨®modo o el t¨ªo pesado que no se entera de lo que est¨¢ pasando.
"Podr¨ªamos ir demasiado lejos". En cuanto la igualdad avanza, aunque sea medio mil¨ªmetro, unas cuantas almas buenas nos alertan inmediatamente de que podr¨ªamos caer en el exceso. Exceso, justo en eso estamos, s¨ª. Ese el mundo en el que vivimos. En Francia, cada d¨ªa, cientos de miles de mujeres son v¨ªctimas de acoso. Decenas de miles de agresiones sexuales. Y cientos de violaciones. Cada d¨ªa. La caricatura es obvia.
"Ya no podemos decir nada". Como si el hecho de que nuestra sociedad tolere -un poco- menos que antes los comentarios sexistas, como los racistas o los hom¨®fobos, fuera un problema. "Bueno, la verdad es que era mejor cuando pod¨ªamos tratar a las mujeres de zorras tranquilamente, ?eh?" Pues no. El lenguaje influye en el comportamiento: aceptar insultos contra las mujeres significa permitir la violencia. Dominar el idioma es se?al de que nuestra sociedad progresa
"Es puritanismo". Hacer pasar a las feministas por reprimidas, incluso por mal folladas: la originalidad de quienes firman la tribuna es ... desconcertante. La violencia afecta a las mujeres. Todas las violencias. Pesan en nuestras mentes, nuestros cuerpos, nuestros placeres y nuestras sexualidades. ?C¨®mo vamos a imaginar, aunque solo sea un momento, una sociedad libre en la que las mujeres dispongan de sus cuerpos y de su sexualidad plena y libremente cuando m¨¢s de la mitad de ellas afirman haber sufrido violencia sexual?
"Ya podemos ligar". Las mujeres que firman la tribuna mezclan deliberadamente una relaci¨®n de seducci¨®n, basada en el respeto y en el placer, con la violencia. Mezclar todo es muy pr¨¢ctico, as¨ª se puede meter todo en el mismo saco; b¨¢sicamente, si el acoso o la agresi¨®n no son m¨¢s que un flirteo cansino, no es en realidad tan grave. Se equivocan. Entre ligar y acosar no hay una diferencia de grado, sino de naturaleza. La violencia no es una ¡°seducci¨®n aumentada". En uno, consideramos al otro como un igual, respetando sus deseos, sea quien sea; en el otro, como un objeto disponible, sin hacer ning¨²n caso de sus propios deseos o su consentimiento.
"La responsabilidad es de las mujeres". Quienes firman la tribuna hablan sobre la educaci¨®n que se les debe dar a las ni?as para que no se dejen intimidar. Por lo tanto, a las mujeres se las responsabiliza de no ser atacadas. ?Cu¨¢ndo pondremos la responsabilidad de no violar ni agredir sobre los hombres? ?Qu¨¦ pasa con la educaci¨®n de los ni?os?
Las mujeres son seres humanos. Como el resto. Tenemos derecho al respeto. Tenemos el derecho fundamental de no ser insultadas, silbadas, agredidas ni violadas. Tenemos el derecho fundamental de vivir nuestras vidas con seguridad. En Francia, en Estados Unidos, en Senegal, en Tailandia o en Brasil: y eso no es lo que sucede hoy. En ninguna parte.
Muchas de ellas suelen denunciar r¨¢pidamente cuando los machistas son hombres de barrios de la clase trabajadora. Pero una mano en el culo, cuando la pone alguno de su entorno, es "derecho a molestar". Esta especie de ambivalencia da cuenta del feminismo que defienden.
Con ese texto, intentan volver a bajar esa pesada tapa que ya hab¨ªamos empezado a levantar. No lo conseguir¨¢n. Somos v¨ªctimas de la violencia. No nos da verg¨¹enza. Ya nos hemos puesto de pie. Fuertes. Entusiasmadas. Decididas. Terminaremos con las violencias sexistas y sexuales.
?Los cerdos y sus c¨®mplices est¨¢n preocupados? Es normal. Su viejo mundo est¨¢ desapareciendo. Muy lentamente -demasiado lentamente- pero inexorablemente. Algunas reminiscencias polvorientas no cambiar¨¢n nada, aunque hayan sido publicadas en Le Monde.
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