Yo s¨ª te creo, Woody
Estamos ante el equivalente medi¨¢tico a la guillotina, para regocijo de las ¡®tricoteuses¡¯ de la Revoluci¨®n Francesa
Fue un momento televisivo inquietante. All¨ª estaba, sentada en su tribunal medi¨¢tico, convertida en juez oficiante ante el jurado seleccionado y convocado por ella misma: Oprah Winfrey, la m¨¢s rutilante estrella de la televisi¨®n norteamericana, en su programa CBS Sunday Morning, de millonaria audiencia. Frente a ella, las organizadoras del movimiento Time¡¯s Up (se acab¨® el tiempo para los hombres abusadores sexuales, se entiende): la productora Katheleen Kennedy y las actrices Natalie Portman y Reese Witherspoon entre otras, todas ellas poderosas figuras en Hollywood.?
La semana anterior, la hija adoptiva de Woody Allen y Mia Farrow, Dylan Farrow, hab¨ªa tuiteado, durante los premios Golden Globes: ¡°?Cu¨¢ndo se le acaba el tiempo a Woody Allen?¡±. Se refer¨ªa a la acusaci¨®n de haberla asaltado sexualmente en 1992 cuando ten¨ªa siete a?os. Entonces una investigaci¨®n no encontr¨® evidencia suficiente para llevar a juicio al cineasta. A?os m¨¢s tarde, en 2014, ya adulta, Dylan repiti¨® los cargos contra ¨¦l en The New York Times, desencadenando una nueva tormenta medi¨¢tica. El director, de nuevo, neg¨® los hechos con un relato en el mismo diario que me pareci¨® detallado y coherente. Y ah¨ª qued¨® todo. Hasta que el movimiento MeToo irrumpi¨® como un hurac¨¢n el oto?o pasado y lo cambi¨® todo, bajo la premisa ¡°hay que creer a todas las mujeres¡±, siempre.
?Aportaba Dylan detalles o elementos nuevos para dar m¨¢s peso a su denuncia? S¨ª, una descripci¨®n gr¨¢fica de tocamientos y posturas, con el impacto a?adido de ofrecer su relato para la TV, lo que refuerza su credibilidad. ?Hab¨ªa surgido alguna nueva evidencia probatoria para reabrir el caso? No. Por otra parte, Allen no tiene ninguna otra acusaci¨®n, ni antes ni despu¨¦s, de abusos sexuales, en una largu¨ªsima carrera de cinco d¨¦cadas. Pero hete aqu¨ª que Oprah Winfrey pregunta a su ¡°jurado¡± de poderosas hollywoodienses: ¡°?Qu¨¦ os gustar¨ªa decirle a Dylan? ?Se le acab¨® el tiempo a Woody Allen?¡±. Una tras otra contestaron: ¡°Eso espero¡±, ¡°por supuesto¡±, ¡°se acab¨®¡¡±. Eso en televisi¨®n. En Twitter, media docena de actrices y actores que hab¨ªan trabajado con ¨¦l ¡ªincluidos los de su ¨²ltima pel¨ªcula A Rainy Day in New York, de pr¨®ximo estreno¡ª lo repudian p¨²blicamente y prometen no volver a trabajar nunca con ¨¦l.
Si el movimiento MeToo tomara esta deriva de delirante intolerancia en el terreno art¨ªstico, entrar¨ªamos en una noche inquisitorial y puritana
Pero la cosa no queda ah¨ª. El ataque contra el ciudadano Allen, a cuenta de su supuesto crimen sexual, se hace extensivo a toda su obra. El 4 de enero, The Washington Post public¨® un reportaje de un periodista que, tras leer 56 cajas de los archivos privados de Allen depositados en la Biblioteca de Princeton, concluye: "Est¨¢ obsesionado con las adolescentes". Para el autor, Richard Morgan, la prol¨ªfica obra (48 films) de un cineasta que ha recibido 23 nominaciones al Oscar y ganado cuatro (adem¨¢s de brindar la ocasi¨®n de ganarlo a tres actrices), y que cuenta con millones de seguidores en todo el mundo, es "mis¨®gina" de cabo a rabo, y podr¨ªa resumirse en el titular de una sola y reiterada pel¨ªcula: Mujer convertida en objeto por un hombre. Morgan concluye ¡ªtras recordar que en la ficci¨®n de Manhattan (1979) el actor Allen, que entonces ten¨ªa 43 a?os, se lo monta con Mariel Hemingway de 16¡ª que la obra del director ¡°reviste el crimen de arte¡±. Y lamenta que ¡°en los tiempos de MeToo, un trillado argumento moral se haya "petrificado en un amar el arte y odiar al artista ¡±, que exonerar¨ªa al primero.
?Qu¨¦ decir? Primero, que la obsesi¨®n de hombres maduros/viejos por jovencitas/adolescentes es un rasgo extendido y conocido desde el b¨ªblico Susana y los viejos (Libro de Daniel, cap¨ªtulo 14), hasta nuestro Camilo Jos¨¦ Cela ("Erotismo es una joven de 18 a?os desnuda sobre la mesa de la cocina¡±), pasando por el viejo Goethe (72) infatuado con la j¨®ven Ulrike von Levetzow (17). Segundo, Allen nunca ha ocultado su predilecci¨®n por las f¨¦minas muy j¨®venes: se enroll¨®, siendo ¨¦l cincuent¨®n, con la hija adoptiva de Mia Farrow, Soon-Yi Previn, cuando ten¨ªa 20 a?os (y probablemente antes) y luego se cas¨® con ella.
Tercero, todos tenemos un lado oscuro m¨¢s o menos oculto o reprimido (las m¨¢s de las veces sexual, seg¨²n nos revel¨® Freud). Quien est¨¦ libre de ese pecado que tire la primera piedra. Lo que cuenta moralmente no son las obsesiones recurrentes o las salas oscuras que tengas en tu subconsciente, sino lo que haces con ellas conscientemente, en tu mundo. Algunos artistas las afloran y hacen de ellas su material bruto de trabajo. Como apunt¨® Walter Benjamin: ¡°En el fondo de toda gran obra de arte hay un mont¨®n de barbarismo¡±. Si el movimiento MeToo, cuyo papel es insustituible, tomara esta deriva de delirante intolerancia en el terreno art¨ªstico, entrar¨ªamos en una noche inquisitorial y puritana en la que todos los gatos (sexuales) se volver¨ªan pardos (moralmente reprobables o potencialmente delictivos).
?C¨®mo calificar todo esto? Antes de definir la naturaleza de este peculiar proceso, evaluemos las penas ya impuestas: sin duda, econ¨®micas para las pel¨ªculas y la futura carrera del cineasta, que quedar¨¢ arruinada; ciertamente, devastadoras para su honor, imagen y reputaci¨®n; casi con seguridad, su muerte civil ¡ªamigos y relaciones que le har¨¢n el vac¨ªo (?hasta en Oviedo se platean qu¨¦ hacer con su estatua y con su Premio Pr¨ªncipe de Asturias!)¡ª; y, art¨ªsticamente, 50 a?os de obra cinematogr¨¢fica manchados de un solo brochazo descalificador.
No caen cabezas, pero se destruye moralmente a una persona, cuya vida social, p¨²blica y profesional es guillotinada
Recuerden que no estamos ante una acusaci¨®n de zona gris ¡ª¡°acoso¡±, ¡°conducta impropia¡± o ¡°abuso de poder¡±¡ª que merezca credibilidad porque haya varias testigos coincidentes, y cuyo merecido castigo es, debe ser, el oprobio p¨²blico y la dimisi¨®n o p¨¦rdida del cargo profesional, pero nada m¨¢s (y nada menos). El abuso sexual infantil es un crimen grav¨ªsimo castigado con a?os de c¨¢rcel. Pero ah¨ª estaban, la gran Oprah y su ¡°jurado¡± manifestando que ¡°esperan que el tiempo de Allen se haya acabado¡±. No dicen abiertamente que sea culpable de asalto sexual a una menor (no pueden sin arriesgarse a una querella por difamaci¨®n). Pero no hace falta: eso es, efectivamente, lo que est¨¢n haciendo.
Estamos ante el equivalente medi¨¢tico, en el siglo XXI, a la guillotina para regocijo de las tricoteuses de la Revoluci¨®n Francesa. No caen cabezas, pero se destruye moralmente a una persona, cuya vida social, p¨²blica y profesional es guillotinada. Con una diferencia: entonces un ¡°tribunal revolucionario¡± fing¨ªa un proceso sumar¨ªsimo ¡ªacusaciones, pruebas, testigos y veredicto¡ª, mientras que hoy las sumas sacerdotisas de Time¡¯s Up, y la plebe desatada en las redes sociales, dictan sentencia y la ejecutan ipso facto, sin proceso alguno.
Confieso no tener ni idea sobre si Dylan dice la verdad o si Allen es inocente. Pero esa no es la cuesti¨®n. Hubo una investigaci¨®n exhaustiva en su momento (1992) que no encontr¨® pruebas para juzgar al cineasta. Hoy, cuando la ¨²nica evidencia nueva ante nosotros es la palabra, que es tanto como decir el coraz¨®n y la memoria insondables, de los protagonistas, el evang¨¦lico ¡°no juzgues y no ser¨¢s juzgado¡±, es la ¨²nica actitud decente para empezar. Ahora, tras su famoso discurso en los Golden Globes, que la ha convertido en capitana general del movimiento contra los Wensteins de este mundo (¡°hombres brutalmente poderosos¡±), e incluso en potencial candidata a la Casa Blanca, han aflorado fotos ¡°comprometedoras¡± en las que Oprah aparece en cari?osa camarader¨ªa con el monstruo.
Podemos preguntarnos: ?Qu¨¦ sab¨ªa Oprah, y cu¨¢ndo lo supo? ?Acaso no es el mantra de MeToo y de Time¡¯s Up que ¡°todo el mundo ¡ªen Hollywood y en el ambiente en el que Wenstein se mov¨ªa¡ª lo sab¨ªa y todo el mundo callaba?. ?Tenemos derecho a juzgarla por esas fotos? ?No deber¨ªamos preguntarnos: Se ha acabado el tiempo para Oprah?. ?Por supuesto que no! Pero antes es preciso dejar claro que el vergonzoso juicio medi¨¢tico orquestado por ella para su audiencia millonaria, al pronunciarse sobre un delito much¨ªsimo m¨¢s grave que el del silencio c¨®mplice, repugna al sentido de la justicia, al due process (garant¨ªas procesales) y a la presunci¨®n de inocencia.
Por ello, no puedo sino decirle al gran director, cuya obra adoro, pero dejando completamente al margen sus m¨¦ritos art¨ªsticos, que no hacen al caso:?Mientras no se demuestre lo contrario, yo s¨ª te creo, Woody.
Javier de la Puerta es profesor de Pol¨ªtica Internacional en ISA (International Studies Abroad) en Sevilla y editor de la plataforma Dare-Think.
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