¡°Es imposible transmitir la angustia de ese encierro¡±
El responsable del centro log¨ªstico del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, Pablo Yuste, habla de la misi¨®n en Yemen, una de las m¨¢s complicadas en las que ha participado
En un d¨ªa habitual, mi trabajo es bastante normal. Trabajo en el centro log¨ªstico del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) en Las Palmas de Gran Canaria, desde donde abastecemos a las operaciones en ?frica Occidental, Norte de ?frica y Am¨¦rica Latina. Nuestro centro fue clave para facilitar la respuesta al ¨¦bola y hoy en d¨ªa estamos dando servicios important¨ªsimos en la crisis alimentaria causada por Boko Haram en Nigeria y la regi¨®n circundante, gracias al apoyo de la Cooperaci¨®n Espa?ola. Sin embargo, el gran n¨²mero de emergencias que afronta la comunidad humanitaria me saca a menudo de la rutina del trasiego de comida (355.000 toneladas de alimento en los ¨²ltimos cinco a?os), para apoyar las necesidades log¨ªsticas en puntos m¨¢s remotos.
En los ¨²ltimos tres a?os he trabajado en tres emergencias humanitarias muy graves. Emergencias que calificamos de nivel tres, el m¨¢s alto, porque requieren la movilizaci¨®n interna de recursos a escala mundial. Me involucr¨¦ en la respuesta al ¨¦bola, en la crisis en el norte de Nigeria provocada por Boko Haram y, recientemente, me he integrado en el equipo de respuesta al hambre y al c¨®lera en Yemen, coordinando la parte log¨ªstica de la respuesta.
El PMA trabaja en la emergencia causada por el conflicto en Yemen desde su inicio, proporcionando acceso de la poblaci¨®n a alimentos en un contexto de escasez extrema. Solo en diciembre, ofrecimos asistencia alimentaria a 6,4 millones de personas, pr¨¢cticamente doblando el n¨²mero de beneficiarios en un a?o.
No somos una organizaci¨®n especializada en respuestas sanitarias. Sin embargo, la magnitud sin precedentes del brote epid¨¦mico de ¨¦bola propici¨® que en 2014 la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) solicitara al PMA apoyo log¨ªstico en su respuesta. Cuando la nueva emergencia m¨¦dica en Yemen volvi¨® a requerir un fuerte apoyo log¨ªstico, la OMS recurri¨® de nuevo al PMA y se decidi¨® reunir en lo posible de nuevo al mismo equipo para aprovechar la experiencia anterior.
Si bien la respuesta al ¨¦bola tuvo una enorme complejidad t¨¦cnica debido a la letalidad del virus, no se lleg¨® nunca a las cifras que se manejan en el caso de Yemen. A mediados de noviembre de 2017, 913.741 personas hab¨ªan sufrido el c¨®lera en el pa¨ªs. De estas, las muertes asociadas son 2.196, frente a los 28.616 casos y los 11.310 decesos producidos por el ¨¦bola. Sin embargo, una menor letalidad no justifica una menor respuesta cuando tantos y tantos miles de personas sufren el azote de una enfermedad totalmente prevenible.
Trabajar en pa¨ªses en conflicto nunca es f¨¢cil por las dificultades de coordinaci¨®n y la inseguridad. Ambos provocan en nosotros, los trabajadores humanitarios, la frustraci¨®n ante las v¨ªctimas y no poder ayudar a la velocidad que nos gustar¨ªa
He de confesar que a mi llegada a Yemen pens¨¦ que la misi¨®n no parec¨ªa tener mayor complicaci¨®n. Sin embargo, este contexto ha sido uno de los m¨¢s complicados que he encontrado por la falta de acceso provocada por el conflicto. Tras una semana de trabajo en la coordinaci¨®n con los compa?eros de la OMS, all¨¢ por el mes de julio, se defini¨® que la estrategia a seguir estar¨ªa basada en tres pilares fundamentales: apoyo log¨ªstico (medicinas y suministros esenciales para la respuesta m¨¦dica), construcci¨®n de 32 centros de tratamiento de c¨®lera, y comunicaciones (rehabilitando y conectando a Internet cada centro de respuesta a la emergencia para facilitar el flujo de datos que permitiera el seguimiento del brote epid¨¦mico).
Con estas l¨ªneas de trabajo, comenzamos una actividad fren¨¦tica en coordinaci¨®n con las autoridades locales de ambas partes del conflicto para ampliar el n¨²mero de camas de hospital lo antes posible. Los objetivos eran que los pacientes tuvieran un lugar digno para su tratamiento, que los medicamentos llegaran a tiempo y que los datos necesarios para identificar los nuevos focos de c¨®lera estuvieran disponibles para que los equipos de OMS y Unicef pudieran llevar a cabo las medidas de salud p¨²blica m¨¢s adecuadas (tratamiento de agua, campa?as de higiene y educaci¨®n, detecci¨®n de casos, hidrataci¨®n de pacientes menos graves¡).
La burocracia del conflicto
Trabajar en pa¨ªses en conflicto nunca es f¨¢cil por dos motivos fundamentales: las dificultades de coordinaci¨®n y la inseguridad. Ambos provocan lo que en definitiva es falta de acceso y en nosotros, los trabajadores humanitarios, la frustraci¨®n ante las v¨ªctimas y no poder ayudar a la velocidad que nos gustar¨ªa.
A veces cuesta creer lo burocr¨¢tica que es la guerra. Cada movimiento que un actor humanitario hace dentro de un conflicto activo como el de Yemen supone una comunicaci¨®n a las partes para que estas a su vez autoricen el movimiento correspondiente. De otro modo, se corre el riesgo de entrar en una zona en la que se est¨¢n produciendo hostilidades en ese momento. O mucho peor, ser tomado como una de las partes del conflicto y ser atacado como un combatiente m¨¢s, como tuvieron ocasi¨®n de comprobar M¨¦dicos sin Fronteras con el bombardeo de uno de sus centros de tratamiento de c¨®lera al norte del pa¨ªs. Pese a toda esa burocracia, o coordinaci¨®n, no existe el riesgo cero y a veces los actores humanitarios somos atacados o directamente o bien como da?os colaterales.
El ser humano es capaz de acostumbrase a todo
Otras veces la burocracia se ve sesgada por intereses de los combatientes en un intento de ralentizar o dificultar la asistencia a determinadas poblaciones a favor de otras. O incluso de evitar la entrada de cualquier actor que pueda ser testigo inc¨®modo durante las hostilidades. En definitiva, la burocracia, fr¨ªa como un muro, act¨²a aisl¨¢ndonos del aut¨¦ntico motivo de nuestro trabajo y vocaci¨®n: la poblaci¨®n m¨¢s desfavorecida. Es dif¨ªcil expresar, cuando eso ocurre, la frustraci¨®n que produce. Es imposible transmitir la angustia que causa ese encierro.
Por otro lado, esa vocaci¨®n y ese ansia leg¨ªtima de asistir a las poblaciones no puede hacernos olvidar que trabajamos en un contexto inseguro. A menudo, cuando la burocracia cede o se encuentra una peque?a grieta para poder prestar la asistencia, fruto del ansia de ayudar, el humanitario se olvida de su propia seguridad. Olvida tambi¨¦n que su seguridad va ¨ªntimamente unida a la seguridad de la poblaci¨®n a la que se asiste. Un error en la evaluaci¨®n de un riesgo puede acabar, por ejemplo, en el ataque de un reparto de alimentos. Un trabajador humanitario atacado deriva a menudo en el fin de todos los programas en una zona e incluso en un pa¨ªs.
El d¨ªa a d¨ªa
Esos dos extremos, la acci¨®n y la preparaci¨®n, hacen que el tiempo pase de forma bastante mon¨®tona. En pa¨ªses de alta inseguridad como Yemen, una misi¨®n puede llevar una larga preparaci¨®n, una larga espera sembrada por peticiones, papeleo¡ Se suceden los documentos (concepto de operaciones de la misi¨®n, aprobaci¨®n interna, aprobaci¨®n por los contendientes, negociaciones con actores armados en el terreno¡) y las cancelaciones entre viajes de una residencia bunkerizada a una oficina blindada en coches blindados. Por fin, cuando los astros se alinean, llega el momento de la misi¨®n y la obligaci¨®n de sacar el m¨¢ximo provecho de ella para seguir los proyectos, ajustar las iniciativas, corregir errores¡ Mientras, solo la inestimable ayuda de nuestro personal local nos permite seguir prestando la ayuda. Ser nuestros ojos y nuestras manos, mientras no podemos asistir directamente. Ellos, aunque sometidos pr¨¢cticamente a los mismos protocolos de seguridad, pueden moverse con menos dificultad dentro de su pa¨ªs al verse menos expuestos a determinados riesgos.
El descanso
La monoton¨ªa y frustraci¨®n de las misiones se ve interrumpida por el ansiado periodo de descanso y recuperaci¨®n (R&R en ingl¨¦s), una pausa de una semana en el extranjero cada cuatro a ocho semanas en funci¨®n de la peligrosidad del pa¨ªs y el estr¨¦s de la misi¨®n. Esta pausa es obligatoria y desde fuera a menudo se ve como un privilegio innecesario. Un descanso cada cuatro semanas, como es en el caso de Yemen, parece a cualquiera que no haya experimentado el trabajo en estas circunstancias un lujo pr¨¢cticamente excesivo. Sin embargo, yo, que comenc¨¦ en este trabajo en tiempos donde los protocolos no eran tan estrictos, creo conocer el motivo de la necesidad de un R&R. El ser humano es capaz de acostumbrase a todo.
Recuerdo en el a?o 2003, m¨¢s o menos a partir de un mes de presencia en la guerra de Irak, todo pasaba a parecer normal. Observaba un tiroteo con la misma sensaci¨®n del que ve una traca de petardos en una feria mientras un ataque de morteros ten¨ªa la misma reacci¨®n que cruzar una calle con el sem¨¢foro en rojo. Atenci¨®n, pero un riesgo aceptado. El descanso no es solo necesario para dar salida a la frustraci¨®n y el estr¨¦s de trabajar un mes sin descanso: es la forma en la que podemos mantenernos alerta y eficientes. Pese a todo, es imposible no pensar en la misi¨®n y en la poblaci¨®n cuando uno se marcha. Para ellos, no hay descanso.
El impacto
A menudo, es dif¨ªcil evaluar el impacto de tanto trabajo, tantos recursos y tanto esfuerzo invertido. La guerra tiene la mala costumbre de no solo dificultar el trabajo, sino de destruir de un d¨ªa para otro lo que cuesta enormemente construir. Sin embargo, mientras escribo puedo decir que los retos siguen siendo eso: retos. Dificultando el avance, pero no haci¨¦ndolo imposible. Treinta centros de tratamiento de c¨®lera est¨¢n en marcha en mayor o menor medida en todo el pa¨ªs. Los medicamentos est¨¢n llegando y aquella ni?a que recibi¨® su di¨¢lisis a tiempo seguir¨¢ tambi¨¦n adelante. Una de esas veces que pones cara a la gente a la que sirves. Los datos que llegan de los centros de emergencia a la Organizaci¨®n Mundial de la Salud son cada vez m¨¢s esperanzadores, a pesar de asomarnos a un nuevo posible brote de difteria que puede hacer necesario que nuestro apoyo contin¨²e. Aunque, como dec¨ªa, la guerra es un monstruo caprichoso al que le gusta destruir, no es excusa para cruzarse de brazos.
Pablo Yuste es director del Dep¨®sito de Respuesta Humanitaria del Programa Mundial de Alimentos.
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