Pa¨ªs con 100 millones de habitantes busca sistema sanitario universal
La falta de recursos y personal lastra los t¨ªmidos avances del servicio de salud en Etiop¨ªa
En una rotonda mal asfaltada se ultima la construcci¨®n de un moderno edificio de tres plantas. Frente a ¨¦l, el restaurante Addis Ababa ofrece a los turistas la tradicional injera et¨ªope y cobra 23 birr (en torno a 0,8 euros) por una botella de litro y medio de agua. Inasequible para los vecinos que viven a mano derecha, en un amasijo de viviendas de cemento rematadas con tejados de uralita y aluminio. Por una galer¨ªa se llega a un patio, donde el agua que beben sus habitantes lleva casi dos a?os contaminada con heces y aguas fecales.
Es Zarespiki, en Ad¨ªs Abeba, la capital de Etiop¨ªa. El segundo pa¨ªs m¨¢s poblado de ?frica y, pese a su vertiginoso crecimiento econ¨®mico (por encima del 10% en la ¨²ltima d¨¦cada), uno de los ¨²ltimos en el ?ndice de Desarrollo Humano: es el 174? de 188. El cemento y el asfalto cubren casi toda la ciudad, cuya r¨¢pida expansi¨®n en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha dejado problemas estructurales como la falta de agua potable, la ausencia de saneamiento o la poluci¨®n. Son retos a?adidos a la desnutrici¨®n, las muertes infantiles y maternas, el VIH o la tuberculosis. Enormes problemas de salud que el Programa de Extensi¨®n Sanitaria, una ambiciosa iniciativa gubernamental que lleva 15 a?os en funcionamiento, trata de encarar inventando la forma de superar la falta de medios. El reto es enorme: atender las necesidades m¨¦dicas de los m¨¢s de 100 millones de et¨ªopes.
Ante la falta de profesionales cualificados?¡ªsolo hay unos 1.500 especialistas m¨¦dicos en todo el pa¨ªs¡ª los poderes p¨²blicos llevan a?os apostando por soluciones de urgencia para intentar mejorar las cifras (de personal y de salud nacional). La idea de la extensi¨®n pasaba por formar a toda velocidad a agentes sanitarios, que ser¨ªan los encargados los servicios m¨¦dicos a unos ciudadanos acostumbrados a intentar usarlos solo en casos extremos. En las ¨¢reas urbanas, visitando a la poblaci¨®n correspondiente a cada centro de salud. En las rurales, a trav¨¦s de peque?os puestos de salud atendidos, para superar las reticencias culturales propias de cada lugar, a personas de la propia comunidad con una formaci¨®n b¨¢sica. Esa estructura se complementa los ej¨¦rcitos de desarrollo sanitario, que enrolan a cabezas de familia (en la pr¨¢ctica, a las mujeres) para involucrarlas en el cuidado de la salud de la aldea o barrio, especialmente en temas como la salud materna o la planificaci¨®n familiar.
El dibujo, sobre el papel, parece simple. Pero la compleja realidad del pa¨ªs complica su puesta en pr¨¢ctica. El crecimiento econ¨®mico superior al 10% no se traduce directamente en gasto social. Y hay ampl¨ªsimas zonas rurales aquejadas de sequ¨ªas, inundaciones y tensiones pol¨ªticas constantes. Y en las ciudades la situaci¨®n tampoco es f¨¢cil. En muchas partes de Ad¨ªs, el agua potable y el saneamiento a¨²n son un lujo y todav¨ªa quedan por construir 40 de los 120 ambulatorios que en teor¨ªa deben cubrir la capital.
En la barriada de Zarespiki junto al restaurante Addis Ababa, Medhanit Zewedu da el pecho a su hijo peque?o, de un a?o, en una de las dos angostas estancias en las que vive con su marido, polic¨ªa, y su otra hija, de ocho. A sus 29 a?os, es la l¨ªder del ej¨¦rcito sanitario de esta zona. ¡°Tenemos problemas con la alimentaci¨®n de los ni?os y algunos casos de tuberculosis, pero la principal preocupaci¨®n es la contaminaci¨®n del agua¡±. En este revoltijo de viviendas solo hay tres letrinas ¡ªsimples y malolientes agujeros en el suelo asfaltado?¡ª para casi una treintena de familias.
En cifras
Etiop¨ªa
- 102,4 millones de habitantes.
- Tres camas de hospital por cada 10.000 habitantes.
- 2,8 profesionales m¨¦dicos cualificados por cada 10.000 habitantes.
- 353 muertes maternas por cada 100.000 nacimientos (en 2000 eran 897).
- 68,4 muertes de menores de cinco a?os por cada 1.000 nacidos vivos (en 2000 eran 143,7).
El agua de las fuentes lleva contaminada m¨¢s de un a?o, y la soluci¨®n, que compete al Ayuntamiento, no ha llegado a¨²n (ni se le espera). As¨ª que las extensionistas de salud del centro del distrito, el de Afincho Ber, les proporcionan una soluci¨®n a base de cloro para potabilizar el l¨ªquido.
¡°Por ese problema de agua ten¨ªamos muchos casos de diarrea, sobre todo entre los ni?os¡±, cuenta Medhanit Zewedu. ¡°Y lo normal era darles un remedio tradicional a base de caf¨¦ y miel¡±. Ahora, dice, o bien llaman a las extensionistas o van directamente al centro de salud. Las mujeres del ¡°ej¨¦rcito¡± tambi¨¦n se re¨²nen peri¨®dicamente para comentar los problemas sanitarios (y otros) de los vecinos. Son la primera l¨ªnea de defensa. Medhanit ¡ªque pas¨® por una formaci¨®n de cuatro meses¡ª comparte con ellas la informaci¨®n y las campa?as de concienciaci¨®n transmitidas por las extensionistas: medidas contra la tuberculosis, prevenci¨®n para el VIH, lactancia materna, planificaci¨®n familiar¡ Los avances llegan, aunque lentamente: la tasa de mortalidad infantil se ha reducido un 40% en la ¨²ltima d¨¦cada, pero a¨²n mueren 64 ni?os por cada 1.000 nacidos vivos (16 veces mayor que en Espa?a).
¡°Lo mejor de este plan es que ha creado una demanda por parte de la poblaci¨®n: hay m¨¢s gente que exige un servicio, y eso nos obliga a mejorar¡±
Las agentes sanitarias, que se llevan desplegando en el pa¨ªs desde hace una d¨¦cada, visitan a todas las familias de la zona que tienen asignada y tratan de controlar los brotes de enfermedades, hacen un seguimiento a los pacientes dados de alta o del estado nutricional de los ni?os y se aseguran de que todos contin¨²en su tratamiento. ¡°Me gusta ayudar a la comunidad, pero este trabajo es muy duro: son muchas horas¡±, dice Ayhalem Bekele, una de las que trabaja en el centro de Afincho Ber.
Esta red de extensionistas (m¨¢s de 38.000) ha ido ampliando su formaci¨®n con los a?os, aunque por ahora solo una de cada cuatro ha alcanzado el nivel de una enfermera titulada. Pero empiezan a conseguir que barrios y pueblos que viv¨ªan de espaldas al sistema de salud sepan que este existe y que pueden hacer uso de ¨¦l. Aunque ese conocimiento sirve de poco si las familias con pocos recursos (la mayor¨ªa) no pueden pagar por el tratamiento. En teor¨ªa, los identificados como vulnerables tienen una tarjeta con la que el tratamiento y las medicinas son gratuitas. Pero varios pacientes en el centro de salud de Afincho Ber se quejan de que no siempre es as¨ª.
¡°El Gobierno subsidia los medicamentos para que todos puedan afrontar su compra¡±, asegura Melaku Yoima, experto del ministerio de Salud. ¡°Y mientras tanto, seguimos trabajando en un seguro m¨¦dico universal a trav¨¦s de diversos sistemas: uno, comunitario que garantice la atenci¨®n gratuita a los m¨¢s vulnerables, otro seguro social para quienes tienen empleos formales y otro para los empleados p¨²blicos¡¡±, explica el funcionario. La Cooperaci¨®n Espa?ola trabaja con el ministerio y apoya la elaboraci¨®n de esos programas.
Mientras tanto, otra queja de los pacientes es que no siempre hay medicamentos disponibles. La abuela sonriente que vive junto a Medhanit recuerda una vez que se cay¨® y se rompi¨® una pierna. Tuvo que ir directamente al Black Lion, un mastod¨®ntico complejo que es el principal hospital de Ad¨ªs. ¡°Me dijeron que no ten¨ªan lo que necesitaban para curarme¡±. Este problema se agrava en las ¨¢reas rurales, donde a la limitada formaci¨®n de las extensionistas rurales (tres meses) se suma la ausencia de remedios o, seg¨²n algunas denuncias, la corrupci¨®n a la hora de despacharlos. Las constantes tensiones pol¨ªticas, agravadas desde la dimisi¨®n del primer ministro Hailemariam Desalegn la semana pasada, tampoco ayudan.
En todo Etiop¨ªa solo hay unos 1.500 m¨¦dicos especialistas para m¨¢s de 100 millones de personas
Ya enorme escasez de personal preparado se agrava por las fugas. Los m¨¦dicos et¨ªopes est¨¢n bien valorados en el extranjero y, mientras aqu¨ª un reci¨¦n graduado cobra unos 7.200 birr mensuales (cerca de 220 euros), en Estados Unidos puede multiplicar sus ingresos. Las propias extensionistas cobran entre 2.500 y 5.000 birr (75-150 euros) por un trabajo a tiempo completo. ¡°Hay muchos profesionales que prefieren trabajar fuera, y no encontramos m¨¦dicos suficientes pese a haber ampliado las facultades y facilitado el acceso a la profesi¨®n¡±, reconoce Melaku Yoima, del ministerio. "Pero lo mejor de este plan es que hemos creado una demanda por parte de la poblaci¨®n", se felicita el funcionario. "Ahora hay m¨¢s gente que exige un servicio, y eso nos obliga a evolucionar".
Planificaci¨®n familiar
Los datos oficiales muestran que esta "extensi¨®n" de los servicios sanitarios ha tenido un impacto en el uso de m¨¦todos de planificaci¨®n familiar. Las agentes sanitarias como Ayhalem Bekele explican el funcionamiento de estos sistemas a las mujeres, y estas lo comentan entre ellas en el seno de los ej¨¦rcitos de desarrollo sanitario. Mujeres como Medhanit incluso reparten preservativos en sus comunidades.
El porcentaje de mujeres casadas de entre 15 y 49 a?os que usan alg¨²n tipo de m¨¦todo anticonceptivo moderno (como implantes o inyectables) ha pasado del 6% en 2000 al 36% en 2016. Pero todav¨ªa cuatro de cada 10 mujeres et¨ªopes en ese rango de edad dicen que sus necesidades de planificaci¨®n familiar no se ven cubiertas.
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