Steven Spielberg: ¡°El miedo es mi combustible¡±
Ha sembrado el p¨¢nico, hecho llorar, emocionado y sacudido en sus butacas a los espectadores de todo el mundo. Dice que le gusta combinar mensaje y entretenimiento, "medicina y az¨²car". Tras Los archivos del Pent¨¢gono, alegato en defensa de los c¨®digos ¨¦ticos del periodismo, regresa a la ciencia-ficci¨®n con Ready Player One, un cuento futurista sobre la realidad virtual que plantea un interrogante: "Cu¨¢ntos preferir¨ªan vivir en un mundo ficticio antes que transformar aquel en el que nacieron".
A LOS 16 A?OS, Steven Spielberg (Cincinnati, 1946) compr¨® un pase de turista para entrar en los estudios Universal durante tres d¨ªas. Al cuarto, salud¨® al vigilante, este le devolvi¨® el saludo y entr¨® como si nada. Se pas¨® tres meses mamando el oficio en un recinto ubicado a los pies de esas colinas con la palabra "Hollywood". Aprendi¨® a editar, accedi¨® a un rodaje de Hitchcock, vio desnudo a Marlon Brando. Poco despu¨¦s, ya no hubo forma de sacarlo del per¨ªmetro. Corr¨ªa el rumor de que el chico hab¨ªa logrado hacerse con un despacho y un tel¨¦fono. Lo contrataron a los 22 a?os, cuando le ense?¨® al jefe su primer corto profesional, Amblin (1968). En este lugar dirigi¨® su primer episodio de una serie, su primera pel¨ªcula para televisi¨®n, su primer largometraje para cine. Con el segundo, Tibur¨®n, el sobrecoste y los retrasos auguraban una cat¨¢strofe b¨ªblica. La estren¨® en 1975. Ten¨ªa 28 a?os. Se convirti¨® en la pel¨ªcu?la m¨¢s taquillera de la historia. En 1981 present¨® ante el mundo al arque¨®logo Indiana Jones y fund¨® su productora, que bautiz¨® como aquel corto: Amblin. Levant¨® sus oficinas en el mismo recinto. Y aqu¨ª sigue.
Su guarida tiene aspecto de hacienda mexicana, con un sello a la entrada: una luna en cuyo interior se recorta la silueta de un ni?o volando en bicicleta con un extraterrestre. El port¨®n es de madera y al atravesar el umbral hay una vitrina con tres oscars. Al otro lado del patio se abre un pasillo donde cuelgan carteles de pel¨ªcu?las que remiten a su infancia, como Flash Gordon's Trip to Mars (1938) y Forbidden Planet (1956). Junto al de War of the Worlds (1953) y el de La dolce vita (1960) se accede a una estancia de aire colonial. All¨ª transcurre la espera antes de la entrevista. De pronto se abre la puerta con un chirrido y entra un tipo con un respaldo ergon¨®mico. "Para el se?or Spielberg". Lo acopla a una de las sillas. Por lo que parece, el se?or Spielberg, de 71 a?os, debe de estar sufriendo de la espalda. Chirr¨ªa de nuevo la puerta, y una mujer se presenta como su asistente: "Est¨¢ terminando de almorzar". Son las 13.30: es posible inferir que acostumbra a comer hacia la una de la tarde. Y coloca una grabadora sobre la mesa: "Para su archivo personal".
¡°Las redes sociales han creado una excusa para perder el contacto f¨ªsico entre seres humanos. Me asusta. Creo en el valor de mirar a los ojos y tener una conversaci¨®n¡±
Tres m¨¢quinas recreativas de los ochenta rompen con la armon¨ªa de la sala. Quiz¨¢ figuren para subrayar la promoci¨®n de Ready Player One, su pr¨®xima pel¨ªcu?la, y la que ha propiciado el encuentro. La superproducci¨®n se estrena el 29 de marzo y en sus vallas publicitarias, que ya pueblan Los ?ngeles, se ve a un joven tras unas gafas de realidad virtual, con el mensaje: "Acepta tu realidad o lucha por una mejor". El argumento se inspira en un best seller hom¨®nimo de ciencia-ficci¨®n: a?o 2045, el mundo est¨¢ en ruinas y la humanidad vive enganchada a OASIS, un espacio de realidad virtual m¨¢s hermoso que la vida, donde cada uno puede decidir su nombre, su g¨¦nero, su aspecto. En definitiva: puede ser quien desee ser. Ese para¨ªso ficticio, que act¨²a como sedante de una poblaci¨®n explotada, es un c¨®ctel de sabidur¨ªa pop de los ochenta, considerada "can¨®nica": en el universo de Ready Player One se venera el videojuego Pac-Man, la pel¨ªcula Juegos de guerra, y hay infinidad de referencias a muchos iconos que Spielberg ayud¨® a cimentar.
Ernest Cline, el autor de la novela, reconoci¨® que nunca la hubiera escrito sin los "atracones" de Spielberg: "Marc¨® mi vida". Ha marcado la de millones. Quiz¨¢ por eso, una de las m¨¢quinas recreativas de la estancia, la de Indiana Jones y el templo maldito, ejerce una atracci¨®n incontrolable sobre cualquiera que se haya criado con su cine. El dibujo en la consola muestra el rostro del malvado Mola Ram y a Harrison Ford descamisado y con sombrero. El videojuego est¨¢ desenchufado, pero en la pantalla se distingue una frase congelada: "Fortune and glory". La cita despierta como un fogonazo en la mente la escena de Indy con Tap¨®n, su joven ayudante, cuando le explica qu¨¦ le empuja a la aventura: "Fortuna y gloria, muchacho".
Y entonces se intuyen pasos ah¨ª fuera, y la puerta vuelve a chirriar, y entra Spielberg en la sala, delgado y algo renqueante, con un termo de caf¨¦ en la mano. Viste chaqueta negra, pantal¨®n claro, deportivas. Ronda el metro setenta. Se sienta en la silla con respaldo ergon¨®mico y dice: "No soy el atleta que sol¨ªa ser". Su voz desprende los matices arenosos de la senectud. Sus ojos color mar chispean tras las gafas.
Qu¨¦ impresi¨®n da ver esa m¨¢quina recreativa de El templo maldito... En esa pel¨ªcula conoc¨ª a mi esposa [la actriz Kate Capshaw]. Llevamos casados desde entonces.
Y aterroriz¨® a los ni?os, cuando Indiana Jones se volv¨ªa malo. Lo convierten en parte de los adoradores de Kali. Pero no hab¨ªa que preocuparse. Nunca lo dejar¨ªamos as¨ª, a¨²n le quedan muchas aventuras.
Ahora estrena la pel¨ªcula Ready Player One. ?Qu¨¦ le gustar¨ªa contar de ella? Hemos tratado de inventar un nuevo g¨¦nero de aventuras. Uno que sucede en dos lugares de forma simult¨¢nea. Es casi como viajar a la tierra de Oz, pero sin necesidad de golpear los talones para volver a Kansas. De hecho, es m¨¢s dif¨ªcil escapar de OASIS, el mundo digital, que salir de Oz. Es una par¨¢bola actualizada de muchas historias que han invitado al p¨²blico a abandonar el mundo conocido y adentrarse en otro imaginario. Y quiz¨¢ sea el universo m¨¢s emocionante del que he tenido el honor de formar parte como cineasta.
¡°Decir que ¡®Tibur¨®n¡¯ o ¡®Star Wars¡¯ arruinaron el negocio del cine porque EE UU desarroll¨® una mentalidad dirigida al taquillazo es una teor¨ªa totalmente corrupta¡±
?Por qu¨¦? En OASIS puedes ser lo que quieras. Creas la persona o la criatura. Dise?as tu avatar y puedes vivir la vida del personaje; ser el h¨¦roe que siempre has deseado, el villano de tu subconsciente. Me ha permitido rodar una pel¨ªcula sobre dos mundos. Es una aventura, una gran competici¨®n entre el mundo real y el digital.
En la novela se describe el mundo virtual: "Se ha convertido una prisi¨®n autoimpuesta para la humanidad. Un lugar placentero para que las personas se escondan de sus problemas mientras la civilizaci¨®n se desmorona". ?Nos dirigimos hacia ese colapso? Es solo una pel¨ªcula, aunque se puede leer como un cuento con moraleja: demasiado de algo bueno resulta perjudicial. Recuerdo cuando ten¨ªa tres a?os y lleg¨® a casa la primera tele. Mis padres vieron que era peligrosa, te pod¨ªas volver un adicto al tubo. Me limitaron las horas, a un par por semana. Ten¨ªan gran capacidad de anticipaci¨®n. Muchos de mi generaci¨®n se perdieron en ella, aunque tambi¨¦n aprendimos mucho. Cualquier nuevo medio puede ser usado o abusado. Y, en este caso, la moraleja consiste en que el mundo real se cae a pedazos en 2045, en lo econ¨®mico y tambi¨¦n moral y espiritualmente. Y mucha gente, por poco dinero, puede escapar a otra existencia de su creaci¨®n. Y olvidarse de c¨®mo les afecta el mundo real.
?Le preocupa c¨®mo comienzan a mezclarse las redes sociales y la realidad virtual? Las redes sociales han creado una excusa para perder el contacto visual entre seres humanos. Los nuevos medios no requieren del cara a cara para comunicarse, y creo en el valor de mirar a los ojos de una persona y tener una conversaci¨®n. Me asusta eso. Hoy existe menos contacto social. Nunca he estado en Facebook ni en Twitter.
En esa ficci¨®n hay refugiados, cambio clim¨¢tico, crisis energ¨¦tica, multinacionales fascistas. Parece querer advertir de algo. Las personas deber¨ªamos centrar la atenci¨®n en el mundo que nos rodea. Todo nuevo medio que proporciona una v¨¢lvula de escape de nuestras responsabilidades es un peligro. Esta pel¨ªcula trata de ilustrar cu¨¢ntos preferir¨ªan vivir en un mundo de su creaci¨®n antes que transformar aquel en el que nacieron. No digo que est¨¦ pasando ahora.
Pero es una advertencia. Hoy hay m¨¢s noticias que nunca. Pero son tantas que tenemos que elegir qu¨¦ creer. Cuando era peque?o solo hab¨ªa tres canales y unos pocos peri¨®dicos, y cuando me contaban lo que pasaba les cre¨ªa. En esta ¨¦poca, con ese horrible hashtag de las fake news y una pl¨¦tora de canales de distribuci¨®n dando todo tipo de ¨¢ngulos sobre la misma historia, algunos de ellos con la intenci¨®n de alejarte de la verdad, se vuelve cada vez m¨¢s complicado descubrir qu¨¦ es cierto y qu¨¦ no.
Hace poco, un grupo de adolescentes me daba su interpretaci¨®n de cu¨¢ndo algo se convert¨ªa en noticia: "Cuando aparece en Instagram". Me recuerda al juego del tel¨¦fono estropeado. Uno dice la verdad, pero la persona n¨²mero 500 ya no ha o¨ªdo palabra por palabra lo que la segunda persona escuch¨® de la primera. Es un juego de ni?os. No me creo nada de Instagram.
Abord¨® este tema en la reciente Los archivos del Pent¨¢gono. ?Por qu¨¦ casi han coincidido ambos estrenos? Llevaba trabajando en Ready Player One tres a?os. Me sobraba tiempo mientras completaban los efectos digitales. Y entonces le¨ª el guion de Los archivos... y me di cuenta de que lo ocurrido en 1971 era escandalosamente similar a lo que est¨¢ pasando hoy en el Gobierno de nuestro pa¨ªs. Sent¨ª que todos nosotros ¡ª Tom Hanks, Meryl Streep, yo mismo, y los guionistas y las productoras¡ª ten¨ªamos una responsabilidad social; deb¨ªamos hacernos eco de la historia para que aterrizara en el ciclo de noticias actual. Lo hicimos un poco como un servicio p¨²blico. Ninguno cobr¨®.
Parece como si rodara dos tipos de pel¨ªculas: las de aventuras y aquellas que siente la necesidad de hacer. Necesito hacer cada una de ellas. Incluso las que solo pueden ser valoradas como puro entretenimiento escapista. Siento el ansia de entretener, y tambi¨¦n de llamar la atenci¨®n sobre materias relevantes para que los j¨®venes puedan aprender de ellas.
¡°Reemplac¨¦ a mi familia rota con personajes rotos a trav¨¦s de los cuales pod¨ªa contar mi vida. Muchas de mis pel¨ªculas cuentan c¨®mo era ser el hijo de un divorcio¡±
?Unas las hace por puro divertimento y otras como servicio p¨²blico? A veces hago pel¨ªculas porque s¨¦ que el p¨²blico las va a disfrutar, porque son una aventura, con muchos efectos especiales y grandes personajes, y s¨¦ que los espectadores van a gritar y a re¨ªr y se van a volver locos. He hecho Ready Player One por ese motivo. Pero no la hubiera elegido si no tuviera ese mensaje tan relevante sobre las decisiones que hemos de tomar hoy ante esa disyuntiva: comprometerse con los asuntos sociales o perderse en un mundo de realidad virtual.
?Primero echa la vista atr¨¢s, a la historia, para explicar el presente, y luego va al futuro, con el mismo objetivo? La historia est¨¢ por todas partes, nos rodea. Est¨¢ en nuestro futuro, y tambi¨¦n en nuestro pasado. Me encanta la historia. Me vuelve loco, es mi tema favorito.
Un cr¨ªtico asegura que usted se ha convertido en "nuestro profesor de historia natural". Supongo que ya soy lo suficientemente viejo. No hubiera reaccionado muy amablemente hace 20 a?os, pero ahora mi aspecto es m¨¢s el de un profesor. As¨ª que no me ofende la descripci¨®n, es acertada. Pero no soy un cineasta did¨¢ctico. No hago pel¨ªculas solo para impartir una lecci¨®n. Cada una, incluso aquellas con un mensaje contempor¨¢neo muy relevante que quiero que todos escuchen, tambi¨¦n tiene que ser entretenida. Los archivos del Pent¨¢gono deb¨ªa tener suspense, y ser r¨¢pida, como una redacci¨®n, no me interesaba hacer una pel¨ªcula educativa tipo Discovery Channel que fuera todo medicina y sin nada de az¨²car.
Medicina y az¨²car, quiz¨¢ sea la f¨®rmula de su conexi¨®n con el p¨²blico. Muy pocos est¨¢n al alcance de sus cifras astron¨®micas. Sus 30 largometrajes, sin actualizar los precios, han facturado casi 8.000 millones de euros. Durante el ¨²ltimo cuarto del siglo XX domin¨®, con su amigo George Lucas, la taquilla del globo. Cambiaron el cine y la forma de consumirlo. El reconocimiento le lleg¨® en los noventa, cuando gan¨® los tres oscars de su carrera (dos a mejor direcci¨®n; uno a mejor pel¨ªcula) con obras que conten¨ªan, digamos, m¨¢s medicina que az¨²car, como La lista de Schindler. Sus detractores, en cambio, rechazan su jarabe por el exceso de dulce; le acusan de haber "infantilizado la cultura". Pero hay un hecho incontestable: este se?or cuya barba hemos visto envejecer, y que hoy lleva bien recortada en una perilla, ha ayudado a configurar la forma de ver el mundo de varias generaciones, capaces de reproducir di¨¢logos enteros de su filmograf¨ªa.
Probablemente ha moldeado la mente de millones de personas. ?No le hace sentir cierta responsabilidad? No siento esa responsabilidad porque nunca he tenido la intenci¨®n de llamar la atenci¨®n sobre m¨ª mismo. Siento, modestamente, que he tenido mucha suerte en mi carrera. Adoro hacer cine. Pero no suelo mirar atr¨¢s. No me obsesiono. Raramente vuelvo a ver una pel¨ªcula que he dirigido. Solo he regresado a ellas a trav¨¦s de mis hijos, como cuando quisieron ver E.T. Sab¨ªa que el principio daba miedo, as¨ª que me sent¨¦ con ellos, para que no fuera demasiado angustioso. Suelo estar bastante liado planificando la siguiente como para volver atr¨¢s.
?Cu¨¢ntos proyectos suele tener en mente? Normalmente preparo solo uno cada vez, pero siempre estoy pensando qu¨¦ voy a hacer cuando acabe, as¨ª que tengo cuatro o cinco guiones en desarrollo. Probablemente solo acabe dirigiendo uno, pero ese trabajo ha de suceder antes. De otro modo se volver¨ªa un par¨¦ntesis demasiado grande. Y me encanta trabajar. No me gusta estar en casa mientras sue?o con trabajar. Me gusta so?ar mientras trabajo.
En alguna ocasi¨®n usted se ha retratado as¨ª: "No era divertido ser yo entre proyectos". ?No lo era! Y sigue sin serlo. Es verdad... El miedo, el estr¨¦s de la infancia y la adolescencia nunca se marchan. Incluso cuando superas la adolescencia, se queda contigo. Siempre me he sentido mejor en acci¨®n que en espera. Cuido de m¨ª haci¨¦ndome trabajar.
Hay quien le critica ¡ªa usted y a Lucas¡ª por haber empobrecido la cultura. La cr¨ªtica m¨¢s habitual que oigo dirigida hacia George y hacia m¨ª es que inventamos el taquillazo. Por supuesto, no lo inventamos. Cecil B. DeMille invent¨® el taquillazo. Lo que el viento se llev¨® y D. W. Griffith inventaron el taquillazo. A lo largo de las d¨¦cadas, cientos de pel¨ªculas se han convertido en las m¨¢s populares sobre la Tierra. Y cuando la gente dice que Tibur¨®n o Star Wars arruinaron el negocio porque Estados Unidos desarroll¨® una mentalidad ¨²nicamente dirigida al taquillazo, es una teor¨ªa absolutamente corrupta nacida de personas sin ning¨²n respeto por la historia del cine. El taquillazo ha existido desde la primera pel¨ªcula que se proyect¨® en un nickelodeon [los primeros cines, que cobraban la entrada a cinco centavos de d¨®lar, un nickel].
?Puede la cultura de masas ser arte? ?Qui¨¦n puede determinar qu¨¦ es arte? ?Qui¨¦n tiene derecho a decir que hay una ¨²nica definici¨®n y que estos ejemplos no caen dentro de esa categor¨ªa? Todo el mundo tiene derecho a definirlo del modo en que lo percibe. Para m¨ª existe arte en todo. Incluso en las malas pel¨ªculas. Siempre hay una escena interesante, y digo: "Ese momento fue tocado por la genialidad". Encuentro arte en cualquier lugar al que miro; en pel¨ªculas como Black Panther: es tanto un triunfo art¨ªstico como comercial y cultural. Cuando alguien trata de estrechar el foco del arte para satisfacer su propia definici¨®n, yo prefiero no contar con ese individuo.
Sting, en la cima de su carrera, se preguntaba: tengo ¨¦xito y dinero, ?sobre qu¨¦ voy a componer ahora? ?Cree que hay un precio creativo a pagar cuando uno se vuelve rico y es aplaudido? El ¨²nico precio es la p¨¦rdida de anonimato. Es un peque?o precio para m¨ª. Pero ha sido una imposici¨®n sobre mi familia. Cuando mis hijos estaban creciendo y ve¨ªan c¨®mo a su padre lo paraban extra?os en la calle, se preguntaban por qu¨¦ hablaba con esa gente si ni siquiera los conoc¨ªa, por qu¨¦ no estaba con ellos. Era muy duro estar en p¨²blico. Miraba a mis hijos y no les gustaba. Esa ha sido la cara amarga.
?Y desde un punto de vista creativo? Mire, no soy el tipo de creador que diga: sufro por mi arte. No sufro por mi arte. Me deleito con ¨¦l. Me entusiasma. Sencillamente, me da una nueva vida cuando estoy trabajando. Amo hacer pel¨ªculas. ?Si me preocupo? Por supuesto. ?Si me equivoco? A menudo. ?Tengo inseguridades en el trabajo de cada d¨ªa? Por supuesto. Pero eso para m¨ª es combustible para encontrar caminos que me saquen del atolladero en el que me gusta colocarme. Porque cuanto m¨¢s nervioso estoy como cineasta, m¨¢s ideas me vienen para resolver los problemas que todos los cineastas encuentran para contar historias.
Y si pierde esa sensaci¨®n, ?se acab¨®? No har¨ªa esto nunca m¨¢s. El miedo es mi combustible. No me gusta sentirlo. Pero la inseguridad que provoca el miedo es esa cosa ¨²nica que realmente me inspira con mejores ideas para contar historias de una forma distinta, lo adoro. Bueno, no lo adoro, no lo disfruto, pero trabajo mejor desde la ansiedad que desde un lugar de confianza.
El miedo, el terror, se encuentra muy presente en su filmograf¨ªa. Y suele aparecer representado en forma de algo que persigue al protagonista: dinosaurios, una gran bola de piedra, un cami¨®n sin conductor, nazis; elementos que provocan una huida hacia delante y desencadenan la acci¨®n. En Tibur¨®n, esa huida y ese terror tambi¨¦n estuvieron presentes durante la filmaci¨®n. Al poco de comenzar el rodaje, el mu?eco mec¨¢nico del escualo se estrope¨®. La reparaci¨®n llev¨® semanas, y provoc¨® que el realizador buscara alternativas para no detener la producci¨®n. Decidi¨® grabar parte de las escenas sin bicho. Y se sac¨®, del p¨¢nico que probablemente sent¨ªa, una soluci¨®n que cambi¨® el destino de la pel¨ªcula: los protagonistas disparaban al tibur¨®n unos arpones con un barril atado en el extremo. De modo que esas boyas surcando el agua eran, a ojos del p¨²blico, el tibur¨®n. M¨¢s cerca cuanto m¨¢s se aceleraba la m¨²sica. La mera sugerencia de la bestia resultaba incluso m¨¢s amenazante. Sus pel¨ªculas no son biogr¨¢ficas, pero es posible intuir en ellas aspectos de su vida. Hay algo inconcreto que parece perseguirle desde la infancia. En ocasiones lo ha exteriorizado citando el divorcio de sus padres, que rompi¨® el equilibrio familiar. Las obsesiones y los traumas a menudo se esconden en un rinc¨®n abandonado de la ni?ez. Y suelen configurar el motor de las personas creativas.
?Tiene usted un primer recuerdo relacionado con lo que es hoy, con su oficio, una de esas im¨¢genes que se comprenden a?os despu¨¦s, como un primer fogonazo que le indicara que se convertir¨ªa en cineasta? Recuerdo lo bien que me sent¨ªa cuando alguien me le¨ªa. Un sentimiento c¨¢lido y hermoso de crianza. Lo experimentaba cuando mi abuela me le¨ªa un cuento a los dos o tres a?os, cuando mi padre me le¨ªa ciencia-ficci¨®n a los siete u ocho, cuando mi madre, a una edad temprana, me le¨ªa poes¨ªa. Me encantaba que me leyeran. Liberaba mi imaginaci¨®n. Sus palabras disparaban im¨¢genes en mi mente, me tocaba a m¨ª rellenar los huecos, el aspecto de los monstruos y de los ¨¢ngeles y del h¨¦roe y la hero¨ªna. Cuando empec¨¦ a ver pel¨ªculas, no quedaba sitio para la imaginaci¨®n. En la mayor¨ªa de ellas, todos los huecos hab¨ªan sido cubiertos por el cineasta. Aunque te atrapaban con una historia estupenda. Y, si era buena, me gustaba verla una y otra vez. Dir¨ªa que el hecho de que me leyeran me ayud¨® a crear un lenguaje visual que luego me sirvi¨® bien en mi carrera.
Seg¨²n ha contado, le marc¨® Lawrence de Arabia, sobre todo ese instante cuando Peter O'Toole, ensangrentado, parece preguntarse: "?Qui¨¦n soy?". ?Por qu¨¦ hace usted cine? ?Para entenderse mejor? No lo observo desde un punto de vista intelectual. Me entiendo lo suficiente como para darme cuenta de que no me conozco nada. Y entonces creo que me comprendo y descubro que en absoluto. Si alg¨²n d¨ªa descubro realmente qui¨¦n soy, no me quedar¨¢n m¨¢s historias que contar. As¨ª que necesito mantener esa opci¨®n abierta, siempre.
?Y no es esa la gran pregunta, qui¨¦nes somos? S¨ª, qui¨¦nes somos, qu¨¦ hacemos aqu¨ª. Pero su respuesta no nos corresponde. Nunca me ha detenido la b¨²squeda de esa pregunta sobre qui¨¦nes somos. Y, si fallo al encontrarla, quiz¨¢ el siguiente proyecto me revele algo m¨¢s. Pero tampoco es lo que me empuja a contar historias. No estoy buscando una gu¨ªa sobre lo que me hace ser quien soy. Me aburro solo de pensarlo.
?Por qu¨¦ ve pel¨ªculas? Porque me gusta perderme. Y perder el control. Y, cuanto mejor la pel¨ªcula, m¨¢s pierdo el control. Me convierto en un jugador en el escenario de otro, y lo amo. Si es lo suficientemente bueno, olvido qui¨¦n soy y d¨®nde estoy. Esa es mi definici¨®n de una gran historia.
Su cine suele mostrar una visi¨®n positiva de la vida: si algo se rompe, puedes arreglarlo; si quieres algo, puedes lograrlo. ?Comparte esa visi¨®n de la raza humana? Tengo una visi¨®n muy positiva. Incluso cuando las cosas parecen lo m¨¢s oscuras, s¨¦ que habr¨¢ un amanecer. Siempre he estado convencido de ello. Soy m¨¢s pragm¨¢tico en la vida real, s¨¦ que las cosas no cambian de un d¨ªa para otro. Lo que s¨ª puedo hacer es que las cosas cambien de un d¨ªa para otro en una pel¨ªcula, y ese es el motivo por el que adoro contar historias, porque puedo manipular el hecho de que algo que lleva 40 a?os cambie entre el segundo y el tercer acto. Es una de las grandes ventajas de este oficio, y quiz¨¢ el motivo por el que me dedico a ello: porque soy capaz de controlar el cambio, a mi ritmo.
Y lanzar un mensaje... Trato de demostrar a la gente que hay una forma mejor de solucionar los problemas. Algunas de mis pel¨ªculas hacen eso.
Volviendo a su ¨¦poca de E.T., ?cu¨¢nto queda en usted de ese ni?o, Elliot, que necesita ser sorprendido por lo extraordinario? Cre¨¦ esa pel¨ªcula, con [la guionista] Melissa Mathison, as¨ª que estoy vivo dentro de Elliot, y ¨¦l sigue medrando dentro de m¨ª. Estar¨¢ conmigo toda la vida. Me siento muy unido a ¨¦l. Y s¨¦ lo que es sentirse el hijo de un divorcio. Y s¨¦ lo que se siente cuando uno trata de reemplazar a un padre ausente con una criatura o un alien¨ªgena. Yo reemplac¨¦ a mi familia rota con un mont¨®n de personajes rotos a trav¨¦s de los cuales pod¨ªa contar mi propia historia. No todas mis pel¨ªculas, pero s¨ª muchas, iban de c¨®mo era ser el hijo de unos padres divorciados.
Y, a menudo, un ni?o corriente frente a lo extraordinario. Me gusta lo extraordinario porque no sucede todos los d¨ªas. Y me gusta contar historias que no suceden todos los d¨ªas. No puedo hacer ese tipo de pel¨ªculas de Sundance, me encantan, y admiro el talento de quienes logran hacerlas. Pero yo necesito a?adir algo que sea superior a lo que ocurre en la vida real.
Ahora tiene 71 a?os... Los 71 son los nuevos 51.
Buena respuesta. ?Y nietos? Tengo cuatro.
?Hay algo que considere esencial transmitirles, esa pista clave para la vida? A mis nietos les digo siempre lo mismo: antes de hablar, p¨¢rate y escucha al otro. Es lo que mi padre me dec¨ªa. Y es lo que mi abuelo le dec¨ªa a mi padre. Y eso ha estado en mi linaje y a lo largo de mi experiencia en este planeta. Es algo que he aprendido desde ni?o: has de escuchar, porque, si no, careces de ra¨ªces y de una base para hablar. Se lo digo todo el rato: ?Eh! Escucha.?
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