Un cocodrilo sagrado en el s¨®tano del British Museum
Entramos en la trastienda secreta donde la instituci¨®n londinense custodia sus emblem¨¢ticas colecciones de arte egipcio
En los s¨®tanos del British Museum de Londres hay un gran cocodrilo del Nilo de cuatro metros con fauces terribles y mirada hostil. Hace mucho que no se mueve, pero no por ello su presencia es menos perturbadora. Adem¨¢s, est¨¢ en compa?¨ªa de un mont¨®n de momias. Momias egipcias, por todas partes (el museo posee 80 humanas y 300 de animales), colocadas en altas estanter¨ªas que parecen nichos. Algunas en sus ajados e historiados ata¨²des, otras sueltas, envueltas en sus viejos vendajes. Una necr¨®polis inesperada tan lejos de Egipto. Todo est¨¢ debajo de las salas del centro por las que discurre la ruidosa multitud de los visitantes. Es el misterioso espacio de los almacenes, uno de los lugares m¨¢s sorprendentes y excitantes de los museos, un sitio donde se guardan cosas tan interesantes como las que se exhiben bajo los focos (?e incluso m¨¢s!) y donde se pueden tener visiones muy extra?as y vivir experiencias ins¨®litas. No en balde las salas de reserva ¡ªotra forma de denominar a los almacenes¡ª han tenido siempre fama de inquietantes. ?Qu¨¦ ocurre all¨ª? ?Qu¨¦ se guarda? ?Qu¨¦ di¨¢logo establecen entre ellos los objetos depositados fuera de la vista del p¨²blico?
La preparaci¨®n de una gran exposici¨®n que incluye obras de los fondos del British Museum (adem¨¢s de otras que est¨¢n expuestas) es una ocasi¨®n magn¨ªfica para asomarse a ese mundo oculto y desconocido. Y a la vez para descubrir c¨®mo se organiza una muestra internacional de primer orden, paso a paso, desde la idea original hasta la selecci¨®n de piezas y su traslado.
La exposici¨®n Fara¨®n. Rey de Egipto, producida en el marco del acuerdo entre el Museo Brit¨¢nico y la Fundaci¨®n La Caixa, se inaugurar¨¢ el pr¨®ximo 8 de junio en el CaixaForum de Barcelona (hasta el 16 de septiembre) para luego exhibirse en el de Madrid (del 17 de octubre al 20 de enero de 2019). La muestra se compone de 140 objetos que cubren 3.000 a?os y las 30 dinast¨ªas (m¨¢s los persas y los Ptolomeos griegos) de la historia del Antiguo Egipto, y que sirven al prop¨®sito de explorar los ideales, s¨ªmbolos e ideolog¨ªa de la monarqu¨ªa fara¨®nica. Entre el material, desde min¨²sculos pendientes hasta grandes estatuas de piedra, pasando por papiros y estelas. Se trata de poner al p¨²blico cara a cara con los reyes desaparecidos y explicar a trav¨¦s de ellos, de su poder y de sus funciones, la civilizaci¨®n egipcia.
¡°En los s¨®tanos del museo, revisando las colecciones, se producen hoy en d¨ªa tantos descubrimientos como sobre
el terreno¡±
Acceder a los fondos del British Museum y a todos sus espacios no p¨²blicos es un proceso complejo. La seguridad es exhaustiva. Quedamos en la verja exterior del museo para un minucioso proceso de identificaci¨®n y acreditaci¨®n. De la mano de Marie Vandenbeusch, responsable del departamento del Antiguo Egipto y Sud¨¢n y comisaria de la exposici¨®n que se prepara, atravesamos puertas que se abren con tarjetas, recorremos pasillos y bajamos escaleras. De repente accedemos a una de las salas p¨²blicas y nos damos casi de bruces con una estatua mo¨¢i de la isla de Pascua. Avanzamos entre la muchedumbre un rato para volvernos a introducir, a trav¨¦s de un espacio vetado al p¨²blico, en otro d¨¦dalo de pasadizos.
La comisaria, una mujer joven y simp¨¢tica, pasa su tarjeta de identificaci¨®n por un lector y aparecemos en la mummy room, la sala de las momias, a la saz¨®n vac¨ªa porque a¨²n no se ha abierto la secci¨®n egipcia a las visitas. Es una sensaci¨®n extra?a, son m¨¢s los muertos que nosotros los vivos. Las momias parecen mirarnos con las bocas abiertas en un mudo reproche por perturbar su descanso. Rodeado de ellas, busco la calidez humana en la conversaci¨®n con la suiza Vandenbeusch. Admiramos varias momias, lo que une mucho. Especialmente la del hombre de ¨¦poca romana con la cara pintada sobre lino, barba e inexplicables pechos femeninos.
Explica la estudiosa que el British (que guarda 120 momias humanas) no tiene problemas ¨¦ticos para exhibirlas. ¡°Lo hacemos con respeto y preservando su dignidad, dejando claro que son individuos y no objetos. Tratamos de mostrarlas con una luz m¨¢s suave cuando van de gira¡±. A CaixaForum no viajar¨¢ ninguna (aunque s¨ª alg¨²n trozo monumental de sarc¨®fago, como el que muestra la cabeza de Rams¨¦s VI): la comisaria no cree que sea necesario para el argumento de la exposici¨®n. ¡°Hay que acostumbrar a la gente a no pensar siempre en las momias cuando hablas de Egipto¡±. Vale, pero las echaremos de menos.
Al British Museum se le dio mucho gato por liebre inicialmente con las momias. Las primeras que adquiri¨®, procedentes de la colecci¨®n de su fundador, Hans Sloane, eran todas falsas. Muchas de animales solo conten¨ªan unos pocos huesos o incluso nada m¨¢s que barro o madera. En el museo no se desenvuelven momias ¡ªlo que era todo un show¡ª desde 1790.
¡®Fara¨®n. Rey de Egipto¡¯ exhibir¨¢ unas estatuas monumentales, as¨ª como relieves delicadamente tallados y rutilantes piezas de joyer¨ªa
La comisaria se?ala varias piezas, tras las vitrinas, que viajar¨¢n a Espa?a. El piramidi¨®n (remate de la punta) de la peque?a pir¨¢mide de la tumba de Intef V en Dra Abu el Naga, con los nombres del rey; un cierre de brazalete de oro con min¨²sculos gatos recostados que procede del enterramiento en Edfu de la reina Sobekemsaf (Dinast¨ªa XVII, 1600 antes de Cristo); un anillo con un ni?o-rey (luce el uraeus, la cobra en la frente) representado¡ La exposici¨®n, explica Vandenbeusch, no ser¨¢ cronol¨®gica (aunque tendr¨¢ todo el apoyo de esquemas y mapas para orientar al visitante), sino tem¨¢tica: ir¨¢ abordando diferentes asuntos mediante los objetos, revelando las historias que hay detr¨¢s de estos y que nos hablan de los faraones, esos formidables aut¨®cratas que acumulaban todos los poderes: administrativo, judicial, religioso, militar. Y que eran adem¨¢s dioses encarnados y llegaban a rendir culto a sus propias efigies.
¡°Los reyes de Egipto¡±, recuerda, ¡°no siempre fueron hombres y tampoco egipcios, a veces Egipto estuvo dividido por guerras civiles, conquistado por poderes extranjeros o regido por monarcas rivales. Algunos fueron reverenciados, como Tutmosis III, el gran fara¨®n guerrero que extendi¨® las fronteras del pa¨ªs; otros, satirizados u odiados, como Akenat¨®n¡±. Muchos de los objetos supervivientes del Antiguo Egipto, prosigue, arrojan la imagen del fara¨®n que ¨¦l quer¨ªa proyectar. La muestra quiere explorar la realidad que hay detr¨¢s y ¡°los retos de reinar sobre una de las grandes civilizaciones de la antig¨¹edad¡±.
?C¨®mo era ser fara¨®n? ¡°Llevaba una vida muy ritualizada, cada d¨ªa deb¨ªa realizar ritos para los dioses. Era el garante de Maat, el orden c¨®smico. Sus apariciones deb¨ªan estar muy teatralizadas y en ellas, rodeado de esplendor y oro, mostraba su naturaleza divina¡±. Todo lo cual no significa que puertas adentro, incluso en la propia familia, no hubiera tensiones y luchas de poder que pod¨ªan conducir a conflictos din¨¢sticos e incluso a la conspiraci¨®n y el asesinato.
Hay que recordar que la propia palabra fara¨®n, a pesar de su fuerza y su capacidad de simbolizar el Antiguo Egipto, es una convenci¨®n relativamente moderna. Su acepci¨®n actual data del final de la ¨¦poca fara¨®nica. Hasta entonces al monarca se le denominaba simplemente rey, se?or o majestad. Fara¨®n designaba al palacio y sus habitantes, como si dij¨¦ramos Casa Blanca, El¨ªseo, Zarzuela o Buckingham.
La comisaria confiesa que siempre, en ¨²ltima instancia, se impone el pragmatismo al organizar una exposici¨®n de estas caracter¨ªsticas. ¡°Tienes una lista ideal de piezas y luego hay que bajar a la realidad y ver de cu¨¢les dispones, las que pueden viajar, las que precisan restauraci¨®n¡¡±. Tiene que haber, se?ala, un equilibrio entre elementos, monumentales y peque?os, una mezcla entre objetos conocidos y otros que sean un descubrimiento para el p¨²blico, que nunca hayan sido antes expuestos, fotografiados o publicados. Debe hacerse una s¨ªntesis. Y luego llega el di¨¢logo con los dise?adores para decidir de qu¨¦ manera llegar¨¢ el proyecto al p¨²blico. ¡°Uno de los grandes retos es el espacio¡±.
En todo caso, Fara¨®n. Rey de Egipto, que revisa y reelabora, a?adiendo ideas y objetos nuevos, un proyecto de exposici¨®n organizada en 2016 para el Cleveland Museum of Art (EE UU), ha podido al final reunir un conjunto verdaderamente notable de obras que incluyen estatuas monumentales, relieves delicadamente tallados de antiguos monumentos y rutilantes piezas de joyer¨ªa. Tambi¨¦n algunos objetos inesperados y muy sorprendentes, como el arco de guerra de uno de los comandantes del ej¨¦rcito del fara¨®n, tablillas de arcilla con cartas diplom¨¢ticas o un papiro que recoge un proceso por un robo en un templo.
Regresamos a los espacios restringidos del British. La comisaria aprovecha para recordar que en los s¨®tanos del museo, revisando las colecciones, se producen hoy en d¨ªa tantos descubrimientos como sobre el terreno. ¡°Cada vez que entras en los almacenes descubres cosas nuevas¡±. Pasamos ante el despacho del departamento de Egipto y Sud¨¢n, con peluches de cocodrilos y recuerdos personales, por un pasillo en el que domina un retrato de la m¨¢scara de Tutankam¨®n y una escalera en cuyo rellano hay una estatua de Sobek. En el despacho de la propia comisaria hay una mu?eca que es una momia y una tesis sobre el asno en la vida religiosa egipcia.
Los almacenes subterr¨¢neos est¨¢n divididos seg¨²n los materiales que hay depositados: piedra, org¨¢nico, momias. ¡°No deje basura aqu¨ª¡±, reza un cartel.
En la zona de piedra, nos reciben, junto a un banco de trabajo con herramientas, Evan York, responsable de preservaci¨®n y accesibilidad de las colecciones, y un enorme capitel hath¨®rico (en forma de cabeza de la diosa vaca Hathor), medio embalado para la exposici¨®n. Un escriba est¨¢ de cara a la pared. En un pasillo se alinean decenas de impresionantes estatuas de la diosa Sejmet, ¡°la terrible¡±, con cabeza de leona. Una, sentada, est¨¢ sujeta con correajes y parece prisionera. Resulta tentador hacerse un selfie. ¡°No es muy cooperativa¡±, apunta York. Es maravilloso verlas, a las diosas, en este contexto privado, tan juntas, desprovistas del realce, y tambi¨¦n de la distancia que da una sala de museo. Pienso absurdamente que parecen aguardar a que se abra una puerta a otro mundo, como en Stargate.
York, que es egipt¨®logo de formaci¨®n, lleva 20 a?os cuidando de estas piezas. ¡°Son mis amigas. No percibo nada siniestro aqu¨ª. ?Fantasmas? Me temo que no¡±. Se pone guantes de pl¨¢stico para mover un busto de fara¨®n. Pese a todo, no cuesta nada imaginar paseando por aqu¨ª a un espectro como Belphegor, el fantasma del Louvre que result¨® ser Juliette Gr¨¦co (y despu¨¦s Sophie Marceau), pose¨ªda por una momia. Las exposiciones ¡°son una forma de dar salida a material sensacional que permanece guardado por falta de espacio en las salas, donde la competencia es tan alta¡±, explica la comisaria, sac¨¢ndome de la enso?aci¨®n.
Veo un gigantesco pu?o de fara¨®n, de granito; una estela amarniana con el s¨ªmbolo solar, una esfinge, un busto maravilloso de Tutmosis III en basalto negro. ¡°Puedes sentir su poder, el aura del guerrero que condujo 17 campa?as en 20 a?os¡±. Sobre una mesa y en estanter¨ªas se alinea un ej¨¦rcito de ushebtis, las figuritas que acompa?aban a los difuntos en las tumbas. En un estante, una cabeza de Alejandro Magno (que tambi¨¦n fue fara¨®n), recostada, en un largo sue?o de conquista. En otra mesa hay objetos peque?os de metal destinados a la exposici¨®n. Una estatuilla fascinante de Am¨®n en plata y oro. ¡°Procede de un santuario de Karnak, ilustra la idea de que el rey era el ¨²nico que pod¨ªa acceder a la parte m¨¢s sagrada del templo y hacer ofrendas a la divinidad¡±.
¡°Llevo 20 a?os cuidando de estas piezas. Son mis amigas. No percibo nada siniestro. ?Fantasmas? Me temo que no¡±
Tantas cosas¡, ?no se pierde nada? ¡°?No! A cada objeto se le sigue continuamente la pista en la base de datos al moverlo. Tenemos tantos, 15.000, que a veces hay alguna localizaci¨®n incorrecta¡±. Excepcionalmente, una pieza puede estar ¡°deslocalizada¡± un rato. Una hora ya hace sufrir mucho. Pero todo aparece.
La comisaria y el conservador me piden que por seguridad no detalle el color de las cajas de embalaje ni las indicaciones que aparecen en ellas, algunas muy sabrosas. La amenaza de robo durante los traslados siempre est¨¢ ah¨ª. Estos objetos no son solo bellos e impresionantes, sino piezas de un valor inconmensurable. Una estela de media tonelada ya ha sido embalada. Be careful. En total ya hay 44 cajas preparadas. En algunas van varios objetos. Debe ser importante que vuelvan las mismas que han salido, bromeo admirando a un Ptolomeo. ¡°?S¨ª, por favor!¡±, exclaman al un¨ªsono York y Vandenbeusch.
Por un pasillo que parece la sentina de la Nostromo pasamos ante dos copias de la piedra de Rosetta y un molde para hacer r¨¦plicas. Atravesamos la surtida biblioteca y llegamos a otra secci¨®n del almac¨¦n, la de material org¨¢nico. Dentro est¨¢n las momias instaladas en estanter¨ªas, hasta cinco niveles que llegan al techo. Curioseo mientras la comisaria y el conservador hablan con el fot¨®grafo junto a un sarc¨®fago ram¨¦sida en restauraci¨®n. Cajas de flechas, cajas de vasos canopos, el ata¨²d de Ankhesnefer, ?glups!, una caja de cr¨¢neos. Y entonces descubro el cocodrilo, escondido al acecho debajo de todo, a nivel del suelo, en la penumbra. Pego un respingo y hasta se me escapa un grito. ¡°No te preocupes, lleva tiempo muerto¡±, r¨ªe York. ¡°Lo escaneamos y dentro tiene piedras de las que se tragan para la digesti¨®n y un hueso de muslo de vaca. Probablemente era un esp¨¦cimen sagrado que viv¨ªa en un santuario de Sobek, el dios cocodrilo, y le reservaban la mejor parte de los sacrificios y ofrendas¡±.
Entre las muchas maravillas de los almacenes del British Museum que van a viajar a Espa?a no figura el cocodrilo. Es dif¨ªcil decir si eso le importa al a?oso reptil momificado, que ya habr¨¢ visto de todo en sus d¨ªas de gloria junto al Nilo. Pero ah¨ª se queda en su cubil, oscuro y misterioso, s¨ªmbolo perfecto de todas las cosas prodigiosas y pasmosas que guarda en su abultado y generoso vientre el viejo museo londinense.?
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