'Reggae' para los alumnos m¨¢s especiales
El 90% de los estudiantes con discapacidad en Kenia no recibe una educaci¨®n adaptada. Un cantante ha abierto una escuela inclusiva en la aldea de Kabondo para acabar con el estigma
A Baba Gurston le habr¨ªa gustado tener un profesor como ¨¦l. Uno que entendiese lo que es correr para quien no puede caminar. Uno que susurrase lecciones a los o¨ªdos a los que les cuesta escuchar. En realidad, a Baba Gurston le habr¨ªa gustado tener un profesor. A ¨¦l, hasta los diez a?os no le dejaron ir a la escuela. ¡°Mis m¨²sculos eran demasiado d¨¦biles para moverme¡±. Una discapacidad gen¨¦tica quebraba sus pasos: sus brazos eran m¨¢s largos que sus piernas. Eso, en una aldea de campesinos que cultivan ma¨ªz en los cerros que vigilan el lago Victoria, en la Kenia f¨¦rtil que casi es Uganda, es peor que una plaga. Peor incluso que una maldici¨®n.
En buena parte de las comunidades rurales de Kenia, donde residen el 66% de los m¨¢s de cuatro millones de personas con diversidad funcional que se estima existen en el pa¨ªs, la discapacidad es vista como una condena. Cada vez menos, matiza Gurston, pero ¡°aqu¨ª la gente sigue creyendo en brujer¨ªa y supersticiones¡±. Poco importa lo que diga la The Persons with Disabilities Act o los objetivos del plan gubernamental Kenia 2030, nacer con una discapacidad f¨ªsica o intelectual en Kenia es casi siempre sin¨®nimo de marginalidad. Un c¨ªrculo vicioso de verg¨¹enza, rechazo y discriminaci¨®n.
¡°Las personas con discapacidad son el grupo m¨¢s desfavorecido y marginando, los que m¨¢s discriminaci¨®n sufren en todos los niveles de la sociedad: una compleja red de problemas econ¨®micos y sociales, incluida la desigualdad de g¨¦nero, crean barreras educativas, sociales y econ¨®micas. Por tanto, un n¨²mero desproporcionado de ni?os y adultos con necesidades especiales no pueden acceder a una educaci¨®n adecuada y son analfabetos¡±, resume un informe del propio Gobierno keniano..
La traducci¨®n, en cifras, es que de los m¨¢s de 750.000 j¨®venes con discapacidad en edad escolar, solo 45.000 (el 6%) est¨¢n escolarizados y apenas el 2% inscritos en programas adaptados a sus necesidades. Esto supone que alrededor del 90% de los menores con discapacidad o bien permanecen fuera del sistema educativo o acuden a centros sin capacidad para atenderlos.
Apenas el 2% de los 750.000 j¨®venes con discapacidad en edad escolar en Kenia reciben una formaci¨®n adaptada a sus necesidades
M¨¢s all¨¢ de las cifras, son j¨®venes como Byron que despiden cada ma?ana a sus hermanos antes de ir a la escuela. Para ellos no hay pizarras ni clases de ingl¨¦s, solo paredes mudas con las que esconderlos del mundo. Tener ceguera, albinismo o trastorno del espectro autista es un salvoconducto a la marginalidad. ¡°Las familias se sienten estigmatizadas y tienen miedo de mostrar al cr¨ªo en p¨²blico¡±, se?alan los expertos gubernamentales. A Byron, el m¨¢s t¨ªmido de los tres compa?eros de pupitre, lo tuvieron durante meses en casa. ¡°Hasta que convencimos a los padres de que ¨¦l no era diferente, solo que no era tan fuerte como sus hermanos¡±, interviene Gurston. Ni siquiera est¨¢n seguros de lo que debilita su cuerpo. Puede ser algo gen¨¦tico, pero tambi¨¦n la malaria. O la polio.
Esta cadena de estigmatizaci¨®n se extiende a trav¨¦s del sistema educativo. Pese a los grandes esfuerzos por mejorar, con la puesta en marcha en 2003 de la educaci¨®n primaria gratuita, los menores con diversidad funcional siguen siendo un colectivo olvidado. Hay poco m¨¢s de un centenar de escuelas especializadas y algo m¨¢s de 1.300 unidades adaptadas en los centros p¨²blicos. La mayor¨ªa carecen de instalaciones y equipamiento adecuados.
Entre el profesorado, solo el 1% ha recibido formaci¨®n para atender a alumnos con necesidades especiales m¨²ltiples. ¡°Hace falta m¨¢s formaci¨®n espec¨ªfica, ya que son muchos los prejuicios que rondan en torno a la discapacidad y ello ejerce una fuerte oposici¨®n hacia la inclusi¨®n. Es imprescindible que la formaci¨®n que se d¨¦ al profesorado sea espec¨ªfica a las dificultades que se encuentran. Es un t¨®pico real que desde la universidad se promueven aspectos te¨®ricos, que pocas veces se asemejan al d¨ªa a d¨ªa que tienen los maestros en sus aulas. Necesitan herramientas ¨²tiles y apoyos continuos, no un amplio conocimiento sobre discapacidad y una ayuda puntual que pronto quedar¨¢ en el olvido¡±, apunta Sa¨ªnza Ramos, pedagoga experta en el trastorno del espectro del autismo.
Solo el 19% de los alumnos con diversidad funcional concluyen su formaci¨®n secundaria en Kenia
El propio sistema educativo es demasiado r¨ªgido: a algunos alumnos con necesidades especiales no les da tiempo a completar los ex¨¢menes. El resultado es que apenas el 19% de los estudiantes con discapacidad concluyen su formaci¨®n secundaria y apenas 645 cursaban estudios superiores en las 70 universidades p¨²blicas y privadas del pa¨ªs en 2016.
El ejecutivo de Uhuru Kenyatta, reelegido el pasado oto?o, ha tratado de frenar esta deriva aumentando las ayudas a los padres que matriculen a sus hijos con discapacidad hasta los 2.040 chelines (23 d¨®lares) mensuales. Este dinero, arguyen las familias, apenas alcanza para hacer frente a los gastos de transporte. ¡°Las personas con discapacidad, especialmente los ni?os, viven en entornos hostiles donde su seguridad est¨¢ comprometida y su futuro en peligro. Permanecen marginados y sin oportunidad de avanzar, sin voz a consecuencia de los prejuicios, la violencia y el abuso social¡±, concluye el informe gubernamental.
La escuela del 'reggae'
En la entrada del aula hay un sinf¨ªn de zapatos. Tienen tantos colores como formas. Hay sandalias, mocasines y katiuskas. La mayor¨ªa negras, pero tambi¨¦n verdes y rosas. Todas, sin excepci¨®n, cansadas de tanto barro y tanto caminar. En Kabondo la gente camina mucho: para preparar la tierra, para ir al mercado y al m¨¦dico, para ir a la escuela los que pueden ir a la escuela. Es una comunidad humilde, bendecida con una tierra f¨¦rtil en ma¨ªz, patatas dulces, tomates y hortalizas, pero en la que no sobra dinero para enviar a los chicos al colegio. Menos a¨²n a los que tienen alg¨²n tipo de discapacidad.
Convertido en una estrella del reggae en Kenia, Baba Gurston cre¨® una escuela en la que, de los 83 alumnos, 15 tienen alg¨²n tipo de discapacidad
A Byron, con el cuerpo enflaquecido y la boca parca, lo ten¨ªan escondido en casa. A Yael, seis a?os contados en episodios de epilepsia, tambi¨¦n. De no ser por esta escuela, la escuela del reggae, los chicos de Kabondo no podr¨ªan ir al colegio. Los que tienen discapacidad, seguro; los que no, quiz¨¢ tampoco. Aqu¨ª la pelea por la educaci¨®n es diaria e individual. Hay que convencer a las familias, una por una. D¨ªa a d¨ªa. "Futuro a futuro", parafraseando al propio Baba Gurston. Porque ¨¦l lo tiene claro: ¡°En esta escuela estamos abriendo un futuro para estos ni?os¡±. Para los 83, incluidos los 15 con discapacidad.
En las cuatro aulas levantadas donde hace dos a?os solo hab¨ªa pastos no hay distinci¨®n posible. Aqu¨ª todos los alumnos son iguales. El que tiene el cuerpo envilecido o el que tiene ceguera. En la escuela de Baba Gurston solo hay un lema: Disability is not inability (la discapacidad no es incapacidad). ¡°Por raro que parezca la educaci¨®n inclusiva favorece principalmente a los ni?os que no tienen ning¨²n tipo de discapacidad, y ya no solo por todos los valores que promueve sino porque aprenden a sentirse parte de un grupo, reconociendo capacidades dentro de todas nuestras discapacidades, aspecto clave para crecer en el mundo laboral formando equipos¡±, apunta Ramos.
¡°La gente cree que la gente con discapacidad no tiene talentos, pero no es cierto, s¨ª los tiene¡±, se?ala Gurston. ?l, el chico que hasta los diez a?os no pod¨ªa ni caminar, es hoy el mayor exponente de lo que se puede lograr derribando las barreras de los estereotipos. Tras nueve meses recorriendo los c¨ªrculos del infierno, los tres primeros ba?¨¢ndose en el ung¨¹ento de hierbas preparado por una curandera y los otros seis encerrado tres horas al d¨ªa en un agujero de barro bajo el sol, seg¨²n cuenta, los m¨²sculos de Baba Gurston aprendieron a sostenerse. Lo suficiente para recuperar el tiempo perdido. Lleg¨® a secundaria, donde entre los 1.200 alumnos era el ¨²nico con discapacidad: ¡°Me dec¨ªan cosas, me intimidaban e incluso me robaban¡±. Pese al bullying, fue un alumno brillante: dominaba la gram¨¢tica y la m¨²sica como el mejor.
Con 17 a?os se march¨® a Kibera, uno de los mayores slums del ?frica, la ciudad sin nombre inmortalizada por Hollywood en El jardinero fiel. All¨ª conoci¨® a otros como ¨¦l. Artistas. De la mano del Kibera Creative Arts puso en marcha un grupo en el que los bailarines con alg¨²n tipo de discapacidad eran las estrellas. Fue su primer ¨¦xito. Suficiente para aliviar una vida dura: en Kibera no hay vidas que no lo sean. ¡°Para m¨ª lo peor era la distancia que ten¨ªa que caminar a diario: era casi una hora y media y eso es mucho para m¨ª¡±, asegura Baba, hoy sentado a la sombra en el ¨²nico despacho de la escuela. Es una habitaci¨®n peque?a, de paredes claras y desnudas, con tres sillas y una mesa repleta de libros y carpetas impecablemente ordenadas. Tambi¨¦n hay dos grapadoras, varias libretas y un juego de bol¨ªgrafos. Y el tel¨¦fono de Baba.
¡ª?Por qu¨¦ decidiste volver?
¡ªUn amigo me convenci¨®. A m¨ª no me gustaba la idea de ser profesor, pero empezamos a hablar de educar a ni?os peque?os¡
Por aquel entonces, hace algo m¨¢s de dos a?os, Baba Gurston ya era un reconocido cantante en la escena alternativa keniana. Una de las estrellas de los Art Attack Festival. ¡°La gente se vuelve loca cuando ¨¦l sale al escenario¡±, afirma uno de los j¨®venes de Kibera que creci¨® vi¨¦ndolo actuar. Sus ritmos reggae suenan en Ruanda, Tanzania, Uganda o Etiop¨ªa. Tambi¨¦n en Suecia, donde un artista local, Peter Lundback, se ha convertido en su gran aliado. Su posici¨®n ¡ªy sus ingresos¡ª le permitieron poner en marcha la escuela. Volver a Kabondo para darle a los peque?os un maestro que ¨¦l nunca tuvo.
¡°No queremos que los ni?os con discapacidad crezcan aparte, que les digan que son especiales. ?No hay nadie especial! Queremos que sean como los dem¨¢s. La principal raz¨®n por la que existe la discriminaci¨®n es porque nos separan, esconden a los ni?os y eso genera rechazo. Si los ni?os crecen entre iguales se reconocen en ellos, reconocen que ellos tambi¨¦n pueden ser vistos como distintos: as¨ª es como pasan a ser uno m¨¢s¡±, explica. ¡°No hay nada mejor para potenciar el desarrollo de un ni?o que con el apoyo del grupo-clase, ni?os conscientes de que todos tenemos dificultades que con ayuda de los dem¨¢s son menos dificultades¡±, concuerda Ramos.
Por eso, esta ma?ana en la clase de ciencia de la se?orita Julie no hay miradas distintas para Byron ni para Yael. Tampoco para Jacob. Solo hay un profesor pendiente de ellos. Para ayudarlos. ¡°Les hacemos un refuerzo despu¨¦s de la clase¡±, explica la maestra. El modelo funciona: ¡°Yael, por ejemplo, iba con un poco de retraso, pero ya hace casi todas las actividades con sus compa?eros¡±. Y Jacob, contin¨²a Gurston, ¡°cada vez se va abriendo m¨¢s: cuando lleg¨® ten¨ªa miedo a hablar¡±.
En apenas un a?o, la escuela en la que todo se aprende a trav¨¦s de la m¨²sica ha conseguido mucho. Hay todav¨ªa retos: ampliar las clases, conseguir una furgoneta con la que recoger a los peque?os que viven m¨¢s lejos y fondos para poder poner en marcha un comedor, pero el primer paso ya est¨¢ dado. Despu¨¦s de aprender a caminar, ya solo se puede correr.
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