Del dise?o politizado a las artes decorativas, as¨ª es la rupturista galer¨ªa de Marc Benda
Lo bautizaron ¡®el ni?o prodigio de Z¨²rich¡¯ cuando desembarc¨® en Nueva York hace 15 a?os. En 2007 abri¨® su galer¨ªa y hoy es la m¨¢s importante de la ciudad
¡°Una buena silla no tiene por qu¨¦ ser c¨®moda. Puede ser una afirmaci¨®n, una declaraci¨®n de intenciones, de actitud ante la vida. No tiene por qu¨¦ ser una silla sobre la que sentarte para ver la tele, pero s¨ª puede ser una silla con significado cultural¡±, dice Marc Benda (Z¨²rich, 1976) desde una salita en Friedman Benda, su galer¨ªa del barrio neoyorquino de Chelsea.
Si el dise?o se ha convertido en carne de museo es, en parte, gracias a su labor: Benda fue uno de los primeros que, cuando fund¨® la galer¨ªa junto al experimentado marchante de artes decorativas Barry Friedman en 2007, dio a cierto tipo de dise?ador tratamiento de artista. Empezaron por pioneros como Ettore Sottsass o Shiro Kuramata y hoy su programa incluye, adem¨¢s de aquellos, talentos j¨®venes como Misha Kahn y miembros del establishment actual como Humberto y Fernando Campana, Nendo o Marcel Wanders.
Una mezcla que oscila entre el collectible design contempor¨¢neo (piezas multidisciplinares, o bien ¨²nicas o en peque?as series) y las joyas hist¨®ricas. ¡°La idea es crear una plataforma para la apreciaci¨®n y la comprensi¨®n del dise?o. Mostrar un cruce de generaciones, de acercamientos y de pensamiento. Dar espacio a gente que viene de la artesan¨ªa o de las artes visuales o incluso del arte performativo. Intercambiar ideas. Esto no solo es un negocio con el que vamos a ferias y vendemos cosas¡±.
Sus padres coleccionaban artes decorativas y Benda se crio buscando hallazgos en brocantes y mercadillos. Su primera galer¨ªa la mont¨® con su madre, en Z¨²rich, y a los 25 a?os se mud¨® a Nueva York para trabajar con Friedman: primero como asistente, luego como director y finalmente como socio. Ahora dirige la galer¨ªa. ¡°Me form¨¦ con los libros que hombres como Barry Friedman escribieron. Luego aprend¨ª a encontrar piezas valiosas a pie de calle. Cada viernes ten¨ªa que encontrar algo en los mercadillos de Par¨ªs¡±, recuerda.
El papel h¨ªbrido entre marchante y galerista que Benda encarna y los ambiguos objetos con los que trata todav¨ªa no son bien recibidos por todo el mundo, pero no pretende convencer a nadie. ¡°Si intentas convertir a la gente, te olvidas de la que en realidad es tu funci¨®n: mostrarles lo que tienes, venderlo. La idea de que el dise?o pueda tener tanto valor conceptual o econ¨®mico como el arte todav¨ªa suena nuevo. Es nuevo, pero he notado que el p¨²blico est¨¢ abierto a ello¡±.
Le pregunto si hay una l¨ªnea entre la generaci¨®n de dise?adores politizados de los a?os sesenta como Andrea Branzi o Sottsass, con los que ¨¦l mismo trabaja, y los actuales. ¡°Tal vez los j¨®venes sean m¨¢s realistas respecto al poder de los objetos que producen para cambiar el mundo. Los creadores de los sesenta estaban convencidos de ello, de que pod¨ªan ser la mecha que encendiera algo nuevo. En cierto modo yo intento recuperar ese esp¨ªritu en lo que exhibimos, mantener viva la idea de que hay algo especial en un objeto, que no es solo un bien de consumo. En t¨¦rminos de politizaci¨®n, no es que los j¨®venes dise?adores lo est¨¦n m¨¢s que antes. Simplemente reaccionan a este mundo con tan pocas certezas que les ha tocado vivir¡±.
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