Los romanos tambi¨¦n cazaban ballenas
Un estudio revela que, m¨¢s de mil a?os antes de lo que se cre¨ªa, el Estrecho ya cazaban dos especies de ballena hoy desaparecidas del Mediterr¨¢neo
No solo de at¨²n rojo viv¨ªan los gaditanus. Ni de las sardinas o salmonetes que maceraban en su famosa salsa garum. En tiempos de la antigua Roma, sus ciudadanos en el Estrecho de Gibraltar tambi¨¦n explotaban una ping¨¹e y, hasta ahora, desconocida industria ballenera. Dos especies daban sustento a la actividad desarrollada hace unos 2.000 a?os, la ballena de los vascos y la ballena gris. Y la presencia de ambas -hoy en peligro de extinci¨®n- en el Mediterr¨¢neo era tan ignota como el propio negocio romano en s¨ª mismo.
Un equipo internacional e interdisciplinar de ec¨®logos, arque¨®logos y genetistas ha llegado a esta conclusi¨®n tras cuatro a?os de investigaci¨®n; condensados en un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society of London B. El doble resultado, alcanzado gracias a an¨¢lisis moleculares de huesos antiguos, adelanta m¨¢s de 1.000 a?os el arranque de la industria ballenera, fijado hasta ahora en el medievo, y replantea h¨¢bitats desconocidos para dos especies de cet¨¢ceos, ¡°probablemente abundantes en el mar Mediterr¨¢neo durante el periodo romano¡±, seg¨²n la investigaci¨®n.
Tan importantes conclusiones, hechas p¨²blicas este pasado 11 de julio, tuvo un origen, all¨¢ por 2014, tan casual como imprevisto. ¡°Cuando excavas encuentras tanto lo que buscas como lo que no¡±, reconoce Dar¨ªo Bernal Cassola, uno de los siete coautores del estudio y coordinador del equipo de arque¨®logos de la Universidad de C¨¢diz que ha encontrado la mayor parte de los huesos en el Estrecho.
El grupo trabajaba en el yacimiento romano de Iulia Traducta, en Algeciras, cuando encontr¨® el primer vestigio de ballena. Podr¨ªa haber quedado en un hallazgo casual si no fuese porque, poco despu¨¦s, Baelo Claudia, en Tarifa, les regal¨® otra osamenta de cet¨¢ceo. Era el hilo definitivo del que tirar. ¡°Eso nos hizo ver que ambos huesos no pod¨ªan ser ocasionales. Fue algo apasionante¡±, reconoce Bernal, con m¨¢s 25 a?os de investigaciones del mundo romano a sus espaldas. Los arque¨®logos abrieron el foco de sus pesquisas a dos ciudades romanas al otro lado del Estrecho: Septen Frates, en la actual Ceuta, y Tamuda, muy cerca de Tetu¨¢n.
Este estudio tuvo un origen, all¨¢ por 2014, tan casual como imprevisto. ¡°Cuando excavas encuentras tanto lo que buscas como lo que no"
Las cuatro antiguas localidades romanas ¡°viv¨ªan de la explotaci¨®n y las plusval¨ªas del mar¡±, tal y como explica el arque¨®logo gaditano. Tanto como para convertirse en reputados centros de la industria pesquera de la Antig¨¹edad, gracias a la producci¨®n de salazones que eran exportados por todo el Imperio Romano. En todos los yacimientos analizados -salvo, curiosamente, en el de Algeciras que lo inici¨® todo- han aparecido varios restos ¨®seos de ballenas ¡°en diferentes sitios y en diferentes momentos hist¨®ricos, lo que demuestra que la industria era frecuente¡±, aclara Bernal.
En los entornos de los lugares de procesamiento del pescado de estas ciudades, como sus factor¨ªas de salazones, los arque¨®logos han localizado restos ¨®seos de tama?o reducido que se corresponder¨ªan con la actividad del descarnado y cocido para el aprovechamiento de la grasa y la carne de las ballenas. Pero los romanos reservaban m¨¢s usos a esta suerte de cerdos de la Antig¨¹edad. Como ejemplifica el arque¨®logo, ¡°las huesos grandes se reutilizaban para hacer distintos objetos, las v¨¦rtebras serv¨ªan para mesa de pescadero o carnicero¡±. Incluso en Tamuda ha aparecido un cepillo de carpintero realizado con este tipo de osamenta, ¨²nico hasta ahora.
Caza adelantada
?Pero, c¨®mo los romanos eran capaces de cazar ballenas? Con los hallazgos ¨®seos sobre la mesa, la investigaci¨®n ha implicado tambi¨¦n a ec¨®logos y genetistas -pertenecientes a seis instituciones cient¨ªficas de Francia, Espa?a e Inglaterra y con la financiaci¨®n de los dos primeros- para resolver ¨¦sta y otras inc¨®gnitas. ¡°No dispon¨ªan de la tecnolog¨ªa necesaria para capturar los cachalotes y rorcuales actualmente presentes en el Mediterr¨¢neo, porque viven en alta mar¡±, avanza Ana Rodrigues, tambi¨¦n autora del estudio e investigadora del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique de Francia), en una declaraci¨®n divulgada en un comunicado de las entidades investigadoras.
La clave estaba en las ballenas que se cazaban. Las nuevas t¨¦cnicas moleculares basadas en el c¨®digo de barras de ADN antiguo y la huella dactilar de col¨¢geno aplicadas por los genetistas permitieron saber que los huesos hallados por Bernal eran de dos especies, la ballena de los vascos y la gris, que s¨ª hacen posible su captura sin la mecanizaci¨®n que ya surgi¨® en el Industrializaci¨®n contempor¨¢nea. ¡°La ballena gris y sus ballenatos pueden acercarse mucho a la costa, hasta ser visibles desde tierra y podr¨ªan llegar a ser unas presas tentadoras para los pescadores locales¡±, a?ade Rodrigues.
El estudio teoriza que ambas especies podr¨ªan haber sido capturadas usando peque?os botes de remos y arpones, como los primeros balleneros vascos hicieron durante el siglo XI, en la Edad Media, momento que tradicionalmente la historiograf¨ªa hab¨ªa fijado para el inicio de la industria. Bernal ha encontrado evidencias de que, en el Estrecho, el negocio funcion¨® un lapso de 700 a?os, desde el siglo II antes de Cristo y dur¨® hasta el 500 de nuestra era, aunque ¡°eso no quiere decir que antes o despu¨¦s no se practicase¡±.
Hasta la fecha, tan solo exist¨ªan referencias aisladas a las ballenas en textos romanos, una sobre sus bondades m¨¦dicas y otra en un tratado sobre c¨®mo cazarlas. ¡°Pero nunca se hab¨ªa pensado que hubiese una pesca y aprovechamiento como tal¡±, reconoce el arque¨®logo. De hecho, ni siquiera se conoc¨ªa que la ballena de los vascos (Eubalaena glacialis) y la ballena gris (Eschrichtius robustus) hubiesen llegado tener el Mediterr¨¢neo como h¨¢bitats habituales. Tras siglos de persecuci¨®n, actualmente la primera subsiste a duras penas en una poblaci¨®n frente a las costas de Norteam¨¦rica. La segunda ya ha desaparecido del oc¨¦ano Atl¨¢ntico y ahora su localizaci¨®n se restringe al Pac¨ªfico norte.
No se ha podido determinar cu¨¢ndo o porqu¨¦ acabaron desaparecidas del Mediterr¨¢neo, aunque Bernal plantea la hip¨®tesis de que quiz¨¢s ese aprovechamiento romano acabase con ellas. Es solo una de las preguntas que esta investigaci¨®n abre para el futuro. De entrada, el conocimiento aportado permite una relectura con ojos nuevos de fuentes hist¨®ricas. Es el caso de cuando Plinio el Viejo, naturista del siglo I describ¨ªa a orcas que atacaban a una ballena y su cr¨ªa reci¨¦n nac¨ªa en la bah¨ªa de C¨¢diz. ¡°Eso se ajusta perfectamente con lo que sabemos de la ballena gris y la de los vascos¡±, reconoce Anne Charpentier, profesora titular de la Universidad de Montpellier y otra de las autora del estudio.
Por ello, los autores aconsejan a historiadores y arque¨®logos que reexaminen sus materiales hist¨®ricos bajo este nuevo prisma. Es lo que har¨¢ el propio arque¨®logo gaditano, justo ahora enfrascado en una nueva campa?a de excavaciones en Baelo Claudia. La coautora Camilla Speller, arque¨®loga y genetista de la Universidad de York, cree los expertos en gen¨¦tica tendr¨¢n protagonismo en las pr¨®ximas investigaciones en la materia: ¡°Las nuevas herramientas moleculares nos abren una nueva ventana al pasado de los ecosistemas¡±. El tiempo y las futuras indagaciones dir¨¢n si la combinaci¨®n entre disciplinas har¨¢ viable el descubrimiento de nuevos espacios en blanco que la historia de las civilizaciones mediterr¨¢neas a¨²n parece querer reservarse.
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