Centralidad del Parlamento
La oposici¨®n trata de inducir la par¨¢lisis pol¨ªtica desde la Mesa del Congreso
Las escaramuzas parlamentarias de las ¨²ltimas semanas, a las que se han sumado en d¨ªas pasados las reacciones a un extravagante ultim¨¢tum al Gobierno central por parte de la Generalitat, parecen sugerir que la eficacia del Poder Legislativo est¨¢ siendo menoscabada por la manera en la que lo est¨¢n manejando los diferentes grupos y, sobre todo, la propia Mesa del Congreso. Los partidos que la controlan tienen toda la legitimidad para ordenar a sus respectivos grupos que no participen en la conformaci¨®n de las mayor¨ªas que el Gobierno busca para llevar adelante sus iniciativas, e incluso para intentar impedirlas mediante su acci¨®n pol¨ªtica en el pleno. No es de recibo, por el contrario, que esos mismos partidos utilicen su posici¨®n institucional para lograr que la Mesa le cierre las puertas a que pueda hacerlo.
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La par¨¢lisis pol¨ªtica que desde la Mesa tratan de inducir los dos principales partidos de la oposici¨®n, como ya hicieron durante el mandato del anterior Ejecutivo, est¨¢ tentando al Gobierno con adoptar un comportamiento parlamentario que, aun siendo legal, lo coloca en mala posici¨®n pol¨ªtica para denunciar las inaceptables pr¨¢cticas institucionales ajenas. Al introducir una enmienda capaz de desbloquear el debate presupuestario en una ley que nada ten¨ªa que ver con ¨¦l, el Gobierno qued¨® frente a la Mesa en una situaci¨®n en la que una argucia parec¨ªa convalidar la otra, cuando lo que correspond¨ªa en primera instancia era denunciar una manera de actuar poco respetuosa con las instituciones y con la voluntad de los ciudadanos expresada a trav¨¦s de sus representantes.
Otro tanto cabe decir acerca de la estrategia sugerida en ocasiones por algunos ministros y el propio presidente, en el sentido de prolongar la legislatura durante el mayor tiempo posible a trav¨¦s de una pr¨®rroga de los Presupuestos y convertir as¨ª el Parlamento en una caja de resonancia de las medidas que adoptar¨ªan en caso de disponer de mayor¨ªa. Igual que no es aceptable exigir al Gobierno convocar elecciones cuando se le impide arteramente formar mayor¨ªas, tampoco lo es que este no las convoque cuando no pueda formarlas.
La inestabilidad pol¨ªtica actual no es tanto resultado de la sucesi¨®n de dos Gobiernos en minor¨ªa, una situaci¨®n ya conocida en el sistema espa?ol, como del mal uso que se est¨¢ haciendo de las C¨¢maras, tanto en lo que se refiere al respeto de las reglas que rigen para formar mayor¨ªas, como a la obligaci¨®n de no degradar los debates en simples sesiones de propaganda donde los esl¨®ganes sobre asuntos intrascendentes importen m¨¢s que los argumentos desde los que abordar la soluci¨®n de los problemas m¨¢s graves. La Constituci¨®n de 1978 no prev¨¦ la elecci¨®n directa del presidente del Gobierno. Esta importancia que el Parlamento tiene reconocida en la arquitectura institucional de 1978 qued¨® sobradamente demostrada cuando, hace apenas unos meses, el voto de los diputados depuso a un Gobierno al que sosten¨ªa un partido condenado por corrupci¨®n y lo sustituy¨® por otro de signo contrario. Pero la importancia de las C¨¢maras no est¨¢ limitada por la Constituci¨®n a esa votaci¨®n trascendental, sino que se extiende, adem¨¢s, a la acci¨®n pol¨ªtica ordinaria. Y es ah¨ª donde el Parlamento no est¨¢ ocupando la centralidad que el sistema le exige y le reconoce.
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