El g¨¦nero de las ciudades
Una visi¨®n feminista de la vida urbana
Tienen raz¨®n qui¨¦nes han advertido hasta qu¨¦ punto la aplicaci¨®n de una perspectiva de g¨¦nero cuestiona, cuando no disuelve, muchas de las certezas a las que, en cualquier disciplina o campo tem¨¢tico, los enfoques convencionales creen haber llegado. As¨ª, por ejemplo, tampoco la mayor¨ªa de te¨®ricos de la vida urbana han considerado el papel estrat¨¦gico que juegan los determinantes de g¨¦nero en el despliegue de la vida urbana en cualquiera de sus facetas. Ha habido que esperar a la perspectiva feminista para que se reconozca en la desigualdad entre los sexos un desmentido de la presunta neutralidad del llamado "espacio p¨²blico", ni se ha puesto el acento en la desventaja de partida que afecta a las mujeres a la hora de usar la calle.
Esta consideraci¨®n es siempre pertinente, pero est¨¢ bien que haya qui¨¦n la plantee de manera fundamentada y m¨¢s all¨¢ de la evidencia, y lo hago con estudios que lleven a lo concreto el hecho incontrovertible que la ciudad "para todos" no lo es "para todas".
En esa l¨ªnea de atender que el problema no est¨¢ en las conductas solo, sino que debe hallarse en las estructuras tenemos un nuevo aporte en la compilaci¨®n de Maria Gabriela Navas, de qui¨¦n ya conoc¨ªamos su trabajo sobre el Malec¨®n 2000 en Guayaquil, y Muna Makhlouf, autora de una excelente tesis doctoral sobre la Barceloneta, el que fuera barrio mar¨ªtimo de Barcelona. El t¨ªtulo de la obra colectiva es Apropiaciones de la ciudad. G¨¦nero y producci¨®n urbana: el derecho a la ciudad desde una perspectiva feminista y lo ha publicado la barcelonesa Pol¡¤len en su colecci¨®n de trabajos propiciados por el Observatori d'Antropologia del Conflicte Urb¨¤. En el volumen encontramos, adem¨¢s de art¨ªculos de teor¨ªa feminista de tema urbano, diversas incursiones a fondo en problem¨¢ticas particulares: una cartograf¨ªa de la violencia de g¨¦nero en Ecuador, la manera de hacer suyo el espacio por parte de las comerciantes minoristas en Quito, las memorias de infancia de mujeres de la Vila de Gr¨¤cia de Barcelona o c¨®mo los marcajes de g¨¦nero act¨²an ya desde la infancia a trav¨¦s de las diferentes maneras de jugar en la calle.
Estudios como los reunidos en este libro llevan tiempo poniendo de relieve c¨®mo el empleo del tiempo libre de las mujeres o los esquemas espaciales de su actividad, han puesto de manifiesto como la calle no puede siempre oponer su vocaci¨®n igualitaria a las flagrantes asimetr¨ªas que las mujeres deben sufrir en el mercado de trabajo, en el hogar, en la distribuci¨®n de la justicia, en las jerarquizaciones pol¨ªticas o en el sistema educativo.
Las potencialidades democr¨¢ticas del espacio p¨²blico, como supuesto espacio de todos y para todos, no se han realizado, puesto que se resienten de los lastres de un sistema que se funda, por definici¨®n, en la desigualdad en el acceso y el usufructo de los recursos sociales. Eso implica que todas las segregaciones espaciales basadas en la desigualdad de clase o de etnia afectar¨¢n siempre m¨¢s a las mujeres del segmento maltratado que a sus hombres. Las injusticias que organizan la sociedad no pueden dejar de encontrar una inscripci¨®n topogr¨¢fica, incluso en aquellos escenarios en los que en principio deber¨ªan dominar identidades ¡ªajenas en principio a la divisi¨®n sexual¡ª en que se deber¨ªa fundar la convivencia democr¨¢tica, como la abstracta de ciudadano o su concreci¨®n f¨ªsica de usuario.
Ese marcaje espacial de las mujeres se traduce igualmente en un escamoteo del derecho a disfrutar de las ventajas del anonimato y la individuaci¨®n que deber¨ªan presidir las relaciones entre desconocidos en espacios p¨²blicos. La naturaleza neutral y mixta del espacio p¨²blico es, no nos enga?emos, mucho m¨¢s una declaraci¨®n de principios que una realidad palpable, como tambi¨¦n lo es la promiscuidad relacional que se supone que en ¨¦l rige.
Las mujeres ¨Cy en especial las mujeres consideradas codiciables por los hombres¨C son constantemente v¨ªctimas de agresiones sexuales, de las que la violaci¨®n es la manifestaci¨®n m¨¢s brutal, pero que conoce sus expresiones elementales en el asalto con la mirada o la interpelaci¨®n grosera.
Parad¨®jicamente, si se quiere, en la calle esa misma mujer que vemos invisibilizada como sujeto social sufre una hipervisibilizaci¨®n como objeto de la atenci¨®n ajena. Las mujeres ¨Cy en especial las mujeres consideradas codiciables por los hombres¨C son constantemente v¨ªctimas de agresiones sexuales, de las que la violaci¨®n es la manifestaci¨®n m¨¢s brutal, pero que conoce sus expresiones elementales en el asalto con la mirada o la interpelaci¨®n grosera. En la calle, m¨¢s que en otros sitios, las mujeres pueden descubrir hasta qu¨¦ punto es cierto lo que aprecia Pierre Bourdieu en La dominaci¨®n masculina (Anagrama), de que son seres ante todo percibidos, puesto que existen fundamentalmente por y para la mirada de los dem¨¢s lo que cabe colocar en la misma base de la inseguridad a que se las condena.
Ahora bien, esa "sexuaci¨®n" del espacio p¨²blico no logra devaluar ni desactivar completamente sus virtudes. La calle es sin duda en todos sitios un escenario de peligro para las mujeres, a las que los factores de vulnerabilidad urbana afectan mucho m¨¢s intensamente que a los hombres. Se ha repetido, y con raz¨®n, que el espacio p¨²blico no haya sido concebido y dise?ado de acuerdo con intereses y modelos de uso preferentemente masculinos. Pero, a pesar de todo, es all¨ª donde la mujer ha podido encontrar nuevas formas de resistencia, muchas veces bajo el disfraz de actividades de ocio o de consumo. Los lugares p¨²blicos y semip¨²blicos urbanos han ampliado para las mujeres la posibilidad de construir reductos de seguridad y confianza ajenos a la familia, continuando con una vieja tradici¨®n de lugares de encuentro ¡ªlavaderos, fuentes, tiendas, parroquias...¡ª en que se cumpl¨ªa la paradoja que ha hecho encontrar a las mujeres tantas veces fuera, en el exterior, un refugio para su intimidad que no hab¨ªan logrado encontrar dentro.
No es casual, de que tuvieran que ser mujeres quienes mejor entendieran la esencia en ¨²ltima instancia emancipadora de la vida ah¨ª afuera de las ciudades. La misma noci¨®n de "espacio p¨²blico", tal y como merece ser reivindicada en la actualidad, es fruto del pensamiento de una mujer, Hannah Arendt. Quien hizo el m¨¢s intenso elogio de la actividad humana en las aceras, fue una mujer, Jane Jacobs. Y fue una mujer, la que convirti¨® el ajetreo urbano y sus v¨¦rtigos en alguna de las obras literarias m¨¢s bellas del siglo XX, Virginia Wolf. Una escena de Las horas refleja esa pasi¨®n de la escritora por el torbellino urbano.
All¨ª, emboscadas en las muchedumbres de la gran ciudad, las mujeres tambi¨¦n pod¨ªan escabullirse de las habladur¨ªas y de los rumores, eludir las vigilancias ejercidas en nombre de la comunidad. Ha sido entre la multitud de desconocidos que se agitan por las calles d¨®nde las mujeres han podido encontrar un ¨²ltimo refugio para los intercambios m¨¢s privados, un escenario sobre el que ensayar sus mejores intentos de fuga.
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