En las ciudades se puede luchar (y mucho) contra el hambre
La FAO recuerda que crece el n¨²mero de hambrientos en el mundo por tercer a?o y que las urbes juegan un rol fundamental en atajar la inseguridad alimentaria que sufre una de cada nueve personas
El pasado mes de septiembre Naciones Unidas revel¨® que el hambre hab¨ªa aumentado por tercer a?o consecutivo, y ya son 821 millones de personas las que la padecen (el 11% del total mundial). En 2017 se sumaron 15 millones de personas a la cifra del a?o anterior, lo que supone un retroceso a niveles de hace una d¨¦cada. En su informe La seguridad alimentaria y la nutrici¨®n en el mundo, la ONU avisa de que este no parece ser un repunte de car¨¢cter aislado. Y advierte, a la vez, que la obesidad adulta ha crecido y afecta al menos a uno de cada ocho adultos en el mundo, fundamentalmente en Am¨¦rica del Norte pero cada vez m¨¢s, tambi¨¦n, en ?frica y Asia.
Si tenemos en cuenta que se calcula que en 2050 la poblaci¨®n mundial podr¨ªa llegar a 9.100 millones de personas, y casi el 70% vivir¨¢ en ¨¢reas urbanas, la demanda de alimentos sufrir¨¢ un incremento del 70%. Y un creciente porcentaje de personas, viviendo en ciudades, depender¨¢ de una producci¨®n externa que choca con la capacidad de los ecosistemas que las sostienen. Y esta demanda, adem¨¢s, deber¨¢ satisfacerse a pesar de la creciente escasez de agua y competencia por la tierra, y en un contexto global marcado por el cambio clim¨¢tico. Por eso, la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) no es la primera vez que hace un llamamiento a las ciudades, a las que considera imprescindibles para acabar con el hambre, la malnutrici¨®n y el desperdicio de alimentos.
Y es que las cifras son llamativas. La FAO calcula que casi 7,5 millones de adultos de la Uni¨®n Europea (el 17%) padecen "inseguridad alimentaria grave" y 14 millones de adultos sufren una grave falta de alimentos. Y en el trienio 2014-2016 medio mill¨®n de espa?oles, 900.000 franceses o 2,7 millones de habitantes de Reino Unido viv¨ªan en un hogar donde al menos un adulto ten¨ªa problemas para comer lo necesario. Por eso, insiste en la necesidad de cambiar los sistemas alimentarios en sus fases de producci¨®n, distribuci¨®n y consumo, para que se realicen de manera sostenible. Y destaca la necesidad de reducir dr¨¢sticamente el desperdicio de alimentos, que son especialmente elevados en las zonas urbanas (mediante la redistribuci¨®n y la reutilizaci¨®n de desechos como abono o para generar energ¨ªa). Hoy d¨ªa, los consumidores de los pa¨ªses ricos desperdician una cuarta parte de la comida que compran.
As¨ª, los impactos de la forma en que nos alimentamos los seres humanos, cada vez m¨¢s urbanos, es un debate que hoy, inevitablemente, est¨¢ sobre la mesa. Seg¨²n la arquitecta Carolyn Steel fue a partir del siglo XIX, con la industrializaci¨®n, cuando las urbes comenzaron su expansi¨®n sin freno y el flujo de alimentos se torn¨® ¡°invisible¡±, y proveniente de lugares lejanos. Entonces, la alimentaci¨®n cambi¨® su valor. Y se modific¨® la dieta. Los excedentes de grano se emplearon para alimentar a los animales y el consumo de carne en los pa¨ªses industrializados se dispar¨®. Un modelo de alimentaci¨®n que ha llevado a que, en la actualidad, tan s¨®lo cinco empresas multinacionales controlen el 80% del comercio de alimentos, mientras que los peque?os productores que producen el 70% de la alimentaci¨®n mundial viven en situaci¨®n de pobreza, y son sistem¨¢ticamente privados de los recursos que necesitan para prosperar: agua, tecnolog¨ªa, inversi¨®n o cr¨¦dito. Y a que enormes extensiones de tierra en ?frica, y otros lugares, se cedan a inversores a precios muy bajos, o a que las subidas del precio del petr¨®leo supongan dr¨¢sticos aumentos en el precio de los alimentos b¨¢sicos.
Por todo ello, desde 2015 las ciudades que se adhirieron al Pacto de Mil¨¢n de Pol¨ªtica Alimentaria Urbana acordaron trabajar para garantizar el acceso a alimentos saludables, promover la sostenibilidad en el sistema alimentario, sensibilizar a la poblaci¨®n sobre las dietas saludables, y reducir el desperdicio alimentario. Y el Pacto, con el horizonte de 2050, supuso que las ciudades, por primera vez, empezaran a considerar como un nuevo ¨¢mbito de competencia municipal el tema de la alimentaci¨®n.
Y, poco a poco, se van poniendo en marcha iniciativas orientadas a enfrentar estos desaf¨ªos desde las ciudades. Ha resurgido la agricultura urbana (con huertos urbanos ecol¨®gicos, granjas verticales, bosques de alimentos, techos verdes), nacen tiendas solidarias (con productos frescos m¨¢s baratos para personas con rentas m¨¢s bajas), grupos de consumo, restaurantes de tiempo (que ofrecen alimentos a cambio de trabajo), supermercados ecol¨®gicos, o nuevas alianzas con el territorio rural circundante.
Indudablemente, si en 2030 las ciudades albergan a cerca de 5.000 millones de personas, el v¨ªnculo entre medio rural y urbano ser¨¢ cada vez m¨¢s importante. Y la FAO insiste: acabar con el hambre es una cuesti¨®n de voluntad pol¨ªtica. Que requiere encaminarse hacia una soberan¨ªa alimentaria que facilite el igual acceso a una alimentaci¨®n nutritiva y repiense, desde un enfoque sostenible, tanto la producci¨®n como la distribuci¨®n de los alimentos, incluyendo las pr¨¢cticas comerciales y las condiciones laborales. Que la agricultura y ganader¨ªa reduzcan dr¨¢sticamente su huella de carbono. Y que las ciudades se comprometan a desarrollar sistemas alimentarios sostenibles conectados a su entorno cercano. De manera que, como recomienda tambi¨¦n Oxfam, sea posible responder a los retos de una producci¨®n de alimentos sostenible, equitativa y resiliente.
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