Jes¨²s Ordov¨¢s: ¡°Ansiaba ser un Dylan a la espa?ola, pero estaba negado para la m¨²sica¡±
Un hist¨®rico de la cr¨®nica y la cr¨ªtica entrevista a otro hist¨®rico de la cr¨®nica y la cr¨ªtica. El resultado, complicidades y amistades aparte, solo pod¨ªa ser este: una charla que incluye por igual certeros an¨¢lisis de lo ocurrido en la m¨²sica espa?ola en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas y algunas confesiones personales en lo que concierne a las bandas, los solistas, la industria y el periodismo cultural
JES?S ORDOV?S BLASCO (Ferrol, 1947) es el aut¨¦ntico Hombre Tranquilo del pop espa?ol: rara vez se le ha visto nervioso o enfadado. Y eso que vivi¨® tiempos tormentosos desde finales de los a?os sesenta. De su etapa hippy guarda una condena en el Tribunal de Orden P¨²blico, expulsiones de Ibiza escoltado por la Guardia Civil, la cicatriz de una pu?alada. Y un libro de ¨¦xito sobre Bob Dylan, que ayud¨® a difundir la leyenda del cantautor en Espa?a.
A finales de los setenta, ya sin barba ni melena, Ordov¨¢s se reconvirti¨® en propagandista del pop madrile?o (y gallego, como veremos). Sin su dedicaci¨®n entusiasta, a trav¨¦s del semanario Disco Expr¨¦s o la emisora Radio 3, hubiera sido m¨¢s costosa la implantaci¨®n de lo que entonces se conoc¨ªa como Nueva Ola. Algo que los enemigos de la movida nunca le han perdonado.
Sus detractores, sin embargo, no han podido acusarle de haberse enriquecido con sus hallazgos. ¡°Muchas veces me ofrecieron ser productor o m¨¢nager, pero ni llegu¨¦ a plante¨¢rmelo. Otros aceptaron, a m¨ª me pareci¨® incompatible con el oficio de comentarista de m¨²sica¡±. As¨ª que nunca lleg¨® a conseguir aquel desider¨¢tum del triunfo ¡ªel chal¨¦ con piscina en Somosaguas¡ª que invocaba para bromear con los invitados a sus programas.
De hecho, desde 1986 vive en un piso junto a la madrile?a plaza de Ant¨®n Mart¨ªn. Hace unos meses, all¨ª se contempl¨® otra extraordinaria demostraci¨®n de su temple. Tras declararse un incendio en su casa, se qued¨® aislado en su cuarto piso, invadido de humo. El rescate de los bomberos se hizo esperar, pero cuando llegaron ¡ªhay im¨¢genes en YouTube¡ª, le encontraron impert¨¦rrito.
?Pensaste que pod¨ªas morir? Claro que s¨ª, m¨¢s gente muere asfixiada por el humo que por las quemaduras. All¨ª estaban la Polic¨ªa, el Samur, centenares de curiosos, pero no aparec¨ªa el cami¨®n de bomberos con escalera telesc¨®pica. Cuando finalmente pis¨¦ tierra, me dije que aquello era una se?al. Decidimos poner a la venta el piso para instalarnos definitivamente en el Mediterr¨¢neo.
No obstante, poco despu¨¦s recapacit¨® y ahora alterna la costa con su residencia en Madrid. ¡°Est¨¢ en un sitio perfecto, voy andando a los lugares que me interesan. Como hoy¡±. Hemos quedado en Argo, un club privado contiguo a la Cervecer¨ªa Alemana, en la plaza de Santa Ana.
¡°Esta Cervecer¨ªa Alemana era el Caf¨¦ Gij¨®n de la contracultura. Recalaban los hippies extranjeros que pasaban por Madrid y se enrollaban con los freaks espa?oles. Me ve¨ªa con una pandilla que inclu¨ªa a Pedro Almod¨®var y a Herminio Molero [fundador de la primera Radio Futura]. ?ramos muy underground, pero tambi¨¦n nos ¨ªbamos de excursi¨®n al campo¡±.
?De qu¨¦ hablaban? De discos, claro, pero tambi¨¦n de pel¨ªculas que nos apasionaban, aunque nos llegaran censuradas. Y de los libros de Jack Kerouac y compa?¨ªa, que encontr¨¢bamos en ediciones argentinas.
Aunque se matricul¨® en Ciencias Pol¨ªticas, nunca milit¨® en los abundantes grup¨²sculos que proliferaban en la universidad. ¡°Era amigo de todos, quiz¨¢ con mayor simpat¨ªa por los anarquistas¡±. Hasta que padeci¨® una detenci¨®n, durante el famoso recital de Raimon en mayo de 1968. ¡°Por precauci¨®n, yo siempre me pongo en la parte de atr¨¢s de los conciertos. Aquella vez fue una mala idea. Llevaba un chaquet¨®n militar y dos polic¨ªas de paisano decidieron que ten¨ªa pinta de comandante de la revoluci¨®n. Me esposaron y al coche¡±.
Esto no va quedar muy rockero. Detenido durante un concierto de Raimon¡ Estaban muy nerviosos, supongo que por los acontecimientos de Par¨ªs. Me recibieron en la Direcci¨®n General de Seguridad entre empujones y amenazas. Me salv¨® mi apellido: un t¨ªo m¨ªo era comisario y trabajaba all¨ª. Evit¨® que me pegaran y consigui¨® que aquello se resolviera al d¨ªa siguiente. Un juez militar me declar¨® culpable de participar en una manifestaci¨®n ilegal y me mult¨® con 6.000 pesetas.
Una barbaridad para un estudiante. All¨ª estaba mi madre al quite. Mi padre hab¨ªa muerto poco antes y ella era muy comprensiva. Sal¨ª en libertad y, no puedo olvidarlo, ninguno de los compa?eros comprometidos se interes¨® por lo que me hab¨ªa pasado. Desde entonces, siempre he desconfiado de los partidos pol¨ªticos: en esencia, son clanes de ayuda mutua.
Tras terminar la carrera, se empe?¨® en buscar lugares menos hostiles. A partir de 1970, tras ser declarado in¨²til para el Servicio Militar, consigui¨® el pasaporte y se benefici¨® de una organizaci¨®n estudiantil de ¨¢mbito europeo que facilitaba desplazamientos baratos y empleos temporales. Pas¨® ¨¦pocas en Par¨ªs, R¨®terdam, Londres, California. De los primeros viajes se trajo un tesoro, la discograf¨ªa completa de Bob Dylan ¡ª¡°Tard¨® a?os en estar disponible en Espa?a¡±¡ª, incluyendo lanzamientos piratas.
?No so?aste con formar un grupo de folk-rock, a lo Byrds? Estaba fuera de nuestro alcance. Simplemente ansiaba ser un Dylan a la espa?ola, me compr¨¦ una guitarra, una arm¨®nica y un magnetof¨®n Grundig. Pero fui a un conservatorio y all¨ª me dijeron que estaba negado para la m¨²sica.
A cambio, le surgi¨® la oportunidad de escribir lo que ser¨ªa el primer libro sobre Bob Dylan publicado en espa?ol. Inauguraba una colecci¨®n que alcanzar¨ªa gran influencia, Los Juglares, de editorial J¨²car. Result¨® que hab¨ªa una inmensa sed de Dylan y su tomo vendi¨® miles de copias; hasta sali¨® una edici¨®n de lujo, con pasta dura y dorados. Jes¨²s estuvo a punto de no ver su publicaci¨®n.
¡°Lo escrib¨ª en Valencia, en casa de mi amigo Paco. Una noche, volviendo de un concierto, nos asaltaron dos gitanillos. Estaban tan nerviosos que uno me clav¨® la navaja justo al lado del coraz¨®n. Me ingresaron en estado muy grave, perd¨ª mucha sangre. Lo peor fue que El Caso investig¨® y, como andaban conchabados con la Polic¨ªa, sacaron mis antecedentes como ¡®agitador estudiantil¡¯. Ven¨ªan a sugerir que all¨ª hab¨ªa algo m¨¢s que un intento de robo¡±.
¡°Muchas veces me ofrecieron ser productor o m¨¢nager, pero ni llegu¨¦ a plante¨¢rmelo. Me pareci¨® incompatible con el oficio de comentarista de m¨²sica¡±
Tiene Jes¨²s una visi¨®n providencialista de la existencia: las cosas no suceden por casualidad. De vuelta en Madrid, en 1975, en compa?¨ªa de su chica, Pilar Imedio, se instal¨® en el barrio obrero de La Elipa. Intim¨® con Burning, que ensayaban en un cercano centro parroquial. Una revelaci¨®n: un arrogante grupo que contaba vivencias callejeras mirando de reojo a los Rolling Stones.
¡°Decid¨ª que los espacios que ten¨ªa en Disco Expr¨¦s iban a servir para cubrir el rock que se hac¨ªa en Madrid. A pesar de la oposici¨®n del resto de la revista, que hab¨ªa entronizado el rock progresivo y solo aceptaba, entre lo nacional, a la onda layetana¡±.
Era tremendo el desprecio que manifestaban por el rock madrile?o. Nos llamaban ¡°mesetarios¡±. Nuestro amor por Barcelona no era correspondido.
Otro encuentro decisivo tuvo lugar en el Rastro una ma?ana de 1977: ¡°Alaska era una ni?a, pero estaba vendiendo fanzines donde hablaban de punk, pero tambi¨¦n de Vainica Doble. A trav¨¦s de ella, conect¨¦ con Kaka de Luxe, que ser¨ªa el embri¨®n de todo lo que vino despu¨¦s¡±. Para entonces, Jes¨²s presentaba un programa de radio en Onda Dos, Entre Frisco y Formentera, luego rebautizado como Otro rollo m¨¢s de Jes¨²s Ordov¨¢s.
Se trabajaba por puro entusiasmo, sin retribuci¨®n. Creo que nos pagaban 300 pesetas al mes. En met¨¢lico, en un sobre donde ni figuraba el nombre de la emisora.
Est¨¢ bien recordarlo, para que no se crea que est¨¢bamos subvencionados. Eso dicen algunos que en los setenta trabajaban en la radio del Sindicato Vertical. Quieren explicar la movida como no s¨¦ qu¨¦ conspiraci¨®n del PSOE contra el rock proletario. Bastante absurdo, los primeros concursos de grupos en Madrid los mont¨® UCD. All¨ª sal¨ªan las propuestas m¨¢s frescas por el apoyo de unos pocos cr¨ªticos y periodistas; los grupos duros ya ten¨ªan su discogr¨¢fica, su circuito, sus locutores que intentaban llevarse una tajada. Luego, es cierto, quedaron eclipsados por la movida, pero es un fen¨®meno de renovaci¨®n que, aunque resulte cruel, siempre pasa en la m¨²sica pop.
Decididamente novedosa fue la apuesta de Jes¨²s por las maquetas, grabaciones a veces caseras de grupos entonces ajenos al engranaje industrial. ¡°Ya lo hac¨ªamos en Onda Dos, pero yo insist¨ª en Radio 3. Me cre¨® problemas. Un jefe de programas y, luego, un director de la emisora me abroncaron, dec¨ªan que Radio Nacional no pod¨ªa emitir grabaciones tan malas, que encima dec¨ªan barbaridades. Yo esperaba a que cambiara el equipo directivo, cosa que ocurr¨ªa con frecuencia, y segu¨ªa dale que te pego¡±.
¡°En la segunda hora del Diario Pop ten¨ªa mi apartado para grupos nacionales, ¡®Esto no es Haw¨¢i¡¯. En 1982, cuando me lleg¨® la casete de Siniestro Total, grabada en Vigo, empec¨¦ pinchando las canciones m¨¢s divertidas, tipo Ayatollah, no me toques la pirola. Como no pas¨® nada, noche a noche fui subiendo el list¨®n con Las tetas de mi novia o Matar hippies en las C¨ªes¡±.
Y surgi¨® la movida viguesa. Entre otras. Siniestro nos hizo ver que ten¨ªamos una audiencia nacional: a las pocas semanas, estaba sepultado bajo centenares de sobres con maquetas. Era como si hasta en el ¨²ltimo pueblo de Espa?a surgieran grupos. Igual con m¨¢s cosas que contar que t¨¦cnica para hacerlo, pero, al fin y al cabo, una explosi¨®n de creatividad.
Tambi¨¦n discute Ordov¨¢s ese pliego de cargos que atribuye a la movida la difusi¨®n de todo tipo de drogas y hasta la pandemia del sida. ¡°Solo puedo hablar por mi experiencia. Por mi barrio circulaban la hero¨ªna y la coca¨ªna antes de que salieran los primeros grupos de la Nueva Ola. Y no s¨¦ si se follaba m¨¢s o menos, pero, desde luego, se tomaban menos precauciones que en los a?os de la movida, cuando todo el mundo llevaba su cond¨®n¡±.
Pero el caso de Burning¡ en los noventa, mueren To?o, el cantante, y Pepe Risi, el cabecilla del grupo. Yo prefiero verlo como una historia de supervivencia. Johnny Cifuentes, el teclista, tom¨® el tim¨®n, se puso a cantar y todav¨ªa funcionan.
¡°Me subo por las paredes al ver c¨®mo tratan en TVE el mejor archivo televisivo de Espa?a en m¨²sica pop. Lo trocean en cachitos para provocar risitas¡±
Embriagado por el subid¨®n de los ochenta, Jes¨²s tard¨® en asumir el cambio de paradigma que introdujo el indie en los noventa. ¡°Hab¨ªan ido desapareciendo los mejores grupos de la d¨¦cada anterior y me dej¨¦ llevar por la rutina, como si no hubiera pasado nada. Cierto es que surgieron propuestas maravillosas, como Los Planetas, Surfin¡¯ Bichos o La Buena Vida, pero rodeadas de mucha morralla, de grupos que usaban un ingl¨¦s patatero. Creo que se notaba que no me ilusionaban. En cambio, otros les apoyaban a muerte, sin ning¨²n filtro¡±.
?Te reconoces en la actual Radio 3? Todav¨ªa hay buenos programas, pero es evidente que Radio 3 fue perdiendo el nivel cultural que ten¨ªa en sus inicios. Entraron muchos refugiados de Radiocadena Espa?ola, con un concepto m¨¢s comercial de hacer radio, con listas y compadreos. De repente, se negociaban los estrenos de determinados discos. No se reconoc¨ªan tampoco los servicios prestados por los que est¨¢bamos all¨ª desde el principio: pod¨ªan exiliarte a los fines de semana en vez del programa diario. Muchos tuvimos que aceptar el ERE de 2006, pr¨¢cticamente nos obligaban a marcharnos. Uno de los peores disparates de Zapatero.
En sus ¨²ltimos meses en Prado del Rey, Ordov¨¢s emprendi¨® otra aventura quijotesca: iPop, programa diario de informaci¨®n musical que emit¨ªa La 2. ¡°Las posibilidades eran fant¨¢sticas, pero fue saboteado por el equipo de producci¨®n, que b¨¢sicamente no quer¨ªa trabajar demasiado. Es lo ¨²nico que echo de menos en mis a?os de jubilado: programas decentes en TVE¡±.
Bueno, programas hay¡ Me subo por las paredes al ver c¨®mo tratan el mejor archivo televisivo de Espa?a en m¨²sica pop. B¨¢sicamente lo trocean en cachitos para provocar risitas. Igual antes ¨¦ramos unos pedantes al querer informar sobre la m¨²sica que nos emocionaba, pero ahora en TVE sale gente que no sabe de nada pero que habla de todo. Ignorantes con permiso para banalizar lo que se les ponga por delante.
Nuevamente, conviene resaltar que Ordov¨¢s mantiene la calma incluso cuando siente motivos para sentirse indignado. Ya no est¨¢ en la batalla y se va quitando peso: est¨¢ vendiendo o regalando grandes bloques de su inmensa colecci¨®n de discos. Le pregunto si se reserva algo: ¡°S¨ª, los discos de jazz. He descubierto que el jazz es buen acompa?ante para este tramo de mi vida¡±.
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