El sida y la trampa de la complacencia
A pesar de una notable reducci¨®n del 34% en la mortalidad por la enfermedad desde 2010, el pasado a?o 2017 aproximadamente un mill¨®n de personas murieron a causa de ella
No caigamos en la trampa de la complacencia. S¨ª, es cierto que, gracias al enorme progreso logrado durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, la infecci¨®n por el VIH ha evolucionado de ser una sentencia de muerte a convertirse en una condici¨®n cr¨®nica y manejable. Esta es la visi¨®n que muchos en nuestro entorno tienen de esta enfermedad. Pero tambi¨¦n es cierto que a pesar de los miles de millones de euros invertidos y del esfuerzo colectivo de miles de profesionales de la salud, trabajadores sociales, organizaciones comunitarias, responsables pol¨ªticos e investigadores de todo el mundo, la respuesta mundial a la epidemia del sida se encuentra en un momento precario.
Los estados miembros de las Naciones Unidas incluyeron de manera audaz el objetivo de acabar con el sida entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030. Lamentablemente, el ritmo del progreso no est¨¢ a la altura de este ambicioso objetivo. A pesar de una notable reducci¨®n del 34% en la mortalidad por SIDA desde 2010, el pasado a?o 2017 aproximadamente un mill¨®n de personas murieron a causa de esta enfermedad. Un mill¨®n, m¨¢s de 2.500 personas al d¨ªa.
Una explicaci¨®n que a menudo se pasa por alto para esta elevada mortalidad es que, a pesar de la tendencia mundial de ofrecer tratamiento antirretroviral (TAR) m¨¢s temprano, el diagn¨®stico de VIH ocurre tarde en una proporci¨®n significativa de casos. Un estudio que incluy¨® datos de 55 pa¨ªses mostr¨® que casi el 40% de los pacientes que iniciaron TAR en 2015 lo hicieron en fases muy avanzadas de la enfermedad, con niveles de inmunosupresi¨®n asociados con un aumento de la comorbilidad, el ingreso hospitalario, la mortalidad y el gasto sanitario.
Algunos pensar¨¢n que este es un fen¨®meno limitado a los pa¨ªses de recursos limitados y, una vez m¨¢s, la complacencia y los prejuicios los llevar¨¢n a enga?o. En Catalu?a, por ejemplo, pese a una reducci¨®n en el n¨²mero de diagn¨®sticos tard¨ªos en los ¨²ltimos a?os, en 2016, el 43% de los nuevos diagn¨®sticos de VIH ocurrieron tarde y el 23% en fases de la enfermedad avanzada. Ser hombre heterosexual se asocia sistem¨¢ticamente con una mayor prevalencia de enfermedad avanzada en el momento del diagn¨®stico de VIH. Otros factores incluyen la mayor edad, el menor nivel educativo y, en estudios realizados en Europa, haber nacido en un pa¨ªs extranjero. Comprender y actuar sobre los determinantes sociales asociados con estos factores de riesgo es crucial para disminuir la mortalidad por sida.
De hecho, la reducci¨®n de la mortalidad observada en los ¨²ltimos a?os es mayor entre las mujeres que en los hombres, lo que probablemente refleja diferencias en la actitud respecto a la b¨²squeda de atenci¨®n sanitaria y una disparidad de g¨¦nero en la cobertura antirretroviral. En 2016, el 60% de las mujeres y el 47% de los hombres que viven con VIH en todo el mundo recibieron TAR, lejos de la meta establecida para 2020 (81%, el 90% del 90% diagnosticado). Para lograr este objetivo, casi tres millones de personas adicionales deber¨ªan recibir tratamiento cada a?o. Esto supone un desaf¨ªo enorme en el contexto de estancamiento de la financiaci¨®n, la escasez de trabajadores de salud y la persistencia del estigma y la discriminaci¨®n, a menudo, y en ciertos contextos alimentados pol¨ªticamente.
En 2016, el 60% de las mujeres y el 47% de los hombres que viven con VIH en todo el mundo recibieron tratamiento antirretroviral, lejos de la meta establecida para 2020: el 90% del 90% diagnosticado
Por otro lado, a pesar de un aumento notable en la eficacia de las medidas de prevenci¨®n del VIH, el acceso global a estas intervenciones es claramente insuficiente y no llega a quienes m¨¢s las necesitan. Esta dram¨¢tica realidad se traduce en una reducci¨®n en el n¨²mero de nuevas infecciones anuales muy por debajo de la meta marcada. Los casi dos millones de nuevas infecciones ocurridas en 2017 muestran cu¨¢n poco realistas son estos objetivos, dada la compleja realidad en que vivimos. Y, de nuevo, este no es un fen¨®meno limitado a pa¨ªses de recursos limitados. De hecho, la mayor reducci¨®n de nuevas infecciones entre 2010 y 2017 se observ¨® en el ?frica subsahariana, con un 30% en el sur y este de ?frica, en comparaci¨®n con el 8% en Europa occidental y Am¨¦rica del Norte. A su vez, en Europa del Este, Oriente Medio, ?frica del Norte y Asia Central, el n¨²mero de nuevas infecciones se duplic¨® en los ¨²ltimos 20 a?os. El acceso a los preservativos, la profilaxis pre-exposici¨®n, la circuncisi¨®n masculina, el intercambio de jeringas y el tratamiento de sustituci¨®n para la dependencia de opi¨¢ceos deben incrementarse radicalmente en todo el mundo y, especialmente, entre las poblaciones m¨¢s vulnerables.
Lamentablemente, la mayor vulnerabilidad de las mujeres y las ni?as en ciertas regiones del mundo se traduce en un n¨²mero desproporcionadamente concentrado de nuevas infecciones entre ellas. En el ?frica subsahariana, las mujeres representaron alrededor del 60% de las nuevas infecciones en 2017. Una respuesta efectiva al sida deber¨ªa ir de la mano con un compromiso mundial y nacional firme para combatir el acoso, el abuso y la violencia contra las mujeres en el hogar, en el lugar de trabajo y en la comunidad.
El programa conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA) considera a los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, los trabajadores sexuales, las personas transg¨¦nero, las personas que se inyectan drogas y los presos como los cinco grupos especialmente vulnerables al VIH. A nivel mundial, casi la mitad de las nuevas infecciones en 2017 se produjeron en estos grupos de poblaci¨®n y sus parejas sexuales, incluido el 25% de las nuevas infecciones en el ?frica subsahariana y el 90% en Europa occidental. La estrategia de ONUSIDA promueve un enfoque del desarrollo basado en los derechos humanos para no dejar a nadie atr¨¢s. Sin embargo, todav¨ªa son comunes en algunos pa¨ªses pol¨ªticas y pr¨¢cticas punitivas que dificultan una respuesta efectiva al sida. Estas incluyen restricciones de viaje, pruebas obligatorias de VIH y criminalizaci¨®n de relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, del trabajo sexual y del uso de drogas. Una vez m¨¢s, la socorrida voluntad pol¨ªtica para poner fin de inmediato a estas pr¨¢cticas y leyes discriminatorias emerge como un elemento fundamental para el control global de la epidemia del SIDA. Es responsabilidad del estado prohibir estas pol¨ªticas y proteger a todos sus ciudadanos.
Y no olvidemos a los ni?os. Les estamos dejando atr¨¢s. So?amos con eliminar las nuevas infecciones por el VIH en 2018, pero en 2017, unos 180.000 ni?os se infectaron y cerca de dos millones de ni?os viv¨ªan con el VIH en todo el mundo, la mayor¨ªa de ellos en el ?frica subsahariana. Y lo que es m¨¢s escandaloso a¨²n, solo la mitad de los diagnosticados recibieron tratamiento antirretroviral. Y esta vez s¨ª, esta es una realidad de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo que deber¨ªa sacudir nuestras conciencias. El sida pedi¨¢trico es a¨²n una enfermedad olvidada.
As¨ª que no, el sida est¨¢ muy lejos de ser historia. La respuesta global a la epidemia del sida durante las ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido ciertamente notable, y debe ser reconocida con entusiasmo y sin reservas. Pero no caigamos en la trampa de la complacencia, o nunca veremos su fin.
Emili Letang, investigador experto en sida del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundaci¨®n Bancaria "la Caixa".
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