Informaci¨®n permanente revisable
La propuesta de la prisi¨®n permanente revisable como una especie de soluci¨®n m¨¢gica, adem¨¢s de ineficaz, desv¨ªa el debate sobre otro tipo de medidas que inciden de forma directa sobre las circunstancias de la violencia de g¨¦nero
Si supi¨¦ramos que nuestro vecino es un ladr¨®n reincidente probablemente no dejar¨ªamos la puerta abierta ni a ¨¦l en la entrada del piso mientras vamos a buscar el lim¨®n o el cart¨®n de leche que nos ha pedido. Si nos dijeran en el hospital que tomar determinados alimentos o hacer ciertas actividades puede tener consecuencias graves para nuestra salud, lo m¨¢s probable es que no las hici¨¦ramos.
La pregunta es sencilla: ?por qu¨¦ si sabemos que hay maltratadores reincidentes que maltratan a varias mujeres, que incluso han llegado a asesinar a m¨¢s de una pareja, y por qu¨¦ si se conoce que algunos agresores sexuales pueden volver a agredir en una cultura machista que cosifica y responsabiliza a las mujeres no se act¨²a para que no suceda y, adem¨¢s, se facilita que esta realidad sea conocida para que las v¨ªctimas potenciales y los entornos puedan mejorar su protecci¨®n y disminuir el riesgo?
La violencia contra las mujeres cuenta con dos factores cr¨ªticos, por un lado los elementos propios de una situaci¨®n criminal, y por otro, la normalidad de una sociedad que bajo el machismo la normaliza, la justifica y la invisibiliza, circunstancias completamente distintas a otros tipos de criminalidad que impactan en el abordaje de cada uno de los casos y en la prevenci¨®n de todos ellos. El resultado de estos factores estructurales lleva a la conjunci¨®n de dos elementos que incrementan el riesgo para las mujeres de una forma directa: la invisibilidad de una violencia ¡°normalizada¡± bajo las referencias socio-culturales, y la reincidencia de los agresores de g¨¦nero que dentro del marco del machismo los lleva a entender que las mujeres se mueven entre la idea de posesi¨®n y la de objeto, y que por tanto, ellos pueden poseerlas y utilizarlas.
Esa construcci¨®n es tan s¨®lida que el 70% de la violencia en las relaciones de pareja y entre el 80% y el 85% de las agresiones sexuales no se denuncian. Por otra parte, la reincidencia de la violencia sexual, seg¨²n los meta-an¨¢lisis que se han realizado sobre la cuesti¨®n, es del 12,4% dentro de los primeros 68 meses, aunque el riesgo de reincidencia se mantiene elevado durante los primeros 15 a?os en el 32% de los agresores.
Esta realidad de dos caras (contextual y cultural), que lleva a que siempre salga cruz para las mujeres y cara para los hombres, genera cuatro tipos de situaciones con relaci¨®n a los agresores: futuros agresores, agresores que ejercen la violencia (la mayor¨ªa sin que se sepa), agresores condenados y agresores potenciales tras la condena (reincidentes), y todos ellos conviven a diario dentro de la normalidad, puesto que se trata de una violencia estructural que nace de las propias referencias culturales sobre las que se levanta la desigualdad y la discriminaci¨®n contra las mujeres, no es consecuencia de elementos particulares vinculados a una actividad criminal concreta, como ocurre en otros delitos.
La propuesta de la prisi¨®n permanente revisable como una especie de soluci¨®n m¨¢gica, adem¨¢s de ineficaz, desv¨ªa el debate sobre otro tipo de medidas que inciden de forma directa sobre las circunstancias de la violencia de g¨¦nero. Y, curiosamente, quienes proponen esta medida son los mismos sectores de la sociedad y los mismos partidos que niegan la construcci¨®n de g¨¦nero del machismo en el origen de la violencia contra las mujeres.
La alerta y la informaci¨®n a las v¨ªctimas potenciales ya se hace en pa¨ªses como EE UU, fundamentalmente ante los casos de violencia sexual contra menores, con el objeto de completar la respuesta institucional directa. No se trata de abandonar las medidas sobre el resto de circunstancias, sino de completar las actuaciones sobre una situaci¨®n que ahora mismo, al no contemplarse, favorece a los agresores a la hora de desarrollar su violencia, y aumenta el riesgo sobre las mujeres que se ¡°crucen¡± en su vida. El objetivo no es ¡°publicitar¡± una lista de maltratadores o de agresores sexuales, sino contar con un registro institucional al que poder acudir ante situaciones que generen riesgo y amenaza. De este modo, esa normalidad c¨®mplice y silenciosa que act¨²a como un camuflaje para los agresores que acechan a sus v¨ªctimas podr¨¢ ser abordada de manera personal y directa atendiendo a las circunstancias de cada caso.
La realidad nos indica que no es posible garantizar una protecci¨®n directa las 24 horas al d¨ªa, los 7 d¨ªas de la semana, por lo que se deben articular los procedimientos para facilitar la autoprotecci¨®n y la gesti¨®n del riesgo por parte de las v¨ªctimas potenciales y sus entornos. Y una de las formas de hacerlo es contactar con las personas responsables, habitualmente las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, para que les informen de la existencia de factores de riesgo en aquel agresor potencial que la mujer en cuesti¨®n detecte que est¨¢ generando una situaci¨®n de amenaza. Es decir, la informaci¨®n s¨®lo se le puede dar a quienes indiquen de manera objetiva que existen situaciones intimidatorias, y siguiendo lo establecido en el protocolo.
El conocimiento por parte de las v¨ªctimas potenciales y sus entornos de dichos factores de riesgo facilita la gesti¨®n del mismo y aumenta el nivel de alerta y seguridad, tanto por la implicaci¨®n de las personas en riesgo y sus entornos, como por el conocimiento que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad adquieren de esas circunstancias. Mejor la ¡°informaci¨®n permanente revisable¡± que la prisi¨®n.
El ejemplo de Minnesota
En el estado de Minnesota, por ejemplo, existe un protocolo de respuesta sobre tres niveles de riesgo, basado en dar a conocer los antecedentes del agresor a determinadas personas.
Nivel 1. Riesgo bajo: se comunican los antecedentes a otras polic¨ªas que puedan intervenir. Las personas que se sientan en riesgo pueden preguntar para ser informadas.
Nivel 2. Riesgo moderado: adem¨¢s de las anteriores, las instituciones y administraciones, por ejemplo las escuelas y colegios, son informadas (el protocolo va dirigido contra la pederastia). Tambi¨¦n se puede informar sin necesidad de que lo soliciten a personas que puedan ser agredidas en las circunstancias definidas por la investigaci¨®n.
Nivel 3. Alto riesgo: se informa a las anteriores y a otros miembros de la comunidad, fundamentalmente a quienes viven en un radio de tres manzanas.
Este tipo de medidas completan la prevenci¨®n primaria y secundaria con actuaciones dentro de la terciaria. No se trata de publicitar una lista de agresores, sino de quitarle espacio dentro de una normalidad que no es tal.
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