Grandes historias que nos cre¨ªmos pero estaban firmadas por un impostor
Nos hubiera encantado que fueran reales estos relatos: eran poderosos, simb¨®licos y emocionantes. Solo hab¨ªa un problema: sus autores se los inventaron... o directamente se inventaron a s¨ª mismos
Hay algo m¨¢s satisfactorio que llegar a tu puesto de trabajo por la ma?ana y que todos tus compa?eros se levanten y te aplaudan. El ¨¦xito profesional, la admiraci¨®n del que no te conoce. Pero tiempo despu¨¦s se descubre que todo es una enorme trola. Todas las historias que aqu¨ª se detallan tiene una gran trampa. Algunos de estos mentirosos lo pod¨ªan haber solucionado cambiando la coletilla "esta historia es real" por "esto es pura ficci¨®n". Pero, claro, no es lo mismo. El colmo es que alguno de estos impostores han hecho carrera explotando su condici¨®n de farsantes. Un caradura con recursos.
- J.T. Leroy, el escritor que no exist¨ªa y con el que se quer¨ªan hacer fotos Winona Ryder, Bono, Courtney Love...
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? J.T. Leroy fue uno de los grandes h¨¦roes literarios de finales de los noventa. Chapero, adicto, hijo de una prostituta... y autor de Sarah (1999) una de las novelas m¨¢s aclamadas de finales del siglo XX. Solo hab¨ªa un peque?o problema: Leroy no exist¨ªa. Era una invenci¨®n de Laura Albert, una escritora con problemas de aceptaci¨®n que se escondi¨® tras un personaje ficticio.
?C¨®mo se descubri¨®? Durante un tiempo?Laura Albert (Nueva York, 1965) mantuvo el enga?o comunic¨¢ndose con periodistas, editores y colegas a trav¨¦s del tel¨¦fono y de correos electr¨®nicos. El problema lleg¨® cuando el ¨¦xito de su obra y el morbo por la figura de Leroy hizo insostenible la ausencia de apariciones p¨²blicas. La soluci¨®n de Laura fue disfrazar a su cu?ada Savannah Knoop con una gran peluca y unas gafas de sol opacas y, cual Cyrano, no separarse de ella para dictar todas sus palabras. Las celebrities enloquecieron. Todos quer¨ªan aparecer en la foto con ¨¦l: Winona Ryder, Courtney Love, Gus Van Sant, Asia Argento, Bono... Hasta que una investigaci¨®n de Stephen Beachey para New York Magazine destap¨® el enga?o. En el documental Author: La mentira de JT LeRoy, Albert da su visi¨®n de la historia; en la novela Chica, Chico, Chica, Savannah aporta la suya. ?La conclusi¨®n? Una industria editorial m¨¢s centrada en el envoltorio que en el relleno. La calidad de la prosa de Leroy/Albert, a pesar de que en plena burbuja fue comparada con Dennis Cooper, es muy cuestionable; la fascinaci¨®n que provoca su fraude no.
- Henry Gauthier-Villars Willy, el hombre que rob¨® las novelas de su mujer, a la que ten¨ªa encerrada
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? En 1900, Willy, uno de los cr¨ªticos m¨¢s aclamados y prol¨ªficos del Par¨ªs de fin de siglo firm¨® el gran acontecimientos literario de la temporada, Las aventuras de Claudine. Cuenta las andanzas de una ni?a de campo en el comienzo de su adolescencia. Un libro con el que inici¨® una saga exitos¨ªsima, pero que realmente hab¨ªa escrito su mujer, Colette.
?C¨®mo se descubri¨®? En el Par¨ªs de la ¨¦poca eran muchos los que se preguntaban c¨®mo Willy pod¨ªa asistir y escribir sobre tantos eventos culturales y adem¨¢s no perderse ninguna charla en los mejores salones de la ciudad. Por ello, cuando se public¨® el primer libro de Claudine los rumores pasaron a convertirse en acusaciones y la verdad sali¨® a la luz. Quien estaba detr¨¢s de aquella prosa fresca y aquellas tem¨¢ticas chispeantes y desvergonzadas era su mujer, Colette, a la que ten¨ªa encerrada en un cuartucho durante ocho horas al d¨ªa. Y no solo la esclavizaba literariamente a ella: contaba tambi¨¦n con un peque?o ej¨¦rcito de asalariados que escrib¨ªan las cr¨®nicas que ¨¦l simplemente firmaba.
- Tommasso Debenedetti, entrevistas falsas a personajes populares
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? Su lista de entrevistados habr¨ªa sido envidiada hasta por Oriana Fallaci: el Dalai Lama, Walesa, Gorbachov, Chomsky, Ratzinger¡ Durante una d¨¦cada Tommasso Debenedetti (Italia, 1969) entrevist¨® a las m¨¢s grandes celebridades internacionales, pero la verdad es que jam¨¢s hab¨ªa hablado con ninguno de ellos.
?C¨®mo se descubri¨®? No fue la despampanante lista de nombres, ni el hecho de que esas suculentas entrevistas se publicasen exclusivamente en diarios regionales y no en los grandes medios italianos. Todo se descubri¨® despu¨¦s de que Debenedetti, vini¨¦ndose arriba, pusiese en boca del escritor Phillip Roth unas palabras contra el entonces presidente Obama. Tras ser preguntado por ellas, Roth las desminti¨® tajantemente. Las alarmas saltaron. Roth nunca hab¨ªa hablado con Debenedetti, como tampoco lo hab¨ªan hecho el resto de los entrevistados. El periodista acab¨® confesando que todo era una gran mentira e incluso jact¨¢ndose de ello: "Me gusta ser el campe¨®n italiano de la mentira. Creo que he inventado un g¨¦nero nuevo y espero poder publicar nuevas falsas entrevistas en mi web, y luego recolectarlas en un libro. Por supuesto, con pr¨®logo de Philip Roth", declar¨® a EL PA?S. Seg¨²n ¨¦l, todo se hab¨ªa realizado con la connivencia de unos medios que cegados por los grandes nombres no se cuestionaban si la historia era real o no.
- Janet Cooke, la (falsa) premio Pulitzer que sin embargo se merec¨ªa el Nobel
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? En 1980, la ciudad de Washington, con su alcalde a la cabeza, se moviliz¨® para encontrar a un ni?o de ocho a?os adicto a la hero¨ªna. El Washington Post, faro de la democracia estadounidense gracias a su cobertura del Watergate y de los papeles del Pent¨¢gono, hab¨ªa publicado en portada un art¨ªculo de Janet Cooke (Ohio, 1954) titulado El mundo de Jimmy. En este reportaje se contaban las vicisitudes de un peque?o heroin¨®mano que hab¨ªa sido iniciado en el mundo de las drogas a los cinco a?os por el amante de su madre. El art¨ªculo fue galardonado con el Premio Pulitzer. Finalmente Cooke reconoci¨® que el ni?o Jimmy hab¨ªa sido una invenci¨®n.
?C¨®mo se descubri¨®? El texto de Janet Cooke caus¨® tanto impacto que la polic¨ªa local se conjur¨® para encontrar al peque?o. Pero cuanto m¨¢s avanzaban sus pesquisas m¨¢s claro quedaba que en Washington hab¨ªa, desgraciadamente, muchos Jimmys, pero ninguno era ese Jimmy. La autora, sintiendo como el cerco se estrechaba cada vez m¨¢s, acab¨® reconociendo que todo hab¨ªa sido una invenci¨®n y el Pulitzer le fue retirado. El suceso gener¨® una enorme pol¨¦mica -lo que les quedaba por ver-, en la que incluso particip¨® Garc¨ªa M¨¢rquez que en un art¨ªculo publicado en EL PA?S, declar¨®: "Es injusto que le hayan dado el Pulitzer, pero tambi¨¦n lo es que no le den el Nobel de literatura".
- Stephen Glass, la estrella estrellada
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? Con menos de 25 a?os, Stephen Glass (Chicago, 1972) firmaba los art¨ªculos m¨¢s impactantes de The New Republic. Un material golos¨ªsimo, que, incomprensiblemente, se manten¨ªa por debajo del radar de sus compa?eros y cuyas fuentes y escenarios solo parec¨ªan accesibles para el brillante Glass. Sus escritos, cargados de datos, nombres y calor humano, siempre acababan en portada y no solo en la de The New Republic: Glass publicaba tambi¨¦n en Rolling Stone, Harper¡¯s Bazaar y George. Tras una investigaci¨®n se descubri¨® que la mayor¨ªa de sus textos conten¨ªan m¨¢s ficci¨®n que realidad.
?C¨®mo se descubri¨®? El trabajo que lo sepult¨® contaba la historia de un pirata inform¨¢tico de 15 a?os que, tras infiltrarse en diversas webs, hab¨ªa sido contratado para velar por la seguridad online de una empresa inform¨¢tica. Una investigaci¨®n de la revista Forbes revel¨® que era mentira. Y eso que Glass no hab¨ªa dejado nada al azar: demostrando una gran capacidad de anticipaci¨®n, hab¨ªa creado una p¨¢gina web para la falsa empresa pirateada e incluso gestionaba su contestador autom¨¢tico. No era su ¨²nico reportaje falso: un an¨¢lisis minucioso de sus textos desvel¨® que 27 de sus 41 art¨ªculos publicados eran mentira. La historia de su ascenso y ca¨ªda fue protagonizada por Hayden Christensen en la pel¨ªcula de 1998 El precio de la verdad.
- Jayson Blair, el esc¨¢ndalo que sacudi¨® al?The New York Times
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? Durante la guerra de Irak, Jayson Blair (Maryland, 1976), uno de los periodistas m¨¢s j¨®venes y prometedores de The New York Times fingi¨® recorrer el pa¨ªs entrevistando a las familias de los prisioneros. Lo cierto es que escrib¨ªa desde su casa, robaba frases de otros peri¨®dicos y se inventaba las declaraciones de los atribulados protagonistas.
?C¨®mo se descubri¨®? Para una de sus entrevistas, la realizada a la madre de una soldado texana, Blair copi¨® y peg¨® p¨¢rrafos de un art¨ªculo del Express-News de San Antonio. Su director se puso en contacto con el director de The New York Times, que inici¨® una exhaustiva investigaci¨®n para desmontar todas sus mentiras. Las pesquisas del diario dejaron al descubierto que ni siquiera se hab¨ªa licenciado en Periodismo y que al menos la mitad de los art¨ªculos hab¨ªan sido exagerados o incluso inventados en su totalidad y habilit¨® un correo para que los lectores denunciasen cualquier irregularidad que detectasen.
- Konrad Kujau, el hombre que fue Hitler
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? Konrad Kujau (Alemania, 1938-2000), un coleccionista de objetos nazis, hizo creer al periodista de la famosa revista alemana Stern Gerd Heiderman que ten¨ªa en su poder los diarios secretos de Hitler. El Stern ofreci¨® cinco millones de d¨®lares por ellos y los public¨®. Los mejores especialistas en el nazismo los dieron como v¨¢lidos hasta el extremo de incluir extractos ellos en sus obras y los historiadores m¨¢s prestigiosos hablaban ya de refundar todas las teor¨ªas sobre Hitler y la ascensi¨®n del Tercer Reich.
?C¨®mo se descubri¨®? Los diarios, adem¨¢s de detalles pol¨ªticos, ofrec¨ªan retazos inauditos de la vida privada del dictador, como que ten¨ªa mal aliento y flatulencias y que Eva Braun se quejaba por ello. Detalles tan gruesos que hicieron que algunos arquearan las cejas. Tras un par de ediciones se desvel¨® el enga?o, elaborado bastante torpemente ya que Kujau ni siquiera se hab¨ªa molestado en utilizar un papel y una tinta adecuada. Tanto Heidemann (acusado de estafa por quedarse con el dinero que pag¨® Stern) como Kujau ingresaron en prisi¨®n.
- Michael Pellegrino, el falso nieto de don Vito Corleone
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? La editorial Simon & Schuster se frot¨® los dedos codiciosamente cuando Michael Gambino, un miembro del clan Gambino, cuyo capo di capi hab¨ªa inspirado El Padrino, les ofreci¨® escribir para ellos un libro en el que mostrar¨ªa las entra?as de la mafia. Convencidos de tener entre sus manos la novela que har¨ªa palidecer las ventas de la obra de Mario Puzo, extendieron a Michael Gambino un cheque por medio mill¨®n de euros y se sentaron a esperar que The honored society llegase a los escaparates. El problema lleg¨® cuando tras su publicaci¨®n se descubri¨® que no exist¨ªa ning¨²n Michael Gambino.
?C¨®mo se descubri¨®? El libro se public¨® en 2001, pero tras una campa?a publicitaria mastod¨®ntica la editorial se vio obligada a reconocer que hab¨ªa sido timada. El autor no ten¨ªa nada que ver con los Gambino, se apellidaba Pellegrino y era un estafador del mont¨®n con residencia en Las Vegas. La editorial se apresur¨® a demandarle, pero en el contrato no figuraba ninguna menci¨®n a su biograf¨ªa con lo cual no pudieron acusarle de mentir. El pacto alcanzado fue secreto y Pellegrino acab¨® publicando su novela en otra editorial, pero esta vez se vender¨ªa en la secci¨®n de ficci¨®n.
- Lee Israel, la mentira como forma de vida
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? Lee Israel (New York, 1939-2014) se hab¨ªa labrado una reputaci¨®n como bi¨®grafa gracias a sus libros sobre la actriz Tallulah Bankhead y la periodista Dorothy Kilgallen. Pero tras el fracaso de su tercera obra, una biograf¨ªa de la reina de la industria cosm¨¦tica Est¨¦e Lauder, decidi¨® volcar su experiencia no en contar la vida de las estrellas sino en inventarla. As¨ª, comenz¨® a reescribir las correspondencias privadas de las estrellas. Israel, armada con m¨¢quinas de escribir de distintas ¨¦pocas y papel antiguo, se hac¨ªa, a veces de forma fraudulenta, con las cartas de celebridades fallecidas y a?ad¨ªa p¨¢rrafos de su cosecha.
?C¨®mo se descubri¨®? Israel sab¨ªa que a?adiendo alg¨²n detalle privado a cartas anodinas multiplicaba su valor, por eso intentaba siempre salpimentar sus falsificaciones. Pero se le fue la mano y un comentario sobre la la sexualidad del dramaturgo ingl¨¦s No?l Coward despert¨® el inter¨¦s de los expertos en el autor. Finalmente la cazaron y lleg¨® a juicio. Pero eso no merm¨® sus ansias emprendedoras. Su siguiente plan fue m¨¢s audaz: falsificar cartas reales, sustituir los originales y venderlas. De nuevo fue demasiado osada y una carta de Ernest Hemingway dej¨® su ardid al aire. Pas¨® seis meses en arresto domiciliario y al final volvi¨® a escribir algo original, su autobiograf¨ªa Can You Ever Forgive Me? (?Puedes perdonarme?) cuya adaptaci¨®n puede proporcionarle a Melissa McCarthy su primer Oscar en 2019.
- Jonah Lehrer, el hombre que reescribi¨® a Bob Dylan
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? En su libro Imagine: How Creativity Works, Jonah Lehrer (Estados Unidos, 1981) atribuy¨® a Bob Dylan citas falsas.
?C¨®mo se descubri¨®? La escasez de entrevistas a Bob Dylan hace especialmente valiosas sus declaraciones. Valiosas y archiconocidas para sus fans, por eso Michael C. Moynihan se sorprendi¨® al detectar en la obra de Lehrer extractos de conversaciones del compositor que jam¨¢s hab¨ªan sido publicadas previamente. En un extenso art¨ªculo en la revista Tablet, Moynihan demostr¨® que la mayor¨ªa de esas citas estaban descontextualizadas, modificadas o directamente inventadas. Lehrer necesitaba palabras de Dylan que arropasen su texto y al no encontrarlas se las invent¨®. Que el foco se situase sobre su trabajo permiti¨® desvelar tambi¨¦n los numerosos casos de plagio en los que hab¨ªa ca¨ªdo en su blog en The New York Times. Tras el caso Blair el diario hab¨ªa aumentado sus controles sobre los textos escritos en el papel, pero el filtro con su versi¨®n digital hab¨ªa sido mucho m¨¢s laxo.
- Sabrina Rubin Erdely, una historia inventada que hundi¨® a?Rolling Stone
?En qu¨¦ consisti¨® el fraude? En el art¨ªculo Una violaci¨®n en el campus incluido en el n¨²mero publicado el 19 de noviembre de 2014 y hoy eliminado de la web de la edici¨®n estadounidense de Rolling Stone, la periodista Sabrina Rubin Elderly narr¨® el terrible caso de la violaci¨®n m¨²ltiple de una mujer an¨®nima apodada Jackie. Un caso doblemente dram¨¢tico porque el art¨ªculo daba a entender que su sufrimiento fue ignorado por compa?eros y autoridades dentro de la residencia universitaria y que afect¨® gravemente a la reputaci¨®n de la hermandad a la que pertenec¨ªan los supuestos violadores, Phi Kappa Psi.
?C¨®mo se descubri¨®? El impacto del art¨ªculo fue enorme: se volvi¨® viral en su edici¨®n digital y cre¨® un debate sobre la seguridad de las mujeres en los campus universitarios. Pero tambi¨¦n llev¨® a que muchos dudasen de su veracidad, empezando por otros medios. The Washington Post, Los Angeles Times o la web Slate se?alaron errores y discrepancias en la historia. Solo dos semanas despu¨¦s, el 5 de diciembre, la revista lanz¨® un comunicado disculp¨¢ndose por no haber contrastado el testimonio de la v¨ªctima. Aparte de la disculpa, la revista lanz¨® un largu¨ªsimo reportaje en su web titulado What Went Wrong ("?Qu¨¦ sali¨® mal?") analizando la cadena de errores que llev¨® a semejante metedura de pata. Pero las cosas ni mucho menos se calmaron. El caso acab¨® en los tribunales y Rolling Sone tuvo que pagar tres millones de euros a la Universidad de Virginia. Con la crisis del papel zarandeando a la m¨ªtica publicaci¨®n, este desembolso fue la puntilla. Jann Wenner, el m¨ªtico director de Rolling Stone desde los sesenta se vio obligado a vender la publicaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.