?D¨®nde est¨¢ el centro?
El pacto andaluz reduce la posibilidad de acuerdos entre fuerzas mayoritarias
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ha anunciado que reeditar¨¢ pactos pol¨ªticos como el alcanzado en Andaluc¨ªa, tras las elecciones auton¨®micas y municipales de mayo. Con ello eleva a categor¨ªa de estrategia lo que inicialmente parec¨ªa una soluci¨®n aislada. Nada indica, sin embargo, que la f¨®rmula andaluza d¨¦ paso a un Ejecutivo estable en la autonom¨ªa andaluza, puesto que los populares se disponen a presidir la Junta no con una mayor¨ªa parlamentaria en torno a un programa, sino con la suma de dos programas contradictorios, uno pactado con Ciudadanos y otro con Vox. Por otra parte, la decisi¨®n de multiplicar los pactos como el de Andaluc¨ªa proyecta sus efectos sobre la totalidad del sistema pol¨ªtico en la medida en que reduce la posibilidad de acuerdos entre las fuerzas pol¨ªticas mayoritarias. A mayor proximidad del PP y Ciudadanos con Vox, menor posibilidad de consolidar un espacio pol¨ªtico a resguardo de extremismos.
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Tanto el PP como Ciudadanos han justificado su connivencia con una fuerza de ultraderecha en Andaluc¨ªa en el hecho para ellos equivalente de que el Gobierno central se apoye en Podemos y los independentistas. El recurso a este argumento revela una inquietante fragilidad de su lealtad constitucional, puesto que no parece depender de una convicci¨®n propia sino del grado de compromiso que, erigi¨¦ndose en jueces y parte, aprecien en los dem¨¢s. Adem¨¢s, confunde deliberadamente el ¨²nico criterio aceptable para establecer l¨ªmites a los acuerdos entre fuerzas pol¨ªticas con representaci¨®n parlamentaria. Puesto que, seg¨²n el sistema constitucional vigente, cada diputado representa a la totalidad del cuerpo electoral y no s¨®lo a sus votantes, el l¨ªmite institucional para alcanzar acuerdos parlamentarios en una C¨¢mara son los programas concretos en torno a los que se articulen, no el ideario de los grupos que los suscriban, por execrables que sean. Es ah¨ª donde radica la diferencia entre la f¨®rmula andaluza patrocinada por el PP y consentida por Ciudadanos, y la que trata de alcanzar el Gobierno central para aprobar los Presupuestos. Mientras que los primeros han aceptado incorporar puntos de dudosa constitucionalidad del programa de Vox a la futura acci¨®n del Gobierno andaluz, el Ejecutivo central se mantiene, por ahora, a la espera de que sus eventuales socios se pronuncien sobre el suyo, en el que no se recoge concesi¨®n alguna que vulnere el orden constitucional. No existen razones para suponer que el Gobierno central vaya a ceder a la tentaci¨®n de recurrir al mismo argumento que el PP y Ciudadanos utilizan contra ¨¦l para justificar un pacto que sobrepase los l¨ªmites, pero si finalmente lo hiciera, la espiral de radicalizaci¨®n pol¨ªtica que desencadenar¨ªa resultar¨ªa seguramente imparable.
La nostalgia del centro (centro izquierda, centro derecha) que se manifiesta con creciente preocupaci¨®n en una parte del electorado se enfrenta a la dificultad de definirlo en una situaci¨®n pol¨ªtica como la actual, en la que el l¨ªder del PP se atreve a reivindicarlo porque es capaz de pactar simult¨¢neamente con una fuerza de ultraderecha y un partido menos extremo como Ciudadanos. Ese espacio al que apunta Casado, con su especial estrabismo pol¨ªtico, no es el del centro, sino el de la m¨¢s imprudente equidistancia. Las recientes elecciones andaluzas han revelado que en Espa?a existen hoy m¨¢s partidos, no m¨¢s pluralidad, puesto que la principal divisi¨®n a la que se enfrenta el pa¨ªs es la que separa a las fuerzas partidarias de una agenda ideol¨®gica, con sus naciones, sus s¨ªmbolos y sus conllevancias, y las que defienden una agenda pragm¨¢tica que resuelva sobre el futuro de los j¨®venes, las reformas pendientes (fiscal, energ¨¦tica, del mercado de trabajo, pensiones¡) que mejoren el progreso de la econom¨ªa y el bienestar, o el lugar de Espa?a en el mundo (Europa). El centro est¨¢ en debatir sobre esta agenda, no sobre las delet¨¦reas quimeras de la otra.
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