As¨ª se ense?a a un ni?o a tener empat¨ªa, una vacuna contra la intolerancia
La consideraci¨®n hacia los dem¨¢s se inculca a trav¨¦s del lenguaje, el ejemplo y normas claras
Comentarios hirientes, actitud ego¨ªsta, manipuladora, incluso agresiva. Es la sombra de la infancia que todo padre conoce y de la que pocos hablan fuera del hogar. A veces el tema no sale ni entre las paredes del nido. C¨®mo iba a salir: son comportamientos que descolocan a los adultos aunque, en mayor o menor medida, todos los ni?os los experimenten. Afortunadamente, son el signo de una etapa en la que los peque?os comienzan a desarrollarse socialmente -entre los 4 y los 6 a?os- y en la que su mundo a¨²n est¨¢ marcado por las necesidades inmediatas. Hasta que no la atraviesan no comienzan a desarrollar la capacidad mostrar consideraci¨®n por los dem¨¢s. Entonces nace la empat¨ªa, pero el parto es delicado, requiere grandes dosis de paciencia y ayuda.
H¨¢blale de ayudar aunque pienses que no te entiende
Que uno no vive en una burbuja, sino en una comunidad, es todo un descubrimiento para los ni?os. Y no llega sin m¨¢s; es la consecuencia de un trabajo educativo en el que los padres deben implicarse por completo. Establecer normas y l¨ªmites claros es imprescindible para que los ni?os empiecen a distinguir entre lo que est¨¢ bien de lo que est¨¢ mal, as¨ª como para que comiencen a desarrollar el autocontrol.
Pese a que la empat¨ªa es un sentimiento complejo, la neurocient¨ªfica Helen Riess sostiene en su libro The Empathy Effect que la automatizaci¨®n de ciertos comportamientos que expresan amabilidad, como acostumbrarse a dar las gracias o a ofrecer ayuda cuando alguien la necesita, es una manera de ir desarrollando esta capacidad. Riess insiste en vigilar el lenguaje y no normalizar cometarios como ¡°odio a este profesor¡±. Ens¨¦?ale a ser amable.
No es sencillo, pero hay muchos recursos al alcance de los padres concienciados. Por ejemplo, apoyar la comunicaci¨®n en cuentos y pel¨ªculas ayuda a los ni?os a entender la naturaleza humana, como El Monstruo de Colores, de Ana Lleras, e Inside Out. Incorporar una mascota a la familia es otro cl¨¢sico que no pierde su fuerza: "No solo ense?an a los ni?os el valor del cuidado, tambi¨¦n el de la responsabilidad¡±, argumenta la psic¨®loga B¨¢rbara Zapico.
El ejemplo, siempre el ejemplo
Las noches en que padres e hijos conectan en las p¨¢ginas de un libro y los paseos en la compa?¨ªa animal hacen que el camino hacia la empat¨ªa sea bonito, pero en los recodos crecen las sombras. Algunas de ellas dibujan problemas particulares que pueden impedir su correcto desarrollo, pero son casos minoritarios. Cuando el objetivo de que los ni?os desarrollen la empat¨ªa se aleja m¨¢s y m¨¢s, hasta que emergen monstruosos j¨®venes maltratadores, ¡°casi siempre es consecuencia de hogares donde no hay una relaci¨®n correcta con las normas: o bien no hay ninguna, o se trata de un ambiente muy r¨ªgido", explica la psic¨®loga.
"A veces tambi¨¦n encontramos conductas impulsivas y otras dificultades en habilidades sociales, problemas de autocontrol y baja tolerancia a la frustraci¨®n. En algunos casos el desencadenante est¨¢ en la presi¨®n de grupo, en conductas de agresividad en la familia¡¡±, a?ade. Aunque sea poco frecuente, hasta pueden darse casos de ni?os agresores en hogares sensibles al problema del bullying.
Zapico insiste en que, en el esfuerzo de las familias por que sus hijos desarrollen su sensibilidad para entender los problemas y circunstancias de otra persona, el ejemplo lo es todo. Si los ni?os asisten a batallas campales entre sus padres o a comportamientos en los que el desprecio se convierte en moneda de cambio, cualquier camino trazado en direcci¨®n a la empat¨ªa se desvanecer¨¢. Por eso no puede existir la empat¨ªa sin la ¨¦tica. Las dos agujas de esa br¨²jula que indica el camino de la libertad del ser humano.
Es necesario educar en la manera de compartir, percibir y comprender lo que el otro puede sentir. Y el bien de los peque?os es el de toda la sociedad; la empat¨ªa es la mejor vacuna contra los movimientos de intolerancia que crecen en tuits, comentarios de YouTube, estados de Facebook y mensajes de WhatsApp. Pero la exposici¨®n a los problemas de los otros no deber¨ªa ser demasiado agresiva.
No se trata de que los ni?os salven el mundo
El mundo es duro y la naturaleza, cruel. Son dos lecciones que todos debemos aprender tarde o temprano... pero no hay prisa. Sin embargo, algunas familias se ven tentadas a acelerar el proceso en las mentes a¨²n tiernas de sus reto?os, por ejemplo, a trav¨¦s de actividades solidarias, generalmente organizadas por adultos. Si el s¨¢bado por la ma?ana, con la tostada a¨²n en la boca, el ni?o pregunta: "?Tengo que ir, pap¨¢?". El padre piensa: "S¨ª, hijo, es por tu bien". Pero no tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Las incursiones en el voluntariado con enfermos graves o con personas en situaci¨®n de pobreza son iniciativas loables, pero no necesariamente educativas.
El esp¨ªritu que mueve a los padres a involucrar a los ni?os en actividades como estas para que puedan conectar con las necesidades de los dem¨¢s no podr¨ªa tener mejores intenciones. Pero la empat¨ªa, esa maravillosa capacidad de compartir los sentimientos de otros seres humanos, esa luz invisible que ha sido declarada en busca y captura en los c¨ªrculos neurocient¨ªficos, no es un proceso que uno pueda forzar. Pensar que los ni?os peque?os ser¨¢n mejores personas por mancharse con la desgracia ajena, en actividades generalmente organizadas por y para adultos, no solo supone un dudoso gasto de energ¨ªa, sino que puede constituir un error de bulto desde el punto de vista de la pedagog¨ªa.
¡°Al final, estas estrategias suponen recurrir a un voluntariado como si fuera una t¨¦cnica de inmersi¨®n psicol¨®gica, algo que, en cuanto a efectividad, solo servir¨ªa en el corto plazo", opina Zapico. "No hay que ocultar que en el mundo pasan cosas terribles y que existe la muerte -matiza-, pero no recomendar¨ªa ning¨²n procedimiento basado en exponer a los ni?os a situaciones extremas. No hay que olvidar que la infancia es un periodo donde es frecuente que se desencadenen miedos¡±, advierte. Y si piensas que el miedo a la muerte te hace mejor persona, deja que tu hijo lo descubra por s¨ª mismo.
Una empat¨ªa sana nos permite implicarnos en los problemas del pr¨®jimo pero con una importante condici¨®n: no perder de vista la frontera que los separan de las propias tribulaciones. Quien no es capaz de gestionar el equilibrio, cuya delicadeza aflora f¨¢cilmente cuando uno est¨¢ cara a cara con la desgracia ajena, sin cordones sanitarios de por medio, corre el riesgo de desarrollar la fatiga por compasi¨®n. El trastorno puede desencadenar estr¨¦s y depresi¨®n, por eso la empat¨ªa no puede canalizarse de cualquier manera.
Es lo que sostiene el psic¨®logo c¨ªnico del hospital Vithas Nisa Pardo de Aravaca Carlos Rodr¨ªguez M¨¦ndez, quien insiste en la importancia de establecer l¨ªmites en las relaciones interpersonales. Tambi¨¦n remarca que las personas que no establezcan bien estas fronteras se convertir¨¢n en ¡°demasiado influenciables, hasta el punto de que pueden desconectarse de s¨ª mismos, asumiendo los problemas ajenos como propios¡±. Y concluye: ¡°El bienestar se alimenta en una empat¨ªa en equilibrio. Esto nos proporciona seguridad en nosotros mismos y da valor a nuestro espacio¡±.
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