'Crimigraci¨®n'
Pa¨ªs tras pa¨ªs, el populismo criminaliza las migraciones e intoxica a los ciudadanos de buena fe
Para los hundidos, muerte y olvido. Para los salvados, el castigo de haber sobrevivido. Esa es la perspectiva que espera a miles y miles de migrantes. El concepto de ¡®crimigraci¨®n¡¯, acu?ado por la jurista norteamericana Juliet Stumpf, describe una preocupante convergencia de las leyes de inmigraci¨®n y las leyes penales en una nueva teor¨ªa unificadora. Aquellos que no cumplen con el contrato social entre el gobierno y su pueblo, ver¨¢n restringidos sus derechos proporcionando una justificaci¨®n a los gobernantes para apartarlos socialmente a trav¨¦s de leyes de exclusi¨®n. Se trata de un proceso de estigmatizaci¨®n de las personas migrantes y de supresi¨®n de derechos de ciudadan¨ªa (desde votar o permanecer en un pa¨ªs hasta la condena moral e incluso penal en determinados ordenamientos nacionales). Stumpf describe una distop¨ªa en la que, de la fusi¨®n de leyes penales y migratorias, surgir¨ªa una clara divisi¨®n entre incluidos y parias sociales; una sociedad cada vez m¨¢s estratificada en la que los infra-miembros son expulsados de la comunidad por medio de fronteras, muros, normas y condena p¨²blica.
La "crimigraci¨®n" se refleja no s¨®lo en el esp¨ªritu de las leyes y ordenamientos, sino en su procedimiento y aplicaci¨®n. Se refuerza por la deriva nacionalista y xen¨®foba de los nuevos populismos y redora los blasones de una soberan¨ªa estatal erosionada. El enemigo exterior (los que est¨¢n por llegar) y la quinta columna interior (los que trabajan y se integran en nuestras sociedades) se funden ante la necesidad de proteger un territorio y defender unas fronteras cada vez m¨¢s intangibles. Este concepto naci¨® en el ¨¢mbito acad¨¦mico norteamericano, pero ha encontrado un terreno f¨¦rtil en la pol¨ªtica mundial: Donald Trump y su Muro, emulado por Bolsonaro, Orb¨¢n, Salvini, Le Pen, Abascal y tantos otros.
Los nuevos mecanismos h¨ªbridos de control migratorio y de lucha contra el crimen organizado contribuyen tambi¨¦n al desarrollo de nuevas formas de castigo a nivel europeo y nacional. La vigilancia y control de fronteras, con toda su parafernalia de muros, vallas y concertinas, alimenta los miedos a la amenaza exterior. No existe otra narrativa que la de la Europa Fortaleza.
Un reciente informe del Parlamento Europeo sobre la Directiva de Facilitaci¨®n hace balance de la criminalizaci¨®n de la asistencia humanitaria a migrantes irregulares desde el a?o 2016. Se emplea el concepto de "vigilancia humanitaria" para describir no s¨®lo casos de enjuiciamiento penal, sino tambi¨¦n din¨¢micas m¨¢s amplias de sospecha, intimidaci¨®n, hostigamiento y sanci¨®n. Esta vigilancia afectar¨ªa negativamente los derechos de los ciudadanos de la UE, como la libertad de reuni¨®n, la libertad de expresi¨®n y la libertad de conciencia. El objetivo ser¨ªa silenciar las voces que piden una pol¨ªtica distinta incluso desde ¨¢mbitos econ¨®micos y empresariales. Del mismo modo, las pol¨ªticas de seguridad que combaten el tr¨¢fico de migrantes pueden ser objeto de abuso y dar lugar a graves violaciones de los valores fundamentales de la UE. El mensaje para los actores humanitarios y la sociedad en general es que la interacci¨®n con los migrantes irregulares puede constituir un delito penal. As¨ª se propaga el miedo y se alimentan los fuegos que acabar¨¢n consumiendo a la propia democracia.
La investigadora Katja Aas, de la Universidad de Oslo, observa una profunda incompatibilidad entre el discurso de la solidaridad y los derechos humanos como parte esencial de la identidad europea y la pol¨ªtica migratoria. Aas se centra en la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) para poner en evidencia esta paradoja a nivel pol¨ªtico y operativo. Los derechos humanos e ideales humanitarios inundan su comunicaci¨®n corporativa, su discurso y su formaci¨®n interna, pero tras un an¨¢lisis minucioso, podemos preguntarnos si no ser¨¢ una cortina de humo para esconder una pr¨¢ctica represiva. El lenguaje securitario de Frontex parece dirigirse tan s¨®lo a la protecci¨®n de la ciudadan¨ªa europea. Los migrantes como categor¨ªa distinta no merecen la misma protecci¨®n, ni consideraci¨®n pr¨¢ctica, ni siquiera estad¨ªstica: no hay por ejemplo ninguna recopilaci¨®n de datos de muertes. Son una pieza m¨¢s en el conjunto del universo criminal. Se les invisibiliza voluntariamente. Si no hay datos, si no se cuentan, no existen. En esta l¨ªnea, Frontex sigue siendo el brazo ejecutor de los retornos forzados y se perfila como futura Guardia Europea de Fronteras y Costas, con un presupuesto desorbitado y unas capacidades operativas sin precedentes.
La vigilancia transnacional, no ya limitada a la de las fronteras nacionales, parece haber edificado un nuevo muro: el que separa a los ciudadanos de buena fe, de los nuevos ¡°crimigrantes¡±, una poblaci¨®n excluida que vaga por el planeta ileg¨ªtimamente.
En Espa?a, esta concepci¨®n de la ¡°crimigraci¨®n¡± se hace perceptible en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) o en el decreto de expulsi¨®n de la sanidad p¨²blica gratuita pero sobre todo, en los programas y campa?as pol¨ªticas que asocian inmigraci¨®n-inseguridad- terrorismo y delincuencia. Adem¨¢s de cuestionarnos la legitimidad del uso del ordenamiento penal para controlar la inmigraci¨®n o en su otra acepci¨®n, la del uso de las pol¨ªticas migratorias para controlar la delincuencia, deber¨ªamos ser conscientes de las terribles implicaciones de mezclar intencionadamente en el subconsciente colectivo dos ¨¢reas completamente diferenciadas. La distop¨ªa de la Crimigraci¨®n se hace cada vez m¨¢s real y cuando los no-ciudadanos son etiquetados de criminales, su expulsi¨®n de la comunidad se percibe como algo natural. As¨ª se alimenta la xenofobia, se entumece la empat¨ªa y poco a poco vamos matando la humanidad.
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