Gordofobia: ?qu¨¦ hay detr¨¢s del odio a las curvas?
El rechazo hacia las mujeres y hombres con obesidad crece, pero tambi¨¦n aumenta el n¨²mero de personas con exceso de peso que se sienten orgullosas
La historia se ha repetido muchas veces en los ¨²ltimos a?os: una modelo de talla grande es portada de una revista y desata una tormenta de reproches a la publicaci¨®n por idealizar la obesidad. Solamente unos pocos lectores, en cambio, elogian la confianza de la maniqu¨ª por ser feliz consigo misma. Los expertos tienen un nombre para la actitud dominante: gordofobia, un sesgo por el cual se discrimina y menosprecia, consciente o inconscientemente, a las personas percibidas como rollizas. "La gordofobia podr¨ªa definirse como un sentimiento de repulsi¨®n hacia quienes sufren exceso de peso y se apartan de los patrones est¨¦ticos establecidos", subraya el doctor N¨¦stor Ben¨ªtez, dietista-nutricionista especializado en tratar trastornos alimentarios y profesor del Grado en Nutrici¨®n Humana y Diet¨¦tica de la Universidad Isabel I (Burgos).
Para conocer el estado de la cuesti¨®n basta con teclear en Google "chistes sobre gordos", hacer clic y esperar el resultado: 19,1 millones de entradas en castellano y 118 millones si se hace en ingl¨¦s (jokes about fat). "Era un tipo tan gordo tan gordo, que su ¨¢ngel de la guarda ten¨ªa que dormir en otra cama", dice uno de los chascarrillos. "Era una se?ora tan gorda que cuando se subi¨® a la b¨¢scula sali¨® un mensaje de error: 'Por favor, suban de una en una", propone otro. Tambi¨¦n las pel¨ªculas y series de ¨¦xito est¨¢n llenas de tics gordof¨®bicos. Y lo mismo ocurre con el lenguaje popular. "Solo hay que fijarse en la expresi¨®n 'esta persona me cae gorda", ejemplifica Mar¨ªa Soto, dietista-nutricionista y especializada en abordar trastornos alimentarios. Pero todav¨ªa resulta m¨¢s grave lo que pasa en el ¨¢mbito laboral. Hace unos a?os, un soci¨®logo de la Universidad de la Sorbona (Par¨ªs) desvel¨® al diario The New York Times los resultados de un estudio, seg¨²n el cual, en Francia, un hombre gordo tiene tres veces menos de probabilidades de encontrar empleo que otro con su mismo curr¨ªculo que est¨¦ en su peso.
Los expertos que han analizado el fen¨®meno se?alan que la sociedad en la que vivimos ense?a que lo valioso y saludable es lo ¨¢gil, lo r¨¢pido, lo din¨¢mico. Por lo tanto, todo lo que se asocia a lento, pesado y voluminoso es percibido como inferior. Y esto explica el acoso social que sufren las personas con exceso de peso, que dinamitan el ideal de delgadez que estimula la sociedad contempor¨¢nea. Sin embargo, es completamente cierto que desde 1980 las tasas de sobrepeso y obesidad han crecido m¨¢s que en ning¨²n otro momento de la historia, as¨ª que, a modo de aperitivo, vale la pena preguntarse: ?por qu¨¦ hemos engordado tanto?
Las razones del aumento de talla son confusas
Son muchos los expertos que buscan la respuesta. Hasta la fecha, la forma "nutricionalmente correcta" de contestar al interrogante consist¨ªa en indicar que la obesidad es una patolog¨ªa "multicomponente". Pero, siendo cierto, hay algunas cosas que parecen haber influido m¨¢s que otras. Por ejemplo, no se sostiene que hayamos crecido tanto a lo ancho por engullir m¨¢s cantidad de comida que nuestros padres y abuelos, en tanto que la cantidad de calor¨ªas que inger¨ªan ellos entonces ¡ªseg¨²n se encargan de recordar algunas investigaciones¡ª eran superiores a las que tomamos nosotros ahora.
En Espa?a, por ejemplo, seg¨²n el estudio La dieta espa?ola: una actualizaci¨®n, elaborado por el profesor Gregorio Varela-Moreiras, catedr¨¢tico de Nutrici¨®n y Bromatolog¨ªa de la Universidad CEU San Pablo (Madrid), la ingesta media de energ¨ªa ha pasado de 3.008 kilocalor¨ªas por persona y d¨ªa en el a?o 1964 a 2.609 calor¨ªas en 2012. Tambi¨¦n se ha escrito mucho sobre que la culpa es de que ahora hacemos menos ejercicio. No obstante, cada vez m¨¢s voces se?alan que la actividad f¨ªsica, siendo crucial para mantener una buena salud, es mucho menos importante que la dieta a la hora de regular el peso.
T¨¦rminos como fofisano se han hecho un hueco en el espa?ol: una adaptaci¨®n del dad bod (cuerpo de pap¨¢) anglosaj¨®n. La lectura es clara: est¨¢ bien que ellos luzcan tripita, pero a ellas se les exige el cuerpo perfecto
Entonces, ?qu¨¦ ha pasado? El diario brit¨¢nico The Guardian se aventur¨® a sugerir una respuesta el 17 de agosto de 2018: la principal raz¨®n de que hayamos engordado tanto es el tipo de comida que estamos consumiendo desde el ¨²ltimo cuarto del siglo pasado. Seg¨²n hac¨ªa notar el art¨ªculo, los ingleses compran en la actualidad la mitad de leche fresca por persona que en 1976, pero cinco veces m¨¢s yogur, tres veces m¨¢s helado y (atenci¨®n) 39 veces m¨¢s postres l¨¢cteos (natillas, flanes, mousses, etc¨¦tera). Tambi¨¦n adquieren la mitad de huevos que a finales del siglo XX (los datos son extrapolables a muchos otros pa¨ªses europeos, como Espa?a), pero un tercio m¨¢s de cereales de desayuno y el doble de aperitivos; la mitad del total de patatas, pero tres veces m¨¢s de su variedad fritas en bolsa (snacks).
Asimismo, aunque las compras directas de az¨²car han disminuido dr¨¢sticamente, es muy probable que el que est¨¢ oculto y que tomamos con las bebidas azucaradas y a trav¨¦s de los alimentos precocinados se haya disparado en los ¨²ltimos a?os. As¨ª pues, cualquier mujer u hombre preocupado por haber engordado m¨¢s de la cuenta recientemente, adem¨¢s de supervisar la cantidad de comida y la actividad f¨ªsica realizada, deber¨ªa preocuparse tambi¨¦n "por la calidad nutricional de los alimentos que forman parte de su d¨ªa a d¨ªa", sugiere Mar¨ªa Soto.
Tal y como el periodista Jacques Peretti argument¨® en su d¨ªa en la miniserie The Men Who Made Us Fat (Los hombres que nos hicieron engordar), las empresas alimentarias han invertido mucho dinero desde 1975 en el dise?o de productos que eluden nuestros mecanismos naturales de control del apetito, de cara a conseguir que comamos m¨¢s de lo que necesitamos a partir de a?adir az¨²car, sal y grasas a muchos productos para hacerlos m¨¢s palatables y sabrosos. No todos los expertos est¨¢n de acuerdo, pero la realidad es inmisericorde: entre 1988 y 2011, el peso promedio de los hombres de Estados Unidos ha saltado de 82 a 89 kilos, pese a que la estatura ha permanecido estable (1,75 metros). Otro tanto les ha sucedido a las mujeres, al pasar de los 69 kilos que pesaban de media a finales del siglo pasado a los casi 77 de ahora, con una estatura promedio inmutable de 1,62 metros. "Seg¨²n vengo observando en mi pr¨¢ctica cl¨ªnica, bastantes pacientes con obesidad reconocen tener una cierta dependencia hacia determinadas comidas", a?ade Ben¨ªtez, que coordina el Grupo de Especializaci¨®n en Nutrici¨®n Cl¨ªnica y Diet¨¦tica de la Academia Espa?ola de Nutrici¨®n y Diet¨¦tica.
Frente a los insultos, el orgullo gordo
La diferencia entre ¡®gordofobia¡¯ y ¡®obesofobia¡¯
Si la obesofobia es el terror a engordar y padecer obesidad, la gordofobia podr¨ªa definirse como una cierta repulsi¨®n hacia las personas con exceso de peso. "Quienes odian y rechazan a las personas que sufren obesidad, suelen tener en el fondo miedo a engordar", explican al alim¨®n N¨¦stor Ben¨ªtez y Mar¨ªa Soto, dietistas-nutricionistas especializados en tratar trastornos alimentarios. Ambos aconsejan ser cuidadosos con el lenguaje y utilizar la expresi¨®n "persona con obesidad" para no culpabilizar al paciente. "Cuando una persona padece una enfermedad grave, como puede ser el c¨¢ncer, no se la juzga ni se le insin¨²a que es culpa suya. En cambio, con la obesidad s¨ª que pasa. Por eso es importante remarcar que esta es tambi¨¦n una enfermedad", indica Ben¨ªtez.
Hay muchas personas que, al menos en p¨²blico, no parecen estar en absoluto preocupadas por haber engordado, sino que se muestran encantadas hasta el extremo de fotografiarse en las redes sociales devorando hamburguesas dobles con queso. En esta l¨ªnea se alza el fuerte activismo por la diversidad de peso que recorre Estados Unidos, con Marilyn Wann a la cabeza. Esta escritora, que pesa 129 kilos, destaca que la mala imagen de los gordos en Am¨¦rica es equiparable al racismo y a la homofobia. En su libro Fat! So? (?Gorda! ?Y qu¨¦?), reivindica sin tapujos: "Para m¨ª 'gorda' es una palabra neutral. Decir 'sobrepeso' ya denota connotaciones negativas y prejuicios. Y la obesidad es un t¨¦rmino cl¨ªnico, para tratarnos como a enfermos. Yo quiero que se me llame gorda. Yo soy gorda".
En Espa?a, el actor Brays Efe (Paquita Salas) lamentaba recientemente en su discurso en los Premios Feroz que los actores gordos solo reciben ofertas para interpretar a gordos por parte de directores y productores, como si no hubiera otra cosa que los definiera. En este contexto de burlas y discriminaciones, nace el fat pride (orgullo gordo), un movimiento para erradicar la idea de que las curvas est¨¢n mal. Y en el extremo, un nuevo concepto de trastorno alimentario llamado megarexia, que lleva a algunos a encontrar agradable ser obeso.
El debate no es nuevo, y recuerda a otros similares que pueblan Facebook y dem¨¢s redes sociales donde algunos colectivos reivindican tambi¨¦n el derecho a fumar tabaco, beber alcohol y consumir otras drogas no tan bien aceptadas socialmente, con el argumento de que lo que est¨¢ en juego es su propia vida, aunque, en realidad, todo esto obligue a financiar con fondos p¨²blicos las enfermedades que originan sus h¨¢bitos. La pregunta es: ?hay alg¨²n punto intermedio entre las chanzas y pullas que lanzan algunos a las personas con exceso de peso y el indisimulado orgullo con el que otros gestionan sus kilos de m¨¢s?
"Es estupendo que las personas que padecen obesidad se sientan muy bien consigo mismas. De hecho, deber¨ªa ser as¨ª, pero tambi¨¦n han de ser conscientes, sin que ello altere su felicidad, de que tienen un problema patol¨®gico que a corto, medio o largo plazo puede afectar su salud. Hay que diferenciar ambas cosas", matiza el experto Ben¨ªtez. ?Y qu¨¦ indicios alertan de que la obesidad, m¨¢s all¨¢ de la est¨¦tica, puede estar pasando factura a la salud? "Puede ser algo tan sencillo como comenzar a tener dificultades para atarse los zapatos", a?ade. "La l¨ªnea roja es no poder llevar una vida normal y notar, por ejemplo, que te cansas mucho m¨¢s", aporta la dietista-nutricionista Soto. A partir de ese instante, "lo que era una opci¨®n respetable pasa a convertirse en un problema de salud", alerta.
El peso ideal es una entelequia
?Es mejor estar ajamonado que amojamado?
Respuesta correcta: no. Aunque un antiguo refr¨¢n as¨ª lo dictamina, la literatura cient¨ªfica no confirma esta creencia. Sin embargo, un estudio publicado en 2013 en Journal of the American Medical Association contribuy¨® a sembrar muchas dudas, al afirmar que las personas que sufren sobrepeso ten¨ªan menor riesgo de morir que los sujetos con peso normal. Al poco de darse a conocer la referida investigaci¨®n, la prensa m¨¢s sensacionalista public¨® err¨®neamente que tener una cantidad extra de grasa corporal era saludable. Por este motivo, en las fotos seleccionadas por algunos medios de comunicaci¨®n para ilustrar la noticia se observaba a se?ores algo entrados en carnes muy sonrientes, o a mujeres pellizc¨¢ndose los michelines de la misma guisa.
He aqu¨ª la letra peque?a del estudio: en realidad, no es que tener sobrepeso reporte alguna ventaja a la poblaci¨®n en general, sino, en todo caso, a las personas de edad avanzada. El principal motivo es que estas, conscientes de su situaci¨®n, visitan antes y m¨¢s al m¨¦dico que el resto, "lo que les permite adelantar un tratamiento y tener mejor pron¨®stico", apunta la dietista-nutricionista Mar¨ªa Soto.
Soto aclara: "Es m¨¢s importante la composici¨®n del peso que el peso en s¨ª mismo", para significar que hay que dejar de dar tanta importancia a lo que marca la raya de la b¨¢scula cuando se desplaza hacia la derecha y pensar m¨¢s en t¨¦rminos de salud. Lo que hay que idealizar es la calidad de vida, indica esta experta, y no unos patrones est¨¦ticos impuestos por la industria de la moda o por ciertos sectores interesados en sacar rendimiento econ¨®mico al sobrepeso y la obesidad.
Toca priorizar los alimentos frescos, huir de los ultraprocesados sin caer en el extremismo (recuerde que el queso, el pan, el aceite de oliva, el tofu, el gazpacho y las ensaladas de cuarta gama, es decir, en bolsa y listas para comer, son productos procesados) y ser conscientes de que vivimos en un ambiente obesog¨¦nico que, parad¨®jicamente, glorifica la delgadez. Pero, tambi¨¦n, controlar el lenguaje para evitar estigmatizar con insultos y bromas de mal gusto a las personas que tienen sobrepeso para exorcizar mediante palabras gruesas el miedo a engordar que nos atenaza a (casi) todos.
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