Si nadie fastidia, la vida se reproduce
Los peces, pulpos y caracoles se estaban acabando por la pesca indiscriminada en Anc¨®n, en el norte de Per¨². Hasta que un nuevo sistema basado en dejar en paz a la fauna marina cambi¨® las cosas
Cuando el bote ha dejado de ser zarandeado por las olas, mientras las espuma se retira un poco m¨¢s suavemente de los acantilados, Gino Paz, un joven de poco m¨¢s de 20 a?os se enfunda en el traje de neopreno, se pone el cintur¨®n de plomo y procede a acomodarse la m¨¢scara y ponerse en la boca la manguera con la cual, durante incontables minutos se mover¨¢ por el fondo marino.
La resaca sigue seren¨¢ndose ac¨¢ en Isla Grande, una formaci¨®n rocosa de considerable tama?o a 46 kil¨®metros al norte de Lima (Per¨²) frente las costas de Anc¨®n. Gino se zambulle en el agua y la vieja compresora que est¨¢ montada sobre la embarcaci¨®n comienza a sonar, como se?al de que le est¨¢ proporcionando el flujo vital de aire para que pueda zumbar como un pez en busca de especies diversas.
All¨¢ abajo, solo conectado a la superficie por la manguera, como en los viejos tiempos, el muchacho ya desarrolla su trabajo habitual con un gancho marisquero en ristre (si hay peces pedir¨¢n un arp¨®n). Alrededor de nosotros, ya se ha disipado la niebla matinal y el mar se ha calmado un poco. En la superficie, Mart¨ªn Garrido, el piloto del bote, y Edgar Oscanoa, conocido por el b¨ªblico apodo de Barrab¨¢s.
Antes, coinciden ambos, el pescado estaba m¨¢s cerca de la costa, no se ten¨ªa que ir tan lejos y las capturas eran abundantes. ¡°Te ibas cerca de Anc¨®n y all¨ª no m¨¢s sacabas buenas corvinas¡±, comenta Garrido. Lo mismo dice Barrab¨¢s, quien recuerda haber arponeado cierta vez una enorme mero rojo de 10 kilos cerca de una de las islas.
Todo eso fue hace a?os, sobre todo en el siglo pasado, cuando el producto no faltaba. Pero cuando entr¨® el siglo XXI, aument¨® el n¨²mero de pescadores y sigui¨® sin control el volumen o el tama?o de lo extra¨ªdo, comenzaron los problemas. Hacia inicios del nuevo milenio, hubo un boom del marisco navaja, que elev¨® el nivel de vida de los pescadores. Pero poco a poco la crisis lleg¨® como una marejada.
No ten¨ªamos conciencia de cu¨¢nto hab¨ªamos depredado
La escasez hizo que, hacia el a?o 2009, los miembros de la Asociaci¨®n de Pescadores Artesanales y Buzos Marisqueros de Anc¨®n decidieran ponerse cuotas. Nada de faenar hasta el infinito. Nada de acabar con lo que hab¨ªa en las m¨¢s de 10 islas donde trabajan. ¡°No ten¨ªamos conciencia de cu¨¢nto hab¨ªamos depredado¡±, dice Rogelio M¨¦ndez, de 63 a?os, patriarca del buceo que le ha ense?ado el oficio a varios j¨®venes.
El primer sistema establecido fue puntual: cada embarcaci¨®n pod¨ªa capturar 50 kilos de pulpo, 50 manojos de caracol de la especie Thaisella chocolata, dos cajas de cangrejo, una caja llena de peces de diverso tipo, especialmente de pintadillas. ¡°Tuvimos que hacer eso porque el 2008 ya no hab¨ªa producto¡±, enfatiza Rogelio.
El autocontrol funcion¨®, pero no fue suficiente. Hacia el 2012, las cuotas bajaron. Los tiempos en que, seg¨²n cuenta Rogelio, en un par de d¨ªas pod¨ªan capturar m¨¢s de 500 kilos de pulpo, por ejemplo faenando en la isla La Hormiga, hab¨ªan terminado. Pero comenzaba una nueva etapa, la de la pesca responsable. La del futuro.
Abrirse a la vida
Gino ha vuelto a la superficie y trae consigo un pulpo de regular tama?o. El pegajoso animal se retuerce, procura zafarse del gancho, pero ha llegado su fin y su destino es la caja de capturas. La compresora sigue cascabeleando, gracias a su viejo motor, y el joven buzo se tira al agua nuevamente, manguera en boca, para perderse entre las olas. El calor a esta hora raja la piel y las olas se elevan como si quisieran rajar las rocas. A¨²n as¨ª, la pesca no se detiene. Y Gino sigue en el fondo.
Mat¨ªas Caillaux, un miembro de la ONG The Nature Conservacy (TNC), cuenta que este no es el peor mar, que hay d¨ªas en que es literalmente imposible salir a trabajar. ?¡±El a?o pasado, cuando vino el Ni?o Costero (fen¨®meno que calent¨® inusualmente las aguas del Pac¨ªfico en Per¨²) los tiempos fueron terribles¡±. El agua estaba barrosa, movida, y pod¨ªan pasar semanas sin que se pudiera salir a buscar pulpos, cangrejos o peces en las islas.
TNC colabora desde febrero de 2015 con los pescadores de Anc¨®n en un proyecto comunitario de manejo de recursos pesqueros. Tambi¨¦n intenta hacerlo con los pinteros (pescadores de cordel y anzuelo) y con los que trabajan con red. Pero es con estos buzos intr¨¦pidos, cuya asociaci¨®n suma m¨¢s de 60 miembros, con quienes el trabajo se ha vuelto m¨¢s sistem¨¢tico. Tienen una estrategia para hacer descansar las islas rotativamente.
La idea consiste en hacer un cierre y una apertura programada de algunas de las 11 islas e islotes. La l¨®gica es simple: cuando t¨² dejas reposar al mar, el ecosistema se recupera; cuando lo explotas sin piedad, los recursos se agotan. As¨ª, mientras unas islas duermen sin ser molestadas, se puede pescar en otras. Esto, por a?adidura, va en consonancia con el tiempo de crecimiento y maduraci¨®n de algunas de las especies m¨¢s apreciadas.
Un pulpo de estos lares alcanza la edad reproductiva aproximadamente a los dos meses, o a veces reci¨¦n al a?o. Seg¨²n Jimmy Alexander Cabrera, bi¨®logo de la Universidad Ricardo Palma, se tratar¨ªa adem¨¢s de una especie que se reproduce por una ¨²nica vez en la vida. En los caracoles marinos, el tiempo para llegar a la madurez y poder aparearse ser¨ªa similar. Si nadie? fastidia, la vida se reproduce.
El primer ensayo comenz¨® en febrero del 2015 con el cierre de la Isleta, que junto con las otras ¨ªnsulas anconeras forma parte de la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guanera, un ¨¢rea protegida que se extiende a lo largo de toda la costa peruana. Por unos meses, se permiti¨® la actividad de los buzos en todas las islas, menos en esa.
Cuando se reabri¨®, en marzo del 2016, la sorpresa fue grande. ¡°Yo estuve ese d¨ªa, hab¨ªa caracol en abundancia, cangrejos por montones, cientos de pulpos y pintadillas. Esto funciona, me dije¡±, relata H¨¦ctor Eco Samill¨¢n, presidente de la asociaci¨®n. La angustia por la escasez de recursos se hab¨ªa esfumado.
Posteriormente, la Isla Grande y La Huaca se cerraron de abril a julio del 2016, con los mismos esperanzadores resultados. Siempre hab¨ªa m¨¢s especies, era como si el propio mar agradeciera que le den un respiro. Y entre noviembre y diciembre de este a?o otra vez se cerraron otras tres. Eco, Barrab¨¢s, Mart¨ªn, Rogelio y otros varios compa?eros hab¨ªan visto, entre las olas, una posibilidad.
Pulseando los fondos
De pronto, desde cubierta, Mart¨ªn ha reaccionado ante una se?al y empieza a subir la manguera que le lleva a Gino el aire. El muchacho sale de las profundidades cargando un capacho (bolsa de red) lleno de caracoles.
Si Gino pega un tir¨®n a la manguera significa ¡°s¨²beme¡±, si pega dos es ¡°otro capacho¡±, si son tres es ¡°me falta aire¡±, si son cuatro es ¡°mucho aire¡±. Para ¨¦l, ese c¨®digo es fundamental. En una ocasi¨®n baj¨® y se meti¨® a una cueva submarina repleta de caracoles, cangrejos, peces. Pero el mar se agit¨®, comenz¨® a revolverse y no lo dejaba salir. ¡°Sent¨ª que me faltaba el aire, me desesper¨¦¡±, recuerda.
Tras el cierre de la Isleta se hicieron varios monitoreos. En febrero, un buzo pod¨ªa capturar durante 10 minutos menos de 10 kilos de caracol; en julio, el volumen subi¨® a 25 kilos
Sali¨®, felizmente, aunque muy asustado. No es una experiencia inusual para estos curtidos buzos. Barrab¨¢s, cuando ten¨ªa 16 a?os, se perdi¨® en una embarcaci¨®n llamada Piscis durante 14 d¨ªas. Hab¨ªan salido a faenar mar adentro ¨¦l, su padre y otro adolescente, pero el motor se malogr¨® y quedaron al garete. Tuvieron que remar d¨ªa y noche, hasta que, por fin, llegaron a la isla Mazorca, ubicada varios kil¨®metros al norte de Anc¨®n. ¡°Ten¨ªamos poca agua, algo de pescado, pero era desesperante no salir del bote¡±, relata.
Los mismos pescadores, junto con el personal de TNC, utilizan su destreza buceadora para monitorear el mar. Tal como explica Alexis Nakandakari, quien tambi¨¦n trabaja para esta organizaci¨®n, en La Huaca, La Hormiguilla e Isla Grande hay 22 puntos de monitoreo. Est¨¢n alrededor de estas y sirven para que, dentro de los lapsos de cierre, se haga un estimado de la cantidad y estado de las especies existentes.
Los buzos marisqueros participan en ellas y van capturando pulpos para que estos sean medidos, pesados, catalogados. ¡°Se registra su talla y se identifica si hay pulpos en c¨®pula o hembras ov¨ªgeras (que est¨¢n incubando)¡±, apunta Mat¨ªas. Esta informaci¨®n se compara y se decide si hay nuevos cierres.
Las cifras han sido alentadoras. Tras el cierre de la Isleta en el 2015, se hicieron varios monitoreos. Las diferencias fueron notables. En febrero, un buzo pod¨ªa capturar durante 10 minutos menos de 10 kilos de caracol; en julio, el volumen subi¨® a 25 kilos.
Alexis es cauto y sostiene que no se puede decir que esta es la gran soluci¨®n, pero s¨ª que ¡°se est¨¢ mejor que en otros lugares¡±. La pesca responsable es un instrumento que hace que los propios pescadores, seg¨²n TNC, ¡°comprendan mejor el comportamiento de sus recursos¡±. Se trata de una alianza entre el conocimiento tradicional y el conocimiento t¨¦cnico y cient¨ªfico, que puede lograr resultados notables.
No es poca cosa para Anc¨®n, cuyo mar se estaba agotando, y ser¨ªa recomendable para los 116 lugares de desembarque que hay en la costa peruana, que dan trabajo directo e indirecto a m¨¢s de 40.000 personas. Habitualmente, sostiene TNC, la mayor¨ªa de especies se encuentran en ¡°reg¨ªmenes de acceso abierto¡± y no hay una data del stock existente.
La traves¨ªa contin¨²a
Al final de la jornada, Barrab¨¢s sentencia que ¡°esa idea de que el mar es inmenso, de que los peces nunca se van a acabar, es mentira; ya se siente, ya se ve que no es as¨ª¡±. Y no queda m¨¢s que embarcarse en proyectos de pesca responsable, como este y otros que puedan zarpar. Gino nuevamente ha vuelto a emerger de las profundidades, con otro capacho lleno de cangrejos. Sobre cubierta, hay otros m¨¢s con pulpos y caracoles.
Finalmente, se quita el traje de neopreno y descansa sobre el bote, con el torso descubierto. La faena ha sido regular, como para seguir navegando, y volver a las profundidades. Mart¨ªn apaga la compresora, y enciende el motor de la lancha. La Isla Grande se aleja, se va volviendo peque?ita y, a lo lejos, se ven algunas de las otras islas.
Todas ellas, guardan a¨²n sus tesoros de biodiversidad. Todas ellas, adem¨¢s, piden que las dejen descansar, que no las exploten sin piedad. Para que sigan siendo la despensa de los pescadores y el tesoro que abastece a la deliciosa culinaria marina peruana. Para que estas olas no sean, alg¨²n d¨ªa, solamente el manto de un desierto marino.
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