Las f¨¢bricas de harina de pescado expolian ?frica
Alrededor del 20% del pescado de captura salvaje del mundo no va a parar a nuestros platos, sino que se tritura para producir harina, arrebatando una fuente de prote¨ªna donde m¨¢s se necesita
Antes, la bah¨ªa de Greyhound era un lugar al que los barcos viejos iban a morir. Las aguas poco profundas de esta estrecha franja costera situada en el margen occidental del S¨¢hara eran un escenario desolado pero apropiado para barrenar un arrastrero, un buque de mercanc¨ªas o un remolcador obsoletos. Tantos barcos fueron aqu¨ª a la tumba que el vecino puerto de Nuadib¨² parec¨ªa cautivo de una flota fantasmal que lo vigilaba desde el otro lado de las dunas.
Actualmente, los navegantes que ponen rumbo a esta puerta de entrada a Mauritania, en ?frica Occidental, no lo hacen con la intenci¨®n de abandonar el barco. Los pesqueros turcos se mecen sujetos al ancla con la colada puesta a secar en la cubierta; en alta mar, los cascos convexos de las embarcaciones chinas surcan las olas trazando estelas en forma de V, y en la cercana costa, los n¨®madas convertidos en pescadores de pulpos inspeccionan la superficie a trav¨¦s de las estrechas aberturas de los turbantes que en el pasado los proteg¨ªan de las tormentas de arena.
Pero la actividad m¨¢s lucrativa se realiza detr¨¢s de paredes de gran altura. A no ser por el hedor nauseabundo, podr¨ªa pasar f¨¢cilmente desapercibida.
Hace algunos s¨¢bados, Hamud el Mami, director de una de las f¨¢bricas, miraba por la puerta de un almac¨¦n de Africa Prot¨¦ine c¨®mo dos de sus trabajadores metidos hasta la rodilla en sardinellas ¡ªunos peces parecidos a la sardina que se reproducen a millones en la corriente de las Islas Canarias, frente a las costas del noroeste de ?frica¡ª se abr¨ªan paso a duras penas a trav¨¦s del c¨²mulo plateado y ondulante.
Aparentemente ajenos a la pestilencia, los operarios, equipados con botas de goma, met¨ªan el pescado a paladas en un conducto parecido a una trompa. La m¨¢quina, provista de un gigantesco tornillo, licuaba cada sardinella que entraba en contacto con este. A continuaci¨®n, aspiraba la masa resultante a trav¨¦s de un orificio en la pared y la dirig¨ªa hacia los voluminosos aparatos de la factor¨ªa propiamente dicha.
Las ¨¢vidas m¨¢quinas de Africa Prot¨¦ine producen harina de pescado, un polvo rico en nutrientes que alimenta un negocio cuyo valor asciende a 160.000 millones de d¨®lares (unos 141.000 millones de euros). La acuicultura es uno de los sectores de la industria alimentaria en m¨¢s r¨¢pido crecimiento del mundo, y est¨¢ tomando aceleradamente la delantera a la pesca como principal fuente de este producto para consumo humano. Desde las balsas de gambas de los deltas de los r¨ªos de China hasta las jaulas de salmones de los fiordos noruegos, la industria prospera dando de comer pescado a los peces. Es tal su voracidad que alrededor del 20% de captura salvaje del mundo no va a parar a nuestros platos, sino que se tritura para producir harina.
La incesante demanda de China ha impulsado los precios de este derivado a niveles r¨¦cord. En consecuencia, las empresas han puesto la vista en ?frica occidental como nueva fuente de suministro. Desde las corporaciones p¨²blicas hasta los empresarios de riesgo, los inversores chinos compiten por levantar nuevas plantas en las costas de Mauritania y de sus dos vecinos del sur, Senegal y Gambia.
Sin embargo, en su fiebre por la sardinella, los intereses empresariales mundiales est¨¢n arrebatando un componente b¨¢sico de la dieta a la gente de la zona que m¨¢s lo necesita. Al mismo tiempo, las palas de los molinos mec¨¢nicos suponen una nueva amenaza para las especies ahora que el cambio clim¨¢tico est¨¢ obligando a la sardinella a luchar por su supervivencia. "En cuatro o cinco a?os no quedar¨¢n reservas, las factor¨ªas cerrar¨¢n y los extranjeros se ir¨¢n", vaticina Abdu Karim Sall, presidente de una asociaci¨®n de peque?os pescadores de Senegal conocida como Papas, su acr¨®nimo en franc¨¦s. "A nosotros nos dejar¨¢n aqu¨ª sin comida".
Los datos de los sat¨¦lites indican que las aguas al norte de Senegal y Mauritania se est¨¢n calentando m¨¢s deprisa que las de ninguna otra zona del cintur¨®n ecuatorial denominado Zona de Convergencia Intertropical. Este cambio clim¨¢tico oculto a la vista ha tenido un efecto que no augura nada bueno. Un nuevo estudio llevado a cabo por expertos del Instituto de Investigaci¨®n para el Desarrollo, una organismo franc¨¦s cuya central se encuentra en Marsella, ha descubierto que, desde 1995, el aumento de las temperaturas ha empujado a la sardinella una media de 300 kil¨®metros hacia el norte. El hallazgo, cuyos resultados fueron compartidos con Reuters, proporciona la primera prueba inequ¨ªvoca de que se est¨¢ sumando a una di¨¢spora mundial de especies marinas que huyen en direcci¨®n a los polos o hacia mayores profundidades a medida que las aguas se calientan. La magnitud de esta migraci¨®n masiva empeque?ece a cualquiera de las que tienen lugar en tierra. Seg¨²n Camille Parmesan, profesora de la Universidad de Plymouth y una autoridad en los efectos del clima sobre la vida marina, los peces se desplazan por t¨¦rmino medio 10 veces m¨¢s lejos que los animales terrestres afectados por el aumento de las temperaturas.
La harina de pescado alimenta un negocio cuyo valor asciende a 160.000 millones de d¨®lares (unos 141.000 millones de euros)
El cambio clim¨¢tico no solo est¨¢ expulsando a la sardinella de su h¨¢bitat natural. Tambi¨¦n est¨¢ ejerciendo una presi¨®n indirecta diferente sobre la fauna oce¨¢nica al aumentar a¨²n m¨¢s los incentivos para la elaboraci¨®n de harina de pescado de ?frica Occidental.
Per¨² es, con diferencia, el mayor exportador del mundo de este producto, que manufactura a partir de sus inmensos bancos de boquerones. En consecuencia, la influencia del pa¨ªs sobre sus precios es comparable al papel de Arabia Saud¨ª como productor regulador en el sector del crudo. Desde principios de la d¨¦cada de 1970, el fen¨®meno meteorol¨®gico El Ni?o viene causando peri¨®dicamente p¨¦rdidas catastr¨®ficas para las gigantescas capturas de boquerones debido a que altera el mecanismo de surgencia (ascenso de masas profundas de agua) que los abastece de nutrientes. Parece que, en la ¨²ltima d¨¦cada, el cambio clim¨¢tico ha aumentado la frecuencia de El Ni?o y sus consecuencias, lo cual, a su vez, puede provocar un alza significativa del valor econ¨®mico de la harina de pescado.
Puede que esta inestabilidad cada vez mayor sea un buen augurio para los productores de ?frica occidental, que incrementan sus ganancias cada vez que los precios se disparan. Sin embargo, la sobreproducci¨®n seguramente tendr¨¢ efectos nefastos para millones de habitantes de la zona, ya que supone una amenaza para las poblaciones de peces de los que estas dependen como fuente principal de empleo, ingresos y prote¨ªnas.
Seg¨²n un informe financiado por la Uni¨®n Europea y publicado en 2015, la demanda de harina de pescado ha hecho que las capturas anuales de sardinella de Mauritania hayan pasado de 440.000 a 770.000 toneladas en tan solo unos a?os. El an¨¢lisis descubri¨® que los barcos senegaleses contratados por las factor¨ªas multiplicaron sus atraques por 10 solo entre 2008 y 2012. Los ocean¨®grafos afirman que las poblaciones de peces de la corriente de las Islas Canarias no podr¨¢n soportar esta presi¨®n mucho tiempo.
Las comunidades costeras de ?frica occidental ya se cuentan entre las poblaciones m¨¢s vulnerables a los efectos del cambio clim¨¢tico. La subida del nivel del mar ha empezado a engullir poblaciones enteras, mientras que el empeoramiento de las condiciones meteorol¨®gicas ha vuelto la pesca a¨²n m¨¢s peligrosa. Las sequ¨ªas y las precipitaciones irregulares han obligado a los agricultores a abandonar sus tierras y dirigirse a la costa para engrosar las filas cada d¨ªa m¨¢s numerosas de hombres cuya m¨¢xima esperanza de alimentar a su familia reside m¨¢s all¨¢ de las olas.
Pero en la lengua de tierra de Nouadhibou, en la que los trabajadores esperan la llegada de la pr¨®xima carga de pescado, los jefes de las plantas se encogen de hombros cuando oyen hablar del agotamiento de los bancos de sardinella. "Todav¨ªa hay muchos", asegura El Mami se?alando con una sonrisa en direcci¨®n a una playa cercana. "Si echa la ca?a all¨ª, pescar¨¢ un pez bien bonito".
Suertes que cambian
Los ojos pintados observan desde las proas de las piraguas que se bambolean en las olas de Joal Fadiouth, el fren¨¦tico centro de la industria pesquera de Senegal. Engalanadas con los nombres de venerados l¨ªderes espirituales cuya influencia alcanza a todos los niveles de la sociedad senegalesa, algunas embarcaciones reflejan tambi¨¦n aspiraciones m¨¢s mundanas a trav¨¦s del escudo cuidadosamente reproducido del Manchester City o de las palabras Barack Obama.
La pasada d¨¦cada, el af¨¢n por enriquecerse que dominaba las mentalidades llev¨® a duplicar el tama?o de la peque?a flota del pa¨ªs. Deseoso de ganar votos, el Gobierno ha subvencionado las embarcaciones fueraborda para permitir a los pescadores navegar a¨²n m¨¢s lejos. La flota, que actualmente emplea directa o indirectamente a 600.000 personas ¡ªel equivalente al 17% de la poblaci¨®n activa¡ª, crece r¨¢pidamente y amenaza con estrangular el recurso que la sostiene.
Un martes de hace pocas semanas, el capit¨¢n Doudou Kot¨¨ salt¨® por la borda de su barca y se subi¨® a un carro tirado por un caballo a todas luces acostumbrado al oleaje. Avanzando como un rey a trav¨¦s de las olas en su taxi anfibio, Kot¨¨ repet¨ªa lo que mismo que dicen muchos de sus compa?eros: que la sardinella, una especie de talism¨¢n para Senegal, est¨¢ en pleno proceso de desaparici¨®n.
"Actualmente hay m¨¢s piraguas. Los que antes no pose¨ªan ninguna ahora tienen una, y los que ten¨ªan una, ahora cuentan con dos", explica Kot¨¨, un robusto marinero que calza botas verdes y lleva un gorro de piel de cordero con forma de cono. "Muchas veces volvemos a casa sin haber conseguido nada. No tenemos bastante para comprar combustible, ni siquiera para comer". Kot¨¨ es un hombre de natural alegre con dos esposas y seis hijos, pero su expresi¨®n se ensombrece cuando predice que la presi¨®n sobre la sardinella no tardar¨¢ en provocar la ruina. "Si tuviese otro trabajo, dejar¨ªa de pescar", remacha.
La incesante demanda de China ha impulsado los precios de este derivado a niveles r¨¦cord. En consecuencia, las empresas han puesto la vista en ?frica occidental como nueva fuente de suministro
Los senegaleses no son los ¨²nicos perjudicados por la transformaci¨®n de su principal recurso en harina. Los investigadores calculan que Mauritana tritura anualmente 33.000 toneladas de sardinella que antes se vend¨ªan en mercados de ?frica occidental como Ghana, Nigeria y Costa de Marfil. Esta cifra equivale casi al consumo anual de pescado de los 15 millones de personas que forman la poblaci¨®n de Senegal.
Aunque la producci¨®n de este pa¨ªs equivale solamente a una parte del volumen de harina de pescado que exportan las alrededor de 30 f¨¢bricas mauritanas, su docena de plantas puede representar una amenaza desproporcionada al alterar el delicado mecanismo de mercado que antes limitaba la cantidad de pescadores que pod¨ªa admitir.
Tiempo atr¨¢s, en las estaciones en las que la sardinella migraba m¨¢s cerca de la costa, Kot¨¨ y sus compa?eros pod¨ªan llevar f¨¢cilmente a tierra m¨¢s pescado del que el mercado local era capaz de absorber. Las tripulaciones abandonaban la parte de la captura que no consegu¨ªan vender para que se pudriese en la arena, y luego se quedaban en casa hasta que pasaba la saturaci¨®n. Ahora que las f¨¢bricas est¨¢n dispuestas a comprar hasta el ¨²ltimo animal, no hay nada que impida a la flota presionar a las poblaciones hasta su agotamiento.
"Podr¨ªamos encontrarnos con una situaci¨®n catastr¨®fica", opina Patrice Brehmer, ocean¨®grafo del Instituto de Investigaci¨®n para el Desarrollo y coautor del estudio que ha revelado que el calentamiento de las aguas est¨¢ empujando la sardinella hacia el norte.
Debido al desequilibrio creciente entre poblaci¨®n y naturaleza en la corriente de las Islas Canarias, los pescadores se preguntan si no se ver¨¢n forzados a volver dentro de poco a la pobreza de sus poblados ancestrales. Ibrahima Samba antes se ganaba la vida a duras penas cultivando cacahuetes y mijo en el terreno que su familia ten¨ªa a las afueras de la ciudad senegalesa de Mbour. Cuando la lluvia empez¨® a llegar demasiado pronto o demasiado tarde, se sum¨® a los agricultores que cambiaban las azadas por redes. "Nos d¨¢bamos cuenta de que el clima estaba cambiando. Las cosas nunca iban como esper¨¢bamos, y siempre nos encontr¨¢bamos con sorpresas", cuenta. "En el mar, sales ese mismo d¨ªay vendes. Adem¨¢s, no necesitas ser un profesional. Ve¨ªamos que los pescadores ten¨ªan coches bonitos y que se constru¨ªan casas, as¨ª que nos unimos a ellos".
Tras 22 a?os trabajando en la pesca, Samba afirma que el cambio clim¨¢tico est¨¢ volviendo a amenazar su medios de vida, esta vez al ahuyentar a la sardinella. "Los que vendieron sus tierras seguramente van a tener problemas, ya que es probable que tengamos que volver a cultivar".
Los efectos de las f¨¢bricas de harina de pescado son visibles en los rostros de las mujeres de la zona. No lejos de la playa de Joal-Fadiouth, perezosas columnas de humo se elevan en espiral desde un grupo de hornos al aire libre en los que se han puesto a secar apretadas filas de sardinella sobre las cenizas incandescentes. Antes, gran parte del pescado se marinaba y se serv¨ªa sobre una base de arroz picante en el plato nacional senegal¨¦s, conocido como thi¨¦boudi¨¨ne. En los buenos tiempos, los miles de trabajadoras de estas instalaciones, casi todas mujeres, lograban ganar m¨¢s que los pescadores con los que a menudo estaban casadas, lo que les permit¨ªa ahorrar lo suficiente para comprar motores, e incluso barcos, nuevos.
Una de ellas es Rokeya Diop, una figura matriarcal respetada por su comunidad. Actualmente, la humareda acre que flota sobre el complejo casi desierto acompa?a a su estado de ¨¢nimo. Bajo su mirada, las encargadas de mantener el fuego siguen cumpliendo con su tarea de alimentar los hornos vac¨ªos con la paja que sirve de combustible, utilizando largas varas para remover de vez en cuando las cenizas ardientes. Las f¨¢bricas, sin embargo, est¨¢n dispuestas a pagar por la sardinella el doble de lo que Diop y sus amigas pueden ofrecer, lo cual deja a estas con las manos vac¨ªas de todo menos de tiempo. "Cada d¨ªa estoy aqu¨ª hasta las 10 de la noche, pero vuelvo a casa sin nada", cuenta apenada haciendo chocar las palmas de las manos.
Aunque la demanda de las plantas de procesado es uno m¨¢s de los muchos factores que afectan a la cantidad de pescado disponible en Senegal de una estaci¨®n a otra, en la costa crecen los rumores de que en el mar se est¨¢n produciendo cambios mucho mayores.
"No podemos echar la culpa de todo a las f¨¢bricas", opina Maimouna Dioj, tesorero de un consejo local que dirige la actividad pesquera en Joal-Fadiouth, mientras un grupo de hombres carga cajas en los camiones aparcados en una plataforma junto a la playa. "El cambio clim¨¢tico est¨¢ calentando el agua".
El calentamiento del mar
A?os de sol y agua salada se han conjurado para dar al Amrigue, un catamar¨¢n amarrado en el puerto de Nouadhibou, su caracter¨ªstico aspecto curtido. A pesar de todo, la embarcaci¨®n bimotor a¨²n est¨¢ en condiciones de navegar y trasladar a los equipos de cient¨ªficos a la bah¨ªa de Greyhound con el fin de recopilar datos sobre el calentamiento del mar.
Un s¨¢bado, el Amrigue ech¨® el ancla cerca de banco de arena conocido como La Gacela, situado a unas dos millas n¨¢uticas del puerto. Abdoul Dia, jefe de laboratorio del Instituto Mauritano de Investigaci¨®n Oceanogr¨¢fica y de la Pesca (Imrop, por sus siglas en franc¨¦s), lanz¨® al agua con un chapoteo el aparato que utiliza para recoger sedimento del fondo marino. El investigador iz¨® una muestra a la cubierta, vaci¨® la gravilla en un cubo de pl¨¢stico y empez¨® a rebuscar con la ayuda de una criba y una manguera. Buscaba microorganismos que pudiesen servir a sus colegas para trazar una imagen m¨¢s detallada del cambio que est¨¢n experimentando las condiciones marinas.
El panorama general est¨¢ claro. 30 a?os de mediciones muestran que las templadas aguas mauritanas est¨¢n cada vez m¨¢s calientes. "Si nos fijamos, observamos un aumento de la temperatura media que confirma la tendencia al calentamiento", afirma Dia, que lleva un chaleco salvavidas naranja encima de su bata blanca de laboratorio.
El cambio clim¨¢tico est¨¢ ejerciendo una presi¨®n? sobre la fauna oce¨¢nica al aumentar a¨²n m¨¢s los incentivos para la elaboraci¨®n de harina de pescado de ?frica Occidental
En la sede central del Imrop, situada sobre un risco con vistas a la bah¨ªa, Dia explica por qu¨¦ el calentamiento es tan importante. Nouadhibou se encuentra cerca de una zona de convergencia en la que las aguas m¨¢s fr¨ªas del norte chocan con las tropicales del sur. La latitud exacta de este frente t¨¦rmico var¨ªa ligeramente cada a?o. Ahora bien, debido al calentamiento de las aguas, ha empezado a fluctuar mucho m¨¢s hacia el norte, llegando a trasladarse hasta la ciudad marroqu¨ª de Casablanca, a 1.400 kil¨®metros de distancia. El centro de gravedad de las reservas de sardinella se ha desplazado hacia el norte a la par que la especie ha intentado mantener una temperatura ¨®ptima. Este cambio favorece a las plantas de Mauritania, ya que ahora la sardinella se concentra m¨¢s cerca de ellas. Por el contrario, perjudica a los pescadores senegaleses y gambianos del sur, cuyos recursos vitales se est¨¢n alejando.
Algunos investigadores creen que, con el tiempo, la tendencia al calentamiento har¨¢ que aumente la cantidad de peces en la corriente de las Islas Canarias a medida que nuevas especies encuentren un ambiente propicio en las condiciones cambiantes. Otros, sin embargo, ven un futuro menos prometedor. Vicky Lam, economista especializada en pesca del Instituto para los Oc¨¦anos y las Pesquer¨ªas de la Universidad de Columbia Brit¨¢nica (Canad¨¢) y otros tres investigadores publicaron en 2012 un estudio sobre el posible impacto del cambio clim¨¢tico sobre la pesca en 14 pa¨ªses de ?frica occidental, entre ellos Mauritania, Senegal y Gambia. Sus predicciones para 2050 son desoladoras. Seg¨²n ellos, se producir¨¢ una ca¨ªda del 21% del valor anual en muelle de las capturas, los puestos de trabajo relacionados con la peca descender¨¢n un 50%, y la econom¨ªa regional sufrir¨¢ unas p¨¦rdidas anuales de 311 millones de d¨®lares.
La industria de la harina de pescado no hace sino incrementar la presi¨®n. Ad Corten, presidente de la comisi¨®n de la sardinella de un grupo de evaluaci¨®n de poblaciones que asesora a la Organizaci¨®n de Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO), afirma que los barcos pesqueros estaban realizando capturas excesivas en la corriente las Islas Canarias ya antes de la llegada de las factor¨ªas. "La situaci¨®n va a estallar en uno o dos a?os", vaticina Corten. "Observamos que la sardinella escasea en aguas mauritanas, y lo mismo nos dicen de Senegal".
Los pescadores se dan cuenta de que las caracter¨ªsticas del mar est¨¢n cambiando. El a?o pasado, la peor ola de fr¨ªo en dos d¨¦cadas frente a las costas de Nouadhibou perjudic¨® a las capturas de pulpo y sardinella; las golondrinas que migran a trav¨¦s de las dunas cercanas aparecieron con seis semanas de retraso; el fuerte viento que normalmente agita el oc¨¦ano de marzo a junio se neg¨® a soplar, y en Marruecos, en la ciudad de Zagora, en el desierto, nev¨® por primera vez en medio siglo.
"El a?o pasado, el oc¨¦ano estuvo completamente loco", recuerda Abdel Aziz Boughourbal, director de Omaurci, una de las mayores empresas de procesado y producci¨®n de harina de pescado de Mauritania, mientras come un plato de pulpo frito en un restaurante junto al mar en el que los marineros extranjeros abren sus latas de cerveza importada. Cuenta que, hace poco, un chileno miembro de la tripulaci¨®n de uno de sus barcos se qued¨® boquiabierto cuando la embarcaci¨®n se adentr¨® en un enorme banco de boquerones de un tipo que normalmente se encuentra en Per¨².
Avalancha de inversores
Al parecer, algunos inversores chinos no comparten la preocupaci¨®n de los pescadores. A lo largo de los ¨²ltimos a?os, grandes empresas pesqueras han firmado acuerdos por cientos de millones de d¨®lares para instalar plantas de procesado y producci¨®n de harina de pescado alrededor de Nouadhibou. Ahora, sus gigantescos complejos reci¨¦n construidos se levantan sobre la arena. Incluso los peque?os empresarios chinos del puerto quieren expandirse.
"Si tenemos la oportunidad, llevaremos a cabo otros proyectos, desde aumentar la producci¨®n de harina de pescado hasta procesar y congelar", declara Fan Yongzhen, un estresado ejecutivo de Continental Seafood, una de las factor¨ªas de Nouadhibou.
En la capital, Nuakchot, China Road and Bridge Corporation, constructora de gigantescos proyectos de infraestructuras en toda ?frica, ha presentado propuestas para promover un parque industrial marino de 10.000 hect¨¢reas al sur de la ciudad. Seg¨²n el estudio de viabilidad de la empresa, que Reuters ha podido consultar, la planta contar¨¢ con instalaciones de procesado, congelado y exportaci¨®n de pescado y, por supuesto, de harina de pescado.
Ahora que todo el mundo, desde los industriales chinos hasta los peque?os agricultores senegaleses, tiene los ojos puestos en la corriente de las Islas Canarias para hacer fortuna, las tensiones han empezado a estallar. En enero, en el puerto senegal¨¦s de San Luis, los pescadores provocaron des¨®rdenes despu¨¦s de que la guardia costera mauritana disparase y matase a uno de sus compa?eros. Un veterano guardacostas declar¨® a Reuters que el hombre muri¨® por accidente cuando un oficial abri¨® fuego para intentar inutilizar el motor de una piragua senegalesa que intentaba embestir la embarcaci¨®n de la patrulla mauritana.
La sardinella migra a trav¨¦s de una zona de unos 600 kil¨®metros de extensi¨®n compartida por Mauritania, Senegal y Gambia. Las autoridades de los tres pa¨ªses insisten en que quieren gestionar sus poblaciones de peces de manera sostenible y desarrollar una industria de procesado, congelado y exportaci¨®n capaz de crear miles de puestos de trabajo. Sin embargo, sin un sistema de gesti¨®n regional organizado, el objetivo dif¨ªcilmente es compatible con la instalaci¨®n de m¨¢s trituradoras en beneficio de las plantas que producen alimentos para Asia, Europa y Norteam¨¦rica.
Bamba Banja, secretario permanente del Ministerio de Pesca de Gambia, declara que la prioridad de su Gobierno es garantizar que la poblaci¨®n local disponga de suficiente pescado para su consumo. "Llegado el momento, preferir¨ªamos cerrar las f¨¢bricas y permitir que los gambianos de a pie, las mujeres y los desfavorecidos, tuviesen acceso a estos recursos", asegura.
A pesar de las aseveraciones del Gobierno, la ciudad gambiana de Gunjur se ha convertido en s¨ªmbolo del conflicto que puede provocar la harina de pescado. En 2016, un industrial chino abri¨® una planta costera llamada Golden Lead. Aunque muchos habitantes de la localidad est¨¢n agradecidos por tener empleo como estibadores en la factor¨ªa ¡ªuna de las tres que han surgido de la noche a la ma?ana en los 80 kil¨®metros de la min¨²scula l¨ªnea costera del pa¨ªs¡ª, otros temen que la demanda de harina de pescado de la empresa ponga en peligro la supervivencia de la comunidad a largo plazo.
En marzo, docenas de personas se reunieron en la playa y desenterraron un conducto de la factor¨ªa que vert¨ªa residuos al mar. Los activistas locales acusaron a Golden Lead de contaminar una laguna cercana en la que anidan y se alimentan las ¨¢guilas pescadoras, y los cocodrilos salen del agua para holgazanear en los bancos de arena al calor de media ma?ana. Despu¨¦s ense?aron a Reuters fotos de peces muertos flotando y de un feo color rojo que enturbia el agua.
Seg¨²n un documento oficial consultado por Reuters, a ra¨ªz de estos hechos, el organismo de Medio Ambiente de Gambia orden¨® a Golden Lead que alargase la tuber¨ªa para que entrase 320 metros en el mar. Unas semanas despu¨¦s de que los j¨®venes la desenterrasen, lleg¨® una cuadrilla para construir la extensi¨®n exigida. Los directores de la factor¨ªa celebraron la ocasi¨®n izando una bandera china en la playa.
Golden Lead declara que respeta la normativa gambiana y que ha beneficiado a la ciudad de m¨²ltiples maneras, entre ellas al dar empleo a docenas de trabajadores, mejorar un colegio y donar ovejas a los ancianos en el Ramad¨¢n.
"Somos una empresa", afirma un miembro del personal que prefiri¨® permanecer en el anonimato. "Si no lo hac¨ªamos nosotros, vendr¨ªan otros". Lamin Jassey es profesor de ingl¨¦s y fue uno de los l¨ªderes de la protesta contra Golden Lead. Jassey forma parte de un peque?o grupo de activistas acusados de un delito de da?os, violaci¨®n de la propiedad e "intimidaci¨®n y acoso" a la empresa. El profesor tuvo que depositar una fianza de 8.400 d¨®lares, casi 20 veces los ingresos medios anuales en Gambia.
"Actualmente, Gunjur est¨¢ en auge. Hay muchos pescadores, y miles m¨¢s que vienen de Senegal", cuenta mientras mira c¨®mo los estibadores se meten en el agua hasta la cintura para descargar el pescado y llevarlo a la puerta de la planta de procesado, "pero si se sobreexplotan los recursos y al final escasean, ?qu¨¦ pasar¨¢ en el futuro?".
Este reportaje forma parte de Ocean Shock, una serie de Reuters que investiga los efectos del cambio clim¨¢tico en la fauna marina y en las poblaciones que dependen de ella. Publicado originalmente en ingl¨¦s.
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