H¨¢gase la luz sobre la ontolog¨ªa
La filosof¨ªa del siglo XX apunt¨® y no dispar¨® al aire: muchos de los problemas de enjundia ontol¨®gica son solo asuntos del lenguaje
Vamos a ello, Arist¨®teles. Hace unos 2.000 a?os, Andr¨®nico de Rodas hizo la edici¨®n de todo lo que el gran fil¨®sofo hab¨ªa dejado escrito. A los rollos que eran menos conocidos y que parec¨ªan casi apuntes personales los llam¨® metaf¨ªsica, porque los puso detr¨¢s de los de f¨ªsica. Por raro que nos suene, todos tratamos abundantemente con ese tipo de saber, casi siempre sin saberlo. Cierto que Arist¨®teles se hab¨ªa preocupado de ello muy pronto. Fue el primero en hacer una historia de la filosof¨ªa, de lo que hab¨ªan dejado dicho quienes le precedieron. Y all¨ª nos cuenta, sobre todo, una parte esencial, la ontolog¨ªa.
Ontolog¨ªa es la colecci¨®n de cosas que creemos que existen. ¡°Qu¨¦ es lo que hay¡± en definitiva. Una de las m¨¢s vivas y sorprendentes respuestas de todos los tiempos la dio Pit¨¢goras: hay pares y n¨²meros. Esto necesita aclaraci¨®n: hay n¨²meros, que son la esencia de todo lo que existe; pero todo lo que existe consiste en pares que se enfrentan. Si hacemos una bonita serie de ellos se entender¨¢ perfectamente. Existen lo impar y lo par. Lo macho y lo hembra; lo caliente y lo fr¨ªo; la luz y la oscuridad, lo seco y lo h¨²medo, lo duro y lo blando¡, hasta donde lo queramos llevar. Ahora bien, ?existen esos pares o simplemente organizamos nuestra experiencia seg¨²n ellos? El problema de confiar en los pares, esto nos lo dej¨® dicho Pascal, es que tenemos cierta insana tendencia a ponerlos donde no los hay. ?l lo ejemplific¨® con un par de ventanas y lo llam¨® ¡°las falsas simetr¨ªas¡±. Hay conceptos o ideas que, simplemente, no tienen contrario. Adem¨¢s de que muchos supuestos ¡°contrarios¡± no lo son en absoluto. De igual manera que algunos, cuando decoran un muro, ponen una ventana falsa para que resulte m¨¢s agradable a la vista la pared, tendemos a hacer falsas simetr¨ªas cuando no sabemos bien c¨®mo pensar algo.
Si repasamos la corta lista de pares pitag¨®ricos que se apunt¨® antes, veremos que hay uno notable: macho-hembra. Puesto que todo lo que existe es una cosa u otra, ?es la madera hembra o macho?, ?y el ¨¢rbol? ?La piedra es hembra y el hierro es macho?, ?el agua es hembra y el fuego es macho? ?Y el aire?, ?el alma y el cuerpo?, ?la carne y la sangre? La ontolog¨ªa comienza a realizar sus juegos. Hay una manera de frenarla en seco: eso es meramente lenguaje. Son las simples desinencias de las palabras lo que nos marea y confunde. Pero nadie perspicaz dejar¨¢ de notar que algunas de esas palabras resuenan con una ancestral atribuci¨®n de g¨¦nero: son el sonido abisal de los siglos que todav¨ªa reverbera. Est¨¢n cargadas. La filosof¨ªa del XX apunt¨® y no dispar¨® al aire: muchos de los problemas que consideramos de enjundia ontol¨®gica s¨®lo son asuntos de lenguaje. A esto lo llam¨® ¡°el giro ling¨¹¨ªstico¡±. Y aunque no es, como creyeron sus padres, ¡°el m¨¢s grande descubrimiento de todos los tiempos¡±, es bastante importante. Entre lo que somos y lo que hay, esto es, la ontolog¨ªa, el lenguaje siempre est¨¢ haciendo de las suyas. Hay que iluminarlo para que no juegue tanto que nos impida ver lo que realmente existe.
Quiz¨¢ la filosof¨ªa del lenguaje no se puso a ello con la dedicaci¨®n suficiente, porque, demasiado a menudo, es el caso de que seguimos discutiendo de palabras en el perfecto convencimiento de que discutimos sobre cosas. ¡°Las cosas¡±, eso que la ontolog¨ªa tiene bajo su mando, se nos dan ordenadas en sentencias. Y las tales sentencias parecen estar posadas sobre un inmenso y profundo continente de sentido en el que nuestros pares son los ¨²nicos se?ores. All¨ª imperan y siguen marcando las l¨ªneas maestras de lo que vamos a entender. No les gusta la claridad y tienen verdadero apego a las falsas simetr¨ªas. Una de ellas es espectacular y ya ha salido a escena: macho-hembra. No es como arriba-abajo, antes-despu¨¦s, todo-nada, vida-muerte. No; es completamente distinta. No pretende ordenar el flujo de lo desigual, sino cortar en dos lo que es igual y hacerlo contrario. Pero, probablemente, es una matriz ontol¨®gica fundante porque la o¨ªmos resonar en partes muy alejadas del mero dominio de la reproducci¨®n sexuada. Nos inunda.
De ella debe decirse que, aun siendo arcaica, no es venerable. Resulta en exceso disfuncional, sobre todo cuando se la siente resoplar en el lenguaje pol¨ªtico. O, peor a¨²n, en el religioso. Las naciones no se casan ni se divorcian. Tampoco una religi¨®n es una mujer ni una esposa, aunque lo diga el santo padre.
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