Pero ?qui¨¦n es toda esta gente?
Emerge una nueva derecha que gana espacio no solo en Europa, sino tambi¨¦n en EE UU y Am¨¦rica Latina
Hace un siglo, el alem¨¢n Oswald Spengler public¨® en dos vol¨²menes La decadencia de Occidente, uno de los exponentes escritos m¨¢s conocidos sobre la crisis europea al finalizar la Primera Guerra Mundial. Su tesis es que todas las civilizaciones tienen un ciclo de vida natural con tres fases ¡ª?crecimiento, florecimiento y decadencia¡ª, y que la cultura europea, absorta en un materialismo estrecho, estaba en la ¨²ltima etapa: el invierno de un mundo de anta?o fruct¨ªfero. Afortunadamente, Spengler no acert¨®: tras la segunda conflagraci¨®n mundial, Europa se reconstruy¨® y elabor¨® el experimento de integraci¨®n m¨¢s exitoso de la historia: la Uni¨®n Europea.
Aunque hay diferencias fundamentales, tambi¨¦n existen algunas analog¨ªas entre aquellos tiempos y los de ahora: el descontento social ante las desigualdades extremas, el d¨¦bil crecimiento econ¨®mico o el estancamiento secular de algunos Estados, los conflictos pol¨ªticos internacionales que se expresan sobre todo (pero no ¨²nicamente) en proteccionismo y guerras comerciales, etc¨¦tera. Todo ello ha contribuido a fomentar un pesimismo creciente: un profundo sentimiento de fin de si¨¨cle, acelerado por la extensi¨®n ultrarr¨¢pida de unas tecnolog¨ªas que no se dominan y el concepto de ¡°fin del trabajo¡±. Es en este contexto en el que se multiplican las fuerzas eur¨®fobas (todav¨ªa la semana pasada emerg¨ªa en Holanda una nueva formaci¨®n de derecha radical, denominada sedicentemente Foro para la Democracia, para competir con el ultraderechista Partido por la Libertad, no menos sedicente). Dentro de dos meses se celebran unas important¨ªsimas elecciones al Parlamento Europeo ¡ªemparedadas en Espa?a entre las legislativas y las municipales y auton¨®micas¡ª que van a medir la significaci¨®n de esa fobia a la Europa unida.
Emerge una nueva derecha que gana espacios no s¨®lo en Europa, sino en EE?UU y en Am¨¦rica Latina; una derecha extrema que, hasta ahora, ha descartado los rostros m¨¢s violentos y que se embandera en fen¨®menos como el autoritarismo, el nacionalismo, el conservadurismo, el populismo, la xenofobia, la islamofobia, el desprecio al pluralismo, etc¨¦tera. No en todas partes se presenta igual, sino que mezcla en distintas dosis cada una de esas caracter¨ªsticas. Es lo que el historiador italiano radicado en EE?UU Enzo Traverso ha denominado ¡°las nuevas caras de la derecha¡± (editorial Siglo XXI).
La mayor¨ªa de esas formaciones, que han perdido por el camino el calificativo de partidos (Alternativa por Alemania, Vox, Amanecer Dorado¡), no se reivindican del fascismo cl¨¢sico, pero es imposible entenderlas sin acudir al recuerdo de lo que esa doctrina signific¨®. Son fen¨®menos a¨²n transitorios en la mayor¨ªa de los casos, en transformaci¨®n, que a¨²n no han cristalizado en lo que definitivamente llegar¨¢n a ser. Todav¨ªa no ha sucedido con ellos (y quiz¨¢ no llegue a pasar nunca) lo que en Alemania en los primeros a?os de la d¨¦cada de los treinta del siglo pasado, cuando los nazis dejaron su condici¨®n de movimiento minoritario constituido por unos cuantos frikis para convertirse en los interlocutores de las grandes empresas y grupos, y de las ¨¦lites industriales y financieras. Lo cuenta perfectamente el escritor franc¨¦s ?ric Vuillard en El orden del d¨ªa (Tusquets): en febrero de 1933 tiene lugar una reuni¨®n en el Reichstag a la que asisten los 24 industriales alemanes m¨¢s importantes (por ejemplo, los due?os de Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Telefunken, Agfa, Varta¡), en la que, en presencia de Hitler y Goering, donaron ingentes cantidades al nuevo r¨¦gimen (¡°urge acabar con la inestabilidad del r¨¦gimen; la actividad econ¨®mica requiera calma y firmeza¡ Era una ocasi¨®n ¨²nica para salir del estancamiento en que se hallaban, pero para hacer campa?a se necesitaba dinero¡¡±).
Cuando las sociedades est¨¢n sometidas a shocks tan fuertes como la Gran Recesi¨®n, esas nuevas derechas constituyen en muchos casos una respuesta extrema a la ausencia de un horizonte de expectativas. A veces se genera un desplazamiento de la cuesti¨®n social a las cuestiones identitarias; otras se pone en primer plano el hecho de que la alternancia de Gobiernos de distinto signo no produce modificaciones sustanciales en las pol¨ªticas p¨²blicas, sino s¨®lo cambios de personal.
En ocasiones parece que lo que ocurre a nuestro alrededor estaba escrito en los peri¨®dicos de hace muchos a?os y es una pesadilla que ya hemos sufrido.
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