Por qu¨¦ no debes obligar a tu hijo a compartir
El aprendizaje de dar y recibir llega de la mano del propio desarrollo infantil
No hay ma?ana ni tarde en la que en un parque infantil no nos encontremos con un adulto animando a un ni?o a compartir sus juguetes. Lo hacen apurados, quiz¨¢s agobiados, por no saber ni c¨®mo actuar ni qu¨¦ decir, conscientes de que el drama acabar¨¢ llegando antes o despu¨¦s. Y cuidado. Porque seguro que alguno se ha sentido en el arenero, entre palas, rastrillos y cubos, como un espectador m¨¢s del Coliseo romano. Lo que muchos no sabemos es que no todos los ni?os est¨¢n preparados al mismo tiempo para compartir. Tampoco somos conscientes de que, a veces, es nuestra propia intervenci¨®n la que acaba acrecentando un conflicto que quiz¨¢s no hubiera llegado a tal. O qui¨¦n sabe. Puede que en realidad lo que ocurre es que nos queda tan lejana nuestra experiencia infantil en el parque que hemos transformado esos lugares en una maqueta a escala de nuestro mundo adulto.
¡°Hasta los cuatro o cinco a?os los ni?os pueden no estar preparados para compartir¡±, explica Ver¨®nica P¨¦rez Ruano, psic¨®loga y fundadora del centro de psicolog¨ªa infantil Ra¨ªces. Y es que, para la experta, antes de esta edad los ni?os viven el mundo de una manera egoc¨¦ntrica, en la que todo pasa desde su propia vivencia y perspectiva. ¡°El sol sale porque ellos se levantan; si quieren algo, autom¨¢ticamente es suyo. De hecho, la palabra 'm¨ªo' suele ser una de las preferidas y m¨¢s repetidas¡±, cuenta. Y no hay una f¨®rmula m¨¢gica para adelantar el desarrollo infantil: al igual que terminan caminando, hablando o pintando, tambi¨¦n aprender¨¢n a compartir. Seg¨²n Julio Rodr¨ªguez, doctor en Medicina molecular, psic¨®logo y autor de Lo que dice la ciencia sobre crianza y educaci¨®n, tenemos que tener en cuenta que los ni?os peque?os a¨²n est¨¢n en las primeras fases del neurodesarrollo, ¡°lo que quiere indicar que su cerebro a¨²n est¨¢ en evoluci¨®n y nociones como la empat¨ªa o las habilidades sociales no existen o son extremadamente rudimentarias¡±. Y, adem¨¢s, para el ni?o es beneficioso ser "ego¨ªsta", porque en un entorno natural, de eso depender¨ªa su supervivencia. ¡°Pensemos en los pollitos en el nido demandando todos comida; es cruel, pero ah¨ª ninguno 'piensa' en compartir, porque les va la vida en ello¡±, propone. Y a?ade que cuando empiezan a aumentar las interacciones sociales con sus iguales, lo acaban haciendo naturalmente.
La presi¨®n de intervenir
Es imposible no sentir la presi¨®n de esos ojos que te miran y se preguntan por qu¨¦ no est¨¢s actuando. Esa abuela que te mira y se pregunta c¨®mo es posible que no te hayas lanzado al arenero a obligar a tu hija a que le preste la pala a su nieto, que llora desconsolado por el tesoro. O ese otro espectador que al rato se pregunta por qu¨¦ no haces algo por tu hija cuando reclama el codiciado cubo del de enfrente. La vida de parque es fren¨¦tica. ¡°Los adultos solemos llevar el conflicto infantil al plano de los adultos y lo convertimos en un problema mayor del que es. Habitualmente cuando un ni?o no quiere compartir y sabemos que por edad no est¨¢ preparado para ello, pero aun as¨ª hay otras familias mirando, sentimos la presi¨®n de intervenir¡±, dice la psic¨®loga infantil.
Ante situaciones como las anteriores, P¨¦rez Ruano recomienda que nos preguntemos qu¨¦ har¨ªamos si no nos importase lo que fueran a pensar los dem¨¢s de nosotros como madre o padre. Algo aplicable al resto de asuntos relacionados con la dif¨ªcil tarea de la crianza de los hijos. ¡°Si dos ni?os de menos de cuatro a?os quieren el mismo juguete y solo hay uno, no podemos pretender llegar a acuerdos de tiempo, por ejemplo, un ratito cada uno, o acuerdos de justicia, como por ejemplo 'es que tu ya tienes este otro', porque no lo van a comprender¡±, advierte. Normalmente estas explicaciones son, para la psic¨®loga, para que los adultos que est¨¢n acompa?ando el juego infantil se sientan bien pero cree que si nuestro hijo no quiere compartir y sabemos que por edad no est¨¢ preparado, pero se masca la tragedia, la mejor alternativa es distraer a los ni?os antes de que estalle el conflicto: ¡°Desviar su atenci¨®n a otro punto, introducir otro juguete o cantar una canci¨®n suele funcionar mucho mejor que explicar a dos ni?os de tres a?os la importancia de compartir¡±.
?Y cu¨¢ndo es a nuestro hijo al que no le dejan algo que pide? Responde Ver¨®nica P¨¦rez que, cuando nuestro hijo comparte sus juguetes en el parque pero a ¨¦l el resto de ni?os no se los dejan, normalmente, como adultos sentimos malestar, ya que ¡°vemos un desequilibrio de poder¡± y pensamos que se pueden estar aprovechando de ¨¦l. Sin embargo, insiste en que los ni?os ni siquiera tienen esta vivencia: ¡°Est¨¢n jugando con otras cosas, asumen que no les dejen los juguetes o simplemente prefieren evitar el conflicto. Aqu¨ª entra nuestra contradicci¨®n como adultos, que no estamos acostumbrados a compartir. Nosotros no dejamos el coche a un desconocido, ni nuestro m¨®vil, ni algo que estamos comiendo, pero s¨ª pedimos que lo hagan los ni?os con alguien que acaban de conocer. Aun as¨ª, queremos que lo hagan pero no demasiado y mandamos continuamente mensajes contradictorios. Tenemos que tener claro qu¨¦ le estamos pidiendo al ni?o y si no le estamos mandando mensajes contradictorios que sean dif¨ªciles de integrar¡±.
El papel del adulto
El aprendizaje de compartir llega de la mano del propio desarrollo infantil. Seg¨²n Ver¨®nica P¨¦rez, el juego infantil pasa por diferentes fases, y es entre los cuatro y seis a?os cuando aparece el juego cooperativo o colaborativo, ¡°en el que el inter¨¦s de los ni?os ya no pasa por jugar solos, como ocurr¨ªa anteriormente, o incluso por estar cerca de otros ni?os pero realmente sin cooperar; ahora disfrutan de la compa?¨ªa de los otros ni?os, de las reglas en el juego y de tener que coordinarse y ponerse de acuerdo para que todos est¨¦n bien¡±. Por esto, la psic¨®loga infantil cree que este es el momento en el que se pueden comenzar a trabajar habilidades como la empat¨ªa, el compartir y la cooperaci¨®n frente a la competici¨®n.
?Podemos hacer algo para favorecer ese aprendizaje? ¡°La mejor manera de ense?ar un nuevo aprendizaje es mediante la imitaci¨®n. Si en nuestra casa compartir es un valor que practicamos de manera activa, es m¨¢s probable que ellos lo reproduzcan¡±, responde P¨¦rez Ruano. Y de nuevo aplicable a otras muchas parcelas de la crianza y la educaci¨®n de los hijos. Porque si nosotros les insistimos una y otra vez en que deben compartir pero nunca actuamos as¨ª, se produce una disonancia cognitiva entre lo que decimos y lo que hacemos. ¡°Si en casa a la hora de cenar pap¨¢ tiene su sitio en el que no nos podemos sentar; mam¨¢ tiene su champ¨², que no se puede utilizar; los juguetes de su hermano mayor no se tocan, etc¨¦tera, es muy dif¨ªcil sostener que luego en el parque o en el cole hay que dejar los juguetes a los amigos porque hay que compartir. Si nosotros no compartimos nuestras cosas m¨¢s preciadas tampoco podemos exig¨ªrselo a los ni?os¡±, aclara la experta. Incide de nuevo en que para favorecer cualquier aprendizaje en los ni?os, ¡°antes tenemos que analizar de qu¨¦ manera concreta lo llevamos a cabo nosotros y si estamos mandando mensajes contradictorios entre lo que se debe hacer pero realmente lo que hacemos como padres¡±.
Para Julio Rodr¨ªguez, nuestro papel en la educaci¨®n debe de ser el de gu¨ªa, pero no el de dictador. ¡°Debemos convertirnos en un experto al que puedan acudir para explicar las razones del comportamiento, de las normas, de las decisiones. Y luego estar ah¨ª para resolver dudas y apoyar en todo lo que sea necesario. Esto cuesta trabajo pero ayuda a nuestros hijos a construir su personalidad a trav¨¦s de una alta autoestima y una profunda seguridad¡±, dice. Seg¨²n Rodr¨ªguez, el ni?o tiene que "entender" que compartir es beneficioso, y tiene que "entender" cu¨¢ndo hacerlo y en qu¨¦ medida. ¡°La clave est¨¢ en eso, en entenderlo, luego ¨¦l decidir¨¢ por s¨ª mismo cu¨¢ndo y c¨®mo hacerlo, y ah¨ª es d¨®nde est¨¢ la libertad. Si obligamos a hacer algo por autoridad o miedo al castigo, har¨¢ las cosas como un aut¨®mata, sin nunca comprender nada, y as¨ª, de adulto, ser¨¢ f¨¢cilmente manipulable, sin capacidad de decisi¨®n, sin pensamiento cr¨ªtico y racional; y esto lo acabar¨¢ convirtiendo en presa f¨¢cil del sistema, en una marioneta m¨¢s¡±, se?ala.
En cuanto a nuestra intervenci¨®n ante un conflicto, Ver¨®nica P¨¦rez cree que siempre es recomendable dejar que los ni?os intenten resolverlo por s¨ª mismos, de manera aut¨®noma, ya que desde nuestra perspectiva adulta siempre es m¨¢s dif¨ªcil interpretar toda la situaci¨®n. Solo somos necesarios si ha escalado la violencia y van a agredirse o da?arse: ¡°En ese caso podemos ayudarles a gestionar su conflicto, pero siempre recordando que es algo entre ellos, nosotros no tenemos que dar la respuesta correcta, sino facilitar que entre los propios ni?os lleguen a acuerdos¡±. Para ello, la psic¨®loga opina que lo m¨¢s recomendable es no sacar nuestras propias conclusiones, sino facilitar un espacio en el que ellos se puedan expresar, escuchen al otro, saquen su propio aprendizaje y puedan llegar a un acuerdo. ¡°Tenemos que dejar a un lado nuestra visi¨®n adulta, ya que los acuerdos a los que pueden llegar a nosotros nos pueden parecer injustos, pero si a los ni?os les funcionan y sirven para continuar con su juego, no podemos primar nuestra visi¨®n adulta, exterior y desconectada de su vivencia infantil¡±, concluye.
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