Africanos LGTBI en Kenia, asfixiados entre la homofobia y la burocracia
Refugiados y solicitantes de asilo del colectivo reclaman una mayor protecci¨®n ante la violencia hom¨®foba
Fuera de la oficina de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) en Nairobi acampan refugiados y solicitantes de asilo y la mayor¨ªa son miembros del colectivo LGTBI. Desde Ruanda a los dos Congos, pasando por Uganda o Somalia, su grito es el mismo: una mayor protecci¨®n ante la violencia hom¨®foba.
A escasos metros de la carretera Waiyaki Way ¡ªfoco habitual de atascos en el coraz¨®n de la capital keniana¡ª, mujeres somal¨ªs con coloridos vestidos se protegen del sol bajo un escueto ¨¢rbol; madres burundesas amamantan a sus hijos; refugiados gais alzan con orgullo la bandera arco¨ªris. Dos de ellos se plantan un beso.
En la tierra, entre finos colchones y mantas mas¨¢is que cubren a ni?os dormidos, quedan todav¨ªa restos de ceniza del pasado 10 de mayo, cuando entre peque?os fuegos y humaradas de gas lacrim¨®geno la Polic¨ªa arrest¨® a al menos 23 de personas por agresi¨®n y esc¨¢ndalo p¨²blico. Los agentes aseguran que bloquearon la carretera; ellos, que actuaron de forma pac¨ªfica.
"Estamos aqu¨ª para preguntarle [a Acnur] d¨®nde se supone que deber¨ªamos estar", resume la ugandesa Julie Collins Red, de 21 a?os y que como casi todos los presentes decidi¨® abandonar en alg¨²n momento el campamento keniano de Kakuma ¡ªque acoge m¨¢s de 180.000 refugiados¡ª por no sentirse a salvo como una mujer transg¨¦nero.
El sue?o de alcanzar Europa, EE UU o Australia es una opci¨®n solo disponible para una exigua minor¨ªa
"Viv¨ª con miedo hasta cruzar a Kenia por los numerosos asesinatos en Uganda del colectivo LGTBI (Lesbianas, Gays, Transg¨¦nero, Bisexuales e Intersexuales)", explica Red, vestida con un abrigo de plumas rojo, medias oscuras y tacones de leopardo falso, pese al calor. "Llegu¨¦ en agosto de 2018, pero desde entonces Acnur no ha trabajado en mi caso. Dicen que tienen las manos atadas y que es una cuesti¨®n del Gobierno (keniano)", asegura.
Aunque Kenia, al igual que otros 32 pa¨ªses africanos, considera la homosexualidad ilegal, s¨ª que reconoce el derecho de asilo a quienes se sientan perseguidos por su orientaci¨®n sexual o identidad de g¨¦nero. Sin embargo, una vez dentro de sus fronteras les obliga a permanecer en dos ¨¢reas designadas: el campamento de refugiados de Kakuma o el de Dadaab, en el noreste del pa¨ªs.
"Es algo que llevamos escuchando desde 2016: casos de refugiados LGTBI en Kakuma a los que han intentado quemar en sus casas, a los que han golpeado, por lo que un gran n¨²mero ha tenido que ser realojado en Nairobi o en otras partes de Kenia", confirma a Efe el investigador para ?frica de Human Rights Watch (HRW) Otsieno Namwaya.
"Sin embargo, una vez fuera, cuando la comunidad descubre que son gais, vuelven a ser objeto de violencia y, por ello, le est¨¢n pidiendo a Acnur una mayor protecci¨®n, alg¨²n tipo de seguimiento", matiza Namwaya.
Sin salir del armario
El congole?o Katila Paul Servent, de 29 a?os, lo sabe muy bien. Dej¨® atr¨¢s su Goma natal en 2010 y durante los ocho a?os siguientes vivi¨® en Kakuma, donde asegura que, en lugar de ser bienvenido, sufri¨® amenazas, agresiones y fue encarcelado en repetidas ocasiones por la Polic¨ªa.
Como bisexual, lleg¨® incluso a casarse con una mujer, con la que ahora tiene dos hijos de ocho y nueve a?os, a fin de conseguir cierta protecci¨®n y pasar desapercibido ante las miradas ajenas.
En 2018, tras m¨¢s de 10 entrevistas con Acnur y las autoridades kenianas, consigui¨® la condici¨®n de refugiado, con la que hoy anhela, como los otros cientos de acampados, ser reasentado junto a su familia en un tercer pa¨ªs.
Una gran parte de los casi 200 refugiados LGTBI contabilizados por Acnur en el campamento de Kakuma proceden de Uganda
"Los que pagan algo de dinero, aunque no sea una gran cantidad, consiguen ser reubicados antes", critica Servent, sum¨¢ndose a las voces que tachan de corrupto a este organismo de la ONU.
No obstante, el sue?o de alcanzar Europa, EE UU o Australia es una opci¨®n solo disponible para una exigua minor¨ªa. Seg¨²n los ¨²ltimos datos de Acnur, en 2018 solo fueron reasentados 55.692 refugiados de los aproximadamente 1,2 millones que lo necesitan: menos de un 5% en todo el mundo.
As¨ª, los refugiados LGTBI que no aspiran a abandonar Kenia en un futuro pr¨®ximo se ven obligados a vivir de forma discreta en el seno de una sociedad conservadora, a no llamar demasiado la atenci¨®n, a no salir del armario en p¨²blico.
"Esperaba algo mejor en Kenia", reflexiona la ugandesa Aisha Nakakande, de 25 a?os, que se vio forzaba a huir de Uganda cuando su c¨ªrculo cercano se enter¨® de que era lesbiana. "Los kenianos son hom¨®fobos. No les gustamos en absoluto, te lo prometo", subraya.
"Me cogieron con mi novia y nos pegaron, nos hicieron de todo", recuerda sobre el d¨ªa que dej¨® de hablarse con su familia. Sus padres no saben que cruz¨® la frontera a Kenia y que hoy duerme al raso frente a Acnur; su novia tampoco. "Yo solo corr¨ª. Cuando te est¨¢n pegando, acosando, te quieren matar, solo corres", rememora.
Una gran parte de los casi 200 refugiados LGTBI contabilizados por Acnur en el campamento de Kakuma proceden de Uganda, donde una ley contra la homosexualidad firmada por el presidente Yoweri Museveni en 2014, e invalidada meses despu¨¦s por el Constitucional, penaba con la cadena perpetua las relaciones homosexuales.
Por ello, muchos empezaron a ver en Kenia una especie de salvavidas, donde la ley colonial que establece penas de hasta 14 a?os de prisi¨®n raramente se aplica y que, adem¨¢s, el pr¨®ximo d¨ªa 24 podr¨ªa convertirse en el nuevo frente pro-LGTBI de ?frica, si finalmente el Tribunal Superior de Nairobi despenaliza estos actos.
"Tambi¨¦n somos personas"
Lejos de la farragosa burocracia, el rechazo social y las leyes centenarias que tildan las relaciones homosexuales como actos contra natura, estos solicitantes de asilo y refugiados LGTBI solo quieren recibir un trato equitativo, pues como repiten hasta la saciedad, lo que ellos sienten es tan natural como lo que siente un heterosexual.
"Todos te dicen que eres un ni?o, pero a medida que vas creciendo te vas dando cuenta de que no eres quien dicen. Tu yo interior es femenino. Te gustan los vestidos, te gusta tu ser femenino y no el masculino", explica Red, quien reconoce que a lo largo de su vida ha intentado suicidarse en tres ocasiones, en momentos en los que muchos de sus amigos LGTBI estaban presos en Uganda.
"Aunque seamos refugiados, tambi¨¦n somos personas. Tenemos sangre roja en nuestras venas, as¨ª que, al menos, que nos traten como seres humanos", urge Nakakande
Para Namwaya, tanto el Gobierno keniano como Acnur han fracasado de forma significativa, pues ni el primero ha sido "amigable a la hora de apoyar a la comunidad refugiada en Kenia, no solo LGTBI, sino refugiada", mientras el segundo se ha mostrado "insensible" a las preocupaciones de esta comunidad dentro y fuera de los campamentos.
"En lugar de darme 6.000 chelines (unos 53 euros que Acnur les entrega como ayuda para el pago de un alquiler), que me lleven a un sitio que sea seguro", urge Nakakande, que puntualiza: "Aunque (seamos) refugiados, tambi¨¦n somos personas. Tenemos sangre roja en nuestras venas, as¨ª que, al menos, que nos traten como seres humanos".
"Me gustar¨ªa ir a cualquier pa¨ªs que sea m¨¢s seguro y que respete a los trans", contin¨²a Red, pese a que no consigue mencionar ninguno en concreto. "Solo he o¨ªdo que en Am¨¦rica matan a muchos", dice.
Subida en sus tacones de leopardo falso afirma dos cosas: que ama su vida y que conf¨ªa en Dios para que un d¨ªa cambie su suerte y pueda vivir como una mujer plena. "Jes¨²s ¡ªmedita¡ª no condena a ninguna persona gay o transg¨¦nero. ?l estuvo aqu¨ª para salvarnos a todos".
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